En 1916 Lenin predijo lo que acontece en EEUU
en la actualidad: La amenaza de los oligopolios mundiales; El 10% de los grupos
cotizados en Bolsa genera el 80% de todos los beneficios que se obtienen en el
mundo, según The Mckinsey Global Institute. La facturación de Wal-Mart, la gran
cadena de distribución estadounidense, ya equivale al (PIB) de Polonia en un
año. La cervecera AB Inbev adquirió a SAB
Miller y ahora tiene 350 marcas de cerveza en 25 países . Luego la compra de Yahoo por Verizon, Bayer se
ha quedado con Monsanto, Marriott ha completado la fusión con Starwood,
Chemchina ha lanzado una OPA sobre Syngenta mientras que British American
Tobacco quiere hacerse con Reynolds. El penúltimo aldabonazo es la absorción de
Time Warner por AT&T. En EEUU había 37 bancos en los años noventa del
pasado siglo; hoy, producto de las fusiones, solo hay cinco entidades grandes
(Citigroup, JPMorgan Chase, Bank of America Merrill Lynch, Wells Fargo y
Goldman Sachs) que acaparan el 45% de los activos bancarios. En España de las 52 entidades que operaban en
2009 se ha pasado a 13 grupos en la actualidad.
El toro es el símbolo de las prosperidad en Wall Street DANIEL ACKER BLOOMBERG
El
imperialismo, fase superior del capitalismo es un libro escrito por Vladímir
Lenin en 1916.
https://es.wikipedia.org/wiki/El_imperialismo,_fase_superior_del_capitalismo
En él, Lenin explica que la época del capitalismo
de librecambio toca su fin. Acompañado por múltiples datos y estadísticas
de la época, describe cómo en los países más adelantados (fundamentalmente Gran Bretaña, Alemania y los EE.UU. de entonces), la concentración de capital ha dado lugar a grandes
monopolios que acaparan sectores enteros de la producción.
Esta parte
es continuación de las tesis de Marx en cuanto a las leyes de concentración de
capital.
Los
capitalistas han dejado de ser competidores anónimos dentro de un mercado desconocido y
la libre competencia se ha trasformado en su contrario. La competencia en la
nueva época del capitalismo, se da ahora en unas condiciones nuevas en las que solo los grandes monopolios pueden competir entre sí.
El
estado ha dejado de ser propiedad de toda la burguesía para pasar a estar
controlado solo por los sectores monopolistas de la burguesía.
El estado
sirve ahora solo a los capitalistas dueños de grandes monopolios.
De tal
manera Lenin desarrolla el punto de vista de Marx más allá de lo que aquel
pudiera haber hecho, dado que el fenómeno de los monopolios se da a partir de
muy a finales del siglo XIX.
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La
amenaza de los oligopolios mundiales
http://economia.elpais.com/economia/2016/10/28/actualidad/1477665181_554574.html
Las compañías emprenden una carrera
desenfrenada por ganar tamaño mediante la compra de rivales
DAVID
FERNÁNDEZ
Madrid
30 OCT 2016 - 00:
Nunca tan
pocas compañías habían tenido tanto poder.
Es la era de los grandes imperios
empresariales.
El
10% de los grupos cotizados en Bolsa genera el 80% de todos los beneficios que
se obtienen en el mundo, según The Mckinsey Global Institute. La excusa de la globalización
esconde un apetito voraz por el tamaño. Como el crecimiento orgánico es finito,
hay que sacar la chequera para despejar el camino de rivales.
Los movimientos de fusiones y adquisiciones (M&A, por sus
siglas en inglés) echan humo.
La
concentración de intereses en pocas manos restringe la competencia. Y eso es malo para los
consumidores. La capacidad de presión de
los dueños del Monopoly para defender sus intereses se multiplica. Y eso es
un reto para los gobiernos.
“Los ciudadanos terminarán
pagando más caro lo que podría tener a precios más competitivos. La
concentración nos conduce a un capitalismo en su grado más extremo”, reflexiona Robert Tornabell, profesor
de Esade.
