Austria desea recuperar parte del territorio italiano "el Alto Adigio" que le fue anexado por Italia en la guerra de 1918, que perdió, casi el 80 de su población habla alemán , aunque es una región con cierto grado de autonomía. Ud dirá ¿Qué importa que pertenezca a Austria o Italia? Pues yo creo que dejarían de pagar la deuda italiana de 2,270,000,000,000 de euros .Austria les acaba de dar pasaporte y nacionalidad austriaca a los del Alto Adigio.
el Tirol septentrional y Oriental es de Austria, (El Tirol septentrional (color mostaza) y el Trentino en (amarillo claro), son italianos ) pero la parte color mostaza "El Alto Adigio" era un territorio que le fue quitado a Austria cuando perdió en la 1era guerra mundial.
¿AUF WIEDERSEHEN, ITALIA?
https://elpais.com/internacional/2018/02/19/actualidad/1519036982_241144.html
Alto Adigio, la región más rica del país, transita entre los cantos de
sirena austriacos y la autonomía total que le concede Roma para calmar las
pulsiones nacionalistas
DANIEL VERDÚ
Bolzano 21 FEB 2018 - 15:00 CET
La región de Alto Adigio o Tirol del Sur, en Italia. FOTO Y VÍDEO:
GIANLUCA BATTISTA
Bolzano es el único lugar de Italia donde conviven las pasiones
identitarias germánicas con la huella de Mussolini. Los pretzels y las jarras
de cerveza, con las pizzerías calabresas. Una población cuya región (Alto
Adigio o Sur Tirol) habla mayoritariamente alemán y en la que una minoría
continúa aferrada al idioma de su pasaporte (en la capital es al revés). Muchos
de sus habitantes no se sienten ni italianos ni austriacos y su encaje nacional
se sustenta en un sistema de abrumadora autonomía cultural y financiera que ha
disparado el crecimiento de la zona —la más rica del país— y ha mantenido la
estabilidad en el frágil equilibrio fronterizo en el que vive desde 1919. Pero
el pasado diciembre, Austria ofreció a los ciudadanos de habla alemana el doble
pasaporte e incendió un territorio que, bajo su apariencia tranquila, oculta
las cicatrices de los grandes conflictos europeos. El escalofrío llegó hasta
Roma.
Justo en los confines del norte de Italia, encajonada entre las
Dolomitas, la ciudad de Bolzano (105.000 habitantes) es un impoluto lugar donde
un frío domingo por la tarde se puede andar por el centro sin cruzarse con
nadie. En las tres cervecerías abiertas, donde a veces algunos acuden todavía
separados por grupos de habla alemana (el 75% de los habitantes de la región) o
italiana, en cambio, no hay una mesa libre. Corre la cerveza y las tertulias
sobre la cuestión nacional son frecuentes. Aquí el conflicto catalán, cuenta el
abogado de 38 años Marco Manfrini, se ha seguido con atención y ha despertado
algunas pulsiones adormecidas a pocos días de unas elecciones con escasas
respuestas para la zona.
Los partidos nacionales no dan con la tecla exacta y mandan
paracaidistas, como la controvertida subsecretaria de Estado Maria Elena Boschi
(PD), nacida en la Toscana y que apenas sabe una palabra de alemán. En la
región siempre ha gobernado el Südtiroler Volkspartei, alineado con los
ciudadanos de habla alemana y ladina (la lengua retorrománica que habla menos
del 5% de la población). Pero la identidad, especialmente aquí, es algo
relativo y suele ir por barrios. Manfrini es muy claro al respecto. Él se
siente mucho más austriaco que italiano. “¿Qué me une a un calabrés? Ambos
vivimos en un el mismo periodo histórico...”, señala con una pinta en la mano y
sin encontrar demasiadas coincidencias.
La propuesta del doble pasaporte, que incomoda sobremanera al Gobierno
de Italia, llegó a finales de diciembre desde el otro lado del Tirol, impulsada
por la ultraderecha del FPÖ, socio indispensable para el Gobierno conservador.
