Goldman
Sachs, el banco de la mafia judía que gobierna el mundo
Goldman
Sachs, el banco que gobierna el mundo
http://economia.elpais.com/economia/2017/02/03/actualidad/1486138009_526902.html
La entidad,
fundada en 1869, ha colocado a sus ejecutivos tanto en Gobiernos demócratas
como republicanos
AMANDA MARS
5 FEB 2017 -
00:00 CET
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Donald Trump
estrecha la mano de Gary Cohn, al que describió como un ‘genio’. CHIP SOMODEVILLA (GETTY)
Desde lo
alto del cuartel general de Goldman Sachs, la vida abajo parece una maqueta.
Los coches, las obras o la gente adquieren dimensiones liliputienses y el
bullicio se queda mudo, como si todo fuera la simulación algo deficiente de una
ciudad. No hay un solo letrero, dentro o fuera, que indique que uno se halla
ante la sede de ese famoso banco, en el número 200 de la calle Oeste, en el
bajo Manhattan. El vestíbulo es enorme y austero y las salas de pisos más altos
son pulcras y sin excesos, o quizá, sin más excesos que las imponentes vistas
de la Estatua de la Libertad, del Empire State y de casi todo Nueva York.
Donde acaba
la calma, empiezan las tripas de Goldman, en los pisos más bajos del edificio:
seis plantas de trading (correduría bursátil) del tamaño de un campo de fútbol
americano cada una de ellas, donde hileras de intermediarios de valores con
triples pantallas dan las órdenes de comprar y vender, de mover dinero a un
ritmo de maquila. A diferencia del resto del edificio, la vestimenta allí es
algo más informal y la gente más joven (el 70% de la plantilla global del banco
son millennials). El año que viene, aproximadamente el 10% de ellos, los que
tengan el balance anual más pobre, tendrá que dejar la empresa. Y eso que allí
está lo mejor de lo mejor, según le gusta presumir al banco: la tasa de
aceptación de Goldman es del 3%, más baja que en Harvard.
‘Goldmanianos’
Los hombres
de Goldman Sachs en los Gobiernos
Dicen que es
el banco de inversión más poderoso del planeta, que
paga los mejores sueldos de Wall Street y sufre la mayor tasa de
divorcios, que las jornadas de trabajo exceden lo humano, que en la crisis
financiera sacó petróleo mientras los demás se hundían, que no hay rincón de la
Tierra a donde no lleguen sus tentáculos, que ningún Gobierno los ignora, que
quien entra allí abraza un sacerdocio, que una vez se es goldmaniano, se es
goldmaniano para siempre. Dicen que Goldman Sachs gobierna el mundo.
En casi
todos los Gobiernos de EE UU, incluso desde antes de que comenzara el
capitalismo moderno tras la II Guerra Mundial, ha habido un goldmaniano en las esferas más altas del poder público.
Donald Trump
aludía a ello con frecuencia durante la campaña electoral estadounidense. Acusó
a Hillary Clinton, la candidata demócrata, de haberse “vendido” al banco, del
que habría cobrado jugosas cantidades como conferenciante. Aseguró también que
Ted Cruz, el senador texano con el que rivalizó en las primarias republicanas,
estaba bajo su control. En su último vídeo de campaña, al más puro estilo Ocupa
Wall Street, señalaba a los culpables de empobrecimiento de los trabajadores y,
aparte de Clinton u Obama, George Soros o el G20,
destacaba a Lloyd Blankfein, el primer ejecutivo de la entidad financiera.
Poco antes
de que Trump tomara posesión de la presidencia de EE UU, a mediados de enero,
algunos manifestantes se apostaron ante la torre de Goldman Sachs con pancartas
que rezaban “Gobierno Sachs”. El presidente, después de todo, había colocado en
puesto clave de su equipo a una terna de goldmanianos.
MONJES
BANQUEROS
Lloyd
Blankfein, el patrón del
banco, ha descrito el salto de la entidad a la política como un acto de
servicio a la sociedad por parte de quienes antes han amasado una cantidad
considerable de dinero en el banco. “La mayor parte se va a los 48 o 50 años, para
entonces ya has ganado bastante”, dijo en una entrevista, “y la expectativa es
que te vuelques en la filantropía o en servir a la Administración”.
