Desde
Pigmalion a las protestas por la legalización del matrimonio robosexual. Además
Vargas Llosa: Salir de la barbarie. Extraído
de la Wikipedia , de Futurama y de la posición iconoclasta del Nobel de
literatura Mario Vargas Llosa
Buenas la
noticia es de hace 4 años pero en Perú el capitulo de Futurama la vi
la serie la semana pasada y me hizo acordar los discursos del Nobel
Mario Vargas Llosa.de la 27feria del libro de Bogota sobre la inteligencia artificial.
Pigmalión
http://es.wikipedia.org/wiki/Pigmali%C3%B3n
Pigmalión,
rey de Chipre, buscó
durante muchísimo tiempo a una mujer con la cual casarse. Pero con una
condición: debía ser la mujer perfecta. Frustrado en su búsqueda, decidió no
casarse y dedicar su tiempo a crear esculturas preciosas para compensar la
ausencia. Una de estas, Galatea, era tan bella
que Pigmalión se enamoró de la estatua.
Mediante la
intervención de Afrodita, Pigmalión soñó que
Galatea cobraba vida. En la obra Las metamorfosis, de Ovidio, se relata así el
mito:
Pigmalión se dirigió a la estatua y, al
tocarla, le pareció que estaba caliente, que el marfil se ablandaba y que,
deponiendo su dureza, cedía a los dedos suavemente, como la cera del monte Himeto se ablanda a los rayos del Sol y se deja
manejar con los dedos, tomando varias figuras y haciéndose más dócil y blanda
con el manejo. Al verlo, Pigmalión se llena de un gran gozo mezclado de temor,
creyendo que se engañaba. Volvió a tocar la estatua otra vez y se cercioró de
que era un cuerpo flexible y que las venas daban sus pulsaciones al explorarlas
con los dedos.
Al
despertar, Pigmalión se encontró con Afrodita,
quien, conmovida por el deseo del rey, le dijo "mereces la felicidad, una
felicidad que tú mismo has plasmado. Aquí tienes a la reina que has buscado.
Ámala y defiéndela del mal". Y así
fue como Galatea se convirtió en humana.
Sí
al matrimonio robosexual
http://www.labroma.org/blog/2010/07/26/si-al-matrimonio-robosexual/
Publicado:
26 July 2010
Proposition_InfinityGrandísimo
el capítulo 6×04 de Futurama en el que se hablaba de la robosexualidad de Bender y Amy con multitud de referencias a lo que
ocurre en Estados Unidos con la lucha por legalizar el matrimonio entre
personas del mismo sexo.
Hay
muchísimas referencias culturales y frases graciosas:
La
proposición infinito = la proposición ocho
Bender es
obligado a ir a un campo de terapia en la que un robosacerdote, que
supuestamente les va a “curar”, disfruta bastante
La
televisión, que dice dar una cobertura imparcial, patrocinada precisamente por
la fundación que apoya el No
George
Takei, que actuaba en la
serie de Star Wars y es gay, modera el debate televisivo
“El libro sagrado dice
que un humano no puede acostarse con un robot. Tampoco hacerlo de pie, ni en
cualquier ángulo”, les amenaza el robocura. Bender consigue distraer a una multitud
encolerizada gritando: “¡Mirad, una madre soltera! ¡Vamos a por ella!”.
“Cuando se
apagan las luces, no es el problema de nadie lo que pasa entre dos adultos
consentidos. O uno”.
La familia
de Amy se la lleva arrastras (literalmente) a su rancho en cuya puerta hay un
cartel que prohíbe “Brokemontar” (BrokeBacking), en referencia a la famosa peli
de dos vaqueros que se enamoran.
La madre de
Amy: “Mira, somos una familia, y si no podemos hablar sobre nuestros problemas
entre nosotros… eso sería genial”.
Robocura: “¡No
creas a esos mentirosos, las únicas mentiras en las que creemos son las de la
Biblia”
Amy: “Mis
padres puede que sean malvados, pero por lo menos son estúpidos”
El principal
opositor de la proposición infinito termina reconociendo que tuvo un lío
robosexual
En el
capítulo, también hay un Orgullo Robogay
Os dejo
divertidísima esta parodia de aquel “intimidante” vídeo que difundió la
National Organization for Marriage.
………………………..
