A
la cárcel el corrupto y ladrón ex presidente
brasileño Lula da Silva
Nota
del Autor del blog: su metodología para robar en el extranjero es simple , tejían
un proyecto en secreto con un gobierno varios
meses y luego convocaban una licitación pública con poco tiempo ; cuando los demás
pedían más tiempo , no accedían y así descalificaban a uno y otro hasta que
quede uno solo y este era Odebrecht que gano la licitación amañada del Gasoducto
del Sur de Perú ( garantizados con la elevación de las tarifas de electricidad
de todo Perú) y de la interoceánica Perú-
Brasil por el triple del valor
Los
escándalos de corrupción bajan a Lula da Silva del pedestal en Brasil
http://lat.wsj.com/articles/SB12445316255948543805504581446683301044882?tesla=y
El ex
presidente Luiz Inácio Lula da silva, durante una conferencia en Alemania en la
segunda semana de diciembre. PHOTO: MARKUS HEINE/ZUMA
PRESS
Por Reed Johnson y Rogerio Jelmayer
Actualizado Miércoles, 30 de Diciembre de 2015 0:05 EDT
SÃO
PAULO—Los brasileños
están viendo a Luiz Inácio Lula da Silva hacer hoy algo que rara vez hizo como
presidente entre 2003 y comienzos de 2011: reconocer errores.
El ex
dirigente sindical, de 70 años, que sigue siendo la figura política más
conocida y carismática de Brasil, lucha para preservar su legado, frustrar un
proceso de impugnación contra la presidenta Dilma
Rousseff —la heredera que eligió dedo—, infundir nuevos bríos al Partido
de los Trabajadores (PT) y no ir a la cárcel.
Lula da
Silva es investigado por supuestamente abusar de su influencia
para ayudar a la constructora brasileña Odebrecht SA a obtener contratos
en el extranjero, una acusación que tanto él como la compañía niegan.
Su mayor
preocupación, sin embargo, puede ser otro escándalo de corrupción, el que
afecta a la empresa de control estatal Petróleo
Brasileiro SA, o Petrobras. La extensa pesquisa ha enredado a varios de
los amigos cercanos de Lula y aliados del PT, lo que ha llevado la investigación
penal cada vez más cerca del ex mandatario y también ha manchado el gobierno de
Rousseff.
Ni la
presidenta, ni Lula da Silva han sido implicados en la investigación llamada Operación Lava Autos, y ambos niegan haber cometido
irregularidad alguna. Pero la investigación ha perjudicado la credibilidad del
ex presidente y socavado la imagen del PT como la autoridad moral de la
política brasileña.
“Ha quedado envuelto en
toda esta corrupción y simplemente se ha convertido en parte del sistema que
solía criticar”,
dijo Anthony Pereira, profesor y director del Instituto Brasil del King’s
College de Londres.
Lula da
Silva, quien declinó hacer comentarios para este artículo, parece reconocer que
la opinión pública se ha vuelto en contra suya y del PT.
A pesar de que sus problemas personales se han acumulado y sus índices de
popularidad han caído, ha intensificado sus apariciones públicas con el fin de
reconectarse con los votantes y tratar de atenuar el impacto sobre Rousseff.
El gran
balón con la figura de Lula da Silva en uniforme de presidiario ha sido una
presencia frecuente en las protestas de los brasileños contra la actual
presidenta Dilma Rousseff. PHOTO: MIGUEL SCHINCARIOL/AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES
“La presidenta Dilma es
una gerente y no una política, por lo que su sostén político depende mucho de
Lula”, dijo
Paulo Pimenta, un influyente congresista del PT.
Lula está
lejos de haber quedado en la irrelevancia, e incluso considera la posibilidad
de volver a postularse a la presidencia en 2018. En estos días, no obstante, su
actitud es más contrita que presuntuosa. Muchos brasileños culpan al PT por el
mal manejo de la buena fortuna de Brasil y por llevar al país a su recesión más
profunda desde la Gran Depresión de los años 30.
Más de la mitad de los brasileños encuestados en octubre dijo que nunca votaría
por Lula da Silva, un marcado revés para un presidente que finalizó su mandato
con un índice de aprobación récord de 83%.
“Cometimos errores”, dijo Lula recientemente en una
entrevista en el canal de televisión Globo News, en referencia a algunas de las
estrategias económicas del PT.
Los dirigentes del partido de gobierno también han sido señalados
en el esquema de sobornos en Petrobras, que floreció durante los
mandatos del PT. Los fiscales dicen que por lo menos durante una década,
ejecutivos y proveedores de la petrolera conspiraron con políticos para quedarse con dinero de contratos inflados y
desviar parte de esos fondos hacia el PT y sus aliados.
La empañada
reputación de Lula da Silva ha causado un bochorno público que habría sido
impensable en el pasado. Un globo gigante que lo representa vestido con el
uniforme a rayas de los presos ha hecho frecuentes apariciones en protestas
callejeras. Los manifestantes llevan carteles pidiendo su encarcelamiento. “Sé
que hay gente a la que no le caemos bien. Sé que hay desacuerdo”, dijo hace
unas semanas a una multitud en la empobrecida ciudad costera de Salvador, donde
fue abucheado por algunos de los asistentes.
Desde
entonces, los problemas que enfrenta Lula da Silva y su partido se han
multiplicado.
A finales de
noviembre, Delcídio do Amaral, congresista
aliado del ex presidente y Rousseff, fue arrestado bajo sospecha de obstrucción
a la justicia. Do Amaral y el banquero de inversión André
Esteves, de BTG Pactual, son sospechosos de intentar sobornar a un ex
ejecutivo de Petrobras para evitar que diera un testimonio políticamente
perjudicial. Do Amaral y Esteves han negado haber cometido algún delito.
En noviembre
también quedó detenido el ganadero José Carlos Bumlai, un
amigo cercano de Lula, acusado de corrupción y lavado de dinero en relación con
el escándalo de Petrobras. Bumlai negó haber actuado ilegalmente.
Lula da
Silva ha sido golpeado adicionalmente por acusaciones de las autoridades de que
uno de sus hijos, Luis Cláudio Lula da Silva,
recibió pagos ilegales de una empresa de consultoría en cuyo nombre trató de
influir para la obtención de rebajas tributarias para las automotrices
brasileñas, tanto durante el gobierno de su padre como en el de Rousseff. Lula
da Silva hijo ha negado las acusaciones a través de su abogado.
Muchos
brasileños, incluidos los electores que alguna vez apoyaron al PT, expresan una
creciente desilusión con el partido y su político más emblemático.
“Deberían
mandarlo a la cárcel tan pronto como puedan”, dijo Osvaldo de Barros, de 51 años,
un taxista de São Pablo, que dijo haber votado dos veces por Lula da Silva.
El ex
mandatario aún conserva un sólido apoyo entre los pobres y la clase
trabajadora, los principales beneficiarios de su presidencia. Sus programas
sociales han recibido amplio crédito por sacar de la pobreza a decenas de
millones de brasileños.
Algunos
creen que cualquier intento de arrestar a Lula o acusar a Rousseff podría
acentuar el creciente malestar social en un país arruinado por la recesión. “Brasil es un barril de pólvora, una olla a
presión, y cualquier chispa podría hacerlo explotar”, advirtió Guilherme
Boulos, líder de MOST, un grupo activista de trabajadores sin techo.
Pereira, del
King’s College, tiene una visión menos drástica.
“No creo que el partido
esté tan personalizado como para quedar descabezado en el caso de que Lula sea
acusado o vaya a la cárcel”, observó. “Creo que la estructura de la maquinaria
seguirá en marcha”.
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