Los
agricultores vuelven a ser el tractor de la economía argentina, aunque
el país tiene un déficit fiscal del 7 % , una inflación del 45 % , el producto se está contrayendo, el
desempleo sigue siendo alto y la producción industrial está por los suelos.
Los
agricultores vuelven a ser el tractor de la economía argentina
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Los
productores de granos están plantando a un ritmo récord a medida que el
presidente Mauricio Macri elimina esos obstáculos impuestos por los Kirchner
Federico
Stange dice que las medidas del gobierno de Mauricio Macri le han permitido
volver a trazar planes a largo plazo en su campo de 2.200 hectáreas. PHOTO:
TAOS TURNER/THE WALL STREET JOURNAL
Por TAOS TURNER
lunes,
12 de diciembre de 2016
18:40 EDT
GENERAL
ALVEAR, Buenos Aires, Argentina—Desde que el presidente Mauricio Macri asumió el poder hace un año, sus políticas de mercado no han impulsado la
alicaída economía argentina. El producto se está
contrayendo, el desempleo sigue siendo alto y la producción industrial está por
los suelos.
No obstante,
la historia es diferente en las verdes pasturas que hicieron rico a este país.
Los aclamados cultivadores de granos de Argentina, atados de manos durante más
de una década por los controles de precios internos y los altos impuestos a las
exportaciones, están plantando a un
ritmo récord este año, a medida que Macri elimina esos obstáculos.
La
agricultura podría
propulsar una expansión económica de 3,5% en 2017,
un giro radical frente una contracción que se estima
llegará a 2,5% este año, dice Fausto Spotorno, economista jefe de
Orlando J. Ferreres & Asociados, una consultora de Buenos Aires. “Los
agricultores se están convirtiendo en el primer motor de la recuperación
económica”, señala Spotorno.
Los
predecesores de Macri, Cristina Fernández de Kirchner y previamente su esposo,
Néstor Kirchner, elevaron los impuestos a las exportaciones para ayudar a
financiar los populares programas contra la pobreza y la contratación de 300.000 empleados públicos, según el
centro de estudios Cippec en Buenos Aires.
Aunque los
precios de las materias primas se
dispararon, los impuestos disuadieron a los
agricultores de elevar la producción en casi todos los cultivos excepto la
soya, la cual, pese a un gravamen de 35% a sus exportaciones, el más
alto, siguió siendo rentable debido a que la robusta demanda de China impulsó
los precios.
Cuando los
agricultores grandes y pequeños protestaron, Cristina Fernández de Kirchner
salió en la televisión estatal y los catalogó de oligarcas y golpistas.
“Los agricultores pasaron
la última década prácticamente escondidos debajo de la alfombra”, dice Ricardo Baccarin,
vicepresidente de Panagrícola, una corredora de commodities con sede en Buenos
Aires. “Aprendieron a vivir en modo de subsistencia”.
Macri
eliminó la mayoría de los impuestos y todos los límites de precios en diciembre
como parte de su campaña para poner fin a las políticas populistas de Kirchner.
“El 60% de la población
mundial será de clase media para 2030 y por lo tanto comprará más alimento”, predice Ricardo Negri, secretario de
Agricultura y Ganadería del Ministerio de Agroindustria. “Queremos estar bien
posicionados para exportar más”.
Hay riesgos
y no sólo relacionados con el clima. Macri necesita que la economía despegue
pronto para evitar perder escaños en el Congreso en las elecciones del próximo
año. El mandatario ha expandido los programas sociales, lo que ha evitado las
protestas y ha despedido sólo a 11.000 trabajadores
estatales. No obstante, un aumento del gasto, sumado a un descenso en
los ingresos, ha llevado a un déficit fiscal de 7% del
Producto Interno Bruto.
Aunque la inflación se desacelera, sigue siendo una de las
mayores del mundo, al llegar a 45%, lo que
mantiene altos los costos del financiamiento. El desempleo se encuentra en
8,5%.
