"El
ISIS nos trató bien": el negocio de secuestrar cristianos en Siria
LA
IGLESIA ASIRIA DEL ESTE PAGÓ LOS RESCATES
http://www.elconfidencial.com/mundo/2016-06-20/estado-islamico-asirios-secuestrados-siria_1218377/
En febrero
de 2016, el Estado Islámico se llevó a 265 cristianos
en el norte de Siria, que fueron liberados tras el pago de un rescate.
Varias mujeres cuentan su experiencia a El Confidencial
Foto: Una
mujer durante un misa en solidaridad con los asirios secuestrados por el ISIS,
en Damasco (Reuters).
Una mujer
durante un misa en solidaridad con los asirios secuestrados por el ISIS, en
Damasco (Reuters).
ESTHER
BONMATÍ (TEL TAMER)
20.06.2016 –
05:00 H.
El trajín y
la algarabía que se respira en las calles de Tel Tamer colisionan con ese
silencio trémulo que hemos dejado atrás. Una a una, las 35 aldeas cristianas
asirias de la rivera sur del rio Jabur, en la provincia de Al Hasaka, al norte de Siria, se han ido transformando
en poblados fantasma. Únicamente Tel Tamer
resistió la embestida yihadista, por lo que ahora se ha convertido en el
refugio de miles de familias cristianas forzadas a abandonar sus hogares por el
delirio del Estado Islámico.
En febrero
de 2015, una horda de combatientes yihadistas arrasó pueblos enteros, asesino a
decenas de cristianos y secuestró a más de 200 fieles, la mayoría en las aldeas
de Tel Shamiram y Tel Jazira, con fines de
extorsión y para exigir rescate. Una pesadilla que para muchos de ellos ya ha
terminado. Aunque para otros, como Mariam David Talya, de 14 años, es una
herida abierta que aún sangra.
La niña nos
abre la puerta de su vivienda y nos invita a pasar con una sonrisa dramatizada.
Su exagerada expresión emocional nos confunde. Mariam sonríe para ocultar su
dolor. La adolescente fue puesta en libertad el pasado 27 de marzo tras más de
un año cautiva del Estado Islámico. Mariam ha sido la última rehén liberada del
grupo de 265 cristianos secuestrados de los pueblos de rio Jabur, pero aún
sigue cautiva otra chica asiria, que fue forzada a casarse con un combatiente
del EI.
La
familia de Mariam vive
ahora en una vivienda nueva, que ha sido donada por la diócesis de Hasaka. Su hogar, en pueblo de Tel Shamiram, fue saqueado por los yihadistas y
después lo quemaron por dentro. Todas sus pertenecías fueron devoradas por las
llamas, al igual que sus recuerdos.
Nos sentamos
en unos sillones enfrentados, flanqueados por una comitiva de hombres, que no
nos han presentado. La madre lleva las riendas de la conversación. Ella también
estuvo secuestrada durante 10 meses.
La vida de
esta familia cambió radicalmente la noche del 23 de febrero de 2015. “Serían
alrededor de las tres de la madrugada. Estábamos todos durmiendo. De repente,
sin saber por dónde habían llegado, unos hombres armados nos agarraron a mí y a
mi hija y nos metieron en una furgoneta con otras vecinas. A mi marido también
se lo llevaron en otro coche” evoca la madre. “Nos dijeron: Tenemos que
llevaros porque ésta es una zona militar. Os vamos a escoltar a otro lugar más
seguro”, continúa relatando.
Milicianos
de las YPG en la aldea cristiana de Tel Jumaa, cerca de
Tel Tamr (Reuters).
Velos
y bordados
Mariam
interrumpe el hilo de la conversación al entrar al salón con bandejas de dulces
y café turco. Después de servir café a todos, se sienta junto a su madre con
las manos entrelazadas. No para de moverlas y apretarlas todo el tiempo.
Los
yihadistas llevaron a los rehenes cristianos a Al Shadadi, un estratégico feudo
del ISIS, al sur de Al Hasaka. “A las mujeres y los niños nos pusieron juntos
en una vivienda y se llevaron a los hombres a otro lugar. No volví a tener
contacto con mi esposo”, detalla la mujer. Tras una larga pausa, mira de reojo
al hombre que está de pie a su derecha, como buscando su aprobación.
“Nos trataron
muy bien. Nos daban de comer tres veces al día.
Un guardia
nos traía pollo, fruta y verdura fresca”, suelta
de repente la madre de Mariam, haciendo aspavientos con los brazos. “Incluso
nos dieron telas, hebra y aguja para hacer
bordados. Y por las noches cantábamos canticos religiosos y rezábamos todas
juntas”, prosigue.
