Nº: 212 Junio
2.013
La
coacción alemana
http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=5eb3b189-38e8-4519-8dae-f43ee4e4355b
Ignacio Ramonet
País: Alemania, Unión Europea
Tema: Unión Europea
La
devastadora austeridad impuesta por Berlín a toda la zona euro y en particular
a sus socios del Sur (Grecia, Portugal, España, Italia y Chipre) está
provocando en estos países una subida de la germanofobia.
En sus
recientes visitas a Madrid, Atenas y Lisboa, la canciller alemana Angela Merkel ha sido recibida por manifestaciones muy
hostiles.
Miles de
víctimas de las políticas ‘austericidas’ denunciaron en calles y plazas la
coacción del “IV Reich” y acogieron a la
dirigente alemana con banderas nazis y uniformes de las SS o de la Wehrmacht...
En Francia también –cuando se acaban de celebrar por todo
lo alto los cincuenta años del Tratado de amistad franco-alemán, piedra angular
de la política europea de París– los amigos del presidente François Hollande ya
no dudan en reclamar un “enfrentamiento
democrático” con Alemania y acusan al vecino germano de “intransigencia
egoísta”. El propio secretario general del Partido
Socialista (PS), Harlem Désir, alienta a sus militantes a “colocarse a
la cabeza de la confrontación” con Angela Merkel, “la canciller de la
austeridad”. Y es que, hasta ahora, se había vivido en la idea de que el carro
de la Unión Europea (UE) lo tiraba una yunta de dos Estados, Francia y
Alemania, y que tanto montaba, y montaba tanto, París como Berlín. Pero eso
–silenciosamente, sin bombo ni platillo–, se ha terminado desde que la crisis,
a partir de 2010, golpea violentamente a la mayoría de los países europeos
mientras Alemania se afianza como la economía más poderosa de Europa. Francia, que perdió en 2012 su triple A, se descolgó
del pelotón de cabeza, y ve ahora cómo su vecino germano se aleja cada vez más,
económicamente, de ella...
Hasta en el Reino Unido –que no pertenece a la zona euro–, la
clase política se alza igualmente para protestar contra la nueva “hegemonía
germana” y denunciar las consecuencias de ello: una “Europa dominada por
Berlín, o sea precisamente lo que el proyecto europeo debía, en principio,
impedir”. En efecto, la UE fue concebida con la idea de que ningún Estado ni
podía, ni debía ser hegemónico. Pero Alemania, después del trauma de la
reunificación –que sobrellevó gracias a la solidaridad de todos los europeos–
se ha convertido en la gran potencia dominante del Viejo Continente. Es el país
rico, sin crisis, que todos envidian y detestan a la vez.
Muchos
analistas constatan que la crisis, paradójicamente, es lo que ha permitido a
Berlín “conquistar Europa” y
alcanzar una posición de dominación que no tenía desde 1941... Lo que le hace
decir, con ironía, al semanario Der Spiegel: “Alemania ganó la Segunda Guerra
Mundial la semana pasada...” (1).
El hecho es
que Alemania lidera en solitario la Unión Europea. Basándose en lo que
considera su “éxito económico”, Berlín no duda en imponerle a todos sus socios
su detestable receta nacional: la austeridad. En particular a los de la orilla mediterránea, cuyos
habitantes son considerados por muchos políticos y por los medios de
comunicación alemanes como unos “perezosos”,
unos “indolentes”, unos “tramposos” y unos “corruptos”. En cierto modo,
esos alemanes están convencidos de que la crisis opone
un Norte
mayoritariamente protestante,
trabajador, hacendoso, austero y ahorrador,
a un Sur católico u ortodoxo, gandul,
jaranero, vividor y rumboso. ¿No declaró acaso, la propia Angela Merkel, ante los militantes de su
partido, la CDU, en mayo de 2011, que “en países como Grecia, España y
Portugal, la gente no tendría que jubilarse tan pronto, en todo caso no antes
que en Alemania (2), y los asalariados tendrían también que trabajar un poco
más, porque no es normal que algunos se tomen largas vacaciones cuando otros
apenas tenemos asueto. Esto, a la larga, aunque se disponga de una moneda
común, no puede funcionar” (3)?
