Los
agricultores de EE.UU. temen la próxima gran crisis del sector
La
posibilidad de una gran crisis es real .Si las cosas siguen como ahora, todavía
no hemos visto nada. El numero de haciendas disminuye pues muchos quiebran , los precios del trigo y del maíz siguen cuesta abajo , mientras los acaparadores feudales siguen comprando terrenos y disminuyendo su productividad, sumado a ello lo caros que son las semillas transgenicas y los modernos tractores .
http://lat.wsj.com/articles/SB10195734007128694225704582611904253505954?tesla=y
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Los agricultores
Spencer y Mason Stout, de Kansas, tuvieron que encontrar segundos empleos.
PHOTO: JESSE NEWMAN FOR THE WALL STREET JOURNAL
Por
Jesse Newman y
Patrick
McGroarty
Friday,
February 10, 2017 12:04
AM EDT
RANSOM, Kansas,
EE.UU.—El cinturón agrícola de Estados Unidos se encamina a marcar un
nuevo hito: pronto habrá menos de dos
millones de haciendas en el país por primera vez desde que los pioneros
colonizaron el oeste tras la compra de Luisiana.
Un declive
de varios años en los precios del maíz, el trigo
y otras materias primas agrícolas como consecuencia de un exceso mundial de
granos ha obligado a muchos agricultores a endeudarse. Algunos
están abandonando la actividad, generando temores de que se produzca la
mayor ola de cierres de haciendas desde los años 80.
La
participación estadounidense en el mercado global de granos es menos de la
mitad que el nivel que tenía en los años 70.
El
Departamento de Agricultura proyecta que
una caída de 9% en los ingresos de los
agricultores del país en 2017, el cuarto declive anual consecutivo en lo
que constituye el mayor bajón del sector desde la Gran
Depresión de los años 30.
“Uno ahorra
en esto y lo otro y de repente ya no queda de dónde ahorrar”, cuenta Craig
Scott, un agricultor de quinta generación de esta localidad de Kansas.
Desde el
frente de la casa de su padre, el agricultor de 56 años puede ver el ventoso
lugar donde estaba la vivienda de adobe de sus bisabuelos en 1902, cuando
plantaron la primera de las cerca de 500 hectáreas en la que la familia cultiva
hoy alfalfa, sorgo y trigo. Pero incluso después
de haber tenido una de las mejores cosechas de trigo el año pasado, gracias a
la lluvia abundante y un invierno benigno, Scott no está seguro de poder
mantener el negocio a flote.
Los costos de las semillas, el
fertilizante y el equipamiento han subido tanto y los precios de los granos han
bajado tanto que de todas maneras perdió más de US$300 por
hectárea. Ante el temor de una nueva pérdida, Scott optó por no plantar cerca
de 70 hectáreas de trigo de invierno, o casi un tercio de la superficie
habitual. No es un caso aislado. Los agricultores estadounidenses plantaron en
esta temporada la menor área de trigo de invierno en más de un siglo.
“Ya nadie
sólo cultiva granos”, lamenta Deb Stout, cuyos hijos Mason y Spencer se
dedican a la hacienda de la familia, de unas 800 hectáreas, en Sterling,
Kansas, a unos 190 kilómetros de Ransom. Spencer también trabaja como mecánico mientras que Mason es un cartero sustituto. “Contar con un empleo adicional
parece ser la única forma de lograrlo”, dice Deb.
Ella y su
esposo ya solicitaron protección de la ley de bancarrota en el pasado. Los
agricultores en las inmediaciones de Sterling registraron una pérdida promedio de US$6.400
en 2015, el último año del cual hay cifras disponibles, después de una
ganancia de US$80.800 el año anterior, según la Kansas Farm Management
Association.
La
agricultura siempre ha sido un negocio marcado por los ciclos de auge y caída.
Hoy, los vaivenes son más pronunciados y menos predecibles gracias a la
internacionalización de la economía agrícola, donde más países exportan
alimentos y nutren a sus respectivas poblaciones.
Bill Scott,
de 82 años, muestra una foto de su abuelo, quien empezó la hacienda de la
familia en 1902. PHOTO: JESSE NEWMAN FOR THE WALL STREET JOURNAL
La participación de los agricultores estadounidenses en el
comercio mundial de granos ha caído de 65% a mediados de los años 70 a 30% en
la actualidad, disminuyendo su influencia sobre los precios. La
presencia de más productores y compradores en todo el mundo también significa
que el mercado es más susceptible a interrupciones como el clima, la hambruna o una crisis política.
Hace algunos
años, la variación de los precios del maíz entre un año y otro no superaba US$1
por bushel. Desde 2006 en adelante, sin embargo, han subido y bajado más de
US$4 por bushel.
