La imposible derrota del Estado Islámico,
los Kurdos solo serán necesarios para combatir al califato una vez conquistada
Mosul , si se diera el caso , luego estos serán combatidos por los gobiernos
centrales de Iraq, o Siria en caso pidan la independencia, además que están
desunidos, y la militancia del Estado Islámico emigrara en diáspora a Europa o
al desierto para volver a combatir o reintegrarse en Al Qaeda.
La imposible derrota del Estado Islámico
http://www.elmundo.es/internacional/2016/12/29/5862a0b522601d2f678b45f8.html
Fuerzas iraquíes progubernamentales
patrullan la parte este de la ciudad de Mosul, en el marco de la ofensiva para
liberarla del IS. AFP
La expulsión del Daesh de sus
bastiones de Siria e Irak puede llevar al grupo yihadista a volver a operar
como organización clandestina
Casi 18.000 yihadistas han vuelto a
Europa. El reto es distinguir a los dispuestos a atentar de los que retornan
desilusionados
ANDRÉS ORTIZ MOYANO
@andresOrtMoy
29/12/2016
02:51
Podemos aventurar, con cierta
aproximación, que el día en el que el Estado Islámico, el pérfido Daesh, sea
vencido en Siria e Irak, y su Califato del mal sucumba, una ola de alegría y
euforia recorrerá el mundo. Un mundo en vilo por las barbaridades cometidas por
el grupo terrorista desde hace más de dos años, cuando la proclama de su líder,
Abu Bakr al Baghdadi. Occidente respirará al rebajar su psicosis por los
atentados, y los propios países musulmanes, con Siria e Irak a la cabeza,
podrán sentirse, quizás, algo más aliviados.
Pero la realidad es que, tras ese virtual día épico,
consecuencia de lo que imaginamos ingenua pero irresistiblemente como una
última batalla contra la oscuridad, el ejército de interrogantes que plantea la
caída de Daesh obligará a digerir rápidamente el optimismo por el triunfo.
La victoria final no solucionará lo que aqueja a gran parte de Oriente
Medio, porque Daesh, a pesar de todo, no es el problema fundamental; siempre ha
sido el síntoma de un cúmulo de despropósitos mayores.
La caída del Califato, pues, no implica
realmente la caída de Daesh. Es fácil caer en la tentación de
interpretar lo contrario, pero existe una potente posibilidad de que el también
llamado ISIS, extraordinariamente versátil en todas sus acciones, será capaz de
transformarse de nuevo e involucionará de
protoestado islámico medieval a organización terrorista clandestina.
La influencia de Daesh es amplia pero
dispar, y cuenta con filiales o grupos asociados en el Cáucaso,
Libia, Nigeria (de la mano de Boko Haram), Yemen, Afganistán, Arabia Saudí o
Egipto. Muchas de esas provincias se han adherido a Daesh
en su cúspide de popularidad y éxito
"Casi con total certeza podemos
aventurar que el Estado Islámico volverá a comportarse como un grupo
clandestino cuando sea obligado a perder más territorio, sobre todo tras las
futuras caídas de Mosul y Raqqa", asegura Kyle W.
Orton, investigador del think tank Henry Jackson Society. No sería una decisión nueva, desde luego, pues en el mantra yihadista
siempre se ha repetido el principio de "inhiyaz
ila al-sahra" ("Retiraos al desierto"), un proceder habitual al perder territorio.
"No es nuevo. Daesh y los grupos
terroristas de los que nació ya lo hacían en el Irak post-Saddam. El problema
es que las circunstancias actuales son incluso peores que entonces. Ya tenemos
informes de actividades clandestinas de Daesh en zonas supuestamente liberadas,
donde extiende su influencia a través de redes de células yihadistas", añade Orton.
Efectivamente, se han registrado
ataques en Kirkuk, Rutba, Sinjar o la propia Bagdad. Por su parte, en Siria, los yihadistas se han propuesto recuperar
Palmira, todo un símbolo de liberación apenas ocho meses antes.
Por otro lado, las cabezas de la
hidra yihadista se expanden por el mundo a través de sus provincias (wilayat).
La influencia de
Daesh es amplia pero dispar, y cuenta
con filiales o grupos asociados en el Cáucaso,
Libia, Nigeria (de la mano de Boko Haram), Yemen, Afganistán, Arabia Saudí o
Egipto. Muchas de esas provincias se han adherido a Daesh
en su cúspide de popularidad y éxito, siendo grupos terroristas locales que de
facto no pertenecen a la organización. Habrá que esperar al final del Califato
para saber si renuevan su lealtad a ISIS o si le dan la espalda y vuelven a
andar su propio camino.
