La
vida de los griegos entre endeudamiento y falta de crédito
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Domingo,
19 de febrero del 2017
El FMI no
quiere participar en el programa actual de ayuda al país porque estima que los
objetivos presupuestarios sobre los que se basa son inalcanzables.
Los griegos
luchan a diario desde hace siete años contra los
recortes de sus ingresos, la falta de crédito y las deudas acumuladas por
las medidas de austeridad que parecen no tener fin.
La situación
del país vuelve a acaparar los focos, con un debate entre sus acreedores, la
Unión Europea y el Fondo Monetario Internacional (FMI). Será el tema central de
la reunión de los ministros de Finanzas de los 19
países del euro que se celebrará el lunes en Bruselas.
El FMI no
quiere participar en el programa actual de ayuda al país porque estima que los objetivos presupuestarios sobre los que se
basa son inalcanzables, a no ser que se intensifiquen las reformas
previstas o los europeos aprueben una quita de la deuda griega.
Alemania
no quiere ni oír hablar de esta segunda posibilidad, en pleno periodo electoral.
Kyriaki
Souri, una abogada de 58 años, constata los efectos de la crisis. Ella logró
mantener abierto el despacho gracias a las familias que se veían obligadas a
reestructurar sus préstamos inmobiliaros.
“Pero la
gente está financieramente muy mal y los pocos clientes que cruzan la puerta
para un divorcio no tienen dinero y siguen casados”, declara.
Desde el
estallido de la crisis, las cotizaciones a la seguridad social, las tasas y los
impuestos aumentan cada vez que los expertos de la UE y del FMI examinan las
finanzas públicas.
Decenas
de miles de pequeñas y medianas empresas, motor de la economía en el pasado,
han tenido que cerrar.
El nivel de desempleo ha bajado un poco recientemente pero es del 23%, o sea el
más alto de la zona euro.
Todos
con deudas
A la subida
de las retenciones fiscales hay que añadir la bajada del salario mínimo, la
suspensión de las convenciones colectivas y una decena de recortes en las
pensiones por jubilación, un cóctel explosivo que “ha
deteriorado los ingresos de buena parte de la población activa”, de la
clase media, resume Panayotis Petrakis, profesor de economía de la universidad
de Atenas.
“Todo el
mundo debe dinero a todo el mundo” se ha convertido en un mantra en los
periódicos y en las conversaciones de sobremesa.
En el país
“la suma total de las deudas supera los 240.000
millones de euros, o sea el 133% del PBI, de los cuales el 45% son préstamos bancarios no reembolsados”,
detallaba recientemente el diario liberal Kathimerini.
Hace dos
años Marianna K. tuvo que cerrar su tienda de ropa en Pangrati, un barrio de
clase media cerca del centro de Atenas, tras haber perdido a su clientela. “La
gente no tiene dinero y compra sólo lo necesario”, dice.
En octubre
pasado probó suerte con la apertura de un pequeño comercio de ropa y calzado
baratos en el barrio acomodado de Kolonaki, en pleno centro.
“Aquí muchas
tiendas cerraron en los últimos años, los precios de los alquileres y de los
productos eran exorbitantes (…) pero ahora los alquileres bajaron”, explica,
aunque cree que “2017 será todavía un año difícil”.
La
adaptación de las pequeñas y medianas empresas, resume Petrakis, “es difícil
por el impacto acumulado de siete años de crisis”, tras una contracción de 25%
del PIB entre 2008 y 2015.
El
empresario Christos Tsougaris considera que “la gente ha aprendido a vivir con
un piloto automático”.
“La
economía encuentra soluciones sui generis como en tiempos de guerra: trabajo en
negro, ayuda familiar, dinero oculto en cajas (fuertes) e inyectado
progresivamente en la economía”, añade.
Los
depósitos bancarios aumentaron progresivamente en 2016, después de la retirada
masiva de ahorros coincidiendo con la llegada al poder del primer ministro de
la izquierda radical Alexis Tsipras al comienzo de 2015, que provocó un control
de capitales todavía vigente.
Pese a la
austeridad el PIB progresó ligeramente en 2016, a 0,3%,
y se atisba una ligera recuperación en el sector energético, agrícola,
logístico e informático.
Pero esto no
basta en un contexto marcado por la incertidumbre y “la economía sigue frenada
por la vacilación de la banca a la hora de otorgar créditos”, lamenta
Tsougaris.
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