Hace una
década, el auge del biocombustible en EE.UU. y
de la clase media de China elevó los precios de cultivos como el maíz y la soya. Muchos agricultores de EE.UU. gastaron
las ganancias de la época de vacas gordas comprando
tierras y maquinaria de medio millón de dólares.
El auge
también incentivó un alza de la producción en otros países. Los agricultores de
todo el mundo cultivaron unas 73 millones de nuevas
hectáreas en los últimos 10 años. Los menores costos de producción, la
cercanía a los mercados de crecimiento más acelerado y una mejora de la
infraestructura les otorgó una ventaja a los agricultores de otros países.
La
producción de maíz y trigo nunca ha sido mayor,
pero jamás se había almacenado tanto grano.
Desde
inicios del siglo XIX hasta la Gran Depresión de los
años 30, la cantidad de granjas en EE.UU. creció de manera constante
conforme los pioneros se expandían hacia el oeste del río Mississippi. Las
familias habitualmente tenían una combinación de cultivos y ganado en una
extensión que no superaba los cientos de hectáreas. Después de la Segunda
Guerra Mundial, las cosechadoras y otras tecnologías permitieron a los
agricultores cubrir más terreno. Hace dos décadas, la llegada de las semillas
transgénicas los ayudaron a aumentar sus rendimientos.
Las
granjas se volvieron más grandes y especializadas. Las operaciones a gran escala ahora representan
cerca de la mitad de la producción agrícola estadounidense. La mayoría, incluso
algunas de las mayores, sigue estando en manos de familias.
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Pueblos de
Kansas se han visto afectados por la caída de los precios del petróleo.
Artefactos viejos que quedaron del auge petrolero. PHOTO: JESSE NEWMAN FOR THE
WALL STREET JOURNAL
A medida que
aumentaba el tamaño de las haciendas, su número disminuía, pasando de seis
millones en 1945 a poco más de dos millones en 2015, acercándose a un umbral
que no se había visto desde mediados del siglo XIX. El
total de hectáreas cultivadas en EE.UU. descendió 24%, a 369 millones.
Rusia,
en cambio, pasó en los últimos 25 años de ser el mayor importador de trigo al
mayor exportador, señala
Dan Basse, presidente de la firma de investigación agrícola AgResource Co. Los
agricultores rusos plantaron más trigo el año pasado para aprovechar el alza
del dólar frente a un sinnúmero de monedas. Eso incentiva a los rusos a
exportar la mayor cantidad de trigo posible para obtener dólares, que luego convierten
en cerca del doble de los rublos que recibían hace tres años.
El alza del
dólar también abarata las exportaciones de los agricultores de otros países. “Mientras el dólar se
mantenga fuerte, los agricultores estadounidenses están en desventaja”,
reconoce Basse. “Es un desangramiento lento, no un corte directo a la yugular”.
El gobierno
de Barack Obama acusó a China el año pasado de subsidiar en forma desleal la
producción de trigo y limitar de manera injusta las importaciones de granos en
desmedro de los agricultores estadounidenses. El Departamento de Agricultura de
EE.UU. informó en octubre que proveería más de US$7.000
millones en asistencia financiera para ayudar a los agricultores a
sortear el bajón.
Las exportaciones de trigo de EE.UU. durante la
última temporada fueron las más bajas en casi medio siglo, aunque el
gobierno proyecta un alza este año. Basse sostiene que dentro de cinco años
exportar trigo no será económicamente viable para los agricultores
estadounidenses.
Los
economistas no prevén que el actual bajón alcance la severidad de la crisis de
los años 80, cuando los precios de los granos se derrumbaron después de un alza
de una década que llevó a los agricultores a expandirse, acumulando deuda. Los
valores de las tierras agrícolas se desplomaron y las tasas de interés se
dispararon. Muchos agricultores y bancos terminaron en la quiebra.
Se espera
que ahora, sin embargo, los precios de las tierras se mantengan más estables. Los ingresos de los agricultores alcanzaron
niveles récord en 2013, dejando a una buena cantidad con mucho efectivo en sus
bolsillos. Las tasas de interés siguen en mínimos
históricos. Aunque se prevé que la relación
deuda-activos de los agricultores suba en 2017 por quinto año consecutivo,
sigue cerca de mínimos históricos.
Los costos
de insumos como el fertilizante han descendido y
los economistas proyectan una mayor presión sobre los
precios de las semillas y las tarifas de alquiler de tierra. La
situación podría mejorar si el mal clima reduce las cosechas, lo que
estimularía la demanda del suministro excedente de EE.UU. Además, pocas
comunidades rurales dependen hoy de la agricultura para su sustento económico,
lo que las protege del mal momento que atraviesa el sector.
