La
batalla por Alepo atrapa a 250.000 civiles en zona rebelde
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Las
organizaciones humanitarias piden que se garantice la seguridad de la población
mientras el presidente Bachar el Asad se acerca al objetivo de controlar toda
la ciudad
LOURDES
BAEZA
Jerusalén
29 JUL 2016 - 19:01 CEST
Civiles
sirios en el barrio rebelde de Al-Mashhad, en Alepo. BARAA AL-HALABI AFP
El futuro de
la guerra de Siria se decide desde hace semanas en el
campo de batalla de Alepo, una ciudad dividida, bastión de los grupos
rebeldes apoyados por Estados Unidos, contrarios al régimen del presidente
sirio Bachar el Asad, a los que las
tropas gubernamentales han logrado cercar al este de la ciudad.
La batalla por Alepo
atrapa a 250.000 civiles en zona rebelde
El asedio
mantiene atrapados a unos 250.000 civiles para
los que Cruz Roja pide protección y para los que los corredores humanitarios
puestos en marcha por Rusia y el Gobierno sirio se han convertido en un arma de
doble filo. Según denuncian diferentes organizaciones humanitarias locales,
grupos rebeldes tratan de evitar que los civiles abandonen el este de la
ciudad, cada vez más desabastecido y donde la ayuda internacional apenas llega.
Francia ha asegurado este viernes que los corredores anunciados por Moscú no son una respuesta "creíble" a la crisis de
Alepo y la ONU ha pedido que Rusia le deje hacerse cargo de esas zonas
seguras.
Desde Cruz
Roja Internacional se insiste en que la marcha de civiles debe ser voluntaria y
se debe garantizar tanto la seguridad de los que se quedan, como el acceso a
los trabajadores humanitarios que, hasta ahora, siguen sin poder entrar en
algunos barrios de la ciudad. La jefa de delegación de la organización en Siria, Marianne Gasser, no se cansa de denunciar que los
bombardeos indiscriminados en Alepo están causando un gran número de víctimas
civiles, difícil de cuantificar y que los que sobreviven, lo hacen en
“circunstancias desesperadas” porque barrios enteros están cercados sin acceso
a comida o servicios esenciales para la población.
Pero la
batalla por controlar Alepo sigue su curso y paradójicamente, pese a haber
comenzado la definida por Rusia como “operación humanitaria de gran envergadura”,
todo hace pensar que los bombardeos no van a parar.
A los tres corredores humanitarios abiertos para la población civil hay que sumar
un cuarto para los rebeldes que entreguen las armas y a los que el gobierno de
Asad ofrece una amnistía a la que se pueden acoger durante los próximos tres
meses, según el decreto publicado oficialmente este jueves recogido por la
agencia oficial de noticias Sana.
Estados
Unidos ha advertido este viernes a Rusia sobre la forma en la que se lleve a
cabo la anunciada operación. “Existe el riesgo, si se trata de un ardid, de que haya una
ruptura completa; no sólo en materia de cooperación”, aseguró el
Secretario de Estado de EE UU, John Kerry que se mostró “profundamente
preocupado” por la definición utilizada por Moscú.
El
Asad reforzado
La
desconfianza también reina en Alepo, una ciudad que, desde que quedara dividida
en 2012, se ha convertido en todo un símbolo del devenir de la contienda siria
y cuyo control es vital para afianzar posiciones en un tablero en el que —para
desesperación de la coalición internacional— el
Ejército de Bachar el Asad gana terreno cada día, con la ayuda de Rusia.
Uno y otro
lado han utilizado la lucha contra el terrorismo como bandera para intervenir
militarmente por todo el país. Algo que se ha traducido en ataques de la tropas
gubernamentales a los grupos rebeldes apoyados por EE UU y de estos a los
militares sirios. En medio, una población civil que vive aterrada desde hace cinco años por un conflicto que ha causado unos 280.000
muertos y millones de desplazados y refugiados.
El Asad
también sale reforzado del acuerdo de cooperación entre EE UU y Rusia contra el Frente Al Nusra, la principal rama de los
terroristas de Al Qaeda en Siria. Atrás parecen haber quedado las críticas de
Brett McGurk, enviado especial de Obama en la coalición internacional, que
denunció a finales de junio ante el Senado estadounidense que las tropas de El Asad usaban al Frente Al Nusra como excusa para bombardear
barrios residenciales de Alepo, cuando su
verdadero bastión está en la provincia de Idlib.
No
al emirato de al-Qaeda
Detonante o
no, el caso el caso es que los acontecimientos de las últimas semanas han
llevado a Jabhat al Nusra a escindirse de al-Qaeda y para diferenciarse, además
de cambiar su nombre —ahora se llaman Jabhat Fateh
al-Sham (Frente de Conquista del Levante)— han cambiado su estandarte
—su bandera ya no será negra, como la del ISIS o la de al-Qaeda, sino blanca—.
El grupo
liderado por Mohamed al-Golani trata así de
poner oficialmente distancia con los dos grupos terroristas que son objetivo
oficial de las potencias occidentales en Siria y atraer a la órbita de la nueva
formación a agrupaciones rebeldes, hasta ahora reticentes por los lazos con la
organización creada por Osama Bin-Laden.
La oposición
del Frente al-Nusra a los planes de al-Qaeda de crear
un Emirato en Siria similar al Estado Islámico proclamado por el ISIS,
también podría haber catalizado la escisión del rebautizado Frente de Conquista
del Levante, que siempre se ha resistido a que en el territorio conquistado por
ellos a las tropas de al-Asad, al-Qaeda impusiera la misma estrategia a largo
plazo que en Mali o en Yemen para terminar declarado el emirato.
El
movimiento de al-Golani cuenta con la bendición de
Ayman al-Zawahiri, el actual líder de al-Qaeda, por lo que además parece
una operación de maquillaje destinada a
posicionarse mejor de cara unas futuras negociaciones entre las diferentes
partes enfrentadas. Pero si quitarse la etiqueta de terroristas es lo que
pretenden, no lo van a tener fácil. El departamento de Estado de Estados Unidos
insiste en que son un grupo terrorista. “No vemos ningún motivo para creer que sus
objetivos o acciones sean diferentes y siguen siendo considerados una
organización terrorista extranjera”, dijo su portavoz John Kirby.
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