Viejas
o nuevas fronteras
Paralelamente, analistas y expertos
se preguntan si se podrá volver al status quo previo al Califato. En este sentido no parece que el fin de ISIS suponga la catarsis
definitiva para apaciguar la zona, sino un elemento más, de tantos otros, que
quizás haga las veces de acelerante de una concatenación de acontecimientos
inquietantes.
Por un lado, políticos. ¿Volverán
Siria e Irak a ser los legítimos posesores de las tierras ahora en manos
yihadistas?
Ciertamente, a pesar de que la
situación nos pueda parecer homogénea en la zona, el desarrollo de los
conflictos está siendo muy dispar en ambos países, cada uno con su propia
idiosincrasia y urgencia.
De acuerdo con Ignacio
Álvarez-Ossorio, profesor titular de Estudios Árabes de la Universidad de
Alicante,
"hay que distinguir claramente
entre los casos de Irak y Siria. En Irak, la ofensiva contra Daesh sólo ha sido
posible cuando ha existido un consenso interno entre los principales actores
políticos chiíes, kurdos y sunníes para combatirlo y, sobre todo, en torno a
quién gobernará sus territorios. Ese
consenso todavía no existe en Siria,
donde el régimen está concentrando todas sus fuerzas en combatir a los rebeldes
y la lucha contra ISIS ha quedado relegada a un segundo plano".
Sobre el terreno, quien realmente lo
está combatiendo son las Fuerzas Democráticas Sirias, una
heterogénea coalición armada por EEUU y dirigida por las YPG kurdas.
Igualmente, los papeles y
responsabilidades de Damasco y Bagdad se antojan tan distintos como difíciles. "La herida abierta desde 2003
todavía es muy fuerte en Irak",
explica el corresponsal en Oriente Medio Mikel Ayestaran, "por lo que es el momento de probar una forma distinta de tratar a
sus ciudadanos tras la caída del Califato.
En Siria, la gente va a volver a
estar de lado del gobierno y muchos abrazarán a a Asad como un mal menor, pues
no les queda otro remedio y la alternativa que han visto no es la que
esperaban". En efecto, la supervivencia del régimen a lo largo de estos
más de cinco años de intensa guerra civil se ha acentuado en los últimos
tiempos hasta el punto de estar cerca de decantar el conflicto hacia su lado.
En muchos puntos de Irak y Siria se
recibió con los brazos abiertos a los yihadistas por parte de ciudadanos
hastiados de sus respectivos gobiernos
En cualquier caso, parece evidente
que no será un proceso ni sencillo ni rápido. En muchos puntos de ambos países
se recibió con los brazos abiertos a los yihadistas por parte de ciudadanos
hastiados de sus respectivos gobiernos. Sólo la crueldad de Daesh y el paso del
tiempo, ahogado por una creciente presión militar, han provocado imágenes de
alivio en las plazas liberadas.
Pero siguen las dudas, a pesar de
todo. "En muchísimos sitios no hay apoyo social y civil a Damasco o Bagdad,
y superar ese escollo va a ser muy complicado. Por ejemplo, mantener una autoridad iraquí en Mosul se
me antoja casi imposible",
añade Ayestaran. El propio Daesh se ha encargado durante su ocupación de
emponzoñar aún más las tensas relaciones entre los distintos grupos bajo su
control, con el fin de enfrentar a unos con otros.
Varios iraquíes abandonan Bartella,
bastión del IS al este de Mosul. REUTERS
Así, ¿qué alternativa política eficaz queda para pacificar el escenario
post-Califato?
La
modificación de fronteras es una de las opciones que se barajan. Sin embargo, hasta ahora sólo parece una opción maculada por los
ingentes intereses internacionales en la zona. La guerra contra el Califato, el
indiscutible enemigo común de puertas afuera para todas las potencias, se ha
destapado como un enorme tablero de ajedrez con muchos jugadores, desde EEUU
y Rusia, hasta Irán y Arabia Saudí,
quienes libran su particular guerra fría.
No es ningún secreto el interés
de Teherán en incrementar su influencia en un debilitado Irak, una prioridad desde la caída de Saddam. Su postura es
la de no cambiar los estados afectados y dejar las fronteras tal y como están,
algo secundado por Rusia y la Siria de Al Assad. Por
otro lado, Riad no vería con malos ojos un Oriente Medio aún
más fragmentado en el que poder proyectar su
poderosa sombra.