Otra prueba
de esa convicción germana de que mientras el alemán trabaja los ribereños del
Mediterráneo viven a la bartola (4), la constituye la provocadora declaración,
en Salónica, del ministro adjunto alemán de Empleo,
Hans-Joachim Fuchtel, enviado a Grecia por Merkel para ayudar a
reestructurar los municipios griegos:
“Los estudios demuestran –afirmó Fuchtel– que aquí se precisan tres griegos
para hacer el trabajo que haría un solo alemán”. Y partiendo de semejante
conclusión, el ministro recomendó el
despido de miles de funcionarios locales... Los cuales, al día siguiente,
se amotinaron y casi ajustician al cónsul alemán, Wolfgang
Hoelscher-Obermaier, al grito de “¡Linchemos a los nazis!” (5)...
Más allá de
los viejos clichés –“perezosos” contra “nazis”–, lo que está en juego es la
salida de la crisis. Porque, a escala planetaria, las demás grandes economías,
Estados Unidos y Japón, han vuelto al crecimiento mientras la UE sigue sumida
en la recesión. De ahí que se cuestione más que nunca la “solución única”
alemana, basada en la austeridad. Berlín sólo cree en la reducción de los
déficits presupuestarios, en la disminución de la deuda soberana y, sobre todo,
en la reforma laboral (6). Esta “reforma” ha convertido Alemania en un
verdadero “infierno social” para millones de asalariados que trabajan por menos de 5 euros la hora en un país que no posee
salario mínimo (7). Uno de cada tres empleos es precario. Y el número de “minijobs”, a menos de 400 euros al mes, se ha
disparado. La población alemana es la que más sufre con este “modelo”; en Berlín, uno de cada tres niños vive bajo el umbral de
pobreza...
Pero es que,
además, está demostrado que la austeridad no funciona y es destructora. Cada
mes que pasa, Europa, con ese remedio, se hunde más en la recesión. Los ajustes
y los recortes sucesivos matan el crecimiento y tampoco permiten el
desendeudamiento de los países. Ya no
son sólo los Estados del Sur y sus poblaciones quienes protestan contra las
políticas de ajuste, a ellos se suman ahora, entre otros, los Países Bajos, Suecia, los socialdemócratas alemanes y la propia
Comisión Europea que considera que “la austeridad ha alcanzado sus límites”. Sobre
todo cuando las tesis “científicas” de los profesores Kenneth
Rogoff y Carmen Reinhart, en las que se basaban las políticas de
austeridad, se han revelado falsas; no se apoyaban en ninguna racionalidad
económica (8).
Es hora, por
consiguiente, de ir pensando en otras soluciones. Berlín y el “merkiavelismo”
(9) pretenden que no las hay. Pero es fácil demostrar lo contrario. Por
ejemplo, se le podría dar mucho más tiempo –como ya se está empezando a hacer–
a los países europeos para alcanzar el célebre 3% de déficit presupuestario; y
también cuestionar esta absurda “regla de oro”...
Habría
que reducir el valor del euro, moneda demasiado fuerte para la mayoría de los países de la eurozona, y
estimular de ese modo las exportaciones. Japón, segunda economía del mundo, lo ha hecho bajo la
dirección de su nuevo Primer ministro conservador, Shinzo
Abe, inundando la economía de liquidez (todo lo contrario de la
austeridad) (10), reduciendo en seis meses el valor del yen un 22%, mientras la tasa de crecimiento daba un espectacular
salto adelante situándose en un 3,5% anual...
