DISCURSO
DE TRUMP ANTE EL CONGRESO ofrece un impulso fiscal de US$ 1,000,000,000,000 en
infraestructura y deportaciones masivas de indocumentados .
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/01/estados_unidos/1488340300_414826.html
Trump llama
a devolver la grandeza de EEUU con un discurso nacionalista y contrario a la
inmigración
El
presidente ofrece una versión moderada de sí mismo en su primera intervención
ante el Congreso
JAN
MARTÍNEZ AHRENS
Washington
1 MAR 2017 - 06:24 CET
Donald Trump
se arrogó esta noche un destino ante su pueblo. Líder de “una rebelión y un
terremoto”, el presidente de Estados Unidos prometió “renovar el espíritu de
América” y devolverle su grandeza. En un discurso de palabras mayores, repleto
de golpes de efecto y fiel a los postulados que le llevaron la Casa Blanca,
Trump ofreció una exhibición depurada de su nacionalismo y volvió a atacar a su
presa preferida, la inmigración, causa de todos los males económicos:
“Imponiendo las leyes migratorias aumentarán los salarios, ayudaremos a los
desempleados, ahorraremos miles de millones de dólares y haremos seguras
nuestras comunidades”, clamó.
El
presidente Trump sonríe en presencia de su vicepresidente Mike Pence y el
portavoz de la Cámara de Representantes Paul Ryan.
El
presidente Trump sonríe en presencia de su vicepresidente Mike Pence y el
portavoz de la Cámara de Representantes Paul Ryan. JIM LO SCALZO AFP
Trump fue
más presidente que nunca. Traje azul, gesto adusto, eligió la solemnidad de su
primera intervención ante el Congreso para mirar más allá de las bancadas del
Capitolio y dirigirse a una nación fracturada. Un país dividido por un
presidente que en solo 40 días ha derribado todos los patrones y puesto entre
interrogantes el futuro de la nación más poderosa del mundo.
“Somos un
solo pueblo, con un solo destino. Todos sangramos la misma sangre y saludamos
la misma bandera. El tiempo del pensamiento pequeño ha pasado, hemos de tener
el coraje de compartir los sueños que llenan nuestro corazón. Pido a todos los
ciudadanos que abracen la renovación del espíritu americano. Pido creer en
nosotros, creer en nuestro futuro y creer otra vez en América”, concluyó con la
bancada republicana en pie y la sensación general de que, entre los suyos,
había ganado la partida.
Su
intervención fue una prueba de fuego. Con una valoración en mínimos históricos,
Trump debía recuperar la iniciativa e insuflar nuevos bríos a unos
republicanos. Pero también tenía que responder a una nación que aguardaba con
ansiedad una explicación a los desafíos que él mismo ha planteado: el destino de
los indocumentados, el fin de la cobertura sanitaria, la carrera nuclear, el
terrorismo islámico, las explosivas relaciones con
México, China o Irán. Bajo la cúpula del Capitolio bullían las grandes
preguntas sobre la política de lo próximo y lo lejano. Trump lo sabía y a lo
largo de una hora las fue recogiendo una a una para arrinconarlas, con la
mandíbula tensa, pero sin perder los estribos, en un esquina del cuadrilátero.
No defraudó a los suyos. Tampoco
sorprendió a sus adversarios. Fiel a sí mismo, hizo tañer la campana de la división,
distinguió entre inmigrantes y trabajadores, prometió reducciones masivas de
impuestos para la clase media y mostró su desconfianza en todo aquello que no
anteponga el interés estadounidense.
Conocedor
del poder de los golpes de efecto, los prodigó a lo largo de su discurso. El
mayor llegó con la presentación de Carryn Owens, la viuda del primer soldado
muerto durante su mandato. Su presencia junto a Ivanka, la hija predilecta del
presidente, fue recibida con un atronador, largo e histórico aplauso de la
Cámara. Una ovación que hizo olvidar por un momento que el padre del fallecido,
un antiguo veterano, se había negado a recibir a Trump durante la recepción de
los restos mortales y le había criticado por ordenar “sin motivo” el ataque en
que murió su hijo. "Ryan dio su vida por sus amigos, por su país y por
nuestra libertad, nunca le olvidaremos", dijo en tono solemne Trump.
Fue una
victoria momentánea, efervescente, que devolvió la fe a los suyos. A un sector
al que el presidente se dirigió una y otra vez, y al que ofreció las mieles de
su patriotismo económico, ese republicanismo de nuevo cuño que él y su estratega jefe, el extremista Steve Bannon, quieren
elevar a ideología nacional.
“Hemos gastado billones de
dólares fuera, mientras nuestra infraestructura doméstica se derrumba. El
primer presidente republicano, Abraham Lincoln, ya advirtió que el abandono de
las políticas proteccionistas produce miseria y ruina entre el pueblo. Y hoy
tenemos 43 millones de pobres y 49 millones de desempleados”, afirmó.
El presidente Donald Trump, durante su
intervención.
El
presidente Donald Trump, durante su intervención. WIN MCNAMEE AFP
Ante este escenario,
prometió un programa de reconstrucción nacional basado en una inyección
en infraestructuras de un billón de dólares
. Un plan destinado a
lograr la reactivación de la economía y donde, como siempre, volvió a azuzar el
odio contra el inmigrante y a alentar los peores instintos de su base
electoral, la masa blanca y obrera depauperada por el declive industrial. “Traeré de
vuelta millones de empleos. Proteger a nuestros trabajadores significa reformar
nuestro sistema legal de inmigración.
El
actual rebaja los salarios de nuestros trabajadores más pobres.
Hay
que cambiar el sistema de inmigrantes poco cualificados y adoptar uno de
mérito”, explicó. Y dirigiéndose a los congresistas, recordó la creación de una
oficina de atención a las víctimas de ataques de inmigrantes indocumentados:
"¿Qué
le dirían a una familia americana que pierde su trabajo, sus ingresos o a un
ser querido porque América rechaza hacer cumplir sus leyes y defender sus
fronteras?".
Consciente de que para materializar sus objetivos necesita el
apoyo de su partido no dudó en abrirles los brazos.
Sus apelaciones a los republicanos fueron
constantes y las combinó con una llamada a superar las diferencias partidistas.
Para el plan de infraestructuras, el fin del Obamacare y la reforma educativa
pidió el apoyo de ambas formaciones. Lo hizo adoptando una postura arbitral.
Buscando estar más allá de la pelea diaria. Mirando el futuro y evitando el
cuerpo a cuerpo. Repitió el gesto con la política exterior. Ninguno de los países que suele citar, Irán, China o Rusia,
aparecieron en su discurso. Ni siquiera figuró
México al hablar del muro. Incluso ensalzó la colaboración con los países
musulmanes en la lucha contra el terrorismo islámico.
A lo largo de 60 minutos, fue más contenido, pero no dejó de ser
Trump. Grandilocuente y con ínfulas de visionario, ofreció un festival de sí
mismo. Posiblemente entusiasmó a sus votantes. Muchos, por primera vez, le
vieron como un presidente. Al abandonar el Capitolio, se le veía satisfecho.