"Irán y Arabia Saudí, con sus
aliados del Golfo, han financiado desde el primer momento a distintos grupos en
Siria e Irak para incrementar su influencia", explica el experto en geopolítica y seguridad Peter Bergen. "De
hecho, las milicias chiíes apoyadas por Teherán han alcanzado una expansión
enorme. Éste es otro episodio del pulso que libran ambos países y que,
precisamente, tiene como una de sus consecuencias la aparición de grupos como
Daesh pasado un tiempo en estados fallidos como Libia,
Yemen o los propios Siria e Irak".
En cualquier caso, cuesta creer que
un Asad reforzado por una victoria
militar frente a los rebeldes permita la autonomía de alguno de sus
territorios, aun habiendo amplias zonas del país que no ocultan su desprecio a
Damasco tras un lustro de salvaje conflicto. Tampoco parece probable que
Bagdad se preste fácilmente a negociar la modificación de sus fronteras.
Sin embargo, existe un elemento que
sí podría influir en esta alternativa, los kurdos. "La modificación de fronteras regionales no
tendrá relación con la caída de Daesh, pero sí con la posible irrupción de un
estado kurdo", señala Álvarez-Ossorio.
La guerra contra el Califato, el
indiscutible enemigo común de puertas afuera para todas las potencias, se ha
destapado como un enorme tablero de ajedrez con muchos jugadores, desde EEUU y
Rusia, hasta Irán y Arabia Saudí
En los últimos tiempos los kurdos
sirios han intentado emular a sus compatriotas
iraquíes en la exigencia de un estado federal en Siria, donde dispondrían de una amplia autonomía. "Se está creando una política de hechos
consumados en la zona que podría allanar el terreno a la proclamación de un
estado kurdo, opción que ni Damasco ni Bagdad aceptarán de buen grado, y
tampoco Turquía, sobre todo si dicho estado está en la órbita del PKK", explica Álvarez-Ossorio. Aun así, también es evidente que las
identidades nacionales se están redefiniendo a toda velocidad.
Si en el caso iraquí los
kurdos tienen una posición de fuerza, en
el caso sirio esta fortaleza es más coyuntural y está directamente relacionada
con la necesidad de combatir a Daesh. Una vez derrotado y con la guerra siria
finalizada, la
autonomía de las zonas kurdas sí podría ser puesta en tela de juicio por el
poder central.
Paralelamente, Turquía ha sido un elemento de importancia capital desde el comienzo de las
operaciones yihadistas. Llegó a ser una de las fronteras más porosas para la
llegada de combatientes voluntarios y autopista del mercado negro para el
abastecimiento de Daesh. Sólo hasta el cierre a cal y canto de sus puertas y
ventanas apenas hace unos meses, el gobierno de Erdogan no ha dado un decidido
paso para combatir a las huestes de Al Baghdadi. O para ser justos, al menos no
facilitarle tanto las cosas. El precio que han pagado los otomanos, y
que aún están pagando, tampoco es pequeño.
Sufren un incesante rosario de atentados aliñado con el terror provocado por
independentistas kurdos como los miembros del grupo terrorista TAK.
El destino de kurdos y turcos parece
inevitablemente entrelazado, pero ni siquiera la derrota de
Daesh, el supuesto enemigo común, ni el innegable mérito y sacrificio de los
peshmergas, garantiza un futuro nuevo estado.
Principalmente porque los propios
kurdos demuestran unas irreconciliables brechas políticas entre ellos. Un
ejemplo son las pésimas relaciones entre el KRG, el organismo de gobierno
oficial del Kurdistán iraquí, y las autoridades de Rojava. La frontera entre
ambas regiones está cerrada parcialmente desde hace meses, la primera
conservadora y la segunda socialista. El
partido del presidente kurdoiraquí Barzaní en Rojava, el PDK-S, ha sido incluso acosado por el PYD, brazo del PKK
en Siria. "Se puede decir que el KRG
tiene mejor relación con Turquía que con Rojava, especialmente
en materia comercial", señala el corresponsal Lluís Miquel Hurtado. Más
allá, hay muchos territorios del Califato,
como Raqqa, Deir Ezzor e incluso áreas de Mosul
y Nínive, donde es muy difícil que la población tolere un dominio
kurdo, al que consideran extranjero o, en cualquier caso, ajeno.
Casi 18.000 yihadistas han vuelto a
Europa
Pero más
allá del aspecto político-militar de la futura derrota de Daesh, uno de los
temores más extendidos y acuciantes en Occidente es el retorno a sus países de
origen de los yihadistas que vuelven del Califato. A medida que las tierras en
su poder se constriñen, el incremento de retornados se incrementa. Fuentes de
la UE calculan que son ya cerca de 18.000. El periódico alemán Die Welt ha publicado
recientemente algunos datos de un informe confidencial del gobierno de Berlín en
el que se alerta de que sólo el 10% de todos los retornados al país teutón
desde Siria e Irak manifestaban cierta desilusión con su experiencia yihadista.