Gary
Cohn, número dos del
grupo financiero, será el jefe del Consejo Económico de la Casa Blanca (previa
indemnización del banco de 124 millones de dólares); Steven
Mnuchin, un conocido inversor que había pasado 17 años en la casa, es el
elegido como secretario del Tesoro (cargo equivalente
al ministro de Economía), y el agitador
derechista Steve Bannon, consejero de Trump y miembro del Consejo de
Seguridad Nacional, también fue un hombre del banco.
El gran
poder en la sombra, el titán, el gran calamar vampírico, el guardián de Wall
Street… Pocas entidades en el mundo tienen tantos sobrenombres —y casi siempre
tenebrosos— como Goldman Sachs. No es el mayor banco (ocupa un discreto puesto
trigésimo segundo en la clasificación por activos) y se disputa el liderazgo de
la banca de inversión con JPMorgan, pero nadie aparece tanto en las campañas electorales
de cualquier país o en los carteles de manifestaciones, de Madrid a Nueva York,
pasando por Atenas o Londres. Es común ver a banqueros en puestos de política
económica, pero Goldman es el gran símbolo de la influencia del poder
financiero en la política en EE UU.
“Trump
necesitaba convencer a los mercados de que no era un loco, que puede serlo,
pero necesitaba convencerlos de que no, y la mejor forma de hacerlo es
contratar a gente de Goldman”, opina William D. Cohan, que pasó 17 años en la
banca de inversión y luego se convirtió en autor de varios libros sobre las
entretelas de Wall Street, uno de ellos, dedicado a Goldman. “Creo que, hasta
cierto punto, a Trump le gusta el hecho de que todos esos tipos de Goldman, que
no hubiesen hecho negocios con él por el tipo de cliente que es, estén ahora en
su Gabinete. Debe decir ‘ahora están besando mi anillo y reclinándose ante
mí…’. Qué irónico es el giro de los acontecimientos”, añade.
El
constructor neoyorquino también ha elegido a Jay
Clayton, que fue abogado de Goldman, como
presidente de la SEC (el ente supervisor de la Bolsa de Nueva York) y a
Dina Powell, del área de inversión filantrópica, como asesora de la
presidencia. Hay quien escribió en estos primeros días de 2017 que Goldman Sachs volvía a Washington. ¿Pero alguna vez se
fue? Desde hace un siglo, Gobiernos tanto conservadores como demócratas han
abrazado la fe de la institución fundada en 1869 por un judío alemán llamado Marcus Goldman que había llegado dos décadas
antes a Estados Unidos y empezado como comerciante de ropa (Sachs es el apellido del yerno con el que se asoció).
Henry
Goldman, el hijo del fundador, ya asesoró en la creación de la Reserva Federal
en 1913, en la II Guerra Mundial Franklin Delano Roosevelt fichó al primer ejecutivo
del banco, Sidney J. Weinberg, para su Consejo
de Producción de Guerra. Weinberg, uno de los personajes más legendarios de
Goldman, conocido como Mister Wall Street, colaboró también con los Gobiernos
de Eisenhower y Lyndon B. Johnson. John C. Whitehead, socio y copresidente,
sirvió como subsecretario de Estado en los ochenta con Reagan, y Robert Rubin, también copresidente, fue jefe del Tesoro de Clinton. George
Bush (el hijo) fichó al goldmaniano Stephen Friedman para el Consejo
Económico y a Henry Paulson para el Tesoro. El
presidente del Banco Central Europeo, Mario Draghi,
también es de la casa.
EL
TRÍO REPUBLICANO
Gary Cohn,
número dos del grupo financiero, será el jefe del Consejo Económico de la Casa
Blanca; Steven Mnuchin, un conocido inversor que había pasado 17 años en la
casa, es el elegido como secretario del Tesoro, y el agitador derechista Steve
Bannon, consejero de Trump y miembro del Consejo de Seguridad Nacional, también
fue un hombre del banco.
