El
camino hacia el desarrollo se complica para los países que llegan tarde
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Laljibhai
Gajjar, con lo que queda de su fábrica de máquinas de estampado de metales en
Rajkot, India. PHOTO: ATUL LOKE PARA THE WALL STREET JOURNAL
Por RAYMOND ZHONG
Domingo,
13 de Diciembre de 2015 13:28
EDT
RAJKOT,
India—Durante casi medio
siglo, Laljibhai Gajjar dirigió plantas que
fabricaban motores diésel y partes en esta tranquila ciudad industrial. No
obstante, después de que los productos
chinos comenzaron a tragarse el mercado, despidió a un centenar de
empleados y empezó a vender Hyundais.
Detrás de su
trajinado concesionario está lo único que queda de sus operaciones
manufactureras: un taller derruido en el que más de dos decenas de trabajadores
ensamblan máquinas para la industria metalúrgica. Los pedidos están
disminuyendo y Gajjar cree que en algún momento tendrá que cerrar sus puertas.
Su
experiencia es parte de un fenómeno que afecta tanto a India como a otras
economías en desarrollo y que alarma a los economistas.
Estados
Unidos, Europa y, en los últimos años, el Asia Oriental se enriquecieron gracias a la industrialización. Con el transcurso del
tiempo, conforme sus ingresos aumentaban y sus economías se volvían más
sofisticadas, pasaron a depender menos
de las fábricas y más de servicios como la salud y las finanzas.
Hoy, sin
embargo, parte del sur de Asia, África y América Latina no han podido crear
pujantes sectores industriales a pesar de que los salarios siguen siendo bajos.
El empleo y la producción fabril alcanzan su apogeo y empiezan a declinar a
niveles de ingresos y desarrollo mucho más bajos que en Occidente.
A los
economistas les preocupa que el modelo de desarrollo industrial, que durante
más de un siglo ha ofrecido el camino más rápido para salir de la pobreza, ya
no esté disponible para los países más pobres.
Eso
representa un enorme desafío para países como India. Se prevé que India, cuya población ronda los 1.300 millones de
personas, supere a China como el país más poblado del mundo en 2022 y tenga 1.700 millones de habitantes para 2050. Su población en edad de trabajar crece en
un millón de personas al mes.
Dani
Rodrik, economista de la
Universidad de Harvard, dice que observa
evidencia creciente de una “desindustrialización prematura”, es decir el
estancamiento o reducción de los sectores manufactureros como porcentaje de
economías emergentes como India, que nunca se industriaalizaron.
Cuando
Gajjar inauguró su primera fábrica de motores a inicios de los años 60, las manufacturas representaban cerca de 12% de la economía de
India. Tal proporción alcanzó un máximo de 19%
en los 90 y ha caído a alrededor de 17%.
El sector
manufacturero de Corea del Sur, en cambio, pasó
de constituir 3% de la economía a comienzos de los 60 a 36% en 2010. China, donde la industria representa cerca de un tercio
del producto, siguió una trayectoria similar.
El caso de África es más parecido al de India. Las manufacturas
llegaron a representar un máximo de 25% de la economía
sudafricana en 1981, frente a 15% en 1962. En 2011,
la cifra era de casi 18%.
En Etiopía jamás
ha excedido 6%, en tanto que en
Tanzania
llegó a 13% en 1976 y ha
caído desde entonces a cerca de 10%.
La situación
es parecida en América
Latina. Las manufacturas representaron un máximo de 23% de la economía brasileña en 1973, pero la cifra
cayó a 17,6% en 2011.
En
México, la
industrialización llegó a 22,4% del producto en 2000 y descendió a 19% en 2011.
En Venezuela, alcanzó un máximo de 21,5% en 1986, pero
para 2012 la industria representaba 15,3% del PIB.
En
Colombia, el máximo fue de 20,7% en 1979, lo que bajó a 15,7% en 2011. Todas
las cifras son del Centro de Crecimiento y Desarrollo
de Groninga, ligado a la Universidad de Groninga, en Holanda.
Las razones
de la caída abundan y van desde la mala calidad de las carreteras y los sistemas de electricidad hasta la corrupción y un exceso de burocracia.
