Los
cubanos denuncian que los medios de comunicación occidentales hacen creer a la opinión
pública mundial que la guerra en Yemen es una guerra religiosa; cuando es una
guerra de las potencias imperialistas por el control del petróleo y de los oleoductos.
Yemen,
la Arabia infeliz
http://www.trabajadores.cu/20170208/yemen-la-arabia-infeliz/
Publicado el 8 febrero, 2017 • 19:04
por Juan Dufflar Amel
Foto: Hispan
TV
La
injustificada guerra desatada contra la República de Yemen por la coalición
militar de varios países encabezados por Arabia Saudita, ha sido considerada
por sus analistas como la más insensata
del mundo. En ella se evidencia la pasividad de gran parte de la comunidad internacional y la nulidad del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas para
ponerle fin.
Uno de los
principales obstáculos para lograrlo ha sido el derecho de veto ejercido por Estados Unidos a su libre albedrío,
y la participación de su fuerza aérea en el devastador conflicto, con el
pretexto de combatir a los grupos terroristas de Al Qaeda y del Estado
Islámico.
Desde marzo
del 2015, Yemen, la nación más empobrecida del planeta,
se hunde en un abismo de fuego, terrorismo, extrema violencia,
desolación, injerencismo extranjero, inestabilidad política, e
ingobernabilidad, que la han convertido
en un estado fallido.
Veintiséis
años después de la unificación del Norte
y el Sur, la infortunada nación se ve nuevamente amenazada de ser fragmentada
por los intereses de las potencias imperialistas y de
algunos de los Estados árabes de la región.
Todas
ellas buscan petróleo, gas, hegemonía foránea y mayores zonas de influencia
política en la península arábiga y en el Oriente Medio.
Entre los
objetivos de los agresores prevalece el de la construcción,
control y administración de un gran oleoducto en territorio de Yemen, por
su estratégica situación geográfica en la denominada ruta del oro negro, por la que transita el 40 % del petróleo que
consume el mundo europeo.
La
prensa occidental desempeña un nefasto papel al presentar el
cruento conflicto como una cuestión interna de carácter religioso, debido a
las rivalidades y luchas por el poder entre los sectores de confesión sunita y
de huthies, musulmanes chiítas. Mientras tanto, soslaya
la intervención militar foránea.
La campaña
mediática diversionista obvia además mencionar la realidad de sus orígenes. En
el año 2011, inspirado por las protestas que convulsionaban a diversas naciones
árabes reclamando libertades democráticas y mejores niveles de vida, el pueblo yemenita se rebeló contra el régimen del presidente
Ali Abdullah Salleh.
Las
manifestaciones fueron reprimidas violentamente, pero condujeron a la dimisión
del mandatario y a la llegada al poder de Abd Rabbo Mansur Hadi.
El
conflicto, agravado en el año 2014 con el alzamiento en armas de las milicias
de la etnia huthi de confesión chiíta zaidi
(leales a Salleh) para derrocar el
Gobierno de Hadi, lo obligaron, en enero del 2015, a
abandonar el cargo y refugiarse en Arabia Saudita.
Esta
circunstancia fue aprovechada por
Estados
Unidos,
Francia,
Reino Unido,
Turquía
y
varios
Estados árabes para bajo
la denominada Operación Tormenta Decisiva, para
iniciar intensos ataques, bombardeos y la penetración de fuerzas terrestres con
el objetivo de aniquilar al Movimiento Popular Ansarolá
y a los rebeldes huthies, que supuestamente eran apoyados por la
República Islámica de Irán.
Hasta el
presente, el saldo de los intensos combates propagados del norte al sur del
país, y los bombardeos de la aviación y la artillería de la coalición, ha sido estimado por Naciones Unidas en 10 mil muertos, en 3 mil
heridos y en 3 millones 200 mil desplazados.
Según el
reporte de ONU, a ese desolador panorama se unen 14
millones de yemenitas, que padecen inseguridad alimentaria, 3 millones 300 mil
(incluidos cerca de 500 mil niños) sufren desnutrición, mientras otros
14 millones 400 mil no tienen acceso al agua potable. Igual número carece de
atención médica.
La guerra ha
destruido la infraestructura económica básica yemenita, cientos de escuelas,
hospitales, otras instalaciones de salud, mercados, carreteras, lo cual que
genera graves carencias y una extrema pobreza. Actualmente hay 6 millones 500 mil
desocupados y son cotidianas las flagrantes violaciones de los derechos
humanos.
Sumido en
este doloroso y desolador panorama, con muy pocas esperanzas de cambio
inmediato, Yemen ha dejado de ser el mítico país
que él en la antigüedad llamaban la Arabia Feliz.
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