El
colapso de Venezuela genera un ‘sufrimiento salvaje’ a su población
http://lat.wsj.com/articles/SB10304232901487524531204581541040815918486?tesla=y
Gente
haciendo fila para comprar alimentos en Caracas. PHOTO: MERIDITH KOHUT/BLOOMBERG NEWS
Por Anatoly Kurmanaev y Maolis Castro
Domingo,
14 de febrero de 2016
15:35 EDT
CARACAS—En
un hospital de la región occidental de este atribulado país, la crisis
económica dio un giro sombrío en los últimos días: seis niños murieron porque
no había suficientes medicamentos o respiradores que funcionaran.
En la
capital, la crisis ha convertido la vida cotidiana en una odisea para casi todo
el mundo. El gobierno ha racionado la
electricidad en medio de cortes de luz crónicos, para dejar los centros comerciales a oscuras. Las casas
y apartamentos sufren regularmente por la escasez de agua.
Rosalba
Castellano, de 74 años, pasó recientemente horas en lo que se ha convertido en
una rutina desesperada para millones: aguardando en una larga fila para comprar
cualquier alimento que esté disponible. Al final, salió con apenas dos litros
de aceite de cocina.
“Esperaba
comprar papel higiénico, arroz, pasta, pero no
se consiguen”, dijo. Su única opción es encontrar esos artículos a mayor precio
en el mercado negro. El gobierno, se quejó, “nos tiene sometidos a un
sufrimiento salvaje”.
La Asamblea
Nacional, ahora controlada por la oposición, declaró el jueves pasado una
emergencia alimentaria, en un intento por llevar al gobierno del presidente
Nicolás Maduro a, entre otras cosas, flexibilizar los controles de precios que
han creado escasez de todo, desde medicamentos hasta carne. “Se está dejando al
pueblo sin la capacidad de alimentarse”, dijo el legislador Omar Barboza.
Se prevé que
la inflación del país alcance este año 700%, la
más alta del mundo, según el Fondo Monetario Internacional. El año pasado, la
economía se contrajo 10% y se espera que se reduzca otro 8% este año, de
acuerdo con el FMI, el peor desempeño del mundo. Y no se ve una solución a la
vista.
Los
economistas dicen que el gobierno tiene que dar marcha atrás a décadas de
políticas económicas que reconfiguraron de forma dramática la economía. El
Estado asumió el control de cientos de compañías, estableció controles de
precios y gastó grandes cantidades de dinero público, llevando la brecha presupuestaria a cerca de 20% de la producción
económica anual.
Pese a la
profundización de la crisis, ha habido pocas señales de cambio de un gobierno
que atribuye los problemas del país a una “guerra económica” librada por
enemigos, incluyendo empresas privadas y el gobierno estadounidense. Llamadas a
varios ministerios y agencias del gobierno en busca de comentarios no fueron
respondidas.
La semana
pasada, legisladores aliados del gobierno dijeron que la escasez de alimentos
era culpa de empresas privadas que acaparaban productos para tratar de
desestabilizar a Maduro. Esa misma noche, el Tribunal Supremo de Justicia le
otorgó al presidente poderes especiales que le permiten tener control directo
sobre el presupuesto y un mayor margen para intervenir en empresas privadas.
Los legisladores de la oposición dicen que las dos medidas apuntan a evitar que
la Asamblea Nacional trate de limitar la intervención del gobierno en la
economía.
La escasez
de alimentos es cosa de cada día en Venezuela. PHOTO: MIGUEL GUTIÉRREZ/EUROPEAN
PRESSPHOTO AGENCY
Huertas
urbanas
En respuesta
a la creciente escasez de alimentos, Maduro creó en enero el Ministerio de
Agricultura Urbana. El mandatario destacó que tiene 50
gallinas en su casa y que sus compatriotas pueden aprender a cultivar en
sus casas. La medida es similar a una política que Cuba implementó a comienzos
de los años 90 luego de que el colapso de la Unión Soviética cortó la ayuda a
la isla.
