Así
son los países católicos y evangélicos: Niñas huérfanas en Guatemala del centro
Virgen de la Asunción regentado por asociaciones
católicas y evangélicas dependientes de la Secretaría de Bienestar Social de
la Presidencia, las niñas de 13 años
eran utilizadas como esclavas sexuales a
la vista y paciencia del gobierno más corrupto de América, las drogaban y las violaban
en masa en el centro del orfelinato y además recluyeron allí a toda clase de pandilleros
y drogadictos era como meter a un tuberculoso en una sala cuna pediátrica .la religión
en países enfermos como Guatemala es de 47 % católicos y 38 % evangélicos según
la Wikipedia , en comparación de Suecia donde el nivel de vida es de los más
elevados del planeta el 85 % no creen en Dios.
"Metí
a mi hija en un infierno"
http://internacional.elpais.com/internacional/2017/03/12/actualidad/1489285446_469535.html
Crece la
indignacion de los familiares de los 39 niños
fallecidos en un incendio en un centro para menores de Ciudad de
Guatemala ante la confusión y falta de información sobre el suceso
JOSÉ
ELÍAS
Ciudad
de Guatemala 12 MAR 2017 -
04:42 CET
Familiares
cargando el féretro de una de las víctimas J. E.
Cegada por
el dolor, la madre de Lilian Andrea Gómez, de 13 años, abandona la morgue del
Instituto de Ciencias Forenses de Guatemala en medio de un familiar y una
psicóloga voluntaria. Acaba de ver, por última vez, un cuerpo carbonizado del
que sólo las pruebas de ADN permiten asegurar que se trata de su pequeña, una
de las 39 víctimas del incendio registrado este miércoles en un centro de
menores ubicado al sudeste de Ciudad de Guatemala.
“Maltrataron a mi nena”, musita entre lágrimas, como
subrayando el hecho de que Lilian Andrea no solo perdió la vida, sino lo hizo
en unas condiciones de brutalidad extremas.
Pero, antes de poder retirar el cuerpo para velarlo de acuerdo a sus creencias,
todavía tienen que realizar un engorroso trámite burocrático.
En la sala
de espera de la morgue, los familiares de otras de las víctimas esperan que se
les confirme la identidad de sus parientes. Han pasado la noche en unos
sillones incómodos. Transcurridos tres días desde la tragedia en el hogar
seguro Virgen de la Asunción, siguen sin tener
certeza de la suerte corrida por sus hijos. Una mujer que se acerca a la puerta
principal –el ingreso está vedado a la prensa–, tiene gesto de llanto, pero las
lágrimas se le han agotado. El cansancio, las noches sin poder conciliar el
sueño más que a ráfagas, un sentimiento de impotencia absoluta y un cada minuto
más débil rayo de esperanza, “tal vez no sea ella”, completan el retrato.
“Traje a mi niña porque me
garantizaron que la tratarían bien. Que le darían de comer, algo que yo no
podía hacer todos los días. La metí en un infierno”, comenta una madre que intenta, con
dificultad, tragar un bocadillo que le ofrecen unos jóvenes que se han acercado
hasta la morgue del Organismo Judicial en el casco viejo capitalino, con café y
emparedados, como un gesto de solidaridad con los dolientes.
Tres cuartos
de lo mismo ocurre en las instalaciones del hogar seguro Virgen de la Asunción
–ubicado en San José Pinula, una ciudad dormitorio 21 kilómetros al este de la
capital–, en donde el miércoles 8 ocurrió la tragedia y donde unas 70 niñas
continúan virtualmente presas. A sus puertas, una mujer con síntomas
visibles de cansancio comenta que busca a su hija sin tener ninguna respuesta.
“No la he encontrado en ningún hospital y nadie parece saber nada”, dice. Otra
mujer, oriunda de Rabinal (Baja Verapaz, norte) repite mecánicamente: “Quiero
llevarme a mi hija. Llevo tres días pasando hambre, sed y frío”.
Concebidas
en principio para albergar a bebés y niños susceptibles de ser dados en adopción, así como a niños de víctimas
de la violencia familiar, estos ‘hogares seguros’ pronto se vieron inundados por adolescentes en conflicto con la ley
enviados a ese lugar por jueces tras encontrarlos culpables de delitos
graves como violaciones sexuales, extorsiones o tráfico
al menudeo y consumo de cocaína.
Esta
anomalía fue reiteradamente denunciada, sin encontrar eco, pese a la gravedad
de las denuncias como violaciones sexuales o utilizar como esclavas sexuales a las
niñas por parte de los monitores:
“Nos inyectaban algo para dormirnos, nos quitaban la ropa y nos dejaban
desnudas en el patio. Hacían negocios con nosotras”, denuncia una ex interna, Blanca Lidia
Iboy, en un informe de la organización Mecanismo contra la tortura citado el
viernes por Prensa Libre. El informe relata que
otra antigua interna quedó embarazada en el centro y, durante una reyerta,
perdió a uno de los gemelos que esperaba tras recibir una golpiza. El otro le
fue retenido por las autoridades y ahora espera recuperarlo.
“Esta
tragedia evidencia las enormes carencias en los centros que administra la Secretaría de Bienestar Social de la Presidencia, y la
bestialidad,
no se le puede llamar de otra manera, de los jueces que ordenaron el traslado a esos hogares de
delincuentes juveniles con antecedentes criminales. Fue como meter a
un tuberculoso en una sala cuna de pediatría”,
comenta a EL PAÍS Luis Linares, analista de la Asociación de Investigación y
Estudios Sociales, Asíes.
La activista
humanitaria Norma Cruz, al abandonar la morgue donde se reunió con familiares
de las víctimas, reveló que las mismas denunciaron que los
jueces, a la hora de quitarles la potestad sobre las niñas, ni siquiera las
dejaron hablar en su defensa. “Nunca les permitieron hablar. Entraban
condenadas de antemano y eran acusadas de ser malas madres”.
Añadió que
la desorganización que priva en las instancias gubernamentales llega a tal
extremo que, hasta la tarde de este sábado, no se tenía una base de datos que
permitiera conocer adónde han sido trasladadas las niñas sobrevivientes. “Se
hubiera evitado a los padres el dolor de estar visitando hospitales y la
morgue, para saber qué ocurrió con sus pequeñas”.
“Esta tragedia es producto
de una sociedad enferma. Las víctimas son niñas que sufrieron maltrato, violaciones sexuales y
terminaron en una institución del Estado que, lejos de protegerlas, las
convierte en víctimas de abusos, como los que ahora han salido a
luz. Es la tragedia de Guatemala, un Estado completamente colapsado por la
corrupción y la indolencia”, señala Manfredo Marroquín, presidente de Acción
Ciudadana, el capitulo guatemalteco de Transparencia Internacional.
Marroquín se
muestra pesimista con respecto a que la institucionalidad del Estado pueda
superar esta situación: “Seguimos sujetos a la posibilidad de sufrir otra
tragedia de similares características en cualquier momento y área. Y lejos de
ver un intento por revertir ese estado de cosas, lo que se palpa es su
agudización. El gobierno no ha sabido interpretar la nueva realidad de
Guatemala. Más bien cayó preso de los mismos vicios y prácticas, de los
gobiernos pasados”.
La jornada
del sábado concluyó con una protesta que congregó, en la Plaza Mayor, a unos
10.000 manifestantes que pedía, a voz en grito, justicia. Que este hecho no
quede impune. Algunos grupos llegan a pedir, incluso, la dimisión del presidente Jimmy Morales, extremo
atribuible a la torpeza extrema con que el gobierno ha manejado esta crisis.
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