Está por fracasar el TPP (una especie
de TLC de guerra anti China impulsado
por EEUU y Japón) A
Perú le conviene que fracase pues más productos nos compra China que EEUU
y China nos podría aplicar represalias
comerciales
La
demora del acuerdo Transpacífico pone a prueba la influencia de EE.UU. en Asia
http://lat.wsj.com/articles/SB10022681122321454484204582267760719892868?tesla=y
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El
presidente de EE.UU. Barack Obama (Centro), durante las negociaciones con el
primer ministro de Viernam Nguyen Xuan Phuc, el 23 de mayo de 2016. PHOTO:
HOANG DINH NAM/AGENCE FRANCE-PRESSE/GETTY IMAGES
Por JOHN LYONS
lunes,
22 de agosto de 2016
15:24 EDT
El acuerdo
de libre comercio que el presidente Barack Obama ha impulsado en Asia como un contrapeso del ascenso de China amenaza con
convertirse en un fracaso de política exterior de Estados Unidos.
Durante
años, los funcionarios estadounidenses han presentado el Acuerdo Transpacífico de Cooperación Económica (TPP,
por sus siglas en inglés) entre 12
países como una pieza central del reacomodamiento de
recursos militares y de otro tipo de EE.UU. en Asia. Pero con la
creciente oposición, tanto de derecha como de izquierda, las probabilidades de
que este tratado sea ratificado por el Congreso parecen sombrías.
El fracaso
en este punto, según los expertos, podría mellar la credibilidad del país en
todos los frentes, desde el comercio a su compromiso
con una región cuya seguridad ha sido apuntalada por Washington desde la
Segunda Guerra Mundial.
“Por la sencilla razón
de que EE.UU. invertido tanto en él, el acuerdo ha adquirido una especie de
valor totalizador que va mucho más allá de sus méritos económicos”, dijo Euan Graham, ex funcionario de
cancillería del Reino Unido que estudia la seguridad regional en el Instituto Lowy de Política Internacional, en Sídney.
“Dejar a los socios asiáticos en el aire sería desastroso para el liderazgo
EE.UU. en la región”.
La
administración aún tiene esperanzas en la aprobación del TPP. “Estamos a un
voto de cimentar nuestro liderazgo en la región o de entregar las llaves del
castillo a China”, dijo Mike Froman, el representante comercial de EE.UU.
Pero ese
argumento no ha ayudado a solidificar el respaldo en el Congreso, donde la mayoría de los demócratas se opone al acuerdo y los
legisladores republicanos que por años han defendido el TPP y otros acuerdos
comerciales han dejado de apoyarlo.
Los
dos principales candidatos presidenciales también han atacado el acuerdo.
La semana
pasada, el senador republicano Pat Toomey,
expresidente del Club para el Crecimiento, un bastión de la economía de libre
mercado, se pronunció en contra del TPP, en un intento
por ganarse a los votantes de clase trabajadora en su peleada carrera
por la reelección en Pensilvania.
Al mismo
tiempo, la candidata presidencial demócrata Hillary
Clinton, quien ha dicho que se opone al pacto en su forma actual, está
bajo una creciente presión de la izquierda para que repudie abiertamente el
acuerdo, que antes apoyó cuando era la secretaria de
Estado de Obama.
El acuerdo, que implica un giro de EE.UU. a
Asia, fue dado a conocer en 2011 y refleja la preocupación por la ambición de
China por convertir su poder económico en poder duro en una región con
creciente importancia. Las tensiones han ido en aumento con una China que ha puesto a prueba el dominio militar de EE.UU. con
sus reclamos sobre el Mar del Sur de China y sus
protestas por la instalación de baterías antimisiles de EE.UU. en Corea del
Sur.
El pacto
propuesto, que los gobiernos socios cerraron el año pasado, eliminaría o reduciría unos 18.000 aranceles para un grupo de
naciones de la cuenca del Pacífico en América, Asia y Oceanía, un área
que representa el 40% de la economía mundial.
China,
que no forma parte del acuerdo Transpacífico, está negociando un acuerdo por separado en Asia sin la
participación de EE.UU. y prometiendo
más préstamos regionales a través de un nuevo banco y un fondo de US$40.000
millones para la llamada Ruta de la Seda.
Muchos
expertos en comercio internacional dicen que la administración Obama exagera al
presentar al TTP como una cuestión de vida o muerte para saber si será EE.UU. o
China la potencia que establezca las reglas del comercio mundial.
El acuerdo respaldado por China no
crea nuevos marcos comerciales.
Es más bien
un ejercicio convencional de reducción de aranceles, y menos ambicioso que el
TTP. Los dos pactos no son mutuamente excluyentes; las naciones asiáticas
siempre tuvieron la intención de unirse a ambos.