Maduro ha
sugerido varias iniciativas. Hace un par de semanas abrió una cuenta en
Facebook. “Quiero ampliar mi actividad en las Redes Sociales”, escribió,
añadiendo dos fotos.
Los
venezolanos no se demoraron en contestar. Algunos le dieron la bienvenida al
presidente en Facebook, otros le pidieron que renunciara, muchos solicitaron
investigaciones de corrupción en sus ciudades y estados. Unos pocos pidieron
ayuda para comprar un auto, u obtener fertilizante o encontrar alimentos.
José Guerra,
economista y legislador de la oposición, lo llamó “la cursilería más grande
para un país que está en crisis. Eso, lo que demuestra, es que Maduro no tiene
los pies en la tierra”.
A medida que
se acumulan las dificultades diarias, uno
de cada 10 venezolanos está buscando la manera de salir del país, según la
firma encuestadora Datanálisis. Durante
la última década, más de un millón de personas han emigrado, según varios
cálculos.
Leonardo
Briceño dice que cuatro gerentes de su firma de relaciones públicas en Caracas
han renunciado para salir del país. La próxima semana se convertirá en el
cuarto que emigre cuando salga rumbo a Estados Unidos con su esposa y su hija
de dos años.
“Es más allá de la
inseguridad y el deterioro económico”, afirma. “Es imaginar un escenario en el que mi hija
necesita una medicina y no se consigue. Eso es lo que me preocupa más”.
La crisis se
siente no sólo en las grandes ciudades sino también en lugares como Toas, una
diminuta isla con palmeras y aguas cristalinas en la región occidental, donde
viven apenas 8.000 personas.
En diciembre
pasado, ladrones se robaron 24 kilómetros de cable submarino que conectaba a la
isla con el continente. Los delincuentes cortaron las conexiones telefónicas de
la isla y dejaron inactivas sus bombas de agua.
Genebraldo
Chacin, un pescador, cuenta que sus hijos no se han bañado ni han ido al
colegio desde entonces y que han estado consumiendo apenas una comida por día.
Sus vecinos dicen que la isla está cerca de la hambruna.
“La comida se nos daña y es triste porque aquí no se consigue la comida”, dice
Sasha Almarza. Vecina de Chacin. “Cuando tenemos algo, lo comemos todo el mismo
día para no perderlo”.
La
tasa de homicidios en Venezuela se ha disparado a 90 por cada 100.000 habitantes,
de acuerdo con el Observatorio Venezolano de Violencia, un grupo no
gubernamental que se enfoca en temas de delincuencia. La cifra sería la segunda
más alta del mundo después de la de El Salvador, que tiene una tasa de 104 por cada 100.000 habitantes. El Observatorio
calcula que a finales de 2015, uno de cada cinco homicidios ocurridos en
América Latina y el Caribe tuvo lugar en Venezuela.
El desplome
del precio del petróleo ha perjudicado a Venezuela más que a cualquier otro
país productor de hidrocarburos. El crudo representa 96%
de sus ingresos por exportaciones y financia cerca de la mitad del presupuesto
nacional.
Por años, el
presupuesto se basó en un barril de petróleo a US$40, incluso durante años en
los que el precio se acercó a US$100. El excedente fue puesto en un fondo fuera
de la supervisión de la Asamblea Nacional. Fue gastado y se cree que grandes
sumas fueron desfalcadas, según ex funcionarios del gobierno venezolano y
autoridades en EE.UU. que investigan la corrupción en Venezuela. El fondo de reservas petroleras de emergencia se ubica
en US$3 millones, frente a los cientos de miles
de millones de dólares de fondos similares de otros países petroleros.
Venezuela no
sólo no ahorró, sino que se endeudó inmensamente. En la actualidad tiene una deuda externa de casi US$110.000 millones.
Alejandro
Arreaza, economista de Barclays para América Latina, dice que los datos del
mercado indican que Venezuela tiene cerca de 85% de
probabilidades de entrar en cesación de pagos de su deuda en los
próximos 12 meses. El analista piensa que Caracas pagará los US$1.500 millones
que vencen el 26 de febrero, y que hará todo lo posible por cumplir con los
US$5.000 millones en capital e intereses que vencen en octubre y noviembre.
