Los
monopolios dominan el rubro del entretenimiento; lejos de democratizar el
entretenimiento, lo que hará Internet será afianzar una oligarquía.
The
Economist: Paradojas del entretenimiento
http://gestion.pe/tendencias/the-economist-paradojas-entretenimiento-2182113
Martes,
14 de febrero del 2017
TENDENCIAS
04:55
Hay mucho
para escoger, pero el consumo se concentra en pocos productos.
El 2016, más
de 450 programas originales estuvieron disponibles en la televisión
estadounidense, más del doble de los transmitidos el 2010.
Los adictos a la televisión, los ratones de biblioteca, los
amantes del cine y los melómanos están viviendo una era dorada. Es que
Internet brinda un inmenso y casi infinito menú de opciones que puede
satisfacer los gustos más extravagantes.
En tanto,
los smartphones han puesto todo tipo de
entretenimiento al alcance de los dedos de miles de millones de personas en
todo el planeta —desde rock clásico y televisión de calidad hasta los ridículos
videos de YouTube—.
Sin embargo,
estas tecnologías tienen un efecto paradójico, pues aunque expanden las
opciones, concentran la atención en los éxitos más populares y las principales
plataformas. Quizás esto se debe a que el entretenimiento es una actividad
social o a que los consumidores están perplejos por la amplitud de
alternativas.
Por ello, la
elección de su siguiente dosis de contenido depende de los rankings y las
recomendaciones personalizadas —generadas por algoritmos— de plataformas como Netflix, YouTube o Spotify. De esta forma, son
atraídos hacia productos conocidos que sobresalen entre toda la oferta
disponible.
Así, las
grandes marcas son las que continúan floreciendo.
Por ejemplo, de las miles de películas estrenadas el
año pasado en el mundo, las cinco más taquilleras fueron producidas por los
estudios Disney. En el otro extremo del espectro, la larga lista de
filmes orientados a nichos del mercado está obteniendo ingresos sumamente
pequeños.
En cuanto a
la música, los oyentes adquirieron copias digitales de un total de 8.7 millones de canciones el 2016 en Estados Unidos,
aproximadamente 5 millones más que el 2007, según la investigadora de mercados
Nielsen. Pero el número de canciones que vendieron más de 100 copias se mantuvo
en 350,000, mientras que las que vendieron apenas una copia se incrementó de
menos de 1 millón a 3.5 millones en el mismo periodo. En suma, hoy es mucho más
difícil que el talento nuevo salga del anonimato.
¿Quién gana
y quién pierde? Los mayores beneficiarios son los consumidores. Las
alternativas de nicho están disponibles para la gente con gustos eclécticos;
gran cantidad de contenido, desde los videos de YouTube hasta algunos servicios
de “streaming” (retransmisión) de música, es gratuita. Y la febril competencia
en pos de la atención de los consumidores, que son el recurso más escaso para
la industria del entretenimiento, ha elevado la calidad de los servicios
sujetos a suscripción.
En ningún
otro rubro esto es más visible que en la televisión. El 2016, más de 450
programas originales estuvieron disponibles en la televisión estadounidense,
más del doble de los transmitidos el 2010. Amazon y Netflix están invirtiendo
miles de millones de dólares y, en respuesta, los canales de cable, que hace
algún tiempo engrosaban sus cuentas con las suscripciones, se ven obligados a
hacer lo mismo.
Del lado de
la producción, las ganadoras son las compañías que pueden sostener ese gasto en
contenidos premium —por ejemplo, el dominio de Disney en las taquillas se
explica por sus adquisiciones de Marvel, LucasFilm y
Pixar— o las que han desarrollado plataformas con grandes números de
usuarios, como Facebook o YouTube, o que son
expertas tanto en distribución como en producción de contenidos, como Amazon o
Netflix.
Esta es la
lógica detrás de la propuesta lanzada por AT&T para
comprar Time Warner por US$ 109,000 millones, una transacción que uniría
al mayor distribuidor de televisión paga con una de las grandes productoras de
cine y televisión.
El
control remoto
Por el lado
de los perdedores, destaca uno. Se trata de la
televisión por cable, que probablemente ha sido el modelo de negocio más
lucrativo en la historia del entretenimiento en Estados Unidos. Pero su fórmula
de cobrar más cuando añade canales ya no es atractiva para los consumidores.
Es que
seducidos por una oferta más barata y flexible, los estadounidenses
han comenzado a cancelar sus suscripciones a una tasa de más de 1 millón de
hogares al año —la transmisión en vivo de eventos deportivos es uno de los
últimos pilares que sostienen este sistema—.
El declive
del cable ejemplifica la paradoja que surge de las alternativas de elección.
Puede que hoy existan más cosas que ver y escuchar, pero hay limitaciones, pues
la gente no puede consumir todo el contenido que se le ofrece. Y las decisiones que toman concentrarán el poder en las manos de
gigantes como Disney, Netflix y Facebook. Por ende, lejos de democratizar el entretenimiento, lo que hará
Internet será afianzar una oligarquía.
Traducido
para Gestión por Antonio Yonz Martínez
_© The
Economist Newspaper Ltd,
London,
2017_
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