Por otro lado, cerca de la mitad (48%) sigue comprometida con
los ideales de la yihad y mantiene vínculos familiares o amistosos con otros
extremistas. El informe concluye que
cerca de un ocho por ciento sólo
volvió a Europa para tomar
un respiro antes de volver a los campos de batalla del Califato.
El experto
en yihadismo e investigador de la Universidad George Washington, Amarnath
Amarasingam, explica la existencia de distintos perfiles de retornados y la
necesidad de tratarlos especialmente a cada uno de ellos.
"Vemos cómo, por un lado, existen retornados que
podríamos llamar 'operacionales', es decir, aquellos capaces de atentar, como los
atacantes de París o Bruselas.
Por otro
lado, están los
'desilusionados', quienes
fueron al Califato en busca de la utopía yihadista pero encontraron algo muy
diferente.
los
'desocupados', individuos que han abandonado el campo de batalla por heridas de
guerra o pura supervivencia pero que se mantienen radicalmente convencidos por
el ideario del yihadismo
Y, por
último, ". El gran problema, sin embargo, es saber quién es quién en este
peligroso juego en el que no faltan voces que recelan de una posible
reinserción posterior a un castigo penal. "Personalmente sí creo en la
reinserción", indica Amarasingam, "ya hemos tenido experiencias
similares con individuos provenientes de Afganistán o Somalia. Todos deben
pagar por sus crímenes, pero siempre en pos de una reinserción".
Hay
distintos perfiles de retornados. Por un lado, los 'operacionales' capaces de
atentar, como los de París o Bruselas. Por otro, los'desilusionados', que
fueron al Califato en busca de la utopía yihadista pero encontraron algo muy
diferente. Y, por último, los 'desocupados', que han abandonado el campo de
batalla pero se mantienen convencidos por el ideario del yihadismo
Por su
parte, Mubin Shaikh, experto en
radicalización y contraterrorismo, apunta: "Hay que ser conscientes de que no
puedes reintegrarlos a todos. Simplemente porque muchos de ellos creen de
verdad que no han hecho nada malo e incluso llegan a radicalizarse aún más al
sentirse acosados".
El propio
Shaikh fue un adolescente radicalizado por los talibán cuando viajó desde su
Canadá natal hasta Pakistán. Tras los atentados del 11S, comenzó un proceso
personal de 'desradicalización' y actualmente es una de las figuras más activas
en el mensaje de la recuperación de jóvenes radicalizados. "Los jóvenes
son los mejores candidatos a la reinserción y hay que apostar por ellos. Sin
embargo, con aquellos que han crecido en una zona de guerra, es mucho más
difícil", añade Shaikh.
Es un
problema, desde luego, que no acepta prórrogas y para el que se han propuesto
soluciones de todo tipo, desde programas de reinserción como los iniciados en
varios países, Francia entre ellos, hasta teorías polémicas como la
publicada por el centro de estudios
israelí Begin-Sadat y firmada
por el profesor de la Universidad de
Chicago Efraim Inbar.
Inbar propone no acabar con el Califato, sino mantenerlo debilitado y cercado para
contener dentro de sus fronteras la mayor cantidad de
yihadistas contenidos. ¡Ah!, y de paso frenar las ambiciones de
Irán.
"Es de locos", señala
Amarasingam,
"primero, porque la naturaleza
de los grupos terroristas es siempre expansiva, no se pueden contener.
Segundo, por una cuestión puramente
moral y ética; ¿cómo dejar que un grupo tiránico establezca su control en
vastas áreas donde viven millones de personas?".
Pero, ¿cómo
reintegrar lo que parece una causa perdida? Shaikh explica que la cooperación con las autoridades, el deseo sincero de
rehabilitación, el testimonio público de sus acciones pasadas, y la
colaboración con la comunidad, son "requisitos básicos para empezar a
trabajar".
En realidad, Daesh
ha sido consciente en todo momento del tremendo potencial destructivo de los
retornados. Y nunca ha escatimado recursos y estructuras para
sacarle el mayor partido posible. En una entrevista publicada en el New York
Times el pasado mes de agosto, un excombatiente alemán de ISIS hoy preso, Harry
Sarfo, confesaba haber pertenecido al EMNI, un
organismo del grupo terrorista dedicado al entrenamiento específico y a la
'importación' de individuos extraordinariamente radicalizados. "Me dijeron, '¿Volverías a Alemania?