Un
acto de servicio
Tras muchas
críticas, Blankfein, el patrón del banco, ha descrito el salto de la entidad a
la política como un acto de servicio a la sociedad por parte de quienes antes
han amasado una cantidad considerable de dinero en el banco. “La mayor parte se
va a los 48 o 50 años, para entonces ya has ganado bastante”, dijo en una
entrevista reciente en The New York Times, “y la expectativa es que te vuelques
en la filantropía o en servir a la Administración”. “Es falsa la percepción de
que van a Washington y nos ayudan. Lo contrario sí es cierto”, ha dicho
Blankfein, preguntado por la posible connivencia. Cuando se cruza la puerta
giratoria en sentido inverso, en retorno a la sociedad, es más difícil de
vislumbrar. Este verano en Europa causó estupor el fichaje de José Manuel Durão
Barroso (presidente de la Comisión Europea entre 2004 y 2014, es decir, durante
la burbuja y la crisis financiera y de deuda) como presidente no ejecutivo de
su filial en Londres. Mario Monti y Romano Prodi también han cobrado de
Goldman.
Después de
la gran crisis financiera, aparecieron dos libros sobre el banco con un título
muy similar, El banco: cómo Goldman Sachs dirige el
mundo (2010), del belga Marc Roche, un veterano corresponsal financiero,
y Dinero y poder. Cómo Goldman Sachs acabó gobernando
el mundo (2011), el de William Cohan. Un poco antes, en 2009, la revista
Rolling Stone lanzó un largo y famoso artículo —hoy convertido en una
referencia de la época— en el que se refería a Goldman como: “Un gran calamar
vampiro envuelto en la cara de la humanidad, metiendo inexorablemente su embudo
de sangre en cualquier cosa que huela a dinero”.
Clima
de opinión
Todo esto es
una muestra del clima de opinión en torno a la entidad tras aquella debacle
financiera con tintes de cine de suspense (de la que, de hecho, se han escrito
varios thrillers). En los late night shows, era común oír chistes sobre
Goldman. Por si no hubiese bastante, a Blankfein no se le ocurrió otra cosa que
decir, en medio de una entrevista de 2009, cuando la sociedad estadounidense
aún estaba abierta en canal por la crisis, que el banco
estaba haciendo “el trabajo de Dios”.
Poco
después, la SEC le multó con 550 millones de dólares por “distorsión grave”:
creó y vendió un producto muy complejo (los luego famosos CDO) cuando empezaba
a derrumbarse el sector inmobiliario sin contarle que uno de sus clientes (el
inversor John Paulson) había participado en la selección y estructuración de
estos y que, mientras se lo estaban vendiendo, Paulson estaba apostando a la
baja contra esos valores. El bajo coste de esa multa se interpretó como una
victoria. Y hace un año, llegó a un acuerdo extrajudicial para pagar 5.000 millones en reclamaciones por vender
activos de deuda asegurando que estaban respaldados por hipotecas solventes
cuando eran conscientes de que estaban a punto de caer en el impago.
En el
imaginario popular, Goldman encarna el símbolo de los excesos; en el ideario
menos profano, los méritos están algo más repartidos. La factura de Bank of America, por ejemplo, sumó 16.600 millones de dólares
en un pacto similar, mientras que JPMorgan desembolsó
18.000 millones, además de otras penalizaciones por otros desmanes.
Para Cohan,
Goldman es, aun así, “una institución única, el banco más respetado del
planeta”, mientras que Marc Roche, en su libro, es implacable: relata su papel
en la crisis, desgrana las conexiones políticas del grupo y detalla algunas
operaciones que dieron la campanada, como el asesoramiento para el maquillaje
de las cuentas públicas de Grecia. Ambos coinciden, con todo, en la intensa
cultura de empresa que hay en la institución, también en la competitividad
descarnada o el desprecio al estrellato individual. Roche habla de “monjes
banqueros” dispuestos a salir disparados de la casilla de salida del tablero
con la “sangre fría suficiente” como para ganar.