Para evitar un default desordenado e impedir que los acreedores
confisquen activos petroleros, señala, Venezuela puede tener que reducir aún más las importaciones y
posiblemente hacer una reestructuración de su deuda.
“Ya tienen
problemas políticos en el frente interno, y quieren evitar la apertura de un
frente internacional”, dice Arreaza.
Una escasez
de dólares debido a los controles de divisas y al declive de los ingresos
petroleros ha perjudicado gravemente la economía, mientras las
nacionalizaciones y los controles de precios han
destrozado el sector privado para dejar al país más dependiente de las
importaciones.
Venezuela
solía exportar arroz, café y carne. Ahora importa los tres productos. Incluso
trae del extranjero sus propios billetes, que compra a empresas europeas y que
transporta en jumbos 747.
El número de empresas privadas en el país se redujo en 20% entre
2006 y 2014, según Datanálisis. Multinacionales como Clorox Co.
simplemente han abandonado el país. Otras, incluyendo Ford Motor Co. y Mondelēz
International Inc., el fabricante de las galletas Oreo, han rebajado a cero el
valor contable de sus operaciones en Venezuela.
Un sistema
complicado de tipos de cambio hace que el país sea uno de los más baratos o más
caros del mundo, dependiendo de la tasa que se use. Al tipo de cambio oficial,
de 6,3 bolívares por dólar, una Cajita Feliz de McDonald’s cuesta US$146. A la
tasa del mercado negro, en la que el dólar se vende por 1.000 bolívares, cuesta
apenas 89 centavos de dólar. Esto hace que el país sea extremadamente barato
para viajeros hábiles y aquellos que ganan en dólares, pero demasiado costoso
para los pobres que no tienen acceso a la moneda estadounidense.
Crisis
de salud
La crisis es
especialmente aguda en lo que alguna vez fue el eje de las políticas
socialistas de este país, su sistema de salud. Asociaciones médicas y
especialistas en el sector dicen que las muertes que pueden ser prevenidas
están al alza debido a la falta de medicamentos,
equipos y doctores. El principal gremio de farmacias del país dice que
hay escasez en 90% de los medicamentos.
En un día reciente
en el Hospital Universitario de Maracaibo, la segunda mayor ciudad del país, los pacientes yacían en camas sin sábanas en habitaciones con
pisos sucios. No había servicio de agua,
medicamentos, suministros de limpieza o comida. Materia fecal flotaba en
los inodoros. El personal médico dice que pandilleros rondan los pasillos, lo
que obliga a los doctores —que sufren de sueldos bajos y acoso— a encerrarse en
sus consultorios para evitar ser asaltados.
“Esto parece un
hospital de guerra”, dijo Dora Colmenares, cirujana hepática. “Necesitamos urgentemente ayuda
humanitaria”.
Hace unos
días, seis bebés murieron en el Hospital Central de San Cristóbal, según
funcionarios de los servicios de protección infantil de la ciudad y del
sindicato del personal del hospital. Los neonatos fallecieron debido a la
escasez de medicamentos y la falta de respiradores que funcionaran para
pulmones que no terminaron de desarrollarse, dijeron los funcionarios.
“Hasta que el problema
de la falta de suministros y de importaciones se resuelva, la situación de los
neonatos sólo va a empeorar”, dijo Karelis Abunassar, presidenta del Consejo de Protección
Municipal del Niño, Niña y Adolescente. Abunassar agregó que una inspección del
ala de maternidad encontró apenas 11 incubadoras y
siete máquinas respiratorias que funcionan, insuficientes para la
cantidad de prematuros que nacen allí. Llamadas al Ministerio de Salud no
fueron respondidas. Un administrador del Hospital Central dijo que los
directivos no estaban disponibles para hacer comentarios.
—Lorena Evelyn Arráiz en San Cristóbal,
Sheyla Urdaneta en Toas,
Mayela Armas y Kejal Vyas en Caracas y
Sara Schaefer Muñoz en Bogotá contribuyeron a este artículo.
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