El
impacto del Nafta en EE.UU. es modesto. Según
el artículo EEUU tiene un déficit comercial con México de US$60,000,000,000 y
como eso es 8 % entonces tiene en general un
déficit comercial con todo el mundo de US$ 750,000,000,000
US$ 60,000 -------------------------------- 8%
X ------------------------------------------
100%
entonces
X = US$ 750,000,000,000
PHOTO: GETTY
IMAGES
Jacob
M. Schlesinger,
Andrew
Tangel y
Valerie
Bauerlein
lunes,
30 de enero de 2017 0:03
EDT
A pesar del
acalorado debate en torno al Tratado de Libre Comercio de América del Norte
entre Estados Unidos, México y Canadá, la
mayoría de los economistas dice que su impacto concreto sobre la economía
estadounidense ha sido modesto: un ligero avance del crecimiento y la
eficiencia con un leve retroceso en el empleo y salarios más bajos para ciertos
trabajadores del sector manufacturero.
Como ocurre
con la mayoría de los acuerdos de libre comercio, sin embargo, las ganancias a
lo largo de 23 años han sido difusas y las pérdidas han sido más concentradas,
lo que ha contribuido a desatar la intensa reacción política que catapultó a
Donald Trump a la Casa Blanca y su decisión de hacer pedazos al pacto.
“Nafta produjo grandes
cambios en los volúmenes comerciales, diminutas ganancias de eficiencia en
general y algunos impactos muy significativos en las comunidades afectadas de
forma adversa”,
señaló hace unos días en su blog Dani Rodrick, economista de la Universidad de
Harvard. Trump exageró el costo del acuerdo en los empleos manufactureros, pero
“pudo capitalizar pérdidas muy reales… en algunas partes del país de una forma
que los demócratas no pudieron”.
Todas las
partes concuerdan en que el Nafta coincidió con un alza importante de la
actividad económica en la frontera entre México y EE.UU.:
más comercio, más inversión extranjera directa y un sistema regional de
fabricación más integrado, en especial en el caso de la industria automotriz.
Las discrepancias tienen que ver con las cifras que cada lado enfatiza.
En dos tuits
enviados el jueves, Trump resaltó el desequilibrio de la balanza comercial. “EE.UU. tiene un
déficit comercial de 60.000 millones de dólares con México”,
escribió. “Ha sido un acuerdo que sólo ha beneficiado a un lado desde un
inicio… con enormes números de empleos y empresas perdidos”.
Trump tiene
razón al indicar que el Nafta ha coincidido con un cambio importante en los
términos de comercio de EE.UU. con México, pasando de un superávit de US$1.700 millones en
1993, el año antes de que el tratado entrara en vigor, a un déficit de US$61.000 millones en 2016, aunque el intercambio
bilateral ha aumentado de manera substancial.
Además del
impacto atribuible a las reducciones de aranceles del Nafta, las oscilaciones
cambiarias han exacerbado el déficit. El peso
mexicano se derrumbó el año siguiente a la puesta en marcha del Nafta,
abaratando las exportaciones del país y volviendo demasiado caros a los
productos estadounidenses para el mercado mexicano.
Además, los
números y tendencias detrás de las cifras principales pintan un panorama más complejo.
Aunque México exporta más a EE.UU., no ha
cerrado sus fronteras a los productos de su vecino del norte. Durante las dos
primeras décadas del Nafta, las exportaciones de EE.UU.
a México se dispararon de US$41.600 millones en 1993 a US$240.300 millones en
2014.
En
proporción, las importaciones de EE.UU. desde México
crecieron a un ritmo más vertiginoso, pasando de US$39.900 millones a
US$294.200 millones.
Uno de los
grupos de la economía estadounidense que se ha beneficiado del pacto son los productores de soya, cuyas ventas a México se quintuplicaron entre 1993 y 2015. “Seguimos las
decisiones del gobierno muy de cerca y es justo decir que estamos nerviosos”,
reconoció Ron Moore, presidente de la Asociación Estadounidense de Soya.
Caterpillar
Inc. exportó el año pasado US$33 millones más en productos dirigidos a México que los que importó de ese
país, señaló Chris Rogers, analista de la firma de análisis de comercio
Panjiva, que subraya que los datos muestran que el fabricante de maquinaria
pesada gestiona “una
cadena de suministro y un negocio transfronterizo y flexible” que le
permite “trasladar partes y vehículos completos a dónde están el costo óptimo
de mano de obra y las destrezas, sin tener que sufrir obstáculos burocráticos o
arancelarios significativos”.
Es difícil
desglosar el impacto de las cifras comerciales puesto que las partes viajan de
un lugar a otro dentro de sistemas de producción regional expandidos. “Cuando
analizamos el comercio transfronterizo… cuando uno se sumerge a fondo, observa
que… a mayor parte tiene valor agregado en ambos lados de la frontera y está
íntimamente vinculado con nuestra economía”, dijo Lance Fritz,
presidente ejecutivo de Union Pacific, en una reciente conferencia telefónica
con inversionistas.
