La
ola yihadista del Califato de Iraq y el Levante ya arribo a las costas de Malasia,
Tailandia, Filipinas , e Indonesia y podría
causar efectos atroces en las economías de aquellos países y en el mediano
plazo podría desestabilizar a India y China (el policía y/o militar combaten por
un sueldo, si hay sabotajes económicos , no tendrán dinero para pagarles salvo
suban los impuestos exprimiendo a todos , lo que hará que la población descontenta
se sume a la Yihad, es un circulo vicioso ). China debiera apoyar al Estado Islámico
en Tailandia para desestabilizar al gobierno pro occidental y poner uno que les
permita construir el canal en el istmo de Cra
.
Malasia:
¿la Normandía del ISIS?
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/08/14/actualidad/1471206112_703728.html
Si el islam radical logra imponerse
en Asia, las consecuencias de su presencia serán atroces
ANTONIO
NAVALÓN
14
AGO 2016 - 22:52 CEST
En estos
tiempos que conforman nuestro presente, una gran parte del mundo desarrollado,
es decir, Europa y Estados Unidos, viven
aterrados con la fuerza del ISIS. Sin embargo, la verdadera batalla del Estado Islámico no sólo se está librando
en las calles de París, o en el temor de lo que
pueda suceder en Nueva York o Washington, porque
la jugada donde se concentra uno de los movimientos estratégicos del ISIS en
este momento reside en la conquista de una posición
dominante en Asia, que en términos numéricos
cambiaría por completo el balance de fuerzas a nivel internacional,
mediante dos aspectos particularmente relevantes.
Primero, la
conquista de Indonesia, el país con mayor población
musulmana en el mundo.
Y segundo, los ataques sobre Malasia, así como el uso de
la violencia y la injerencia en Tailandia.
Y es que, en los últimos días Tailandia ha sido noticia por la aprobación —mediante
el voto de los ciudadanos en un referéndum— de una reforma a su Constitución que reforzaría a los militares en el poder,
después del golpe de Estado de 2014. Y, por otra parte, las sospechas de corrupción sobre el primer ministro de
Malasia polarizan el verdadero foco rojo del problema por el que
atraviesa ese país.
Aquella
noche del 28 de junio del presente año quedó marcada por la fuerte explosión
que estremeció las calles de Kuala Lumpur. Una
granada que fue arrojada al interior de un club
nocturno llamado Movida tomó por sorpresa a
los asistentes dejando entre ellos un saldo de ocho heridos. Posteriormente la
policía local declaró este incidente como un ataque terrorista, dirigido y
ejecutado por miembros del Estado Islámico.
Aunque si
este acontecimiento se estudia desde otra óptica, el ataque fue inesperado,
pero el hecho de que haya ocurrido en Malasia no sorprendió a aquellos que siguen
de cerca las actividades de los musulmanes extremistas
en Asia.
Situaciones
como estas plantean un punto decisivo para los países occidentales, que deben
decidir de qué manera podrán lidiar con los desafíos que se presentan en Asia.
El pasado ha demostrado que en aquellos
casos en los que un poder externo ha tratado de imponer sus valores, sólo ha
terminado por desencadenar un verdadero caos alimentado por la incapacidad
de los países occidentales para entender culturas y mentalidades ajenas a las
suyas.
Por ejemplo,
en Egipto, la caída del expresidente Hosni Mubarak en 2011 fue ratificada por
Occidente y acabó llevando al poder a la organización extremista Hermanos
Musulmanes.
En Libia la
liquidación del conflictivo régimen de Muamar el Gadafi terminó en la creación
de una fortaleza por parte del ISIS en las costas de Europa, ampliando
así la crisis de refugiados.
En ese
sentido, Occidente tiene que tomar una decisión, continuar con la consabida
manera —justa pero ineficaz— de lidiar con la situación, o cooperar con sus
mejores aliados en la región.
Hace décadas
que las autoridades en Filipinas lidian con la
milicia del grupo islámico Abu Sayyaf.
Las provincias de Yala y Songkhla al sur de Tha, que son
fronterizas con Malasia, también han sufrido el terror islámico. Diversas
fuentes de información indican que Malasia ha impedido nueve ataques diferentes
planeados por el ISIS, que tenían como finalidad atentar contra objetivos en
territorio malasio.
Además,
recientemente vídeos difundidos en Internet anunciaban la declaración de guerra por parte del ISIS en
contra de Malasia e Indonesia, un país que se enorgullece de ser
visto como un rompeolas en contra de una creciente marea
del islam extremista, y de ser un actor fundamental en impedir que aquel
extremismo se disperse.
A pesar de
que la mayoría de la población de Malasia es de
fe musulmana (61%), el país en sí es definido
como laico en tanto a la Constitución local. Esto plantea una gran amenaza a
las ideologías salafistas (ideología político-religiosa que retoma los orígenes
del islam) promovidas por el ISIS.
En ese
contexto, Malasia es la personificación exacta del
enemigo cercano, ya que es todo lo contrario a lo que el ISIS trata de
imponer en el mundo islámico. Es una espina en el costado de todos aquellos que
tratan de esparcir una ideología extremista y violenta.
Si
el islam radical logra imponerse en Asia, las consecuencias de su presencia
serán atroces y no
podrán ser reducidas a esa área del mundo. Las economías de hoy en día están
entrelazadas entre sí, lo cual hace que fácilmente varios países podrían verse
gravemente afectados por la inseguridad que causa el terror. Los primeros
serían las economías de Indonesia y Malasia, con
un efecto cascada que desembocaría a pies de dos
de las mayores y más importantes economías, la de China
y la de India. Lo que podría desatar un efecto perjudicial en los
mercados globales.
Los días en
los que las naciones del mundo podían darse el lujo de tener una posición
separatista en cuanto a Asia han terminado. Occidente debe adoptar una posición
más pragmática en torno a sus tácticas políticas en Oriente, y entender que
debe fortalecer a los aliados con los que comparte intereses similares y
enemigos comunes. Uno de ellos es el primer ministro de Malasia, Najib Razak; aun cuando está bajo ataques por alegaciones
de corrupción, se debe tomar en consideración el contexto del ambiente local.
Razak lucha contra el
extremismo en su país, y en el exterior, irritando a aquellos que apoyan a los extremistas. Sin
embargo, las acusaciones de corrupción son un arma de buen calibre para sus
oponentes, ya que desvían la atención del verdadero problema: la lucha entre
moderados y extremistas. Razak es socio del mundo
occidental, comparte intereses similares. En su gestión ha impulsado las
relaciones de Malasia con los países de Occidente y ha cooperado en la lucha
contra el extremismo, que ha llegado a nuevos y altos niveles.
En ese
sentido, Occidente y Estados Unidos han dado en los últimos diez años toda una
lección de incapacidad política; se equivocaron con
Sadam Husein en Irak, se equivocaron con Muamar el Gadafi en Libia, y
hoy ese país aparece como uno de los principales problemas de la seguridad
occidental por toda su inestabilidad y por los ataques terroristas lanzados desde
ahí.
Si ahora el
mundo occidental se vuelve a equivocar y entrega Indonesia,
Malasia y Tailandia a los radicales islamistas, sin duda alguna la
batalla se transmitirá a China y las proporciones de este conflicto habrán
cambiado dramáticamente a favor de los terroristas.
https://www.youtube.com/watch?v=Sgl_6j5UWu4
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