Estados
Unidos ataca con misiles al régimen sirio
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Donald Trump
ordena lanzar 59 misiles de crucero contra un campo aéreo sirio como represalia
por el ataque químico. Es la primera intervención directa de Washington contra
el régimen de Bachar el Asad
JAN MARTÍNEZ AHRENS
Washington 7 ABR 2017 - 10:03 CEST
El
destructor estadounidense USS Porter lanza un misil contra Siria, hoy. REUTERS
/ VÍDEO: REUTERS-QUALITY
Estados
Unidos lanzó la noche del jueves un ataque por sorpresa contra el régimen
sirio. 59 misiles Tomahawk alcanzaron la base aérea de Shayrat (Homs) en
represalia por el bombardeo con armas químicas que el martes acabó con 86
muertos, 30 de ellos niños. La decisión de abrir fuego contra las tropas de Bachar
el Asad, una opción rechazada hasta hace pocos días por el presidente Donald
Trump, supone un giro radical en la política de Washington en Siria y abre una
posible vía de conflicto con Moscú, principal valedor del régimen. Pero también
lanza una advertencia a Irán y Corea del Norte: Estados Unidos, con Trump a la
cabeza, está dispuesta a disparar contra quien cruce sus líneas rojas.
Trump ha
hecho de la imprevisibilidad un arma. Durante años rechazó cualquier ataque a
El Asad. “¡No ganamos nada y solo nos ocurrirán cosas malas!”, llegó a tuitear
en 2013 cuando Barack Obama sopesaba una acción militar en Siria tras el ataque
químico que sesgó la vida a 1.400 civiles. Fue una posición que mantuvo en
campaña. Y esta misma semana, su Administración insistía en evitar el choque
con el régimen. “Uno escoge sus batallas; nuestra prioridad ya no radica en
sentarnos y expulsar a El Asad”, dijo la embajadora ante la ONU, Nikki Haley.
Estados Unidos ataca
con misiles al régimen sirio
Monolítica y
reiterada, nada parecía poder cambiar esta estrategia hasta que el pasado
martes el horror llamó a las puertas de la Casa Blanca. El bestial ataque
lanzado por aviones sirios contra población civil en Jan
Sheijun golpeó al propio presidente. Las imágenes de los niños fulminados
por el gas tóxico le llevaron, confesó Trump, a cambiar su actitud con El Asad.
“Es horrible. Ha cruzado muchas líneas rojas”, proclamó.
Desde aquel
momento, la posibilidad de una respuesta militar empezó a ganar puntos. El
secretario de Estado, Rex Tillerson, endureció su discurso, y el Pentágono
admitió que estudiaba una intervención, pero nadie pensó que el ataque fuese a
precipitarse tan vertiginosamente. Washington empleó a fondo este elemento
sorpresa.
Trump
tenía el jueves una reunión trascendental con el presidente chino en su masión
de Mar-a-Lago (Florida).
Una hora después de la cena con el mandatario oriental, sin aviso al Congreso, dio comienzo el ataque. Eran las 20.40. Desde los destructores USS Porter y el USS Ross, en
aguas del Mediterráneo oriental, los misiles Tomahawk salieron rumbo a
la base de Shayrat. Los proyectiles impactaron en hangares, almacenes de
combustible y armas, sistemas de defensa aéreos y radares. La destrucción fue casi completa. Al menos cuatro soldados
sirios murieron.
El objetivo
había sido elegido por ser la pista de donde partieron los aviones que causaron
la matanza de Jan Sheijun. El Pentágono aseguró que se “habían adoptado medidas
extraordinarias para evitar bajas civiles” y “rebajar al mínimo los riesgos del
personal del campo aéreo”. En este afán, Rusia fue alertada antes de la
intervención.
Al finalizar
la operación, ante un país sobrecogido por las primeras informaciones, el
presidente de Estados Unidos dirigió un mensaje a la nación.
Responsabilizó
directamente al “dictador” sirio y en un tono emotivo dijo: “Usando gas mortal,
Asad segó la vida de indefensos hombres, mujeres y niños. Fue una muerte lenta
y brutal. Incluso hubo bebés asesinados cruelmente en este ataque bárbaro.