Esa clase de
interdependencia proviene de un enorme aumento de la inversión extranjera
directa de EE.UU. en México, que pasó de US$15.200
millones en 1993 a US$101.100 millones en 2013. En la práctica, los
fabricantes estadounidenses, tanto de partes como de productos terminados como
automóviles, han trasladado operaciones a México.
Nafta fue un
factor influyente, por ejemplo, en la decisión del gigante de alimentos Mondelēz de eliminar 600 empleos fabriles en Chicago y mudar
la producción de sus galletas a México. Mondelēz optó, en última
instancia, por remodelar una planta en México en lugar de invertir US$130
millones para expandir su planta de Chicago en 2015. La decisión fue criticada
por Trump durante la campaña electoral, cuando prometió en las redes sociales
jamás volver a probar las galletas Oreo.
Una buena
parte de los camiones comerciales que recorren las carreteras estadounidenses
fueron fabricados en México. Hace una década, los modelos pesados de Navistar International Corp. eran fabricados en Ontario y
Texas. La empresa de Illinois cerró ambas
plantas y consolidó su producción en Escobedo, México, cerca de Monterrey.
Aparte de los menores costos laborales, la empresa dijo que la decisión le
permitió estar más cerca de algunos de sus principales proveedores que también
se habían trasladado a México.
Los
partidarios del Nafta, sin embargo, dicen que el acuerdo aumentó la eficiencia
de las fábricas que siguieron operando en EE.UU. e impidió una pérdida mayor de
empleos manufactureros. “Lo que parece haber ocurrido es que la
industria automotriz de América del Norte se racionalizó como reacción al
Nafta”, escribió recientemente en el sitio web Vox Brad DeLong,
economista de la Universidad de California en Berkeley. “Mover las partes que podían ser
hechas por mano de obra relativamente poco calificada a México y, por ende,
obteniendo una ventaja de costos respecto a los fabricantes europeos y
japoneses”.
La pregunta
más candente es el efecto del Nafta sobre los trabajadores estadounidenses
medido por pérdidas de empleos y una reducción de los salarios conforme la
producción se trasladada a lugares donde la mano de obra era más barata.
Tanto los
partidarios como los críticos del Nafta concuerdan en que el pacto ha reducido los empleos en EE.UU., pero sus
estimaciones varían ampliamente, desde 100.000 a cerca
de 700.000. Los defensores del Nafta acusan a los críticos de enfocarse
exclusivamente en la caída constante de la fuerza laboral manufacturera
estadounidense en las últimas décadas y atribuyéndola
en su totalidad al tratado, dejando de lado otros factores como un descenso de
largo plazo que comenzó antes del Nafta, el ascenso
de la automatización y el aumento de las importaciones chinas tras el
ingreso del país a la Organización Mundial del Comercio.
“Para el
trabajador promedio, el impacto no es tan grande, pero para un grupo específico
de trabajadores, la reducción de las barreras a la importación procedentes del
Nafta parecen haber disminuido el crecimiento de los salarios muy por debajo de
lo que debería haber sido”, señaló John McLaren, economista de la Universidad
de Virginia, en una entrevista publicada en el portal de la entidad. “Esto es
particularmente válido en el caso de la clase obrera”.
McLaren
señaló que su estudio halló el mayor impacto “en partes de Georgia, Carolina del Norte e Indiana, con áreas como
Washington, D.C., la parte del norte de Virginia y Maryland entre las menos
vulnerables”. El análisis intentó documentar las repercusiones de los cierres
de fábricas en las comunidades afectadas. “Una persona que no terminó la
secundaria que reside en un pueblo chico que depende de la industria del
calzado y del vestuario en Carolina del Sur sufriría una reducción substancial
del crecimiento de su salario, aunque trabaje en un sector no transable que
parecería estar inmune a los shocks del comercio como un restaurante”, enfatiza
el estudio.
El colapso
de la industria textil tuvo un efecto devastador en la parte central de
Carolina del Norte en lugares como el Condado de
Richmond. Su población es menos educada, más pobre y de mayor edad que
el promedio de EE.UU. Apenas 13% tiene un título universitario, frente a un
promedio nacional de 30%. “El Nafta destruyó este condado”, dice Robert Lee,
dueño de una tienda de venta de armas. “Se llevó todos los empleos”.
La población
del Condado de Richmond se está reduciendo y los empleos disponibles están en
empresas de servicios que no ofrecen prestaciones como salud y pensiones. “La
gente que atiende mesas y prepara hamburguesas no compra autos ni casas”,
lamenta Lee. “Trabajan para ir a trabajar”.
Los
defensores del Nafta dicen que el debate económico no toma en cuenta uno de los
principales objetivos del acuerdo: disminuir las tensiones fronterizas y
convertir a México en un firme aliado de EE.UU. Según ese parámetro, el Nafta
ha sido un éxito rotundo al fomentar una mayor cooperación bilateral en temas
que van desde la delincuencia al medio ambiente.
Ese es el
avance que no se puede medir del cual Trump parece más escéptico y más
dispuesto a poner en riesgo.
—Annie Gasparro y
Jesse
Newman contribuyeron a
este artículo.
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