La
productividad total de factores debidas a la innovación, cayó en EEUU desde
3,4% en 1950 a 0.5% en la década actual , así la avalancha de innovaciones no está
incrementando el bienestar de las clases medias . La paradoja de la innovación
es que la producción se ha socializado pero la apropiación de esa plusvalía va
a parar a unos cuantos propietarios, eso se soluciona en un 2 x 3 con una revolución
socialista mundial. Los monopolios crean obstáculos para impedir transformar las ideas en productos comerciables.
La
innovación no se traduce en una mayor productividad en la economía
El mayor problema de la economía es la falta
de grandes ideas
Adriana
Cabrera sostiene una órtesis de un brazo que se conecta al sistema nervioso del
usuario. PHOTO: THEODORE KAYE PARA THE WALL STREET JOURNAL
Por GREG IP
lunes,
12 de diciembre de 2016
0:02 EDT
Todo parece
indicar que estamos en una era dorada de la innovación.
Todos los meses vemos adelantos en ámbitos como inteligencia
artificial, terapia genética, robótica y aplicaciones de software.
La
investigación y desarrollo como porcentaje del Producto Interno Bruto está en
el nivel más alto de la historia y en Estados Unidos, al menos, nunca habían existido tantos
científicos e ingenieros como en la actualidad.
El problema es que nada de esto ha
producido avances significativos en el estándar de vida de los estadounidenses.
Las
economías se expanden al proveer más capital a una
creciente fuerza laboral, como maquinaria, software y edificios, que
luego combinan ese capital y esa mano de obra de manera
más creativa. Este último elemento, que los economistas denominan “productividad total
de los factores” captura el aporte de la innovación.
Su
crecimiento en EE.UU. alcanzó su punto máximo de 3,4%
en los años 50, cuando adelantos previos como la
electricidad, la aviación y los antibióticos tuvieron su mayor impacto.
A partir de ahí ha caído paulatinamente y el promedio de la década actual es un patético 0,5%.
Al margen de
la tecnología personal, las mejoras en
la vida cotidiana han sido incrementales, no revolucionarias.
Las casas, los electrodomésticos y
los autos son muy semejantes a los de hace una generación.
Los aviones no vuelan más rápido que
en los años 60 y
de los 20 medicamentos más recetados
en EE.UU. ninguno llegó al mercado en los últimos 10 años.
El bajón de
la innovación es una de las principales razones por la que los estándares de vida estadounidenses se han estancado desde
2000. En realidad, de no haber un vuelco, lo más probable es que el
estancamiento continúe
y ahonde la indignación que se ha apoderado de la clase media.
Las razones
de este estancamiento son sujeto de un acalorado debate
entre los economistas, pero hay varios factores en juego.
Los obstáculos para
transformar ideas en productos comerciables han aumentado.
Los avances
más fáciles de lograr en ciencia, medicina y tecnología
ya se hicieron y los nuevos adelantos son más caros, complejos y
susceptibles a error. La innovación es fruto de un proceso de ensayo y error,
pero la sociedad se ha vuelto más reacia
al riesgo.
No es un
problema insoluble. Abunda el capital y empresas tradicionales se han aliado
con emprendedores jóvenes para hacer apuestas de alto riesgo en rubros como los
automóviles, los viajes espaciales y los drones. Además, algunas autoridades
tratan de tolerar un mayor riesgo de modo que esta clase de apuestas rinda
frutos.
Los
economistas más optimistas recalcan que los adelantos
revolucionarios pueden demorar años en transformar una economía.
Tuvieron que pasar 40 años después de la introducción del bombillo eléctrico en
1879 antes de que la electricidad tuviera un impacto medible en el crecimiento
de la economía estadounidense. Tuvieron que pasar unos 20 años después de la
introducción de la computadora personal en los años 70 para que la tecnología
de la información impulsara la productividad.
“Recientemente se ha
observado un brote de innovaciones, especialmente en inteligencia artificial,
que pueden dar resultados dentro de los próximos cinco a 15 años”, predice Erik Brynjolfsson, economista del Instituto de Tecnología de
Massachusetts. “Es fácil imaginar que conforme estos avances maduran e
invaden la economía, los efectos serán asombrosos”.
Sanofi,
farmacéutica francesa,
ha formado una alianza llamada Warp Drive Bio, con la ayuda de un profesor de
Harvard para desarrollar medicinas. PHOTO: TONY LUONG PARA THE WALL STREET
JOURNAL
No hay que
olvidar, sin embargo, que al margen de la informática, los
obstáculos a la innovación están aumentando y en ninguna parte eso se
puede apreciar con mayor claridad que en la medicina.
En los
últimos cien años, las vacunas, los antibióticos y el
agua limpia derrotaron a los mayores asesinos de la humanidad. Pero la
mayoría de las enfermedades comunes ya tienen sus tratamientos. “Ya no
existe una razón comercial o científica para buscar más remedios contra la
úlcera”, dice Jack Scannell, del Centro para el Avance de la Innovación
Médica Sustentable de la Universidad de Oxford.
