La unión europea está en
un proceso de desintegración tanto por el Brexit, como por el resultado de las elecciones en Italia y el
ascenso del sr Trump, el cual es un maestro de la estafa y aspirante
a dictador, además su gabinete está
formado por extremistas incompetentes y generales retirados y mostrará más
afinidad con dictadores; algunos podrán pactar con Estados Unidos y otros
seguir haciendo de las suyas sin interferencias, sin embargo también sus
consecuencias afectarán al mismo EEUU
que tienen sus fondos de pensiones en inversiones
especulativas en las bolsas Europeas
como el Ibex 35 ( casi el 42 % )
Los
tiempos anormales de Trump
http://www.elespectador.com/noticias/elmundo/los-tiempos-anormales-de-trump-articulo-673754
EL
MUNDO
8
ENE 2017 - 9:00 PM
El
magnate norteamericano, de origen judío, explica por qué las sociedades abiertas están en crisis y
diversos tipos de sociedades cerradas –desde dictaduras
fascistas hasta estados mafiosos– están en ascenso. ¿Cómo pudo suceder?
Por: George
Soros - Especial para El Espectador. Nueva York
Los tiempos anormales de Trump
Estoy particularmente preocupado por el destino de la UE,
que está en peligro de caer bajo la influencia del presidente ruso Vladimir
Putin.
Mucho antes
de que Donald Trump fuera electo presidente de los Estados Unidos, envié a mis
amigos una tarjeta de felicitación que decía: “Estos no son tiempos normales.
Mis mejores deseos en un mundo atribulado”. Ahora siento que necesito compartir
este mensaje con el resto del mundo. Pero antes, debo contarles quién soy y en
qué creo.
Soy
un judío húngaro de 86 años, naturalizado estadounidense después de la Segunda Guerra
Mundial. A muy temprana edad aprendí la importancia que tiene el tipo de
régimen político en el que uno vive. La experiencia formativa de mi vida fue la
ocupación de Hungría por la Alemania de Hitler en 1944. Probablemente habría
perecido, si no fuera porque mi padre comprendió la gravedad de la situación y
consiguió identidades falsas para su familia y muchos otros judíos; con su
ayuda, la mayoría sobrevivió.
En
1947 huí de Hungría
(entonces bajo gobierno comunista) a Inglaterra. Como estudiante de la Escuela
de Economía de Londres, recibí la influencia del filósofo
Karl Popper y desarrollé mi propia filosofía, basada en dos pilares
gemelos: la falibilidad y la reflexión.
Distinguí dos clases de regímenes políticos: aquellos donde la gente elige a
sus líderes para que estos velen por los intereses del electorado, y los otros,
donde los gobernantes tratan de manipular a sus
súbditos en beneficio propio. Siguiendo a Popper, denominé a las
sociedades del primer tipo “abiertas” y a las del segundo tipo “cerradas”.
Es una
clasificación demasiado simplista. La historia nos muestra muchos grados y
variaciones, desde modelos que funcionan a estados fallidos y muchos niveles
diferentes de gobierno en cualquier situación particular. Aun así, creo que la
distinción entre ambos tipos de régimen es útil. Me convertí en un activo
promotor del primero y oponente del segundo.
Hallo que el momento
actual de la historia es muy penoso.
Las sociedades abiertas están en
crisis y diversos tipos de sociedades cerradas (desde dictaduras fascistas
hasta estados mafiosos) están en ascenso.
¿Cómo pudo suceder?
La única
explicación que encuentro es que los líderes electos no consiguieron satisfacer
las legítimas expectativas y aspiraciones de los votantes, y que este fracaso llevó al desencanto de los electorados con las
versiones de democracia y capitalismo imperantes. En resumidas cuentas, muchos sintieron que las élites les habían robado la
democracia.
Tras el
derrumbe de la Unión Soviética, Estados Unidos quedó como la única gran
potencia, con un compromiso a partes iguales con los principios de democracia y
libre mercado. Desde entonces, la principal
transformación ha sido la globalización de los mercados financieros,
cuyos partidarios sostuvieron que la globalización aumenta la riqueza mundial,
ya que aún compensando a los perdedores, a los ganadores siempre les quedaría
un excedente.