Te necesitamos allí'". Querían multitud de ataques a la vez
en Inglaterra, Francia y Alemania", aseguraba Sarfo.
"Nos enviaron a cientos. A
cientos. Eso fue antes de los atentados de París".
El EMNI
estuvo en su día gestionado por Abu
Mohamed al Adnani, célebre portavoz del Califato, mano
derecha del califa Al Baghdadi y finalmente abatido en un bombardeo este
verano. Al Adnani es fundamental para entender la naturaleza y el desarrollo de
Daesh.
Autor del célebre discurso en el que
instaba a todo musulmán a atentar con cualquier medio a su alcance, además fue el jefe y uno de los principales diseñadores de la
descomunal maquinaria de comunicación y propaganda de los yihadistas.
Cuando caiga Daesh, su actividad en
estos campos ya habrá marcado un claro e irrenunciable precedente para grupos
similares. En comunicación y propaganda, con la figura de Al Adnani bien
reconocible, esta revolución marca el discurso terrorista del futuro cercano.
Las bases del relato terrorista clásico han variado indudablemente,
fundamentado ese cambio en las nuevas tecnologías y el cuidado de la narrativa,
mucho más eficiente y atractiva que antes. Desde el asesinato filmado del
periodista James Foley,
muchos medios occidentales asumieron como noticioso cualquier contenido emitido
por Daesh, llegando a cerrar el circuito de la propaganda precisamente deseada
por los terroristas. En este sentido, ante la avalancha de contenidos, en
muchos casos efectistas y con ningún valor informativo, tiene lugar una nueva
reflexión sobre lo que en realidad es noticioso más allá del espectáculo. Se
antoja fundamental, por consiguiente, establecer una política de consumo y una
formación apta para contrarrestar estos perniciosos efectos, sobre todo para
aquellos segmentos de la sociedad especialmente sensibles a la propaganda del
terror y la captación. Hay que asumir que los nuevos canales de comunicación, con
las redes sociales al frente, requieren un uso responsable y
concienciado, pues se ha convertido en la principal autopista
informativa del terrorismo moderno.
¿Es
posible otro Califato?
Es, quizás, la gran pregunta que nos
haremos todos cuando se capture la última bandera de Daesh. Aventurar con
certeza la posibilidad de un nuevo Califato puede resultar peregrino, pero lo
cierto es que los ingredientes que se cocinaron a fuego lento durante años y
que dieron luz al protoestado de Al Baghdadi, no son elementos tan extraordinarios en una zona inestable como
Oriente Medio.
En su día, la fallida primavera árabe
siria, el fracaso de la postguerra iraquí, y el secular conflicto entre suníes
y chiíes, traducido a modo de cuantiosos patrocinios de Arabia Saudí y las
monarquías del Golfo al todavía germinal Daesh, provocaron el auge del
Califato.
"Claro
que es posible que Daesh u otra organización pueda recuperar y establecer de
nuevo un Califato similar",
opina Kyle W. Orton.
"Más aún, en el improbable caso de la erradicación total de Daesh, lo que
sí pervivirá será el modelo y la certeza de que el Califato puede
lograrse".
La fallida primavera árabe siria, el
fracaso de la postguerra iraquí, y el secular conflicto entre suníes y chiíes,
traducido a modo de cuantiosos patrocinios de Arabia Saudí y las monarquías del
Golfo al todavía germinal Daesh, provocaron el auge del Califato.
Es entonces cuando todos los ojos
vuelven a la gran organización terrorista, la que siempre ha estado ahí aun
siendo eclipsada por Daesh.
No parece
probable que Al Qaeda inicie
un proyecto califal, pero quizás no lo necesite. Aunque
también haya sufrido por el ingente trasvase forzado de yihadistas con el
meteórico auge de ISIS, de la que fue matriz en su día, las
huestes clandestinas de Al Zawahiri controlan de facto varios territorios en
Siria, Yemen o el norte de África,
entre otros enclaves del mundo árabe.
En este panorama incierto, pero con
evidentes sombras tenebrosas en el horizonte, parece una obviedad destacar la
importancia de iniciativas políticas que comprendan la conciliación, el
trabajo, la educación y el desarrollo.
Como vemos, será sumamente
complicado, pues dependerá del grado de influencia y cooperación de las
distintas potencias internacionales y regionales. Y por supuesto dependerá
también del tiempo; el que será necesario en grandes cantidades para intentar
cicatrizar las muchas y profundas heridas que ha provocado Daesh.
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