Pero la
recarga del TTP con implicaciones geopolíticas ha elevado las apuestas. “Para
los amigos y los socios de EE.UU., la ratificación [del TPP] es una prueba de
fuego de la credibilidad y seriedad de propósito” estadounidenses, dijo
este mes en Washington el primer ministro de Singapur,
Lee Hsien Loong. Los observadores interpretaron que Lee hablaba en
nombre de otros firmantes asiáticos del TTP como Japón,
Vietnam, Malasia y Brunei, mientras que Indonesia, Corea del Sur y otros países
están considerándolo.
EE.UU., por
cierto, está profundamente integrado con Asia a través de sus grandes
relaciones comerciales con China y otras economías, así como por los tratados de defensa con Japón, Corea del Sur y Filipinas.
Es poco probable que esos lazos cambien, independientemente del destino del
pacto comercial, dicen muchos expertos.
Pero los líderes asiáticos que gastaron capital político para apoyar
el TTP estarán probablemente menos dispuestos a volver a hacerlo si el
acuerdo se diluye, según los expertos. Los países más pequeños, que buscan un
equilibrio en sus relaciones con China y EE.UU., pueden
volverse más desconfiados de Washington y más complacientes con Beijing.
“Obama se dedicó a
convencer a estos países de que hicieran las cosas como parte de un esfuerzo
para demostrar que de alguna manera podemos hacer frente a China”, dijo Yukon Huang, ex jefe del Banco
Mundial para China y asociado sénior de la Fundación Carnegie para la Paz
Internacional. “Pero ahora, si [el acuerdo] no es aprobado, aquellos [países] van a
adoptar un enfoque mucho más escéptico.”
Vietnam, por ejemplo, es visto como un gran
ganador del acuerdo, que traería a su economía un impulso estimado en 11% para 2025.
Cuatro
décadas después de haberse enfrentado en una guerra, EE.UU.
y Vietnam se están acercando cada vez más, unidos por las preocupaciones
comunes por la expansión de Beijing en el Mar del Sur de China en aguas cuya
soberanía Vietnam también reclama.
Este año, EE.UU. levantó la prohibición de venta de armas letales a
Vietnam. La nación comunista logró concesiones especiales para unirse al
pacto.
“Todavía
tenemos la esperanza de que Obama será capaz de ratificar el acuerdo durante
sus últimos meses en el cargo”, dijo Luong Van Tu, ex-ministro de comercio de
Vietnam.
Pero
nadie tiene más en juego que Shinzo Abe, el primer ministro de Japón, el aliado más cercano de EE.UU. en
la región. Abe hizo del TTP una pieza fundamental de su estrategia nacional y
externa, y se enfrentó con una significativa oposición
del poderoso sector agrícola japonés y otros intereses sectoriales.
Las “abenomics”,
el plan económico de Abe para sacar de su largo letargo a la tercera economía
más grande del mundo se basa en el TPP como un motor de
crecimiento y reforma económica. En el ámbito internacional, el acuerdo
también es clave para su estrategia de contención de
China a través de una alianza de las naciones de Asia oriental bajo el
paraguas de la influencia económica de EE.UU.
Si el TTP
falla, “habrá un impacto muy negativo desde el punto de
vista de la seguridad económica”, dijo Yorizumi Watanabe, un ex
funcionario de comercio japonés y profesor de la Universidad de Keio, en Tokio.
Cuando se
iniciaron las conversaciones, bajo la presidencia de George
W. Bush, el TTP era poco más que un juego estratégico. Incluso China
consideró unirse en algún momento. Esto cambió a medida que China comenzó a
enviar señales agresivas hacia el exterior. El gobierno de Obama adoptó
entonces el TTP como un ancla económica de su reforzada estrategia asiática.
Irónicamente,
el acuerdo ahora
se tambalea porque se enfocó demasiado sobre política exterior y no lo
suficiente sobre los beneficios económicos, dice Michael R. Wessel,
miembro de la Comisión de Revisión de Economía y Seguridad EE.UU.-China del
Congreso.
“El argumento cambió
muy tempranamente, de puestos de trabajo a la necesidad de apoyar los objetivos
de política exterior [de Washington] en la región”, dijo Wessel, que ha trabajado para
muchos demócratas y con los sindicatos, que tradicionalmente se han opuesto a
los acuerdos comerciales. “Bueno, el trabajador estadounidense estaba
harto de ceder puestos de trabajo por los objetivos de política exterior”.
—William Mauldin, Chieko Tsuneoka y Vu Trong Khanh
contribuyeron a este artículo.
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