Era un
argumento engañoso, porque no tuvo en cuenta el hecho de que los ganadores casi nunca (o nunca) compensan a los perdedores.
Pero los potenciales ganadores gastaron en la promoción del argumento dinero
suficiente para que prevaleciera. Fue una victoria para los creyentes en la
libre empresa irrestricta, o “fundamentalistas del mercado”, como los denomino.
Como el
capital financiero es un ingrediente indispensable del desarrollo económico, y
pocos países en desarrollo podían generar capital suficiente por sí mismos, la globalización se extendió como un incendio forestal.
El
capital financiero consiguió desplazarse sin trabas, impuestos ni regulaciones.
La
globalización tuvo amplias consecuencias económicas y políticas. Produjo cierta convergencia
económica entre los países pobres y los ricos, que resultó beneficiosa; pero aumentó la desigualdad dentro de cada país, pobre o rico,
lo cual fue perjudicial.
En el mundo
desarrollado, los beneficios se concentraron en los poseedores de grandes sumas
de capital financiero, que constituyen menos del 1 % de
la población. La falta de políticas redistributivas es la fuente
principal de insatisfacción que han explotado los oponentes de la democracia.
Pero también hubo otros factores, particularmente en Europa.
Yo fui un
partidario entusiasta de la Unión Europea desde
sus inicios. La consideré encarnación de la idea de sociedad abierta: una
asociación de estados democráticos dispuestos a sacrificar parte de su
soberanía por el bien común. Comenzó siendo un experimento audaz de lo que Popper denominó “ingeniería social gradual”. Los
líderes pusieron un objetivo alcanzable y un plazo, y movilizaron la voluntad
política necesaria para llegar allí, sabiendo perfectamente que cada paso
demandaría otro paso. Así fue como la Comunidad Europea
del Carbón y el Acero se convirtió en la UE.
Pero
entonces pasó algo terrible. Tras la debacle de 2008,
una asociación voluntaria de iguales se transformó en una relación entre
acreedores y deudores, donde los primeros fijaban las reglas y los
segundos tenían dificultades para cumplir sus obligaciones. Esa relación no era
ni voluntaria ni entre iguales.
Alemania
se convirtió en la potencia hegemónica de Europa, pero no estuvo a la altura de las obligaciones que
corresponden a un hegemón exitoso, en concreto, mirar más allá de su estrecho
interés propio para ver los intereses de aquellos que confían en su liderazgo.
Comparemos la conducta de Estados Unidos tras la Segunda Guerra Mundial con la
de Alemania tras la debacle de 2008: Estados Unidos
lanzó el Plan Marshall, que a la larga condujo a la creación de la UE; Alemania, en cambio, impuso un programa de austeridad que
sólo atendía a sus intereses.
Antes de la
reunificación, Alemania fue la principal fuerza motora de la integración
europea: siempre dispuesta a ceder un poquito más para complacer a los que
opusieran resistencia. ¿Se acuerdan del aporte de Alemania para cumplir las
demandas de Margaret Thatcher en relación con el presupuesto de la UE?
Pero la
reunificación igualitaria de las dos Alemanias resultó demasiado cara y al llegar la caída de Lehman Brothers,
Alemania ya no se consideraba suficientemente rica para asumir obligaciones
adicionales. Cuando los ministros de finanzas
europeos declararon que no se permitiría la bancarrota de ninguna otra
institución financiera con importancia sistémica, la
canciller alemana Ángela Merkel (interpretando correctamente los deseos
de su electorado) declaró que cada
estado miembro debería hacerse cargo de sus propias instituciones. Fue el inicio de un proceso de desintegración.
Después de la debacle de 2008, la UE
y la eurozona se volvieron cada vez más disfuncionales.
El Tratado de Maastricht dejó de reflejar las condiciones
imperantes, pero introducirle cambios se fue haciendo cada vez más difícil,
hasta tornarse imposible, por su falta de ratificación.
