Opinión:
Lo que realmente hundió a Brasil por Mary Anastasia O´Grady
Nota
del autor del blog: Recesión de 3%; Inflación de 10.5% , déficit fiscal de 10 .5%,
La burbuja del crédito ha estallado , la morosidad bancaria respecto a hipotecas
estatales esta en 22% ( tal vez sea un error el déficit fiscal de 10,5 % me
parece muy alto )
Opinión:
Lo que realmente hundió a Brasil
http://lat.wsj.com/articles/SB11622436907919414427704581414620179808188?tesla=y
La
presidenta Dilma Rousseff. PHOTO: AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES
Por
MARY ANASTASIA O’GRADY
Lunes,
14 de Diciembre de 2015
0:03 EDT
Es fácil
culpar al desplome de los precios del petróleo por la crisis económica de
Brasil. Es también un error. Las heridas de Brasil han sido autoinfligidas por
una combinación de políticas contrarias al crecimiento que se remontan a 2008.
Los resultados eran predecibles.
En el tercer
trimestre, la economía brasileña se contrajo la friolera de 4,5% respecto del
año anterior. El Fondo Monetario Internacional pronostica que en 2015 el Producto Interno Bruto de Brasil se contraerá 3% y en
2016 otro 1%. Esto sigue a un estancamiento en 2014.
En
septiembre, Standard & Poor’s despojó al
país de su calificación de grado de inversión.
El miércoles pasado, Moody’s dijo que está
contemplando una rebaja similar de la deuda de Brasil.
La tasa de inflación anualizada a finales de
noviembre fue de 10,5% y CIBC Capital Markets
prevé un déficit fiscal de 10,5% para este año.
Los medios
de comunicación internacionales
echan la culpa de la recesión brasileña a los precios del petróleo, abatidos por el fortalecimiento del dólar, y
al debilitamiento de la demanda global. Pero Brasil es una
de las economías más cerradas del G-20.
El año
pasado, sus exportaciones de bienes como
porcentaje del PIB eran de apenas 10,5%, comparado con
18,24% de México, según CIBC Capital Markets.
Todos los
exportadores de materias primas de América Latina están sintiendo el impacto de
la caída del petróleo y los commodites, pero ninguno se ha visto tan
perjudicado como Brasil. Chile y Perú, grandes
exportadores de materias primas, todavía están creciendo.
Por otra
parte, los precios más bajos de los commodities también compensan el alto costo
de hacer negocios en Brasil. En 2014, 40% de las
importaciones brasileñas estaban vinculadas a las materias primas, incluidos fertilizantes, gasolina, aluminio para la fabricación
de acero, y crudo dulce.
Una década
atrás había razón para pensar que la gran prosperidad brasileña estaba a la
vuelta de la esquina. Tal optimismo giraba en torno a las reformas económicas, fiscales y monetarias realizadas por el
presidente Fernando Henrique Cardoso entre 1995 y 2002.
Su sucesor, Luiz Inácio Lula da Silva, del Partido de los Trabajadores
(PT), asumió el cargo en 2003. Sus antecedentes como líder sindical militante y
discípulo de Fidel Castro generaron pánico en los mercados. Para detener la
estampida, Lula se comprometió a no meterse con la autonomía del banco central
o la estabilidad del real brasileño, y a no alterar radicalmente la política
económica.
Geanluca
Lorenzon, director de operaciones del Instituto Mises Brasil, con sede en São
Paulo, me dijo en una entrevista telefónica la semana pasada que durante un
tiempo Lula incluso profundizó el compromiso del gobierno con la restricción
fiscal. Sin embargo, en 2008, durante su segundo mandato, la crisis financiera
global golpeó al país, y Lula dio su brazo a torcer.
Lorenzon
dice que Da Silva acudió entonces al estímulo del gasto, mientras que el banco
central, supuestamente autónomo, comenzó a permitir una mayor inflación como
forma de impulsar el crecimiento.
En una
cultura política predispuesta al abuso de poder del gobierno, romper las normas
establecidas durante la gestión de Cardoso —que fueron precisamente diseñadas
para limitar dicho exceso— permitió el
retorno de las malas costumbres.
Desde los años 60, Brasil ha buscado su industrialización a través de
altos niveles de proteccionismo y subsidios para los productores nacionales.
El fracaso de esa estrategia es evidente. Sin embargo, permitir la quiebra de
las empresas no competitivas tenía un costo político que ni Da Silva ni su
sucesora, la presidenta Dilma Rousseff, estaban dispuestos a pagar.
En lugar de
eso, incrementaron el proteccionismo y los subsidios,
y el crédito se expandió rápidamente a través del Banco
Nacional de Desarrollo Económico y Social (BNDES) y otras entidades de
propiedad estatal. También se financiaron grandes déficits públicos con
préstamos mayormente internos. Los déficits se vieron exacerbados por la
triplicación de la administración pública durante los gobiernos del PT y
aumentos injustificados del salario mínimo, prestaciones sociales y beneficios
de jubilación.
En un
artículo de noviembre de 2010 en su sitio web, el Instituto Mises Brasil señaló
que entre mayo de 2009 y septiembre de 2010, el crédito
total se expandió 25%. No es casualidad que en 2010 Brasil creciera
7,5%. Pero esto, como bien se entiende ahora, no fue debido a los aumentos de productividad. Analizando
retrospectivamente esa mala asignación del capital, el instituto escribió en
febrero pasado que “lo que realmente sucedió es que la economía brasileña se
mantuvo viva por las nuevas y crecientes dosis de crédito estatal”.
El crédito
del BNDES era barato para las empresas bien conectadas
políticamente que el gobierno quería salvar, pero eso le ha salido caro
a la nación. El crédito subsidiado también fue a los hogares. Lorenzon me dijo
que, en la actualidad, la familia brasileña promedio tiene una carga anual de
servicio de deuda equivalente a 46% de sus ingresos.
El programa de préstamos inmobiliario más grande del gobierno tiene hoy una
tasa de incumplimiento de casi 22%.
Para salvar
sus préstamos a las empresas nacionales, el gobierno ha
elevado los aranceles a las importaciones y ha promovido el consumo de productos fabricados en Brasil. Esto ha
perjudicado la innovación y el desarrollo. Las grandes reservas de petróleo
marino probablemente no se desarrollarán mientras los inversionistas estén
obligados por las reglas de contenido
brasileño a usar equipos nacionales.
Brasil está
cosechando los frutos de una política industrial nacional que no puede producir
crecimiento ni prosperidad. La burbuja de crédito ha
estallado. Los consumidores, las empresas y el gobierno no van a volver
al equilibrio sin un ajuste doloroso. No hay que echarles la culpa a los
precios del petróleo.
Escriba a O’Grady@wsj.com
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