Los
inversionistas ven el futuro con horror y compran bonos aunque les paguen menos
de lo que invirtieron, saben que las crisis está a la vuelta de la esquina y algunos compran acciones también, sabiendo que en cualquier momento perderán
millones de millones.
La
divergencia entre bonos y acciones indica una gran apuesta por los bancos
centrales
http://lat.wsj.com/articles/SB11940893652339263464904582189403084556454?tesla=y
Mark Carney,
gobernador del Banco de Inglaterra. PHOTO: REUTERS
Por GREG IP
jueves,
14 de julio de 2016
20:07 EDT
Los rendimientos de los bonos están cayendo en picada —el
miércoles, el Bund alemán a 10 años se convirtió en el
primero de la zona euro en venderse con una tasa negativa—, mientras que
las acciones están repuntando. Esta divergencia es tan extrema que pareciera
que los inversionistas de bonos y de acciones viven en
dos planetas diferentes.
Los
movimientos en ambos mercados se intensificaron desde que los británicos
votaron el mes pasado a favor de abandonar la Unión Europea.
La caída de los rendimientos de los bonos es una señal de la
profundización del pesimismo sobre las perspectivas de crecimiento.
Pero las
acciones están mostrando signos de optimismo, recuperándose de sus pérdidas
iniciales.
El
miércoles, el Promedio Industrial Dow Jones
cerró con su segundo récord consecutivo, un alza de 24,45 puntos, a 18.372,12.
El jueves el índice cerró 0,73% al alza, en 18.506,41
puntos. Mientras tanto, Alemania vendió bonos a 10 años
con un rendimiento de -0,05% y los bonos de EE.UU. a 30 años se
vendieron con un rendimiento de 2,17%, un mínimo récord. El jueves, los
retornos de la deuda se recuperaron tras la decisión del Banco de Inglaterra de
no elevar las tasas de interés.
¿Son los inversionistas en acciones
demasiado complacientes con la economía global, o los inversionistas en bonos
están demasiado ansiosos?
Hay una
manera de conciliar estas señales contradictorias: los
inversionistas en bonos no esperan una catástrofe económica sino
simplemente asumen que los bancos centrales actúan como
si la catástrofe estuviera a la vuelta de la esquina. Hasta ahora, ésta
ha sido una apuesta astuta, pero terminará por ser costosa si los bancos
centrales cambian de opinión.
ENLARGE
Parte de la
divergencia entre bonos y acciones se debe a que después del voto a favor del
brexit, el dólar se apreció contra la libra esterlina y el euro, lo que
beneficia a las multinacionales británicas y europeas con ventas denominadas en
la moneda estadounidense. Pero por esta misma razón, los precios de las
acciones de esas empresas podrían no reflejar las consecuencias económicas que
la salida del Reino Unido acarreará para Europa. El Fondo Monetario
Internacional rebajó en 0,1 puntos porcentuales el crecimiento de la zona euro
para este año y en 0,3 para el próximo.
Y ¿qué pasa con las acciones en EE.UU., que no se benefician de
la apreciación del dólar? Brad DeLong, economista y bloguero de la
Universidad de California en Berkeley, dijo que esto podría explicarse por el
efecto que las tasas de interés más bajas tienen sobre la valuación de las
acciones. Una consecuencia del brexit es que en el
futuro habrá un menor crecimiento global y por lo tanto menores
ganancias para las empresas. Pero tasas de interés más bajas significan que los
inversionistas están dispuestos a aplicar una mayor relación precio-ganancias a
esas ganancias. Estos dos efectos se neutralizan entre sí.
Esto puede
explicar, por ejemplo, el mejor desempeño que han tenido las acciones que pagan
dividendos más altos, ya que éstas son más sensibles a las tasas de interés.
Sin embargo,
esta teoría no es totalmente satisfactoria. Si los
inversionistas de bonos creen que se mantendrá un crecimiento más lento con tasas
de interés cerca de cero, también deberían esperar más recesiones, porque con tasas tan bajas, los bancos centrales no tienen
municiones para contrarrestar un impacto recesivo. En ese caso, los
inversionistas deberían considerar que las acciones son más riesgosas que
antes. Este aumento de la “prima de riesgo” debería diluir o compensar
enteramente la ventaja ofrecida por las menores tasas de interés.