Lo que
queda, advierte, son males como el Alzheimer,
donde no hay una teoría útil del tratamiento. Scannell junto a otros autores
estiman que la cantidad de nuevos
fármacos aprobados en EE.UU. por dólar de investigación y desarrollo ha caído
en la mitad cada nueve años entre 1950 y 2010.
Las aprobaciones de medicamentos han aumentado, pero 40%
corresponde a medicinas que atacan enfermedades que afligen a menos de 200.000
personas.
La
innovación es resultado de un proceso de ensayo y error que, en ocasiones, mata
personas. Los accidentes de avión, los derrames tóxicos y las crisis
financieras condujeron a nuevas regulaciones que han hecho del mundo un lugar
más seguro, pero incrementan los obstáculos para las innovaciones futuras.
Joel Mokyr,
un historiador de tecnología de la Universidad Northwestern, define la innovación como un proceso desordenado
que inevitablemente genera algunas reacciones negativas. “Pero siento que nos hemos
vueltos más reticentes al riesgo; estamos menos dispuestos a aceptar la
realidad de que las cosas pueden salir mal”.
Los aficionados y las fuerzas armadas estadounidenses
operaron drones durante años, aunque no ofrecían
muchas ventajas comerciales sobre las naves tripuladas. En la última década,
sin embargo, el costo de un componente fundamental, el giroscopio que mantiene
la estabilidad del vehículo, se desplomó puesto que empezaron a ser usados en los smartphones. Pero el uso de drones comerciales estaba
prohibido, con algunas salvedades.
A petición
del Congreso, la Administración Federal de Aviación de EE.UU. introdujo nuevas
normas que todavía restringen la operación de drones, que tienen que permanecer en el campo visual del operador y por debajo de
cierta altitud. Las limitaciones no sólo restringen su uso para fines
comerciales por parte de empresas como el gigante del comercio electrónico
Amazon.com, sino para fines que podrían salvar vidas. Los ferrocarriles, por ejemplo, tienen que inspeccionar regularmente
sus rieles, túneles, puentes y señalizaciones, a menudo en territorios remotos.
Es una labor peligrosa y que requiere mucha mano de obra. Los drones podrían ser una solución ideal.
Pese a los
contratiempos, la innovación sigue adelante y, en algunos ámbitos a una
velocidad extraordinaria, como queda de manifiesto en internet y los teléfonos
inteligentes.
Exhibición
de un fabricante japonés en el que niños interactúan con robots pequeños e
instalan piernas alternativas hechas de alas. PHOTO: THEODORE KAYE PARA THE
WALL STREET JOURNAL
Amazon.com
Inc. impulsa la
productividad de las cadenas minoristas casi por su cuenta. El banco de
inversión J.P. Morgan calcula que el minorista
electrónico promedio genera US$1,3 millones en ventas por empleado, comparado
con US$279 en el caso de las tiendas físicas. Conforme la participación
de mercado de Amazon se expande, la productividad de todo el sector repunta. La
producción minorista por hora subió 3% en los últimos
12 meses, comparado con 0,8% para la industria en general.
El auge, sin
embargo, tiene un lado menos halagador. Un estudio de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
halló que el crecimiento de la
productividad se ha acelerado en las empresas que denomina “de frontera”,
las que usan los procesos y las
tecnologías más eficientes, y ha disminuido en el resto. En otras palabras,
la incapacidad de los rivales de cerrar la brecha con compañías como Amazon, Facebook y Google desacelera la productividad.
Frente a
esta clase de obstáculos, ¿cuál es la solución?
Una alternativa es explotar
el conocimiento en el extranjero.
Históricamente,
los países se han desarrollado al copiar las ideas de los ricos, como lo
demuestra China. Ahora, el flujo de ideas puede ir en la dirección opuesta a
medida que el volumen de investigación aumenta en China
e India. Los reguladores, por su parte, tendrán que ser más tolerantes
al riesgo, algo que ya ha empezado a ocurrir con los vehículos de conducción
autónoma.
En mayo
pasado, Joshua Brown, un residente del estado de Ohio de 40 años, falleció
cuando el Tesla que operaba en modo de “piloto automático” chocó contra un
camión. El incidente pudo haber desatado una ofensiva regulatoria que habría
frenado el desarrollo de la tecnología. En su lugar, la
Administración Nacional de Seguridad de Tráfico en las Carreteras emitió
en septiembre normas no vinculantes para que las automotrices se cercioren de
la seguridad de sus sistemas.
“Es muy
distinto de nuestro modelo habitual”, señaló Anthony Foxx, secretario de
Transporte de EE.UU. En esta ocasión, “estamos dejando espacio para que el sector
establezca estrategias de seguridad que tal vez a nosotros no se nos hubieran
ocurrido”.
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