Vargas
Llosa: Salir de la barbarie
http://impactocna.com/vargas-llosa-salir-de-la-barbarie/
la foto es de la 27 feria del libro de Bogota .
BY REDACCION
• ABRIL 20,
2014
Perú tiene
la oportunidad de superar la homofobia aprobando el proyecto de Ley de Unión Civil del congresista Carlos Bruce. En
contra está el oscurantismo agresivo de
la jerarquía eclesiástica
Por: Mario Vargas Llosa
El Perú
tiene en estos días una oportunidad para dar un paso más en el camino de la
cultura de la libertad, dejando atrás una de las formas más extendidas y
practicadas de la barbarie, que es la homofobia,
es decir, el odio a los homosexuales.
El
congresista Carlos Bruce ha presentado un
proyecto de ley de Unión Civil entre personas del mismo sexo, que cuenta con el
apoyo del Ministerio de Justicia, la Defensoría del
Pueblo, de las Naciones Unidas y de Amnistía Internacional.
Los
principales partidos políticos representados en el Congreso, tanto de derecha
como de izquierda, parecen favorables a la iniciativa, de modo que la ley tiene
muchas posibilidades de ser aprobada.
De este
modo, el Perú sería el sexto país latinoamericano y el 61 en el mundo en
reconocer legalmente el derecho de los homosexuales de vivir en pareja,
constituyendo una institución civil equivalente (aunque no idéntica) al
matrimonio. Si da este paso, tan importante como haberse por fin librado de la
dictadura y del terrorismo, el Perú comenzará a desagraviar a muchos millones
de peruanos que, a lo largo de su historia, por ser homosexuales fueron escarnecidos y vilipendiados hasta
extremos indescriptibles, encarcelados, despojados de sus derechos más
elementales, expulsados de sus trabajos, sometidos a discriminación y acoso en
su vida profesional y privada y presentados como anormales y degenerados.
Ahora mismo,
en el previsible debate que este proyecto de ley ha provocado, la Conferencia Episcopal Peruana, en un comunicado cavernario y de una crasa ignorancia, afirma que el
homosexualismo “contraría el orden natural”, “atenta contra la dignidad
humana” y “amenaza la sana orientación de los niños”.
El inefable
arzobispo primado de Lima, el cardenal Cipriani,
por su parte, ha pedido que haya un referéndum nacional sobre la Unión Civil.
Muchos nos
hemos preguntado por qué no pidió esa consulta popular cuando el régimen
dictatorial de Fujimori, con el que fue tan comprensivo, hizo esterilizar manu militari y con pérfidas mentiras a
millares de campesinas (haciéndoles creer que las iba a vacunar), muchas
de las cuales murieron desangradas a causa de esta criminal operación.
El
fanatismo religioso y el machismo causan atropellos y sufrimientos en muchos
ciudadanos
Hace algunos
años, me temo, una iniciativa como la del congresista Carlos Bruce (quien,
dicho sea de paso, acaba de ser amenazado de muerte por un fanático) hubiera
sido imposible, por la férrea influencia que ejercía el
sector más troglodita de la Iglesia católica sobre la opinión pública en
materia sexual, y, aunque en la práctica el homosexualismo fuera la opción
ejercida por una franja considerable de la sociedad, este ejercicio era
riesgoso, clandestino y vergonzante, porque, quien se atrevía a reivindicarlo a
cara descubierta, era objeto de un instantáneo linchamiento público.
Las cosas
han cambiado desde entonces, para mejor, aunque todavía quede mucha maleza por
desbrozar. Veo, en el debate actual, que intelectuales, periodistas, artistas,
profesionales, dirigentes políticos y gremiales, oenegés, instituciones y
organizaciones católicas de base se pronuncian con meridiana claridad contra exabruptos homófobos como los de la Conferencia
Episcopal y los de alguna de las sectas evangélicas que está en la misma
línea ultra conservadora, y recuerdan que el Perú es
constitucionalmente un país laico, donde todos tienen los mismos
derechos. Y que, entre los derechos de que gozan los ciudadanos en un país democrático,
figura la de optar libremente por su identidad sexual.
Las opciones
sexuales son distintas, pero no normales y anormales según se sea gay, lesbiana
o heterosexual. Y, por eso, gays, lesbianas y heterosexuales deben gozar de los
mismos derechos y obligaciones, sin ser por ello perseguidos y discriminados.