Para
algunos, se trata de una oportunidad. Los agricultores con poca deuda y
suficiente escala para aprovechar las cosechas récord del año pasado podrían
estar en condición de alquilar o comprar los terrenos de sus vecinos más
atribulados.
Maíz apilado
en un elevador de granos de Kansas. PHOTO: JESSE NEWMAN FOR THE WALL STREET
JOURNAL
Lee
Scheufler, de 65 años, ha multiplicado casi en 10 el tamaño de su hacienda en
Sterling con el correr de los años, tras comenzar con unas 240 hectáreas hace
cuatro décadas. Luego de haber ahorrado durante la época de bonanza, acaba de
comprar y arrendar tierra de alta calidad para reemplazar algunos de sus
activos más débiles.
“Tratamos de
estar preparados para cuando ocurra lo inevitable”, dice Scheufler y agrega que
algún día le gustaría traspasar sus tierras a un agricultor más joven que
recién esté dando sus primeros pasos, como un vecino lo hizo con él.
Una fría
tarde de octubre, Scheufler condujo su cosechadora por el primer campo que
compró. La máquina pasó por hileras de soya dorada. Un halcón seguía de cerca
la cosechadora en busca de algún ratón mientras Scheufler recordaba los nombres
de los agricultores cuyas tierras había adquirido: Ted Hartwick, los Matthews,
los Profits, su padre. “Cada propiedad tiene su propia historia”, explica.
A fines de
los años 70, se unió a una manifestación de miles de agricultores en Washington
que le pedían al gobierno que abordara el problema de los bajos precios de los
granos y los cierres de haciendas. Mientras algunos conducían sus tractores por
la capital, su grupo tocaba una campana cada cinco minutos para simbolizar el
ritmo al que cerraban las fincas agrícolas. Este año, se ha acordado a menudo
de esa época.
“La posibilidad de una gran
crisis es real”,
asevera. “Si las cosas siguen como ahora, todavía no
hemos visto nada”.
En Ransom,
Scott ha recurrido a la ayuda del gobierno para contar con un ingreso estable.
Colocó casi 70 hectáreas en un programa de conservación del gobierno que les
paga a los agricultores para plantar
pasto en lugar de cultivos. Parecía la única opción a su disposición luego
de gastar cerca de US$6,50 por bushel en semillas, fertilizante, combustible y
pesticidas para plantar trigo el año pasado y ganar
apenas US$2,90 por bushel.
Otros
agricultores han tirado la toalla. Scott se graduó de la secundaria de Ransom
hace casi cuatro décadas en una clase en la que había 28 estudiantes, la
mayoría de ellos hijos de agricultores. Este año se
graduarán sólo nueve alumnos. “Las haciendas se expandieron para ser más
eficientes, pero hicieron que estos pueblos murieran en cámara lenta”,
dice Scott.
La cafetería
Loaves n’ Fishes, en Ransom, apenas generó una ganancia el año pasado, cuenta
su propietario, Monty Roth, quien advierte que la puede cerrar este año si no
repuntan las ventas. El petróleo, el otro negocio importante de Ransom, ha sido
afectado por la caída de los precios desde fines de 2014. La mayoría de los
trabajadores del sector se han ido de la ciudad.
En Great
Bend, a unos 130 kilómetros de Ransom, Les Hopkins acaba de vender su
concesionario de John Deere luego de que las ventas prácticamente se
paralizaron. Los agricultores que financiaron las compras de maquinaria le
deben unos US$100.000. “El dinero se fue”, admite.
Los
banqueros dicen que muchos agricultores están gastando sus ahorros para
mantenerse a flote y prevén que algunos opten por jubilarse en lugar de seguir
perdiendo dinero. Los agricultores jóvenes que carecen de grandes ahorros son
vulnerables, al igual que los cultivadores de mayor envergadura que se
endeudaron con el fin de expandirse. Algunos sellaron arriendos de varios años
a alquileres muy altos.
David
Radenberg, de 55 años, dice que esta podría ser su última cosecha si el mercado
no mejora. PHOTO: JESSE NEWMAN FOR THE WALL STREET JOURNAL
El motor del
tractor de David Radenberg dejó de funcionar el año pasado mientras sembraba
trigo en la granja de su familia de casi 1.000 hectáreas en Claflin, a unos 145
kilómetros de Ransom. No tenía dinero para arreglarlo.
“Te dan
ganas de llorar cuando te enteras de cuánto cuesta”, dice. Decidió vender el
tractor por US$10.500 y usar un modelo más antiguo. Si
los precios de los granos siguen bajos, podría vender la hacienda.
Después de 30 años, esta cosecha podría ser la última. “¿Consigo un trabajo en
Wal-Mart saludando a la gente o en el taller de mecánica?”, pregunta.
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