La economía
se mueve en ciclos y las tendencias empresariales también.
A finales del siglo XX
los grandes gurús de la gestión predijeron el fin de las megacompañías.
Atisbaban un hábitat caracterizado por grupos de menor tamaño liderados por emprendedores.
Peter Drucker, el padre del management moderno,
llegó a vaticinar el fin de la lista Fortune 500,
que recopila las mayores empresas del mundo.
La realidad, sin embargo, ha dejado esos
cálculos en papel mojado. Un dato que habla por sí solo: la facturación de Wal-Mart, la gran cadena de distribución
estadounidense, ya equivale al valor de todos los bienes y servicios (PIB) que
es capaz de generar Polonia en un año.
La amenaza de los oligopolios mundial espulsa
en la foto
El tamaño se
presenta como una de los rasgos clave para la supervivencia empresarial. La
reorganización de muchos sectores tras la Gran Recesión,
la amenaza del estancamiento secular (un largo periodo
con un crecimiento económico mundial bajo) o la sombra de nuevos
competidores en los países emergentes han forjado esa necesidad de expansión.
“En el proceso de ganar
tamaño las empresas pueden entrar en un círculo virtuoso debido a sus menores
costes unitarios que, sumados a su mayor visibilidad y reputación de liderazgo
antes sus clientes, les permiten desarrollar una ventaja competitiva frente a
grupos más pequeños. Además, un gran
volumen les sirve para levantar una barrera de entrada ante nuevos
competidores. Esto no es nuevo, lo que sucede es que ahora el tamaño de una
empresa se mide a escala planetaria en un mundo globalizado”, indica Esteban García-Canal,
catedrático de la Universidad de Oviedo.
Este
grupo reducido de líderes
—algunos de la vieja economía y otros
pioneros tecnológicos— dominan el mundo de los
negocios, arrocinando a sus rivales y gozan de un crecimiento de las ganancias
exponencial que va a parar a un relativamente pequeño grupo de accionistas.
En las
ultimas tres décadas, destacan en Mckinsey, los
beneficios empresariales se han multiplicado por cuatro: en 1980 sumaban solo
dos billones de dólares (el 7,6% del PIB mundial) y en 2013 alcanzaron 9,8
billones (el 9,8% del PIB).
En EE UU,
según datos de The Economist, la caja o posición neta
de tesorería de las empresas equivale al 10% del tamaño de la economía
estadounidense. “Las compañías se mueven en entornos sectoriales en los
que el tamaño supone una serie de ventajas competitivas:
capacidad
de compra a proveedores,
de
negociación con clientes,
atracción del talento,
acceso
a los mercados de capitales y
mayor
capacidad de financiación o reducción de los riesgo al tener menos dependencia
de una área geográfica o de un solo producto”, explica Jorge Riopérez, socio responsable de
Corporate Finance de KPMG.
AMÉRICA
GANA LA PARTIDA
Cuando se
quiere establecer una clasificación de las compañías más grandes del mundo hay
diferentes variables para elaborar el listado. Pueden ser en función de las
ventas o de los beneficios. Ambas partidas hablan de la correlación de fuerzas
en la actualidad. También se puede fijar un ránking por el valor en Bolsa. La
capitalización refleja la bonanza de la cuenta de los resultados, pero proyecta
también la capacidad que tienen los grupos para crecer ya que el mercado
descuenta expectativas para fijar el precio de las acciones.
Si se usa la
tasación que hacen los inversores de las compañías resulta evidente que hay un claro vencedor de la Gran Recesión: EE UU. Antes del estallido de la crisis financiera las
corporaciones europeas y chinas amenazaban la posición de liderazgo de Wall Street
en la tabla de capitalizaciones. Sin embargo, ahora hay
un dominio aplastante de las firmas estadounidenses.
Entre las 10 mayores compañías del mundo nueve son americanas.
Si se amplía el foco a las 25 sociedades más valiosas,
EE UU suma 16, China aporta cuatro, Suiza dos y Bélgica, Corea y Holanda una.