Una idea sin definición clara que plantea más interrogantes que respuestas:
sobre el servicio militar (en Austria sigue siendo obligatorio), los impuestos
o incluso el voto. De momento, solo un efectivo elemento de confrontación para
el que se ha creado una comisión de estudio. Pero Austria podría tomar la
decisión unilateralmente y algo bulle ya en una región donde las inclinaciones
secesionistas llegaron a producir más de 300 atentados, con una veintena de
muertos.
Varias personas toman algo en el
interior de una cervecería en el centro de Bolzano.
Varias personas toman algo en el interior de una cervecería en el centro
de Bolzano. GIANLUCA BATTISTA
Alto Adigio, la zona más pobre del país tras la Segunda Guerra Mundial,
fue anexionada a Italia en 1918 como trofeo por los servicios prestados. Sus
habitantes, sin embargo, persistieron en la extraña manía de seguir siendo
ellos mismos. De modo que el Duce decidió italianizarlos facilitando la llegada
de miles de inmigrantes del sur e imponiendo las costumbres mediterráneas y
otras tantas fascistas, que todavía se manifiestan a través del partido
CasaPound, con 3 concejales.
Pero aquello también despertó el sentimiento contrario y la integración
en Italia no empezó a fluir hasta que el 5 de septiembre de 1946, cuando el
primer ministro Alcide de Gasperi y su homólogo austriaco Karl Gruber acordaron
la autonomía de la región, que iría evolucionando hasta el elevado nivel
actual. La cultura austriaca se mantuvo (la bandera tiene un águila imperial),
los alumnos se segregaron en colegios de habla alemana e italiana —también la
vida social— y las plazas de funcionarios se repartieron equitativamente por
bloques étnicos. Más allá de turbulencias, el invento funcionó. Hoy tiene una
renta media de 41.100 euros, más alta que la alemana y el triple que la
calabresa.
Reinhold Messner, alpinista, posa
desde el balcón del Messner Mountain Museum, en el castillo Firmiano, con
Bolzano al fondo.
Reinhold Messner, alpinista, posa desde el balcón del Messner Mountain
Museum, en el castillo Firmiano, con Bolzano al fondo. GIANLUCA BATTISTA
Pero para entender el Sur Tirol, un lugar que roza el pleno empleo y la
esperanza de vida es cuatro años mayor que en el sur, siempre conviene visitar
la montaña y pisar la nieve. Reinhold Messner, primer alpinista en subir las 14
cimas de más de 8.000 metros sin oxígeno ni ayuda tecnológica, es un símbolo
cultural y político de la región. Ha rehabilitado seis castillos y los ha
convertido en museos que, como su propia presencia, dan fe la tensión entre el
hombre y la naturaleza. En el de Firmiano, justo donde en 1957 se congregaron
35.000 personas para pedir más independencia, Messner recibe a EL PAÍS y
analiza la identidad de su pueblo. “Aquí la gente tiene dos culturas. Somos
creativos como los italianos, pero tenemos un orden como los alemanes. Estoy
orgulloso de ambas, pero no soy austriaco, ni alemán ni italiano. Yo soy
surtirolés y europeo. Y esto tiene que crecer en nosotros, tenemos que tender a
Europa”, señala. Para Messner, nadie que tenga “algo en el cerebro” puede
querer la independencia de la región. “El nacionalismo es un peligro”, concluye
en el último piso del torreón de su castillo.
Pero los matices aportan las claves más interesantes en estos
conflictos. Y pocas figuras ejercen mejor el papel de bisagra de este universo
bipolar que el exsenador y jefe de investigaciones sobre federalismo del
instituto Eurac, Francesco Palermo. La descentralización de Italia es una
necesidad de primer orden, considera, que solo traería mejoras a la
integración. Pero observa con extrema preocupación la propuesta austriaca de
conceder la doble nacionalidad a los habitantes de la región de habla alemana.
“Sería como meter a un elefante en una cacharrería. Este sistema de convivencia
es muy frágil y hay cosas que solo funcionan si se hacen juntos y hay
cooperación. Sería muy peligroso por las posibles consecuencias que tendría en
el territorio. Se formarían dos clases de ciudadanos... No veo ventajas, no
cambiaría nada estando en la UE”. Otra cosa es lo que piensen mañana los
italianos sobre el club de los 27.
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