Creer que lo normal es ser heterosexual y que los homosexuales son “anormales”
es una creencia prejuiciosa, desmentida por la ciencia y por el sentido común,
y que sólo orienta la legislación discriminatoria en países atrasados e
incultos, donde el fanatismo religioso y el machismo son fuente de atropellos y
de la desgracia y sufrimiento de innumerables ciudadanos cuyo único delito es
pertenecer a una minoría. La persecución al homosexual, que predican quienes
difunden sandeces irracionales como la “anomalía”
homosexual, es tan cruel e inhumana como la del racismo nazi o blanco que
considera a judíos, negros o amarillos seres inferiores por ser distintos.
La unión
civil es, claro está, sólo un paso adelante para resarcir a las minorías
sexuales de la discriminación y acoso de que han sido y siguen siendo objeto.
Pero será más fácil combatir el prejuicio y la ignorancia que sostienen la
homofobia cuando el común de los ciudadanos vean que las parejas homosexuales
que constituyan uniones civiles conformadas por el amor recíproco no alteran
para nada la vida común y corriente de los otros, como ha ocurrido en todos
(todos, sin excepción) los países que han autorizado las uniones civiles o los
matrimonios entre parejas del mismo sexo. Las apocalípticas profecías de que,
si se permiten parejas homosexuales, la degeneración sexual cundirá por doquier
¿dónde ha ocurrido? Por el contrario, la libertad sexual, como la libertad
política y la libertad cultural, garantiza esa paz que sólo resulta de la
convivencia pacífica entre ideas, valores y costumbres diferentes. No hay nada
que exacerbe tanto la vida sexual y llegue a descarriarla a extremos a veces
vertiginosos como la represión y negación del sexo. Sacudida
como está por los casos de pedofilia que la han afectado en casi todo el mundo,
la Iglesia católica debería comprenderlo mejor que nadie y actuar en
consecuencia frente a este asunto, es decir, de manera más moderna y tolerante.
La libertad
sexual, como la política y la cultural, garantiza la convivencia pacífica entre
ideas
Yo creo que
eso es una realidad de nuestros días y que cada vez más hay en el mundo
católicos —laicos y religiosos— dispuestos a aceptar que el homosexual es un
ser tan normal como el heterosexual y que, como éste, debe tener un derecho de
ciudad, poder formar una familia y gozar de las mismas prerrogativas sociales y
jurídicas que las parejas heterosexuales.
La llegada
al Vaticano del Papa Francisco comenzó con muy buenos síntomas, pues los
primeros gestos, declaraciones e iniciativas del nuevo Pontífice parecían
augurar reformas profundas en el seno de la Iglesia que la integraran a la vida
y la cultura de nuestro tiempo. Todavía no se han concretado, pero no hay que
descartarlo. Todos recordamos su respuesta cuando fue interrogado sobre los
gays: ” ¿Quién soy yo para juzgarlos? ” Era una
respuesta que insinuaba muchas cosas positivas que tardan en llegar. A nadie
—tampoco a los que no somos creyentes— conviene que, por su terca adhesión a una tradición intolerante y dogmática, una de las grandes
Iglesias del mundo se vaya alejando del grueso de la humanidad y confinándose
en unos márgenes retrógrados.
Eso le está
pasando en el Perú, por desgracia, desde que su jerarquía ha caído en manos de
un oscurantismo agresivo como el que
encarna el cardenal Cipriani y transpira el comunicado contra la Unión Civil de
la Conferencia Episcopal. Digo, por desgracia, porque, aunque sea agnóstico, sé
muy bien que, para el grueso de la colectividad, la religión siempre es
necesaria, ya que ella le suministra las convicciones, creencias y valores
básicos sobre el mundo y el trasmundo sin los cuales entra en aquel
desconcierto y zozobra que los antiguos incas llamaban “la
behetría”, esa desolación y confusión colectivas que, según el Inca
Garcilaso, padeció el Tahuantinsuyo en ese período en que pareció que los
dioses se le eclipsaban.
Yo tengo la
esperanza de que, contra lo que dicen ciertas encuestas, la ley de la Unión
Civil, por la que se acaban de manifestar en las calles de Lima tantos millares
de jóvenes y adultos, será aprobada y el Perú habrá avanzado algo más hacia esa
sociedad libre, diversa, culta —desbarbarizada— que, estoy seguro, es el sueño
que alienta la mayoría de peruanos.
El Pais
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