La posición de dominio de la primera potencia económica
del mundo se debe principalmente a su apuesta por la
innovación. Silicon Valley es ahora el
epicentro de las empresas más valiosas del mundo:
Apple,
Alphabet,
Microsoft,
Amazon y
Facebook.
La
tecnología se ha impuesto a sectores industriales más clásicos como la energía o los fabricantes de coches.
Consumo,
farmacia y telecomunicaciones son, después de la tecnología, las áreas de negocio más representadas
entre los líderes por capitalización.
En cambio,
la presencia del sector bancario se ha diluido como un azucarillo a pesar de que
los supervivientes de la crisis se han reforzado con la compra de sus rivales
en problemas.
La entrada
más fulgurante este año en la clasificación es AB Inbev tras la adquisición de SAB Miller.
Fiebre
de compras
La leyenda
de la película
Los inmortales (“solo puede quedar uno”) ha calado en el mundo
corporativo. La sucesión de movimientos de M&A no
tiene precedentes en la historia.
En 1990 se firmaron 11.500 tratos con un valor combinado del 2%
del PIB mundial.
En
2008 estalló la crisis
financiera y el mercado se secó.
Pero a
partir de 2009 el ritmo de fusiones y adquisiciones
supera los 30.000 movimientos al año, con un valor equivalente al 3% de la economía mundial.
En 2016 ya se han anunciado 33.252 deals, por un monto de 3,9
billones de dólares, de acuerdo con los datos recopilados por Bloomberg.
“La crisis ha forzado un replanteamiento de
estrategias. Ha debilitado a algunas empresas mientras que ha reforzado a
otras. Con las adquisiciones de competidores las compañías buscan economías de
escala y también reestructurar sus sectores, reduciendo duplicidades”,
opina Mauro Guillén, profesor de The Wharton School.
Las operaciones
de M&A se dan en múltiples sectores y muchos de los acuerdos son
transnacionales.
Ya
no se habla de campeones nacionales; hay que ser líderes globales.
En los
últimos 12 meses el mercado ha asistido a operaciones de fuste como la compra de Yahoo por Verizon, AB Inbev se ha hecho con
SABMiller, Bayer se ha quedado con Monsanto, Marriott ha completado la fusión
con Starwood, Chemchina ha lanzado una OPA sobre Syngenta mientras que British
American Tobacco quiere hacerse con Reynolds. El penúltimo aldabonazo es la
absorción de Time Warner por AT&T.
“Como consecuencia de
la crisis, en los últimos años hemos visto muchas operaciones que se han
realizado con el fin de buscar la supervivencia de los
grupos implicados mediante el ahorro de costes y procesos productivos
más eficientes que les permitiesen ganar competitividad en un entorno de
mercado más complicado”, apuntan Víctor Durán y Rafael Roldán, del área de
Transacciones de EY.
“Pero también hemos visto muchos otros
acuerdos en los que el fin es expandirse geográficamente o ampliar la actividad
para diversificar los riesgos; así como transacciones en las que las empresas
incrementan su cuota de mercado logrando mayor eficacia y profesionalizando
sectores fragmentados”, añaden.
Las empresas
las dirigen personas y las pulsiones humanas son aspectos a tener en cuenta a
la hora de explicar el tsunami de operaciones corporativas. Jeff Bewkes, consejero delegado de Time Warner, puede
recibir una compensación de hasta 117 millones tras
aprobar la compra de su compañía por AT&T, según Bloomberg.
También entran
en escena los intereses de los múltiples asesores (bancos de inversión,
abogados, consultores, auditores, ....) que viven precisamente de que una
compañía compre a otra. Morgan Stanley fue el consejero
principal de Monsanto en la opa de Bayer. Cobró
120 millones, la mayor comisión de la historia, por cuatro meses de
trabajo, según publicó Financial Times.
Con
semejante minuta es más difícil ir a contracorriente y señalar que una
operación no tiene sentido estratégico. “Evidentemente, los intereses personales
juegan un papel en los movimientos corporativos. Muchas veces es el ego de los
directivos y el mayor prestigio lo que está detrás. Desde luego que los bancos
de inversión también se benefician”, reconoce Mauro Guillén.
