Arabia
Saudita se prepara para vivir sin depender del petróleo
http://lat.wsj.com/articles/SB11586443799963974199604582103180040073716?tesla=y
Una meta del
gobierno, el ingreso de más mujeres a la fuerza laboral, ha irritado a los
clérigos conservadores. PHOTO: TASNEEM ALSULTAN PARA THE WALL STREET JOURNAL
Por
Bill
Spindle y
Ahmed
Al Omran
miércoles,
1 de junio de 2016 19:58
EDT
RIAD—Los
líderes de Arabia Saudita se han impuesto un reto de grandes proporciones: desmantelar el mayor petroestado del mundo.
El
octogenario rey Salman bin Abdulaziz al Saud, el último de los hijos del
fundador de la moderna monarquía saudita, encomendó a su hijo de 30 años, el príncipe Mohammed bin Salman, una
tarea titánica: reorganizar este Estado musulmán conservador y reacio al cambio
rápidamente. “La generación más joven está asumiendo el control. Él es su
representante”, dice Jean François Seznac, profesor de la Universidad de
Georgetown que estudia los gobiernos árabes.
Desde 1938,
cuando descubrió crudo en su territorio, el reino se ha convertido en uno de
los ejemplos paradigmáticos de la era del petróleo. Los miles de millones de
barriles de crudo que Arabia Saudita ha extraído y vendido al mundo desde
entonces han forjado la economía, la política y la sociedad de maneras que
podrían ser difíciles de cambiar.
Los
ciudadanos sauditas disfrutan de enormes descuentos en
los precios de la gasolina, el agua y la electricidad. La vivienda es
subvencionada y el gobierno financia la salud y la
educación, incluyendo largos períodos de estudios en el extranjero. Las
empresas han dependido de la energía barata y del acceso expedito a la mano de
obra foránea.
A cambio, la
familia real espera una dócil aceptación
de su liderazgo. Sin embargo, este pacto social se está resquebrajando, y
no sólo por la caída de los precios del petróleo.
Las
tendencias demográficas son abrumadoras. Un estudio del Instituto Global McKinsey estima que para 2030 el número de
sauditas mayores de 15 años aumentará en
unos seis millones, incorporando unas 4,5 millones de personas a la fuerza
laboral.
La cifra
aumenta si las mujeres empiezan a trabajar en mayores cantidades. El centro de
estudios está afiliado a McKinsey & Co., la consultora contratada por el
gobierno saudita para asistirlo en la reforma económica.
Los cálculos
de McKinsey implican que la población adulta se
duplicará, lo que tendrá el doble efecto de estirar hasta el extremo el
sistema de beneficios gratuitos y subsidios que protege a la población y exigir la creación de casi tres veces el número de puestos de
trabajo que el país generó durante el auge petrolero que se prolongó de 2003 a
2013.
Para
responder al desafío, el gobierno contempla una amplia diversificación de la
economía, desde privatizar partes de empresas públicas,
empezando con la venta de hasta 5% del coloso petrolero Aramco, a
enfatizar la producción de productos refinados de mayor valor agregado como gasolina y productos petroquímicos, desarrollar el turismo
y sentar las bases de una industria manufacturera. Altos funcionarios del
gobierno declinaron dar entrevistas para esta nota.
Vista de
Riad, la capital. PHOTO: WASEEM OBAIDI/BLOOMBERG NEWS
A medida que
se conocen más detalles del plan, más segmentos de la sociedad muestran su
incomodidad. La archiconservadora clase clerical critica la intención del gobierno de
ampliar la participación de las mujeres en el trabajo público. Las empresas, que se han beneficiado
durante décadas de los subsidios a la energía y la importación masiva de
millones de empleados extranjeros, se resisten a reemplazarlos con trabajadores
sauditas más caros y enfrentar un mercado más competitivo.
Según
fuentes cercanas al gobierno, incluso algunos miembros de la familia real —una
extensa red de unos 5.000 príncipes— están
inquietos con la idea de que una economía basada en la competencia sustituya al
amiguismo que sustentó al petroestado durante décadas.
“Es un nuevo paradigma.
Estamos entrando en territorio desconocido”, dijo Hossein Shobokshi¬, un
empresario de la ciudad de Yeda, en una reciente conferencia patrocinada por
Euromoney.
Uno de los
principales desafíos no es sólo crear más puestos de trabajo en el sector
privado, sino convencer a los jóvenes sauditas a que los acepten. Es una tarea
especialmente difícil en áreas como las ventas minoristas y los empleos de
reparación y gestión de bajo nivel, que durante mucho tiempo han sido ocupados
por extranjeros dispuestos a trabajar largas horas por poco dinero. Ahora, el gobierno saudita está devolviendo
a esos trabajadores a sus países de origen y tratando de que los sauditas
ocupen su lugar.
