Turquía:
Ordenan enterar a los militares golpistas junto con los restos de perros callejeros
(el perro es un animal inmundo en la religión musulmana) y sin rituales
religiosos en un basurero pedregoso , además hay que escupir en la basura
amontonada por cada transeúnte que pase y maldecir de paso.
El
"cementerio de los traidores" que el gobierno de Turquía reserva a
los golpistas
http://www.elconfidencial.com/mundo/2016-07-30/cementerio-traidores-golpistas-gobierno-turquia_1240464/
Las
autoridades turcas decidieron que los participantes muertos en la intentona no
serían enterrados en cementerios normales. Para su sepultura les reserva un antiguo hogar para perros en Estambul
Foto: El
cartel en turco que, hasta ayer, anunciaba la situación del Cementerio de los
traidores.
NURIA
TESÓN. ESTAMBUL
30.07.2016 – 05:00 H.
Es
solo un montículo de tierra removida que apenas levanta unos centímetros del
suelo. Tiene unos dos
metros de largo y algo menos de uno de ancho. No se distinguiría de los
escombros que se acumulan alrededor si no fuera porque parece aplanada a
propósito. Con el polvo blanco y la tierra cobriza, en la que se distinguen
huellas de pisadas, se mezclan ramas y rocas. No hay
marcas, señales, nombres… ni siquiera una triste
estaca. Es un secarral en mitad de un bosque de pinos.
De hecho, el
único árbol que hay en pie en el terreno acotado se yergue junto al montón de tierra. La sombra es un alivio.
Quizá alguien quiso mostrar un poco de humanidad a pesar de todo. Quizá fue
casualidad.
Se llamaba Mehmet. Eso creen los trabajadores que recibieron el
encargo, el sábado pasado, de acondicionar el lugar. Lo dicen también los
medios turcos.
Un
capitán de Trebisonda, padre de dos hijos, al que su familia ha repudiado. Es uno de ellos. Es
un traidor. Es un golpista. Sus huesos están destinados a reposar en este
rincón apartado de Estambul, junto al nuevo refugio para perros callejeros del
Ayuntamiento. Allí es donde han decidido que esté el “Cementerio
de los traidores”.
Un pedregal
de 1.000 metros cuadrados donde los obreros han levantado una tapia de medio
metro, lo único que le aísla del ir y venir de retroexcavadoras y obreros que
se afanan en acabar lo que serán un hospital veterinario y jaulas para los
animales. La gente podrá ir, conocer a los animales y quizá adoptarlos. Quizá
ninguno llegue a saber que allí está Mehmet. Su cuerpo se pudre ya en una tumba sin nombre, el mismo que apenas unos
días después de su inhumación, ya nadie recuerda. Mehmet Karabebir.
La sepultura
de Mehmet Karabebir, la primera en ser concluida (N. Tesón)
Hasta ayer
el nombre del camposanto sí podía leerse al menos, en un cartel negro con las
letras en blanco. El mensaje era claro: "Cementerio de los traidores".
Ahora ni siquiera les distingue ese apelativo.
El consejo
de la Dirección de Asuntos Religiosos turca, Diyanet, se reunió para deliberar
sobre el asunto y le han comunicado al alcalde de Estambul, Kadir Topbas, que
se debe quitar el cartel “para no herir los sentimientos de las familias”. La misma autoridad religiosa que solo unos
días antes decidía que no habría funerales ni servicios religiosos para los
golpistas. Dichas oraciones, aseguraron, son para los fieles como acto de
perdón y con sus actos [los golpistas] no solo han traicionado la confianza de
los turcos si no de toda una nación, por lo que “no merecen el perdón de los
fieles”.
El ataúd del
capitán llegó en ambulancia a las 10 de la mañana del lunes. Sin una oración,
sin ceremonias, unos operarios del cementerio que llegaron en el vehículo
llevaron a cabo el proceso. Nadie de la familia estuvo presente.
"Cualquiera que pase
los maldecirá"
Mehmet ha
sido el primero en llegar y nadie sabe si habrá más. Por el momento dos fosas
abiertas a golpe de pala excavadora aguardan junto a él. La decisión de que los
que participaron en la intentona golpista del 15 de julio no fueran enterrados
en cementerios musulmanes llegó muy pronto. Algunos alcaldes, como el de Ordu,
ya habían señalado que no hay sitio para golpistas en sus cementerios. “Cualquiera que pase
por allí los maldecirá y no podrán descansar en sus tumbas”, predijo
el alcalde de Estambul, Kadir Topbas,
miembro del partido gubernamental AKP, tras anunciar que se enterraría
aquí a los que murieron participando en la asonada militar: unos 24 de los 240
fallecidos.
Tumbas
abiertas en el nuevo cementerio (N. Tesón)
Un
trabajador del refugio de perros contiguo que aguarda el traslado a la nueva
instalación donde está el cementerio asegura que escupirá “sobre sus tumbas
cada vez que pase por allí”. No lo dice muy convencido, pero parece que es la
respuesta que se espera estos días cuando se habla del golpe. No se admiten
titubeos. Incluso si la medida te parece inhumana. Cuando se cumplen 15 días
del alzamiento ya hay más de 60.000 personas que han
perdido sus empleos y más de 16.000 detenidas, entre ellas casi 11.000
militares, en una purga que promete llevarse a muchos más por delante gracias a
los amplios poderes que da la declaración del estado de emergencia al Gobierno.
Organizaciones
de derechos humanos como Amnistía Internacional, en declaraciones a Associated
Press, han manifestado en circunstancias normales sería inimaginable la
negación de un derecho básico como un servicio religioso o un enterramiento
apropiado. Pero estos son momentos de gran polarización. El hecho de que el
camposanto se instale junto a un refugio de perros callejeros tampoco parece
casual, dado que el perro es considerado un animal
impuro en la religión musulmana que profesa el 96% de los turcos. El
trabajador se excusa para no seguir argumentando, y explica que no les han dado
mucha información. “Ni si quiera hemos podido ver el cementerio aún…”.
El
cementerio, ya sin el cartel sobre los 'traidores' (N. Tesón)
Un obrero
observa el montículo en la distancia y niega con la cabeza. No se atreve a
pronunciarse. Camina esquivando cascotes hasta llegar junto a la tumba de
Mehmet. Pide el anonimato y confiesa que se siente “dividido”. La observa de
hito en hito: “Es extraño. Por un lado sé que ha traicionado a la patria, pero
por otro… es un ser humano, tienen hijos, familia…”. La chicharra suena fuerte
bajo un sol que solo da tregua bajo el pino maltrecho que se erige junto a la
tumba de Mehmet. El amasijo de escombro, roca y tierra sin nombre que cuando
llegue el invierno y la lluvia no se distinguirá mucho de lo que le rodea,
salvo quizá por esa extraña sensación que se agarra al estómago al aproximarse
a ella. Los obreros siguen con sus rutinas, nadie escupe, ni maldice, solo hay
ruido y polvo y calor y un bosque de pinos y monte bajo de tomillo que se
extiende tras el pequeño muro del cementerio de los traidores; un límite que no
previene a las mariposas, pájaros y abejas de sobrevolar la última morada del capitán Mehmet.
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