El
programa de reactivación de la FED ha sido un espejismo y solo aumento las
burbujas de activos, en cambio la economía real
más bien empeoro, las corporaciones utilizaron el dinero prestado ultra
barato para volver a comprar sus propias
acciones o para adquirir otros activos financieros.
¿Qué
está frenando a la economía mundial?
http://economia.elpais.com/economia/2016/02/10/actualidad/1455130861_691790.html
El Nobel de
Economía carga contra la política monetaria de la Reserva Federal
JOSEPH
E. STIGLITZ
HAMID RASHID
10
FEB 2016 - 20:01 CET
Siete años
después de que en 2008 entrase en erupción la crisis financiera mundial, la
economía del mundo ha continuado dando tumbos en 2015. Según el informe de las
Naciones Unidas (ONU) titulado Situación y Perspectivas de la Economía Mundial
2016, la tasa promedio de crecimiento en los países desarrollados ha disminuido
en más del 54% desde la crisis. Se estima que cerca de 44
millones de personas están desempleadas en los países desarrollados,
aproximadamente 12 millones más que en 2007,
mientras que la inflación ha alcanzado su nivel más bajo desde la crisis.
Aún más
preocupante es el hecho de que las tasas de crecimiento de los países avanzados
también se han tornado más volátiles. Esto es sorprendente, ya que, en su
posición de economías desarrolladas con cuentas de capital totalmente abiertas,
estas economías deberían haberse beneficiado de la libre circulación del
capital y de la distribución internacional del riesgo —y, por lo tanto,
deberían experimentar poca volatilidad macroeconómica—. Además, las
transferencias sociales, prestaciones por desempleo incluidas, deberían haber
permitido a los hogares estabilizar sus niveles de consumo.
Sin embargo,
las políticas dominantes durante el período posterior a la crisis —el ajuste
fiscal y la flexibilización cuantitativa (QE)— han ofrecido poco apoyo para
estimular el consumo de los hogares, la inversión y el crecimiento. Por el contrario, han tendido a empeorar las cosas.
En EE UU, la
flexibilización cuantitativa no impulsó el consumo y la inversión porque, en
parte, la mayor parte de la liquidez adicional regresó
a las arcas de los bancos centrales, en forma de excesos de reservas. La
ley de flexibilización regulatoria de los servicios financieros de 2006
autorizó a la Reserva Federal (Fed) a pagar intereses sobre las reservas
obligatorias y sobre las reservas en exceso, socavando, de esta manera, el
objetivo clave de la QE.
De hecho,
con el sector financiero de Estados Unidos al borde del colapso, la ley de
Estabilización Económica de Emergencia de 2008 adelantó en tres años la fecha
de entrada en vigencia del ofrecimiento de pago de intereses sobre reservas,
estableciendo que la misma se iniciaría el 1 de octubre de 2008. Como
resultado, el exceso de reservas que se mantiene en la Fed se disparó, pasando
de un promedio 200.000 millones de dólares durante
el período 2000-2008 a 1,6 billones durante el período
2009-2015. Las instituciones financieras optaron
por mantener su dinero en la Fed en lugar de realizar préstamos a la economía
real, ganando casi 30.000 millones —sin correr
ningún riesgo— durante el último lustro.
Esto
equivale a una generosa —y, en gran medida, oculta—
subvención de la Fed al sector financiero. Y, como consecuencia de la
subida de tasas de interés estadounidense del mes pasado, la subvención se
incrementará en 13.000 millones este año.
Los
incentivos perjudiciales son solo una de las razones por las que no se
materializaron muchos de los beneficios que se esperaba recibir como resultado
de las bajas tasas de interés.
Dado que la
QE logró mantener las tasas de interés cerca a cero durante casi siete años, se
debería haber incentivado a que los gobiernos de los países desarrollados
obtengan préstamos e inviertan en infraestructuras, educación y sectores
sociales. El aumento de las transferencias sociales durante el período posterior
a la crisis habría impulsado la demanda agregada y suavizado, en cierta medida,
los patrones de consumo.
Por otra
parte, el informe de la ONU muestra claramente que en
todo el mundo desarrollado la inversión privada no creció como era de esperar,
tomando en consideración las extremadamente bajas tasas de interés. En 17 de
las 20 mayores economías avanzadas, el crecimiento de la inversión se mantuvo
más bajo durante el periodo posterior a 2008 respecto al nivel alcanzado
durante los años anteriores a la crisis; asimismo, cinco economías experimentaron una disminución de la inversión durante
el periodo 2010-2015.