Hay otra
explicación que permitiría reconciliar el comportamiento de las acciones y los
bonos. La deuda soberana podría estar respondiendo no tanto a una perspectiva
de crecimiento e inflación significativamente más débil sino a la disposición
de los bancos centrales para responder a dicha situación.
La economía
mundial no está en auge, pero tampoco se está cayendo a pedazos. El desempleo
disminuye en la mayoría de las economías desarrolladas, la actividad industrial
se recupera después de la caída del primer trimestre y
la inflación subyacente (que excluye los precios de alimentos y energía)
repunta.
Pero los
bancos centrales siguen insatisfechos y puesto que nadie más es capaz de hacer
nada, están cada vez más decididos a errar por el lado de la flexibilización
cuantitativa. Después de todo, eso sólo podría generar inflación, mientras que
un endurecimiento prematuro podría hundir la economía
en una zona deflacionaria de la que podría no salir.
Así, el Banco de Inglaterra ha prometido reducir las tasas de interés en los próximos meses y tal
vez revivir su programa de compra de bonos, a pesar de que todavía no se saben
cuáles serán las consecuencias económicas del brexit.
El
Banco Central Europeo
está comprando bonos corporativos de forma más enérgica que lo esperado, la Reserva Federal ha aflojado la perspectiva de futuros
aumentos de las tasas y el Banco de Japón probablemente recortará las tasas de
interés aún más a territorio negativo o ampliará su compra de bonos.
Un bono con rendimiento cero o negativo puede no
parecer atractivo por sí mismo. Pero hay que tener en cuenta el punto de vista de un inversionista que no puede quedarse con acciones
y necesita colocar su dinero en algún lado.
Ese
inversionista percibe una mayor probabilidad de que los bancos centrales lleven
las tasas aún más a territorio negativo y que reduzcan más la oferta de bonos.
Si no sucede mañana, ocurrirá al menos cuando se produzca el próximo shock.
Si esto
llegara a pasar, incluso los bonos comprados a las bajas tasas de hoy podrían
subir de precio (los rendimientos y los precios se mueven en direcciones
opuestas). La clave aquí es que los inversionistas no
tienen que esperar a que venga el fin del mundo para justificar la
compra de bonos con rendimientos ultrabajos; sólo tienen que esperar que los
bancos centrales sigan errando del lado de los estímulos para evitar el fin del
mundo.
Los
estrategas de Morgan Stanley llaman a esto la
apuesta a una “función asimétrica de respuesta de política monetaria, es decir, una
flexibilización adicional en caso de choques adversos y solo una normalización
de política muy lenta si mejoran las condiciones de riesgo y la economía”.
¿Qué podría
salir mal? Los bancos centrales podrían decidir que el mundo no tiene tanto
miedo después de todo, que la inflación tiene más vida que lo que se pensaba y
que es necesario volver a una política monetaria menos anormal.
Olivier
Blanchard, ex economista jefe del Fondo Monetario Internacional, cree que ésta es una posibilidad
real. El analista es relativamente optimista acerca de las consecuencias del
brexit (de hecho, la incertidumbre está bajando luego de la designación de un
nuevo gobierno en Londres) y piensa que cuando se aclare el panorama, la Fed
debería volver a cerrar el grifo. “Si la economía se recupera más rápido de lo
que los mercados creen, lo cual creo que tiene considerables posibilidades,
podría dar lugar a algunas turbulencias financieras”, señaló Blanchard,
actualmente investigador principal en el Instituto Peterson de Economía
Internacional.
Otro riesgo
es que los gobiernos decidan asumir parte de la carga de la reactivación del
crecimiento a través de más préstamos (es decir, vendiendo más bonos). El Reino Unido ya ha relajado sus metas de superávit presupuestario a raíz del brexit, Japón
está estudiando cómo usar la política fiscal y monetaria para estimular el
crecimiento, y en EE.UU. ambos candidatos presidenciales han abandonado en gran medida la
restricción fiscal.
En caso de
que estos escenarios se concreten, las personas que compraron bonos hoy
probablemente desearían no haberlo hecho. El resto del mundo, sin embargo,
debería respirar con alivio.
—
Ian Talley contribuyó a
este artículo.
https://www.youtube.com/watch?v=Lrle0x_DHBM&spfreload=5
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