Esta
política, conocida como “saudización”, es uno de los objetivos más firmes del
gobierno, a pesar de que campañas previas para sustituir a los extranjeros en los puestos de venta de los mercados de
verduras y en las tiendas de joyería, fracasaron.
El príncipe
Mohammed bin Salman, de 30 años. PHOTO: FAYEZ NURELDINE/AGENCE
FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES
El rey
Salman bin Abdulaziz al Saud. PHOTO: SAUDI PRESS AGENCY / HANDOUT/EUROPEAN
PRESSPHOTO AGENCY
Otra de las
medidas que las autoridades evalúan es obligar a los comercios minoristas a cerrar a las 9 de la noche en lugar de las 11 o la
medianoche. La propuesta ha sido polarizadora. Quienes la defienden
dicen que adelantar la hora de cierre haría
más atractivo para los sauditas tomar esos trabajos, porque les permitiría
pasar más tiempo con sus familias. Los que se oponen argumentan que limitar
los horarios de atención al público no es práctico en un país donde las empresas deben cerrar cinco veces al día para la oración y
donde el calor es a menudo insoportable durante el día. La mayoría de la
población prefiere hacer sus compras por la noche.
Estos
críticos sostienen que si el gobierno quiere que las tiendas cierren a las 9 de la noche, deberían permanecer abiertas durante las
oraciones, lo cual desataría la ira de los conservadores religiosos,
para quienes la pausa obligada para orar es parte de la identidad del país.
El
desarrollo del turismo es otro de los objetivos del gobierno. Es un área en la
que el profundo conservadurismo religioso de la sociedad ha hecho causa común
con una potente industria de la construcción alimentada por los ingresos
petroleros.
Anualmente,
durante la peregrinación, la ciudad santa de La Meca atrae a decenas de
millones de visitantes. Las grandes empresas de construcción de Arabia Saudita,
controladas por familias conectadas con el poder, han hecho fortunas
construyendo hoteles de lujo y centros comerciales para esas multitudes.
Las
ciudades sagradas musulmanas están fuera del alcance de los no musulmanes. El reino aún no emite visas de
turistas, aunque las autoridades dijeron que esperan comenzar
pronto a hacerlo.
Algunos
impulsores de turismo quieren convertir al país en un destino internacional que
se pueda visitar todo el año, capitalizando el atractivo de sus tesoros
arqueológicos y actividades como el buceo. Pero el
clero ha presionado muchas veces para demoler monumentos y lugares
históricos, que desde el punto de vista de su austera versión wahabista del
islam son distracciones de Dios y su profeta.
PHOTO:
TASNEEM ALSULTAN PARA THE WALL STREET JOURNAL
Mujeres y
hombres sauditas asisten a clases por separado para aprender programación de
hardware telefónico en Riad. ENLARGE
Mujeres y
hombres sauditas asisten a clases por separado para aprender programación de
hardware telefónico en Riad. PHOTO: TASNEEM ALSULTAN PARA THE WALL STREET
JOURNAL
Algunos
residentes de Yeda, un centro de comercio desde
tiempos inmemoriales, están tratando de cambiar eso. El casco histórico de este
puerto sobre el Mar Rojo fue mayormente abandonado por
los sauditas, que en los años 60 y 70 se mudaron a suburbios modernos
financiados por el petróleo. Un movimiento para revitalizar la ciudad
vieja está cobrando fuerza, con una variedad de esfuerzos apoyados por el
gobierno para restaurar casas históricas de un distrito designado por la Unesco
como Patrimonio de la Humanidad en 2014.
El mayor
desafío tal vez sea construir una base manufacturera diversificada. Esto es
particularmente difícil en una economía donde la inundación de petrodólares
eleva el precio de la mano de obra y encarece otras exportaciones.
El
fuertemente controlado mercado laboral, alimentado por trabajadores
extranjeros, fue una manera de eludir ese problema. En los casos en que Arabia Saudita pudo crear empresas exitosas a nivel
mundial al margen de la exportación de crudo —como en petroquímica
o la producción de aluminio— se apoyó en ventajas como la energía
barata.
Estos
modelos de negocios, altamente subvencionados por el Estado han sido “de creación de riqueza” para sus propietarios más que de “creación de valor económico”, dijo Iyad al
Zaharnah, director del Centro de Innovación de la Universidad Rey Fahd de
Petróleo y Minerales. “Ninguno de esos modelos incentiva la innovación. Sabíamos que
esto tenía que cambiar” en algún momento, concluyó.
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