En todo el
mundo, los títulos-valores emitidos por las
corporaciones no financieras —las mismas que, se supone, llevan a cabo
inversiones fijas— aumentaron
significativamente durante el mismo período. Esto implicaría que muchas
corporaciones no financieras obtuvieron préstamos, aprovechando las bajas tasas
de interés. Sin embargo, en lugar de invertir, estas
corporaciones utilizaron el dinero prestado para volver a comprar sus propias
acciones o para adquirir otros activos financieros.
Por lo
tanto, la QE estimuló fuertes incrementos en el
apalancamiento y en la rentabilidad del sector financiero.
Sin embargo,
dígase una vez más, nada de esto fue de mucha ayuda para la economía real. De
manera clara, mantener las tasas de interés en un nivel cerca de cero no
conduce necesariamente a niveles más altos de crédito o inversión.
Cuando a los
bancos se les da la libertad de elegir, eligen ganancias libres de riesgo o
incluso eligen la especulación financiera en lugar de realizar préstamos que
apoyarían el objetivo más amplio de crecimiento económico.
Por el
contrario, cuando el Banco Mundial o el Fondo Monetario Internacional prestan
dinero barato a los países en desarrollo, se imponen condiciones a estos países
con relación a lo que ellos pueden hacer con dicho dinero. Para tener el efecto
deseado, la QE debería haber ido acompañada no sólo por esfuerzos por
reestablecer los deteriorados canales de préstamos (especialmente aquellos que
dirigen fondos a las pequeñas y medianas empresas), sino también por objetivos
específicos de otorgamiento de créditos para los bancos. En vez de fomentar
efectivamente a que los bancos no presten, la Fed
debería haber penalizando a los bancos por mantener excesos de reservas.
Si bien las
tasas de interés extremadamente bajas produjeron pocos beneficios para los
países desarrollados, dichas tasas impusieron costos significativos a las
economías de los mercados en desarrollo y emergentes. Una consecuencia no
intencionada, pero no inesperada, de la flexibilización monetaria ha sido los
fuertes aumentos en los flujos de capital transfronterizos. El total de
entradas de capital a los países en desarrollo aumentó desde alrededor de 20.000 millones en 2008 a más de 600.000 millones en 2010.
En dicho
momento, muchos mercados emergentes tuvieron dificultades para manejar el
aumento repentino de flujos de capital. Muy poco de ese
flujo se dirigió a la inversión fija. De hecho, el crecimiento de la
inversión en los países en desarrollo se redujo significativamente durante el
período posterior a la crisis. Este año se espera que
los países en desarrollo en su conjunto registren su primera salida neta de
capital desde 2006.
Ni la
política monetaria ni el sector financiero están haciendo lo que tiene que
hacer. Parece ser que la inundación de liquidez se ha dirigido de manera
desproporcionada hacia crear riqueza financiera e
inflar burbujas de activos, en lugar de ir a
fortalecer la economía real. A pesar de las fuertes caídas de los
precios de las acciones, la capitalización de mercado como porcentaje del PIB
mundial sigue siendo alta. El riesgo de una nueva crisis financiera no puede
ser ignorado.
Hay otras
políticas que mantienen la promesa de restaurar el crecimiento sostenible e
integrador. Estas políticas comienzan con la reinvención de reglas para la
economía de mercado con el propósito de garantizar una mayor igualdad, más
pensamiento a largo plazo y la aplicación de controles al mercado financiero
mediante una regulación eficaz y estructuras de incentivos que sean apropiadas.
Pero también
se necesitará un gran aumento de la inversión pública en infraestructura,
educación y tecnología. Estos incrementos tendrán que ser financiados, al menos
en parte, por la imposición de impuestos ambientales, incluyendo impuestos al
carbono y al monopolio, así como impuestos a otras rentas, mismas que se han
tornado en omnipresentes en la economía de mercado y que contribuyen enormemente
a la desigualdad y al crecimiento lento.
Traducción
de Rocío L. Barrientos
Copyright:
Project Syndicate, 2015. www.project-syndicate.org
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