Macri
apuesta a que el crecimiento económico ayudará a reducir el déficit el próximo
año. Sin embargo, después de reducir el
impuesto a la soya a 30%, ha retrasado planes para nuevos recortes.
No obstante,
los cambios tuvieron un impacto inmediato en el campo de 2.200 hectáreas de
Federico Stange en esta localidad, donde se han vuelto a trazar planes a largo
plazo mientras el ganado angus y hereford pasta.
“Antes, nunca se sabía
cuánto se podía exportar o cuándo dejarían hacerlo”, cuenta Stange, elevando su voz para
ser escuchado entre el mugido de las vacas. “Ahora, la perspectiva se ve muy
clara y eso nos ayuda a predecir el crecimiento para que podamos invertir
conforme a ello”.
Los
inversionistas extranjeros también apuestan al sector, que produce suficiente
comida para 400 millones de personas al año.
El mes
pasado, Mitsui & Co., una de las casas de
corretaje más grandes de Japón, acordó comprar dos millones de toneladas de
alimento de soya para ganado durante los próximos cinco años mientras que
Victoria Capital Partners, una firma de inversión argentina, unió fuerzas con
la Corporación Financiera Internacional, perteneciente al Banco Mundial, para
invertir US$100 millones en Grupo Los Grobos, una empresa agrícola local, con
la esperanza de duplicar sus ventas anuales a US$1.000 millones en cuatro años.
Coca-Cola, con sede en Atlanta, que ya compra US$875 millones de productos alimenticios argentinos
al año para abastecer sus operaciones globales, podría incrementar sus compras
e inversiones, dijo el presidente ejecutivo, Muhtar Kent, en un reciente foro
de inversión en Buenos Aires. Kent dejará el puesto en marzo.
A medida que
los agricultores aumentan sus inversiones, otros sectores cosechan los
beneficios. Las ventas de camionetas Toyota Hilux,
una de las favoritas de los productores, han subido 17% este año, según Acara,
una asociación de la industria. Las órdenes de Pauny,
un fabricante de tractores argentino, también han aumentado 20%, señala
el presidente de la empresa Raúl Giai Levra.
En cierta
forma, Argentina está poniéndose al día. El país era el tercer exportador de
carne hace una década. Los topes de precios y cuotas de exportación de los
gobiernos Kirchner causaron una caída en la producción, llevando a 138 frigoríficos a la quiebra y a numerosos agricultores a
abandonar la ganadería y pasarse a la soya, según la Sociedad Rural
Argentina, el grupo agrícola más antiguo del país.
Las existencias de ganado bovino cayeron 20%, a 48
millones de cabezas, indica el Instituto de la Promoción de la Carne Vacuna
Argentina. Los orgullosos gauchos vieron con disgusto cómo Uruguay y Paraguay
los superaron como proveedores globales de filete.
Ahora, tanto
la ganadería como la agricultura son más rentables, dice Emilce Terré,
directora de investigación de la Bolsa de Comercio de Rosario.
Los agricultores ya han vendido US$1.200 millones en contratos
futuros de maíz y trigo para la próxima cosecha, frente a US$285
millones hace un año, según las últimas cifras del Ministerio de Agroindustria.
Los
ganaderos dicen que la producción de carne se expandirá
15% durante los próximos tres años. Aunque las proyecciones indican que
la producción de soya, el producto agrícola más lucrativo, puede reducirse 3% a
medida que los agricultores se pasen a otros cultivos, el país se mantendrá
como tercer mayor productor mundial del grano después de Estados Unidos y
Brasil.
Santiago del
Solar, un agricultor y productor de lácteos, consideró los cambios como “un
nuevo inicio para nosotros”.
“Antes, con
todos esos impuestos, estábamos en desventaja con los granjeros estadounidenses
y australianos”, cuenta. “Pero ahora estamos compitiendo en igualdad de
condiciones”
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