Con
mis votantes, no te metas (analizan que
si se crea un partido evangélico en Perú así como se ha hecho en Centro América,
el fujimorismo perdería votantes , por el momento son aliados )
http://larepublica.pe/impresa/opinion/854249-con-mis-votantes-no-te-metas
7 de Marzo del 2017
Nelson
Manrique
La marcha
del 4 de marzo, convocada bajo el lema de ‘Con mis hijos no te metas’ ha
empujado a una intensa polarización y ha sacado a la luz intereses que
especulan con la emergencia de liderazgos conservadores con arraigo popular. No
faltan quienes ven al homofóbico Philips Butters como un posible candidato
presidencial.
En la misma
línea, algunos analistas, como Juan de la Puente,
sugieren que estamos asistiendo al nacimiento de un
gran partido popular de derecha de base religiosa evangélica, capaz de
aglutinar a los sectores sociales más deprimidos y con
menor nivel de formación, como ha sucedido en Centroamérica. Son
escenarios posibles, que es importante analizar.
La
conversión de personajes mediáticos en dirigentes políticos tuvo su momento
estelar en el Perú con el locutor Ricardo Belmont, que a fines de los 80 ganó
las elecciones para la alcaldía de Lima. El Movimiento Obras que él fundó ganó
alrededor de 20 alcaldías metropolitanas, lo cual lo convertía en un prometedor
prospecto político con proyección nacional. Pero, así como aparecieron, Belmont
y Obras se desvanecieron rápidamente. Su movimiento, inventado para las
elecciones reclutando apresuradamente contribuyentes para postular a las
alcaldías distritales, desapareció rápidamente, y terminó con una buena
cantidad de alcaldes municipales en prisión por desfalco de los fondos
municipales.
¿Cómo
explicar el carácter efímero de este movimiento?
El análisis más profundo me parece el del padre Gustavo
Gutiérrez, que reflexionaba sobre la visión vulgar a partir de la cual se calificaba a un popular locutor de “un gran comunicador”. “Para
ser un comunicador, señalaba Gutiérrez (estoy citando de memoria), hay que
tener algo qué comunicar”. En otras palabras, no hay comunicación ahí donde no
hay un mensaje. Por eso, un movimiento
político vacío de ideas y propuestas, que a lo más ofrecía “pastillas para el
ánimo” a sus oyentes, tenía que esfumarse al contacto con la cruel
realidad.
Los grandes
movimientos no aparecen en el vacío sino tienen que insertarse en el escenario
político preexistente. ¿Existe un espacio vacío en el
escenario político y social de hoy donde podría crecer un proyecto político
evangélico fundamentalista? No es así. Ese espacio tiene un titular
firmemente instalado que es el fujimorismo, que por
supuesto comparte con los fundamentalistas la simpatía con el discurso
político y discriminador.
El
crecimiento de un proyecto evangélico fundamentalista
tendría que hacerse a costa del fujimorismo, enfrentándolo y disputándole las
bases. No es esa la situación hoy existente.
La
marcha del 4 de marzo fue apoyada por el fujimorismo y varios de sus líderes
desfilaron entusiastamente junto con los evangélicos.
El
corazoncito de los líderes conservadores de la iglesia católica, como Juan Luis
Cipriani y el arzobispo de Arequipa, laten al unísono con las banderas
homofóbicas y discriminadoras que estos enarbolan. En
el escenario actual los evangélicos de ultraderecha y los fujimoristas son
aliados. En las recientes elecciones Keiko Fujimori abandonó el discurso
de apertura y tolerancia que vendió en la Universidad de Harvard y firmó
públicamente compromisos con el ala dura evangélica para respaldar las
propuestas homofóbicas y discriminadoras.
Los evangélicos, por otra parte,
podrían calificarse como trotskistas de la fe, por su entusiasmo para dividirse. Con más de un centenar de cultos y miles de sectas es difícil imaginarlos actuando
juntos en un partido.
Hoy por hoy,
no parece un buen negocio para el radicalismo
evangelista romper con el fujimorismo. Lo más probable es que negocien
una cuota mayor de representantes bajo sus banderas, para seguir haciendo
avanzar su causa. La marcha del 4 de marzo, siendo grande, no ha convocado una
cantidad de gente equiparable a las que movilizaron las consignas “Ni una
menos” y “No a Keiko”; ahí están los testimonios gráficos para comprobarlo.
A pesar de
que en esta ocasión la Iglesia Católica terminó de
furgón de cola de los evangélicos va a tener que movilizarse para no perder
presencia entre los creyentes. La coincidencia coyuntural en las
banderas conservadoras en contra de la población LGTBQ no está por encima de la
disputa estratégica iniciada hace medio milenio, por las almas de los
creyentes.
Actúa a su
favor que la cultura popular peruana está firmemente entretejida con el
catolicismo desde los nombres de los pueblos, consagrados a sus santos
patrones, que les proveen de identidad, tradiciones, ritos, festividades; algo
que por lo general los evangélicos no entienden y que
ha constituido una valla para su desarrollo por más de un siglo. Hay
pues bastante que añadir al análisis.
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