Mariam se
levanta y trae una bolsa con tiras de tela en las que han bordado nombres en
árabe de sus seres queridos. Los colores de las bandas son verde y negro, los
colores del Islam. Cuando le pedimos si podemos sacar una foto de los bordados,
la madre se pone nerviosa y le dice a su hija que los vuelva a guardar.
“Podemos
poner en peligro a nuestros familiares”, justifica la madre. De su boca no
dejan de salir frases discordantes y sus gestos exagerados indican que tiene
miedo de contar la verdad.
Cuando le
preguntamos si los yihadistas les obligaron a convertirse al Islam, la mujer lo
niega: “Nos respetaron porque pertenecemos a la Gente
del Libro [el nombre con el que en el Islam se designa a los creyentes
cristianos y judíos]”. Pero frente a un Estado Islámico que no respeta ni a los
propios musulmanes, cuesta imaginar que vaya hacerlo con un grupo de cristianos
a los que trata como pura mercancía.
A saber qué
tropelías habrán de haber sufrido esta mujer y su hija. En otro momento de la
conversación, sin darse cuenta , nos confiesa: “Un imam (clérigo musulmán) a
visitarnos unos 15 minutos al día y tenían que cubrirnos con el velo integral”.
Tras esta
anécdota, Mariam vuelve a levantarse del sofá y a los pocos minutos aparece con
el velo puesto. Nos quedamos sin palabras.
Refugiados
asirios que huyeron de pueblos cercanos a Tel Tamr
descansan junto a una iglesia en Al-Hasaka
(Reuters).
La
ansiada liberación
Los rehenes
cristianos fueron llevados después a Raqqa, capital de facto del ISIS en Siria.
“Era de noche. dos hombres armados entraron en la casa y nos dijeron que recogiéramos
nuestras cosas. Después nos sentaron a todas juntas, y nos contaron. Nos
entregaron una capucha negra para que tapáramos la cara y nos fueron sacando
por parejas. No sabíamos a donde nos iban a llevar. Hasta la mañana siguiente
no descubrimos que estábamos en Raqqa”.
En la
capital del “Califato” de Abu Bakar Al Baghdadi
comenzaron las negociaciones para la puesta en libertad de los cristianos
cautivos. “Nos fueron liberando poco a poco. Unos 15 o 20 cada mes. No sé si
pagaron un rescate por nosotros. Lo único que puedo decir es que nos trataron
bien”, enfatiza la mujer. Lo que no cuenta es que tres rehenes varones
fueron ejecutados en octubre de 2015. Los verdugos del Estado Islámico se
recrearon filmando las imágenes de las ejecuciones que después colgaron en
paginas web yihadistas. En el video el ISIS advertía de que las ejecuciones de
los otros rehenes continuarían hasta que se pagase la suma exigida como rescate
por su liberación.
La madre de
Mariam fue liberada con un grupo de mujeres y niños en diciembre de 2015. Los
últimos 43 asirios fueron liberados el 22 de febrero, a excepción de Mariam.
“El imam entro a la casa con una lista de nombres que fue enumerándolos en voz
alta. Cuando estaba el grupo completo nos dijo: ¡Estáis libres!”, relata. “En
la lista no estaba el nombre de mi hija”, continua la mujer. “Le pedí al
clérigo que cuidara de mi hija porque tiene problemas respiratorios”.
Mariam nos
confiesa: “Tuve miedo cuando me quedé sola, pero no perdí la fe de que pronto
iba a volver a casa”.
Subieron al
grupo de mujeres y niños en el que iba la madre de Mariam a un vehículo “pick
up” y los llevaron, siempre con los ojos tapados, hasta una zona remota cerca
de Ras Al Ain, en el norte de la provincia de Al
Hasaka. Allí se llevó a cabo el intercambio de rehenes por el pago del rescate.
“Todo ha sido pagado por la diáspora asiria en Estados
Unidos y Australia.
Desde
la comida que les daban, hasta la gasolina y el alquiler de los vehículos que utilizaron para
traer de regreso a los cristianos liberados”, puntualiza Daud Yendo, comandante
de las fuerzas asirias de Natura. Una fuente cercana al obispo asirio Mar Afram
Athneil, que se ocupó de las negociaciones para la liberación, asegura a El
Confidencial que la Iglesia Asiria del Este pagó “cerca
de 100.000 dólares por cada rehén”.
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