Instinto
de supervivencia
En un
mercado lleno de predadores, el instinto de crecer vía adquisiciones puede ser
defensivo. A más tamaño más difícil seré de engullir. “En España,
y concretamente en el sector energético, hemos visto recientemente esta
estrategia. El consejo se protege endeudándose a unos tipos de interés muy
atractivos para comprar otra empresa. En una economía global, si no tienes una
dimensión adecuada, puedes sufrir una opa. En cambio, si tu apalancamiento es
elevado el incentivo de los potenciales pretendientes es menor”,
subraya Robert Tornabell.
Un sector
donde a priori debía de haber un ecosistema más variado de compañías es el tecnológico. La leyenda dice que dos
jóvenes pueden crear una empresa en el garaje de sus padres. Es mito quizás sea
cierto, pero la realidad es que muchas de esas startups
acaban siendo vendidas a los hermanos mayores del sector.
Google
(ahora conocido como Alphabet) ha adquirido más de 160 empresas desde su
nacimiento en 1998. Picasa, Android, YouTube, DoubleClick o Motorola
(vendida luego a Lenovo) son solo algunas muescas en el revolver del buscador.
En muchas ocasiones cuesta más innovar que comprar lo que ha hecho un
rival, lo que hace bueno aquello que decía Miguel de Unamuno: “Que inventen ellos”. Una encuesta reciente
de EY concluía que para el 67% de los directivos la
opción del M&A era la preferida para afrontar la digitalización en lugar
del crecimiento orgánico.
Solo las
grandes compañías disponen del músculo financiero suficiente para afrontar esas
adquisiciones. Ello supone entrar en un círculo vicioso en virtud del cual los
líderes van a reforzar siempre su posición.
Los
grandes de Silicon Valley están sentados en una montaña de efectivo que les
permite comprar cualquier empresa que se ponga a tiro.
La tesorería de Apple supera los 200.000 millones,
Microsoft
cuenta con 90.000 millones y
Google
tiene 64.395 millones,
por citar solo algunos de los casos más significativos.
Estas
dinámicas quedan patentes en la cantidad de empresas cotizadas. En EE UU el número
de empresas que están en Bolsa se ha recortado a la mitad entre 1997 y 2013
pasando de 6.797 a 3.485, según un estudio de la Rice University.
Como contrapartida, las ventas medias de
los grupos con presencia en el parqué son ahora tres veces mayores de las que
eran hace 20 años.
Gusto
por lo sistémico
Otro ejemplo
de concentración, este fruto principalmente de la debilidad, es el negocio
bancario. Tras la quiebra de Lehman Brothers los gobiernos se conjuraron para
evitar que en el futuro ninguna entidad financiera tuviera un tamaño tan grande
que obligase, si las cosas se torcían, a su rescate con dinero público para
evitar con ello que su caída arrastrase al conjunto del sistema. Sin embargo,
el famoso “too big to fail” (demasiado grande para caer), no ha hecho más que
intensificarse desde el estallido de la crisis.
En
EE UU había 37 bancos en los años noventa del pasado siglo; hoy, producto de
las fusiones, solo hay cinco entidades grandes (Citigroup, JPMorgan Chase, Bank
of America Merrill Lynch, Wells Fargo y Goldman Sachs) que acaparan el 45% de los activos bancarios totales del
país.
DIVIDE
Y VENCERÁS
La necesidad
de ganar tamaño para competir en un mercado global convive actualmente con una
tendencia que va por el camino contrario.
Un número
creciente de compañías, principalmente
estadounidenses, están optando por segregar sus áreas de negocio y crear
compañías independientes. Los ‘spin off’,
como se conoce en la jerga a este tipo de operaciones, tratan por lo general de
evitar que aquellas actividades que van peor dentro de una empresa terminen
contaminando a aquellas que tienen más potencial de crecimiento.
Debido a su
carácter defensivo, muchas veces las segregaciones están protagonizadas por
empresas con problemas.
