El
presidente Trump necesita 15,000 nuevos agentes reclutados del ku Klux Klan para
deportar a los 11 millones de hispanos ilegales. el presidente, consciente de
su mal momento en las encuestas, busca un golpe de efecto contra los migrantes
para mantener su activo entre sus fieles.
Trump
prepara la orden para la expulsión masiva de inmigrantes
El plan
permite reclutar a 15.000 nuevos agentes así como ampliar las expulsiones
inmediatas y devolver automáticamente a su país a los
mexicanos sorprendidos en la frontera
JAN MARTÍNEZ AHRENS
Washington 20 FEB 2017 -
20:19 CET
Protesta
antitrump en Pittsburg, Pennsilvania. JEFF SWENSEN AFP
Donald Trump
prepara su nuevo asalto contra la inmigración. Tras su batacazo judicial con el
veto a siete países musulmanes, el presidente de Estados Unidos ha ordenado
elaborar un vasto plan de acción contra los sin papeles. Acelerar y ampliar las
expulsiones inmediatas, devolver automáticamente a los mexicanos sorprendidos
en la frontera, reclutar miles de nuevos agentes y hasta perseguir penalmente a
los padres que traigan a sus hijos forman parte, según los borradores
conocidos, de este agresivo proyecto. Un paso con el que Trump echa otra palada
al legado de Obama y con el que podrá cumplir una de sus más deseadas y oscuras
promesas: la expulsión masiva de inmigrantes.
Estados
Unidos, un país que se hizo grande con la inmigración, está listo para dar un
portazo al eslabón más débil. Si la política de Obama se centró en la
persecución y expulsión de aquellos inmigrantes que hubiesen cometido delitos
graves, ahora se prepara la apertura de la veda a todos los que carezcan de
documentación en regla. Once millones de personas, la mitad mexicanos pueden
empezar a temblar.
La
magnitud del golpe se conocerá en pocos días. El presidente ha anunciado que esta semana hará pública su
nueva orden. Entretanto, Washington es un hervidero. Los borradores circulan
por doquier. Algunos han sido desmentidos con rotundidad, pero otros, como los
publicados por McClatchy y The Washington Post,
han sido reconocidos como documentos de trabajo. En estos últimos, aunque
susceptibles de cambios, asoma el verdadero rostro de la Administración Trump.
Los
borradores apuntan a que la ofensiva será masiva. Para reforzar las agencias dedicadas al control de
la inmigración, se establece la contratación de 15.000
nuevos agentes, se aumentan las competencias
policiales y se preconiza una mayor colaboración con las fuerzas locales.
Para la
operatividad de este ejército, el departamento de Seguridad Interior, en manos
del antiguo general de marines, John F. Kelly,
pretende aligerar las barreras legales, en especial en el capítulo más ejecutivo:
las deportaciones inmediatas. Hasta ahora esta modalidad de expulsión se
aplicaba a aquellos inmigrantes que hubiesen pasado menos de dos semanas en el
país y estuviesen a no más de 160 kilómetros de la divisoria. Pero los
borradores indican que se pretende anular los límites geográficos y extender su
aplicación a todos aquellos que lleven hasta dos años en territorio
estadounidense. A este enorme salto se añade la devolución automática de los
inmigrantes mexicanos sorprendidos en la frontera y la persecución
penal de aquellos padres que hayan pagado a redes de traficantes para traer a
sus hijos.
Fuera de
estos planes queda, según los borradores, el programa de Obama destinado a
proteger a los dreamers, los menores escolarizados que llegaron sin papeles a
Estados Unidos. Un sistema que ha permitido otorgar permiso de trabajo a
750.000 inmigrantes y que el propio Trump ha reconocido, en tono de culebrón,
que le será complicado liquidar. “La situación de estos menores es muy difícil
para mí, mucho… porque yo amo a esos niños; yo mismo tengo niños y nietos, y
encuentro muy, muy difícil hacer lo que las leyes ordenan. Y todos saben que la
ley es dura”, dijo el sábado en su mitin de Florida.
Pero más
allá de los dreamers, el horizonte se oscurece para el
resto de los inmigrantes. Trump sabe que su base
electoral, de mayoría blanca y obrera, los contempla como un competidor.
En las antaño poderosas zonas industriales, ahora azotadas por el desempleo y
los salarios bajos, el discurso del enemigo mexicano ha calado hondo. Y el presidente, consciente de su mal momento
en las encuestas, busca un golpe de efecto contra los migrantes para mantener
su activo entre sus fieles.
“Tendremos
fronteras fuertes otra vez. Los criminales, la gente mala-mala, entrará en
prisión. Pero en su mayoría, se irán fuera de aquí. ¡Los
llevaremos al lugar de donde vinieron!”, prometió Trump a sus bases. La norma
para llevar adelante este plan está muy cerca de ver la luz. Esta semana se
conocerá. De momento, ya se escuchan las campanas del odio.
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