Expertos
como Rodrik, no obstante, opinan que hay razones más de fondo. La
automatización de las fábricas y el ascenso de la robótica han reducido la necesidad de mano de obra no calificada
proveniente del campo para trabajar en las líneas de ensamblaje.
Las
economías en desarrollo tienen que competir con China, cuya gigantesca e integrada máquina manufacturera ha
convertido al país en el taller del
mundo y erigido grandes barreras de entrada. Los aranceles están cayendo y
el comercio se está liberalizando.
Además, hay
señales de que la demanda global de todo
tipo de bienes, desde automóviles a muebles, se está estancando. Desde la
crisis financiera de 2007-2008, las exportaciones e importaciones mundiales
han crecido menos que la economía global por primera vez en décadas.
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“El espacio para los
países (que se quieren industrializar) se está estrechando”, dice Rodrik. “Dudo que la historia
se repita”.
No todos
comparten su pesimismo. Algunos sostienen que servicios como los bienes raíces
y el turismo pueden generar tanto crecimiento y empleos en los países
emergentes como en las economías desarrolladas.
Otros
postulan que el modelo de crecimiento industrial sigue tan vigente como antes.
Agregan que siempre y cuando haya países dispuestos a coser, soldar y ensamblar
en forma más barata, llegará la industrialización, tarde o temprano. “El
espacio para crecer mediante mano de obra barata y la captación de capital y
tecnología no ha desaparecido”, asegura Arvind Subramanian, principal
asesor económico del Ministerio de Finanzas de India.
Los datos de
Rodrik, no obstante, sugieren que la situación ha cambiado desde que EE.UU., Europa y Japón aprovecharon, hace décadas, el
poderío de sus fábricas para impulsar su prosperidad antes de que las
manufacturas empezaran a trasladarse a los países con costos más baratos.
En 1953,
cuando las manufacturas alcanzaron su nivel máximo como fuente de empleo en EE.UU., ofrecían trabajo a 26% de la fuerza laboral y
el ingreso per cápita ascendía a US$17.700 en
dólares de hoy. Para 2010, apenas absorbía 9% de
los empleos estadounidenses.
El empleo
manufacturero demoró más en alcanzar su máximo en el Reino
Unido, Francia, Italia y Japón, pero a un nivel de ingresos igual o
superior.
En los
países que empezaron el proceso más tarde, como los de América
Latina, la industrialización
rindió menos.
La
manufactura utilizó 15,4% de la fuerza laboral de
Brasil en 1986, su nivel máximo, con un ingreso per cápita de US$8.700
tomando en cuenta las diferencias de poder adquisitivo. En 2011, el sector empleaba a sólo 11,5% de los trabajadores.
En
México, las empresas
industriales emplearon a 20% de los trabajadores en
1990 y el ingreso por persona era de US$10.200. En 2012, la cifra cayó a
15,6%.
En
Argentina, la industria
llegó a emplear a 27,7% de los trabajadores en 1958, cuando el ingreso per cápita llegaba a US$9.500,
pero en 2011 sólo empleaba a 12,1% de la fuerza
laboral.
En India,
la participación del empleo fabril comenzó a declinar cuando el ingreso per
cápita ascendía a US$3.300. En los casos de Nigeria, Kenia y Ghana, la cifra estuvo más cerca de US$2.000.
El primer ministro de India, Narendra Modi, espera
revertir la tendencia. Ha prometido construir mejores carreteras y reducir la burocracia
como parte de un plan para transformar el país en una potencia industrial y, de
paso, generar 100 millones de empleos. Fabricantes
globales de la envergadura de Ford Motor Co., Foxconn Technology Group y
General Electric Co. han anunciado expansiones de sus operaciones en
India, lo que podría crear miles de empleos.
La ofensiva
para fabricar en India, no obstante, podría enfrentar escollos con los que
otros países no se toparon. Cuando el sector manufacturero chino despegó, la
demanda mundial era abundante y las multinacionales no habían trasladado una
parte importante de su producción a otros países.
El
empresario Baba Kalyani cuenta que su compañía, Bharat Forge Ltd., se transformó en una potencia
exportadora gracias a la innovación
tecnológica, no a la mano de obra barata. Es
demasiado tarde para tratar de arrebatarle a China el título de taller del
mundo. “Esa época ya pasó”, advierte. “Si tratamos de ir en esa
dirección, simplemente vamos a fracasar”.
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