El
Dow ha subido 177% desde 2009 y ello se debe a que los grandes inversionistas
no tienen más opción, pues las otras como los bonos del tesoro o las tasas de
interés de bancos centrales de Europa y Japón están en 1% , en cero o son
negativas, asi que lo que es bueno para el Dow no los tanto para la economía
norteamericana en general (las ganancias del mercado de valores son el reflejo
de una debilidad económica, no de fortaleza)
El
‘blues’ del mercado alcista
http://economia.elpais.com/economia/2016/07/15/actualidad/1468590717_332845.html?por=carrusel
Se ha
producido un aumento de beneficios sin que haya tenido lugar una expansión
económica similar
PAUL
KRUGMAN
16
JUL 2016 - 00:49 CEST
Bolsa de
Nueva York. AP PHOTO. RICHARD DREW
Como la
mayoría de los economistas, no suelo tener mucho que decir sobre las acciones. Los mercados de renta variable son aún más
susceptibles que otros a las falsas ilusiones populares y la locura de las
masas, y los precios de las acciones suelen tener mucho menos que ver con el
estado de la economía o sus perspectivas futuras de lo que mucha gente cree.
Como decía el economista Paul Samuelson, “los índices de Wall Street han
predicho nueve de las cinco últimas recesiones”.
Aun así, no
debemos pasar completamente por alto los precios de las acciones. El hecho de
que últimamente los principales índices bursátiles hayan experimentado nuevos
repuntes —el Dow Jones ha subido un 177 % desde su
hundimiento en marzo de 2009— es interesante y digno de mencionar. ¿Qué
nos dicen esos índices de Wall Street?
La
respuesta, diría yo, no es del todo positiva. De hecho, en cierto sentido, las ganancias del mercado de valores son el reflejo de una
debilidad económica, no de fortaleza. Y entender cómo funciona eso nos
ayudaría a comprender el preocupante estado en que se encuentra nuestra
economía.
Bien,
empecemos por el mito que Samuelson intentaba desacreditar, es decir, la
afirmación de que los precios de las acciones son un termómetro de la economía
en general. Este mito gozaba de popularidad entre los políticos de derechas, e
importantes economistas conservadores publicaron artículos que llevaban títulos
como El radicalismo de Obama está destruyendo el Dow.
Curiosamente,
sin embargo, empezamos a escuchar frases así con mucha menos frecuencia cuando
los precios de las acciones cambiaron de rumbo y empezaron a subir como la
espuma, cosa que sucedió seis semanas después de que el presidente Obama
asumiese el cargo. (Aunque los sondeos indican que la mayoría de quienes se
identifican como republicanos todavía no se han percatado de esa subida y
siguen creyendo que las acciones han bajado durante el mandato de Obama).
Lo cierto,
en cualquier caso, es que hay tres grandes elementos de
discrepancia entre el precio de las acciones y el éxito de la economía en
general.
Primero, los precios de las acciones son un reflejo
de los beneficios, no de los ingresos totales.
Segundo, también reflejan la disponibilidad de otras oportunidades de inversión (o la
falta de estas).
Finalmente, la relación entre el precio de las
acciones y las inversiones reales que amplían la capacidad de la economía se ha
vuelto muy tenue.
En cuanto al
primer punto: evaluamos el éxito de la economía
por la medida en que genera un aumento de los ingresos de la población. Pero
las acciones no reflejan los ingresos generales; solo reflejan la parte de los
ingresos que se traduce en beneficios. Esto no tendría importancia si el
porcentaje de beneficios de los ingresos totales fuera constante; pero no lo
es.
El
porcentaje de beneficios de los ingresos nacionales varía, pero durante los
últimos años ha sido bastante más alto que a finales de la década de 1990, cuando
las acciones se pusieron por las nubes; es decir, se ha producido un gran
aumento de los beneficios sin que haya tenido lugar una expansión económica de
escala similar, lo que significa que la relación entre beneficios y prosperidad
es escasa, en el mejor de los casos. Lo cierto es que esto no es una fiesta,
como en 1999.
En cuanto al
segundo punto: cuando los inversores compran acciones, compran también un
porcentaje de beneficios futuros. El valor que eso represente para ellos
depende de las demás opciones que tengan para
convertir el dinero actual en ingresos futuros. Y, hoy en día, esas opciones son bastante malas, ya que los tipos de interés
de los bonos del Estado a largo plazo no solo son muy bajos vistos en
perspectiva, sino que son cero o negativos si se
tiene en cuenta la inflación. Así que los inversores están dispuestos a pagar
mucho por los ingresos futuros, de ahí el elevado precio de las acciones a
cualquier nivel de beneficios.
¿Pero por
qué están tan bajos los tipos de interés a largo plazo? Como explicaba en mi
última columna, la respuesta es básicamente la debilidad del gasto en
inversión, a pesar de la bajada de los tipos de interés a corto plazo, lo que
indica que dichos tipos tendrán que seguir bajos durante mucho tiempo.
Sin embargo,
puede parecer que esto plantee una paradoja. Si el sector privado no considera
que tenga muchas oportunidades de inversión buenas, ¿cómo pueden ser tan altos
los beneficios? La respuesta, diría yo, es que actualmente parece que los
beneficios suelen guardar poca relación con la inversión en nuevas capacidades.
En lugar de eso, los beneficios provienen de alguna clase de poder del mercado
(la posición de la marca, las ventajas de una red consolidada o un buen
monopolio a la antigua usanza). Y las empresas que obtienen beneficios gracias
a ese poder pueden, al mismo tiempo, tener acciones con precios altos y pocos
motivos para gastar dinero.
Piensen en
el hecho de que las tres empresas más valiosas de
Estados Unidos son Apple, Google y Microsoft. Ninguna de las tres gasta
grandes cantidades en ladrillos y mortero. De hecho, las tres acumulan unas
enormes reservas de efectivo. Cuando los tipos de interés bajan, no tienen
muchos incentivos para gastar más en ampliar su negocio; se limitan a seguir
embolsándose dinero, y la ciudadanía sigue dispuesta a pagar más por un pedazo
de esas ganancias.
En otras
palabras, aunque el hecho de que el precio de las acciones esté más alto que
nunca eche por tierra la afirmación de que el Gobierno de Obama ha sido
contraproducente para los negocios, no demuestra que la
economía goce de buena salud. En todo caso, es un indicio de que en la economía hay demasiadas pocas oportunidades de
inversión productiva y demasiado poder monopolístico.
Así que,
cuando lean titulares sobre el precio de las acciones, recuerden: lo que es bueno para el Dow Jones no lo es necesariamente
para Estados Unidos, y viceversa.
Paul
Krugman es premio Nobel de Economía. © The New York Times Company, 2016.
Traducción de News Clips.
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