Biografía
íntima de la primera onda gravitacional
http://elpais.com/elpais/2016/06/22/ciencia/1466597641_958355.html
Un estudio
reconstruye el origen remoto del primer 'sonido' del universo, hace más de
11.000 millones de años
22
JUN 2016 - 18:57 CEST
Telescopios
como el de la imagen (en Chile) ayudan a entender el origen del Universo. FERMILAB
La historia
de la primera onda gravitacional detectada por un experimento humano es casi
tan antigua como el Universo. Así lo indica un estudio publicado hoy que
reconstruye hasta su origen más remoto la señal captada en septiembre de 2015
por el Observatorio de Interferometría Láser de Ondas
Gravitacionales (LIGO), uno de los descubrimientos más importantes de
esta década.
Hace un
siglo, Albert Einstein predijo que, de acuerdo con la
teoría de la relatividad, los fenómenos más violentos del cosmos
deberían producir intensos estallidos de energía que
viajaría a la velocidad de la luz en forma de ondas gravitatorias. Estas
ondulaciones curvan el espacio y el tiempo a su paso y se expanden en todas
direcciones durante miles de millones de años. Pero detectarlas en la Tierra
era imposible. El origen de estos fenómenos está tan lejos y sus señales
atraviesan tanto espacio que al llegar al Sistema Solar son imperceptibles
incluso con la tecnología más avanzada, pensó el genio alemán.
Ahora
sabemos que se equivocó en el detalle y acertó, como siempre, en lo importante.
La primera señal de ondas gravitatorias se captó en septiembre de 2015 y fue
anunciada en febrero. La produjo la fusión de dos
agujeros negros, cada uno unas 30 veces con más masa que el Sol, y
sucedió hace unos 1.300 millones de años, cuando todos los terrícolas eran
microbios incapaces de entender qué estaba pasando.
El nuevo
estudio, publicado hoy en Nature, aclara cómo se
formaron esos dos agujeros negros. El trabajo lo firman cuatro científicos expertos en cosmología y relatividad computacional de la
Universidad de Chicago y el Instituto de Tecnología de Rochester, ambos en EE
UU, y la Universidad de Varsovia, en Polonia. Han creado un modelo
informático que reconstruye la historia del universo y permite estimar qué tipo
de cuerpos celestes podrían producir una señal como la detectada por LIGO. Para
esto han necesitado usar Atlas, el mayor superordenador
dedicado al estudio de ondas gravitacionales del mundo, y además algo de tiempo
de computación de miles de PCs de ciudadanos interesados por la ciencia a
través del proyecto Universe@home.
Ahora
sabemos que Einstein se equivocó en el detalle y acertó, como siempre, en lo
importante
Los
resultados muestran que, para viajar hasta la semilla de la primera onda
gravitacional, hay que remontarse a unos 2.000 millones
de años después del Big Bang. En aquel universo adolescente se formaron
dos estrellas que tenían cada una al menos 40 veces más
masa que el Sol y que estaban peligrosamente juntas. Es lo que los
astrónomos llaman un sistema binario, dos astros que orbitan el uno en torno al
otro y que, con cada vuelta, recortan un poco la distancia que los separa.
Las dos
estrellas estaban entre las más brillantes y grandes de todo el Universo, según
J. J. Eldridge, físico de la Universidad de Auckland (Nueva Zelanda). El
científico razona que, si los cálculos del estudio son correctos, estos dos
astros contribuyeron a que el Universo saliese de la llamada Edad oscura, un paso fundamental en la línea de
eventos que lleva hasta nosotros pues, de no haberse superado esta etapa no
habría estrellas, galaxias ni vida.
Cuatro
millones de años después de su nacimiento, un instante en términos cosmológicos, a una de las dos estrellas se le agotó el combustible.
Su enorme núcleo se derrumbó sobre sí mismo creando un punto matemático de
volumen cero y densidad infinita.
Nada, ni
siquiera la luz de su estrella compañera ni cualquier otra en todo el Universo
era capaz de escapar a su atracción si se acercaba demasiado. Era un agujero negro de unas 30 masas solares.
Pasado
otro millón de años, su estrella compañera sufrió idéntica metamorfosis.
Ambos monstruos estaban separados por
unos 34 millones de kilómetros, bastante menos distancia que un viaje espacial de la Tierra a Marte. Según los cálculos del estudio, la
atracción gravitatoria entre ambos fue royendo
centímetros a esa separación hasta que, 10.000 millones de años después,
acabaron fundiéndose en un violento abrazo. La unión
formó un gran agujero negro y liberó en fracciones de segundo toda la energía
que cabría en tres estrellas como el Sol. Si alguien hubiese estado
cerca, hubiera vivido una letal tormenta donde el espacio se estiró y se
contrajo como un chicle y el tiempo osciló de forma caótica entre el pasado y
el futuro.
Las ondas
gravitacionales producidas por esta fusión siguieron avanzando hasta que, ya
reducidas a una vibración menor que la milésima parte
del diámetro de un protón, pasados 1.300 millones de años, fueron
captadas por los haces de luz láser del experimento LIGO, instalados en
Luisiana y Washington, con un pequeñísimo retardo que permitió determinar la
región del universo desde la que llegaban. La noticia causó una enorme
expectación que alcanzó las portadas de los mejores periódicos del mundo.
Einstein era reivindicado una vez más, justo 100 años después de su predicción,
y se abría una nueva era para la exploración y comprensión del cosmos. Si no es
la mejor historia jamás contada, por lo menos es una de las más largas: 11.700
millones de años de principio a fin.
MIL
FUSIONES AL AÑO
Una de las
principales utilidades de los observatorios de ondas gravitacionales como LIGO
o el europeo Virgo es reconstruir la evolución del universo. Permiten saber
cómo y dónde nacen los agujeros negros, cómo se transforman y estimar cuántos
hay en el universo observable. De hecho hasta ahora las observaciones de estos
monstruos del cosmos, que influyen de forma fundamental en la evolución de
todas las galaxias, incluida la nuestra, eran indirectas.
El objetivo
ahora es ir sumando detecciones de ondas que aclaren todos estos asuntos. Según
el estudio publicado hoy, se detectarán unas 1.000 fusiones de agujeros negros
similares a las captadas hasta ahora cada año una vez que LIGO y el resto de
observatorios alcancen su máxima sensibilidad.
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