Arabia Saudita apela a la Guerra Santa y forma una gran coalición sunita contra el terrorismo chiita; es decir contra Iraq, Irán, Siria, Líbano,
Bahréin y Yemen .La falacia es que dicen atacaran al Estado Islámico. La costosa
guerra de Yemen está agotando la billetera de los saudíes y no es repuesta por
los bajos precios del petróleo.
Nota del autor del blog: es algo así
como cuando EEUU decide atacar a un país fastidioso, no dice: “ lo ataco porque
me da la gana” , sino porque vamos a
defender la democracia de nuestros aliados, o aplicarles sanciones económicas por
ser violadores de derechos humanos, así aplica sanciones a Cuba, a Rusia etc.,
pero se queda calladito cuando en Arabia Saudita el pueblo vive como esclavos y es porque le compra miles de millones de dólares en armamento.
Esto es Arabia saudita no desea la democracia
y la república como en Irán, sino solo
preservar los intereses de su familia Al Saud y su billetera de un billón de dólares.lo mas probable es que usaran esa fuerza para atacar a Ansarola los Nor yemenies.
La
alianza militar promovida por Riad es insuficiente para atajar al ISIS
http://internacional.elpais.com/internacional/2015/12/15/actualidad/1450187193_112386.html
La
disparidad de los participantes y la ausencia de Irán restan efectividad al
proyecto
ÁNGELES
ESPINOSA
Riad
15
DIC 2015 –
El ministro
saudí de Defensa presenta la coalición militar islámica. /
Arabia
Saudí anunció este
martes la formación de una alianza militar de países islámicos para hacer
frente al terrorismo. La inesperada iniciativa pone de relieve la inquietud que
el autodenominado Estado Islámico (ISIS en sus siglas inglesas) está generando
en el reino. Sin embargo, se trata más de un mensaje sobre su voluntad de
liderazgo regional que de una medida con capacidad de atajar la grave crisis
que atraviesa la región. La propia naturaleza de esa coalición merma sus
posibilidades de ser efectiva.
Para
empezar, ni Irán, ni Irak, ni Siria están la
lista de participantes.
Eso
convierte la alianza en una empresa esencialmente suní,
lo que corre el riesgo de agravar la fractura sectaria que subyace en la
mayoría de los conflictos de Oriente Próximo. De Líbano
a Yemen, y de Siria a Bahréin, pasando
por Irak, el componente confesional ha terminado
definiendo quiénes son los aliados y quiénes los enemigos.
Tanto Arabia
Saudí, erigida en líder del mayoritario islam suní, como Irán, convertido en faro de los chiíes desde su revolución de 1979,
han alentado con su rivalidad ese enfrentamiento. Los gobernantes saudíes están
convencidos (y preocupados) de la voluntad expansionista de Teherán, a quién
responsabilizan de buena parte de esos fuegos. “¿Cómo pueden haber aplaudido la
caída de Sadam Husein y defender a Bachar el Asad?”, repiten los
interlocutores saudíes (una pregunta a la que los iraníes dan la vuelta con
Siria y Bahréin).
Además, el
comportamiento de las milicias chiíes que Teherán
respalda en Irak ha irritado no solo a los saudíes, sino a los suníes en
general, añadiendo presión a sus gobernantes para contrarrestar esa influencia
que aseguran va a crecer tras el acuerdo nuclear. Del lado iraní, se apunta a
la intransigencia de la interpretación saudí del islam (que tacha de infieles a
los chiíes) como responsable del terrorismo islamista. Sin un puente entre
ambos rivales ideológicos y políticos, hay pocas posibilidades de romper el
círculo de violencia que está destruyendo la región.
Por otro
lado, la disparidad de los participantes en la alianza dificulta su eficacia.
Entre ellos se encuentran desde pequeños países africanos
como Benín o Togo, hasta otros con nutridos ejércitos, como Egipto o Pakistán, pasando por los vecinos Emiratos Árabes Unidos y Bahréin, que secundan sin
fisuras el enfoque saudí.
Tampoco se
ha dado a conocer la fórmula concreta de colaboración de las fuerzas de esos
países, ni su proyecto, más allá de lo que parece un entendimiento verbal entre
las autoridades. Riad ya promovió el pasado marzo en la Liga Árabe la creación de una fuerza militar conjunta para hacer
frente al avance del ISIS y el expansionismo
de Irán, sin que haya prosperado.
Fuentes
diplomáticas europeas en la capital saudí ven el anuncio como “una muestra de
liderazgo” con la que el reino confirma la política más activa de que viene
haciendo gala desde la llegada al poder de Salmán
el pasado enero a la muerte del rey Abdalá. “Este país busca una mayor
relevancia, y ya ha obtenido éxitos, si no militares, sí diplomáticos como la
reciente conferencia de opositores sirios”, añaden en referencia al
estancamiento de la intervención en Yemen. No obstante, los mismos
interlocutores se muestran preocupados de que, ante los recientes atentados de
París, la respuesta haya sido destacar las reacciones islamófobas que se han
producido en Occidente. “Es una ambigüedad inaceptable”, concluyen.
Entre los saudíes, sin embargo, la nueva alianza se
lee en el contexto de la lucha de poder
que muchos están convencidos de que se está produciendo en el seno de la
familia real y, sobre todo, entre el heredero, el ministro
del Interior Mohamed Bin Nayef, y el segundo en
la línea de sucesión e hijo del rey, el ministro de Defensa Mohamed Bin Salmán.
Fue este quien anunció el plan en una inusual conferencia de prensa en la
madrugada del martes.
Bin
Nayef es apreciado en
Occidente, y en particular en EE UU, por su compromiso en la lucha contra el
terrorismo. Él mismo sufre las secuelas de un atentado de Al Qaeda, que le dejó
con dificultades auditivas en el oído derecho. Su ambicioso primo, que le sigue
en la línea de sucesión, estaría tratando, según esta interpretación, de
asegurar un puesto que, de morir su padre, dependería del nuevo rey, tal como
se vio cuando su Salmán reemplazó como heredero al
príncipe Muqrin por Bin Nayef, para hacerle a él viceheredero.
“El mensaje
que Bin Salmán está enviando es que si Bin Nayef ha vencido al terrorismo en el
reino, él lo puede hacer en todo el mundo islámico y, en consecuencia,
satisfacer mejor a Occidente”, asegura un analista crítico.
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