HP, por ejemplo, separó su negocio de
ordenadores de la división de servicios operativos, una maniobra similar a la
protagonizada por Xerox.
En el caso
de McGraw Hill segregó la parte de educación
para centrarse en sus actividades vinculadas con los mercados de capitales a
través de Standard & Poor’s.
El sector de los medios de comunicación también atraviesa
una fase turbulenta y muchos de ellos están optando por dividir sus negocios
más tradicionales (fundamentalmente, las publicaciones en papel), de las
divisiones enfocadas a los servicios audiovisuales y de papel. Esta decisión
fue la que adoptaron multinacionales como News Corp,
Tribune y Time Warner. Por su parte, General Electric se ha ido
desprendiendo en los últimos años de diferentes activos de su negocio
financiero.
“Una empresa no siempre
tiene que ser más eficiente por ser más grande”, reflexiona Jorge Riopérez, socio
responsable de Corporate Finance de KPMG en España. “En principio, la teoría dice que
debería serlo, pero está demostrado que no todo es una cuestión de la dimensión
que tenga una empresa. La gestión es el aspecto diferencial”, añade.
La
reestructuración del sistema bancario en España ha sido igual de radical. De las 52 entidades que operaban en 2009 se ha pasado a 13
grupos en la actualidad. Además, la concentración financiera es de las
mayores de Europa ya que la cuota de mercado de las
cinco grandes entidades se ha incrementado del 40% al 58%, según datos
de Analistas Financieros Internacionales. La concentración, sin embargo, no ha
acabado. Tanto el Banco Central Europeo como el Banco
de España alientan más fusiones en el sector.
Además del
incremento del riesgo sistémico, otra de las consecuencias más evidentes de la
proliferación de gigantes empresariales gracias a los movimientos corporativos
es la reducción de opciones de elección que sufre el consumidor.
Peter
Thiel, cofundador de PayPal, publicó en The Wall Street Journal en 2014 un polémico artículo
titulado: “La competencia es para los perdedores”.
Thiel, uno de los inversores más influyentes de Wall Street, verbalizaba lo que
hasta ahora había sido un anatema: “Si se quiere captar
el valor que existe en el mercado, conviene construir un monopolio”.
Las grandes
economías del planeta tienen órganos de competencia cuyo mandato consiste en
velar porque no existan posiciones de dominio en el mercado.
Estas
supervisores suelen poner como condición para dar el visto bueno a una fusión
el que se produzcan desinversiones.
Sin embargo,
el grado de concentración de la última década ha sido tal que en muchos
sectores como el financiero, el energético, el farmacéutico o las telecomunicaciones
han surgido auténticos oligopolios.
La
compra de SABMilller por parte de AB Inbev, por ejemplo, ha dado lugar a un
conglomerado que controla 350 marcas de cervezas en 25 países.
“Has
sectores que por sus dinámicas específicas tienden a la creación de grandísimos
operadores. En estos casos, existen supervisores que tienen como función velar
por la existencia de competencia y por la protección del consumidor final. El
sistema no es perfecto, pero funciona razonablemente”, comenta Pablo Gómez de
Pablos, socio director de GBS Finanzas. Hay algunos expertos, como Sergio
Figuerola, socio director de The Boston Consulting Group, que niegan la mayor e
incluso sugieren que la creación de supercompañías es buena para el ciudadano “porque
aumenta su capacidad de acceso a una mayor variedad de productos y porque
disminuye el coste de los productos” al ser las empresas más
competitivas.
Pero,
¿de verdad una compañía es más
eficiente por tener más tamaño?
La hemeroteca recoge algunos fracasos sonoros
de proyectos demasiado ambiciosos. El fiasco del matrimonio entre Daimler y Chrysler es uno de ellos. “Cuando el tamaño
se busca de manera artificial, por ejemplo, fusionando empresas mal
gestionadas, como fue el caso de Bankia, los
resultados no suelen ser los esperados. El tamaño debe ser la consecuencia de
la competitividad de una empresa, aunque puede reforzarla”, destaca Esteban
García-Canal.