Seis años
después de publicar el libro, Marc Roche cree que “el banco, en esencia, no ha
cambiado, solo lo ha hecho en cuestiones cosméticas. Siguen siendo los mejores
contratando personal, de los mejores en gestión de fortunas…”, y siguen, añade
después, “teniendo esa red de influencia”.
En 2010
crearon un comité que revisara sus estándares y acordaron una batería de
medidas para reforzar la transparencia de sus gestiones, el control de sus
productos, los conflictos de intereses de sus agentes y directivos. Un empleado
del banco, contratados después de este proceso, asegura que el escrutinio sí
es, al menos hoy, exhaustivo.
Un
lavado de imagen
El banco
también muestra una cara más amable y ha dado algún paso para combatir su
reputación de secretista: hay más información en su página web, se ha abierto a
las redes sociales… El pasado abril, The New York Times publicó un largo
artículo bajo el título ‘Un socio gay y latino pone a prueba la cultura
tradicional de Goldman Sachs’. Se trataba de Martin
Chávez, próximo director financiero, impulsor de un proyecto de software
que da a los clientes más acceso a una información de negociación muy específica
que antes solo estaba disponible para goldmanianos.
Un
tercio de los empleados de Goldman en todo el mundo son ingenieros, y la
tecnología, según la
firma, es la división más importante del grupo. Han invertido en nuevas
compañías como Symphony, una plataforma de mensajería instantánea, o Kensho,
otra base ingente de datos, ámbitos en los que hasta ahora dominan Bloomberg o
Thomson Reuters.
A los bancos
les gusta cada vez más presentarse como firmas tecnológicas, y detrás de este
afán hay una búsqueda de eficiencia en los procesos. La regulación resultante
de 2008 y los nuevos requerimientos de capital hacen más difícil el negocio a
todo el sector y la intermediación ha ido a la baja. Los
ingresos del banco son hoy un 25% inferiores a los de 2009, en parte por
las dificultades de crecer y en parte por la venta de algunos negocios de
volumen. Las decisiones de recorte de gastos en esa casa se toman con rapidez:
este año, en apenas seis meses, el banco hizo ajustes por valor de 900 millones
de dólares.
“En 2006,
Goldman tenía 33.000 millones en capital ordinario, en 2016 tenían 76.000, más
del doble. Si más que duplicas el volumen de capital que tienes que tener, para
lograr el mismo nivel de retorno de ese capital, debes duplicar también los
ingresos netos, lo que es obviamente casi imposible”, explica Christian Bolu,
de Credit Suisse, que lleva seis años en el equipo que analiza el banco. “Pero
en términos de ROE [retorno sobre fondos] está mejor que sus rivales”, añade.
Más
beneficios
Los
beneficios del año pasado engordaron un 22% respecto al
anterior (hasta los 7.400 millones de dólares), mientras los ingresos se encogían un 9% (hasta los 30.600 millones
de dólares). Y el beneficio por acción, que es lo que interesa sobre todo en
Wall Street, se disparó hasta el 34%. Desde la noche electoral, las acciones
han subido un 27% en Bolsa, gracias a la expectativa de una menor regulación
con el Gobierno de Trump, entre otros factores.
Tras la
caída de Lehman Brothers, fue obligado a constituirse como un grupo bancario
para poder acceder a las rondas de liquidez de la Reserva Federal. El pasado
octubre abrió una plataforma online de créditos para el consumo pequeño, un
área aún muy reducida de negocio, bajo el nombre de Marcus (el nombre del
fundador). El corazón del banco sigue siendo la intermediación de valores, la
inversión.
Lloyd
Blankfein no ha vuelto a
decir que están haciendo el trabajo de Dios. Pero hace poco, en una entrevista
en CNN, dejó entrever que no estaba a años luz de ello. “Me muero de miedo de
que se cometan errores en mi organización”, dijo, “¿y sabe qué? El mundo quiere
que yo esté muerto de miedo”, como si Goldman Sachs gobernara el mundo.
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