Otra
perspectiva: los 120.000 millones de euros previstos en el Pacto Fiscal que se
firmó el año pasado para el “estímulo del crecimiento”... ¿Qué espera la UE
para decidirse a gastarlos? ¿Y los 5.000 millones de euros disponibles de los
“Fondos Estructurales Europeos”? ¿Por qué no se utilizan? Con sumas tan
colosales, ya presupuestadas, se podrían realizar grandes obras de
infraestructura y dar trabajo a millones de desempleados... O sea un verdadero
New Deal europeo, o como dice Peer Steinbrück, el
candidato socialdemócrata rival de Angela Merkel en las elecciones
legislativas alemanas del próximo 22 de septiembre: “Necesitamos un auténtico
Plan de desarrollo y de inversiones europeo para estimular un crecimiento
sostenible. Porque lo que está en juego
no es la estabilidad del euro, sino la estabilidad de todo nuestro sistema
social y político. La injusticia social amenaza la democracia” (11).
Otra
alternativa a la austeridad consistiría en imitar lo que hizo Berlín después de
la reunificación en 1993 en beneficio de los Länder del Este, creando un pequeño impuesto indoloro del 1%. A escala europea
supondría un fondo de unos 200.000 millones de euros
al año que no les vendría mal a los países en dificultad...
Otra medida
sería que la canciller Merkel se decidiese
a subir los salarios en Alemania, con lo cual relanzaría el consumo
interno, estimularía su propia economía (que con un crecimiento de apenas el 0,1% en el primer trimestre de 2013
ronda la recesión), aumentaría las importaciones procedentes de los demás
países europeos y pondría así en marcha el motor del crecimiento en toda la
Unión.
Y ni
siquiera abordamos aquí otras soluciones como sería sencillamente el abandono del euro y el retorno al Sistema monetario
europeo, propuesto recientemente por Oskar Lafontaine,
ex ministro de Finanzas alemán y fundador de Die Linke. Como vemos, las
soluciones no “austeritarias” existen ¿a qué esperan los gobiernos para
adoptarlas?
(1) Georg
Diez, “Wir Technokraten mit Goethe unterm Arm”, Der Spiegel, Hamburgo, 11 de
noviembre de 2011.
http://www.spiegel.de/kultur/gesellschaft/s-p-o-n-der-kritiker-wir-technokraten-mit-goethe-unterm-arm-a-797175.html
(2) Esta
afirmación es errónea, según la propia prensa alemana, que cita las
estadísticas de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos
(OCDE), la edad media de jubilación efectiva en Grecia (61,9), España (61,8) y
Portugal (67) es semejante, o incluso superior, a la de Alemania (61,8). (Sven
Böll y David Böcking, “Merkel's Clichés Debunked by Statistics”, Der Spiegel,
Hamburgo, 19 de mayo de 2011.
(3) Ibidem.
http://www.spiegel.de/international/europe/the-myth-of-a-lazy-southern-europe-merkel-s-cliches-debunked-by-statistics-a-763618.html
(4) Según un
sondeo, el 40% de los alemanes tacha a
los españoles de “ociosos o poco trabajadores”. En el mismo sentido, los
italianos reciben calificaciones semejantes a las de los españoles, mientras
los griegos aún son peor calificados. ABC, Madrid, 24 de abril de 2013.
(5) AFP, 15
de noviembre de 2012.
(6) Esta
reforma del mercado del trabajo, es lo que se conoce generalmente como “reforma Schröder”, por el nombre del canciller
socialdemócrata Gerhard Schöder que las adoptó –
“Agenda 2010”– en 2003-2005. Consiste
esencialmente en abaratar los costes del trabajo, facilitar el despido, reducir
las indemnizaciones para “flexibilizar” el mercado de trabajo en el sector de
los servicios y dar mayor “competitividad” a la economía. O sea un
desmantelamiento de los derechos laborales.
(7) En el
campo, millones de rumanos y búlgaros son empleados a 3
ó 4 euros la hora...
(8) El País,
Madrid, 26 de abril de 2013.
(9) Concepto
propuesto por el sociólogo alemán Ulrich Beck. Léase Le Nouvel Observateur,
París, 16 de mayo de 2013.
(10) A pesar de que la deuda de Japón representa el 245% de su
PIB...
(11) Le
Monde, París, 17 de mayo de 2013.