Los
ideólogos del trumpismo se imponen en la Casa Blanca .Stephen K. Bannon, el Rasputin
de Trump
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/02/04/estados_unidos/1486215435_172616.html
Steve Bannon
traslada al núcleo del poder mundial los métodos e ideas disruptivas de
'Breitbart News'
MARC
BASSETS
Washington
5 FEB 2017 - 11:20 CET
Stephen
K. Bannon, productor de
cine y agitador mediático, se ha consolidado en quince días como el hombre más
influyente en la Casa Blanca de Donald Trump. Bannon ha trasladado al centro
del poder mundial los métodos y la ideología que hicieron de su publicación, Breitbart, un altavoz de la derecha más estridente. Su
huella es visible en medidas como el decreto que prohíbe temporalmente la
entrada de refugiados e inmigrantes de varios países musulmanes. Como otros
ideólogos del trumpismo, combina el nacionalismo económico con la defensa de
las fronteras cerradas y la convicción de que lo que llaman el
"islamofascismo" es el mayor peligro para la civilización occidental.
Steve
Bannon, consejero del presidente Donald Trump JONATHAN ERNST REUTERS
Le llaman el
poder en la sombra, el Rasputin de Trump. Su
cargo —estratega jefe y consejero sénior— le
otorga un acceso privilegiado al despacho oval, sin las ataduras
institucionales que imponen cargos más formales como el de jefe de gabinete. A
los pocos días de llegar a la Casa Blanca, el presidente le ascendió
concediéndole un sillón en el comité director del
Consejo de Seguridad Nacional, el organismo que coordina la política exterior y
de seguridad de la Casa Blanca. Se le atribuye la autoría, junto a su
protegido en la Casa Blanca, Stephen Miller, del
discurso inaugural del presidente, el 20 de enero, un discurso con idéntica retórica populista y nacionalista que lleva años cultivando
en sus documentales y en Breitbart.
El ritmo
endemoniado y caótico en los primeros días de la presidencia lleva su rúbrica.
Se dedique a redactar decretos presidenciales o a descalificar a la prensa como
“el partido de la oposición”, Steve Bannon deja su marca.
La
palabra del momento es disrupción, la idea de que el nuevo presidente llegó para poner patas
arriba el sistema, aunque sea a costa de sembrar el desorden y la confusión con
un decreto chapucero y aprobado a toda prisa, como ocurrió con el veto a
inmigrantes y refugiados.
Bannon, que
se definió hace un tiempo como un “leninista” que “quiere
destruir todo el establishment”, aparece como el arquitecto de la
revolución, o su genio maléfico. No es fácil distinguir cuánto hay de realidad
y cuánto de leyenda. La leyenda —estos días Bannon ha aparecido en la portada
de Time y The New York Times se ha preguntado en un
editorial si él era realmente el presidente— agranda su poder.
Hay
tradición de genios en la sombra en EE UU, reales o imaginarios. En los años de
George W. Bush, el último presidente republicano antes de Trump, eran los
intelectuales neoconservadores, o el vicepresidente Dick
Cheney, o el estratega Karl Rove. Trump,
que lleva décadas en la vida pública, no es un producto de Bannon. Pero Bannon y otros — como el fiscal general in péctore, el
senador por Alabama Jeff Sessions— han encontrado en él un vehículo para
una ideología hasta ahora marginal.
En la Casa
Blanca Bannon, Sessions y otros asesores compiten por influencia con figuras
como Reince Priebus, el jefe de gabinete, un
republicano tradicional, miembro de la casta de políticos profesionales que
Bannon ha dedicado media vida a combatir.
El trumpismo
es una ideología atípica, sin otro programa que la propia personalidad de Trump
ni otros textos fundacionales que la nutrida bibliografía del magnate
neoyorquino sobre sus hazañas empresariales y vitales. Si hubiera que buscar un
documento fundacional de esta ideología, podría ser la intervención de Bannon
en una conferencia organizada en 2014 en el Vaticano por el Instituto de la
Dignidad Humana. La intervención, de casi 50 minutos, ilumina las primeras
acciones y gestos del nuevo presidente de EE UU.