En el mundo
de la empresa muchas veces uno más uno no suman dos. Crecer vía adquisiciones
lleva implícito el riesgo de que una de las compras acabe atragantándose.
“Un mayor tamaño no
implica necesariamente que un grupo sea más eficiente o productivo. Las
empresas tienen que buscar vías de crecimiento que sean sostenibles en el
tiempo, con unos niveles de inversión adecuados que permitan incrementar la
rentabilidad”,
según Víctor Durán.
Los
Gobiernos siempre han defendido los intereses de sus multinacionales.
El
exsecretario de Defensa, Charles Wilson, pronunció hace más de 50 años la
famosa frase según la cual “lo que es bueno para General Motors, es
bueno para Estados Unidos”.
Esos vasos comunicantes entre el poder político y las corporaciones se ha
reforzado.
El mayor
tamaño que han adquirido muchas empresas las ha convertido en auténticos
poderes fácticos. Hace dos semanas Wikileaks filtró unos correos electrónicos
en los colaboradores de Hillary Clinton en los cuales se barajaban posibles
candidatos a la vicepresidencia del Gobierno en caso de una victoria demócrata.
La lista estaba repleta de famosos directivos como Tim
Cook (Apple), Bill Gates (Microsoft), Mary Barra (General Motors), Muhtar Kent
(Coca-Cola) o Howard Schultz (Starbucks), entre otros.
Diplomacia
corporativa
Si durante
la Guerra Fría la amenaza nuclear impidió que alguno de los dos bloques atacara
directamente al otro, ahora los gigantes empresariales
sirven de peones en la gran partida de intereses que juegan las potencias
mundiales. En plenas negociaciones para aprobar el acuerdo comercial
entre EE UU y la Unión Europea (TTIP, por sus siglas en
inglés), Washington respondió a una sanción
multimillonaria de Bruselas a Apple por malas prácticas fiscales con una multa
semejante a Deutsche Bank por la comercialización de hipotecas basura.
Las
compañías de los países emergentes cada vez tienen una mayor cuota de mercado. Las corporaciones chinas, muchas de ellas aún bajo el
paraguas estatal, obtienen ya el 14% de todos los
beneficios que se generan en el mundo, según Mckinsey.
Además, las corporaciones del gigante asiático acaparan el 20% de los
puestos de la lista Fortune 500, mientras que el peso conjunto en este
ránking de los grupos americanos y europeos ha caído
desde el 76% de 1980 al 54% actual.
Las empresas
chinas cuentan con la ventaja de tener un inmenso mercado doméstico, pero cada
vez más están echando sus redes para crecer en otros países a través de la
adquisición de empresas locales.
Tal es su expansión que el Gobierno alemán ha dado marcha atrás
en su visto bueno para que un grupo de inversores chinos se hiciese con Aixtron, una firma de semiconductores.
A Berlín le
preocupa el ritmo vertiginoso de la penetración de las compañías de chinas en
su tejido industrial. “Es una estrategia que sirve a China para
ganar tiempo. Es decir, con la toma de control de grupos de países
desarrollados adquieren tecnología y desarrollos que de momento sus compañías
locales no tienen.
Un claro
ejemplo es la oferta de ChemChina para tomar el
control del gigante de las semillas Syngenta”,
explica Robert Tornabell.
Las nuevas superstar companies —como se conoce en el mundo
anglosajón a los grandes conglomerados— son grandes pero de una manera
muy distinta a como lo fueron sus predecesores.
Hace unas
décadas, los dominadores del mercado basaban sus imperios en una gran cantidad de activos y empleados.
Ahora, los líderes mundiales caminan más ligeros de
equipaje.
En 1990 los tres mayores fabricantes de automóviles sumaban unas
ventas de 250.000 millones, un valor de mercado combinado de 36.000
millones y daban trabajo a 1,2 millones de personas.
En la
actualidad, los tres grandes tecnológicas (Apple,
Google y Microsoft) facturan 375.948 millones,
tienen una capitalización de 1,64 billones y emplean a solo 296.575 trabajadores. Como diría Bob Dylan, “los
tiempos están cambiando”.
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