La eurozona
se convirtió en víctima de normas anticuadas, cuya muy necesaria reforma sólo
era posible hallando vacíos legales.
Las
instituciones se hicieron cada vez más complicadas y se perdió el apoyo de los
electorados. El ascenso de los
movimientos euroescépticos se sumó como un obstáculo más al funcionamiento
de las instituciones.
Y en 2016,
el proceso de desintegración recibió un fuerte impulso, primero con el brexit, después con la elección de Trump en Estados Unidos,
y el 4 de diciembre con el rechazo de los votantes italianos, por amplio
margen, a una propuesta de reformas constitucionales.
Ahora la
democracia está en crisis. Hasta Estados Unidos, la
principal democracia del mundo, eligió para presidente a un maestro de la
estafa y aspirante a dictador. Si bien tras resultar electo Trump le
bajó el tono a su retórica, no cambió de conducta ni de asesores. Su gabinete está
formado por extremistas incompetentes y generales retirados.
¿Qué
nos aguarda?
Tengo fe en
que la democracia estadounidense demostrará su resiliencia. Su Constitución y
sus instituciones, incluido el cuarto poder, son suficientemente fuertes para
resistir los excesos de la rama ejecutiva y así impedir que un aspirante a
dictador se convierta en un dictador hecho y derecho.
Pero
en el futuro inmediato, Estados Unidos estará sumido en luchas internas y las
minorías atacadas sufrirán; no podrá proteger y promover la democracia en el resto del mundo. Por
el contrario, Trump mostrará más afinidad con
dictadores; algunos podrán pactar con Estados Unidos y otros seguir haciendo de
las suyas sin interferencias. Trump preferirá el acuerdo a la
defensa de principios, algo que, por desgracia, le valdrá el apoyo de su núcleo
de simpatizantes.
Estoy
particularmente preocupado por el destino de la UE,
que está en peligro de caer bajo la influencia del
presidente ruso Vladimir Putin, cuyo concepto de gobierno es
irreconciliable con el de sociedad abierta. Putin no es un beneficiario pasivo de los últimos acontecimientos, sino
que se esforzó mucho en producirlos.
Es
consciente de la debilidad de su régimen, capaz de explotar recursos naturales
pero no de generar crecimiento económico.
Las
“revoluciones de colores” en Georgia, Ucrania y otros lugares se le presentaron como una amenaza. Su primera respuesta fue tratar de
controlar las redes sociales; después, con una jugada brillante, se
aprovechó del modelo de negocios de las empresas que las proveen, para difundir desinformación y noticias
falsas, desorientar a los electorados y desestabilizar las democracias.
Así ayudó a
Trump a resultar electo.
Es probable
que esto se repita en la temporada electoral europea de
2017 en los Países Bajos, Alemania e Italia.
En
Francia, los dos contendientes principales son
cercanos a Putin y muy dispuestos a hacerle concesiones. Una victoria de
cualquiera de ellos convertirá el dominio de Putin sobre Europa en un fait
accompli.
El problema
es que el método que usó Putin para desestabilizar la democracia no puede usarse
para restaurar el apego a los hechos y una visión equilibrada de la realidad.
Espero que los líderes y ciudadanos europeos por igual se den cuenta del
peligro que esto supone para su modo de vida y para los valores fundacionales
de la UE. La lentitud del crecimiento económico y una crisis de refugiados descontrolada ponen a la UE al borde de la
ruptura.
La UE va
camino de una experiencia similar a la de la Unión Soviética a principios de
los noventa. Los que creen que hay que salvar a la UE para reinventarla desde
sus cimientos deben hacer todo lo que esté a su alcance para lograr un final
mejor.
*Presidente de Soros Fund Management y de Open Society
Foundations. Autor del libro “La tragedia de la Unión Europea:
¿desintegración o renacimiento”.Traducción: Esteban Flamini Copyright: Project
Syndicate, 2016.www.project-syndicate.org
No hay comentarios:
Publicar un comentario