Bannon parte
de la base que el capitalismo de mediados del siglo XX sirvió para distribuir
la riqueza entre la clase media y garantizar décadas de paz. Fue la época
dorada. El fin de la Guerra Fría desembocó en una “crisis de nuestra fe, una
crisis de Occidente, una crisis del capitalismo". El problema, continúa, es que el capitalismo existe hoy en una
vertiente estatista —grandes corporaciones beneficiadas por los poderes
públicos— o extremadamente individualista y materialista.
Ninguna de
estas dos vertientes es beneficiosa para las clases trabajadoras, las
damnificadas por la crisis financiera de 2008. Bannon pronostica el
advenimiento de un movimiento transnacional, un “movimiento populista de
centroderecha de la clase media, del trabajador y la trabajadora del mundo que
simplemente está harto de que lo que llamamos el partido de Davos le dicte lo
que tiene que hacer”. En el vocabulario del trumpismo, Davos
— punto de encuentro anual del capitalismo global— es sinónimo de las élites cosmopolitas, del liberalismo
sin patria que mira por encima del hombro a las clases trabajadoras. Un símbolo
del mal.
Debilitadas,
las sociedades occidentales se encuentran “en las primeras etapas de un conflicto muy brutal y
sangriento”, según Bannon. “Todo converge hacia algo que debemos
afrontar, y que es un tema desagradable, pero estamos ante una guerra abierta
contra el yihadismo islámico fascista”, dijo en
la conferencia, en la que participó vía skype desde California. “Y creo que
esta guerra hace metástasis más rápidamente de
lo que nuestros gobiernos pueden gestionarla”.
El otro
documento clave para entender la ideología se titula La elección del vuelo 93 y
se publicó en septiembre en la pequeña revista conservadora Claremont Review of
Books. El autor, anónimo, firmaba Publius Decius Mus, el nombre de un cónsul
romano que se sacrificó en una batalla para salvar a Roma.
El artículo
presentaba una visión apocalíptica de EE UU, un país necesitado de una sacudida
inmediata si quería evitar caer en el precipicio. Denunciaba la complicidad del
establishment conservador con los progresistas que habían asentado su hegemonía
cultural y política con artimañas como la apertura de las fronteras a
extranjeros. Celebraba que Trump hubiese acertado en oponerse al consenso
biempensante sobre el libre comercio, las intervenciones bélicas en el
extranjero y la inmigración. Y sí, constataba la anomalía de Trump —un
candidato histriónico, lenguaraz, ofensivo para muchos conservadores— pero
sostenía que no era más que el signo de la época ("sólo en una república
corrupta, en tiempos corruptos, podía emerger un Trump"), y que
difícilmente se encontraría una figura mejor para la necesaria disrupción.
El título
aludía al avión secuestrado el 11 de septiembre por terroristas de Al-Qaeda en
el que los pasajeros se enfrentaron a los secuestradores e intentaron tomar el
control del aparato. “2016 era la elección del vuelo 93: carga contra la cabina
o muere”, escribió Publius Decius Mus. “Quizá morirás igualmente. Quizá tú —o
el líder de tu partido— llegue a la cabina y no sepa cómo pilotar o aterrizar
el avión. No hay garantías”. El argumento era que la situación era tan crítica
que había que tomar medidas drásticas, aunque fuesen arriesgadas. En otras palabras,
había que votar a Trump.
El vuelo 93
acabó estrellándose en un campo de Pensilvania: murieron todos los pasajeros.
La revista neoconservadora The Weekly Standard ha revelado esta semana que
Publius Decius Mus se llama en realidad Michael Anton y trabaja en la Casa
Blanca.
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