Ningún hijo de Dios debe sufrir tal horror”.
En su
alocución, Trump alertó de que no consentirá el empleo de armas químicas, pero
fue más allá y marcó las directrices de su futura política en Siria. Tras
cargarse de un manotazo la titubeante línea seguida por Obama en el conflicto,
afirmó: “Años de intentos para cambiar la conducta de El Asad han fallado de
forma drástica. En consecuencia, la crisis de los refugiados se ha ahondado y
la región sigue desestabilizada y amenazando a Estados Unidos y sus aliados”. Para
concluir, hizo un llamamiento a las “naciones civilizadas” para acabar con el
terrorismo y con la "carnicería en Siria".
Esta
invocación fue entendida por algunos analistas como un paso previo a una
coalición internacional para intervenir en el país. Después de seis años de guerra, 320.000 muertos y 10 millones de desplazados,
una acción conjunta representa un anhelo tan compartido como temido.
Siria es un polvorín donde cualquier paso en falso puede acarrear consecuencias
imprevisibles.
Las
implicaciones del operativo se conocerán en los próximos días. En una primera
lectura, los misiles marcan un camino de no retorno con
el régimen sirio.
El
Asad ya no es asumido como un mal necesario por la Administración Trump. Ahora
ha pasado a ser un dictador y asesino. Y por primera vez en seis años de
conflicto, Estados Unidos le ha atacado.
Más
confusa es la relación con Moscú. El gran padrino de El Asad ha negado contra toda evidencia
la implicación del régimen en el ataque químico. Y aunque horas antes de la intervención
estadounidense un portavoz manifestó que
su apoyo a El Asad “tenía sus límites”, su retirada del escenario de juego
es impensable. Cualquier movimiento en terreno sirio ha de contar con su
presencia. Estados Unidos lo sabe y el aviso a Moscú para evitar bajas en sus
tropas muestra que la comunicación sigue abierta y es fluida.
El destructor estadounidense USS Porter lanza
un misil contra Siria, hoy.ver fotogalería
El
destructor estadounidense USS Porter lanza un misil contra Siria, hoy. FORD WILLIAMS
AFP
En esta
línea, el golpe al régimen puede reducirse a una operación quirúrgica destinada
a evitar nuevos horrores químicos o puede ser el preludio de mayores
hostilidades. El Pentágono se apresuró a señalar que se trataba de un “golpe
único”, pero la incógnita está en el aire. Y la respuesta vendrá no sólo de
Siria, donde Washington mantiene 900 soldados en
misiones antiterroristas, sino también de
Estados Unidos.
Trump lleva
solo 78 días en el cargo y su valoración es la más baja de un presidente a
estas alturas de mandato. Con el operativo, ha hecho una jugada de alto riesgo
político. Imprevisible, dura y contradictoria con su doctrina oficial. Pero el
resultado parece haber ido a su favor. En un principio, tanto republicanos como
demócratas, cuestiones formales aparte, validaron el uso de la fuerza y la
consideraron proporcional. Incluso senadores tan críticos como el republicano John McCain, le ofrecieron su
apoyo para futuras operaciones. Y en el exterior, Reino
Unido, Arabia Saudí, Turquía, Polonia e Israel salieron a aplaudir la
acción. Este puede ser el primer gran golpe de Trump. Faltan por ver las
consecuencias
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CLINTON,
PARTIDARIA DE INTERVENIR
Hillary
Clinton
Hillary Clinton DREW ANGERER
AFP
S. P.
Hillary
Clinton vuelve a dejarse ver en público cinco meses después de que Donald Trump
se impusiera en las presidenciales. Admite que la derrota fue dura de asimilar.
Y aunque asegura que personalmente está bien, como americana, reconoce,
"hay muchas cosas que me preocupan”. Una de ellas es el conflicto en
Siria.
La
exsecretaria de Estado con Barack Obama admitió que deberían haber sido más
“agresivos” con el régimen de Bachar el Asad. Citó en concreto que se debería
haber establecido una zona restringida de vuelos y haber tomado medidas de
represalia contra las bases aéreas sirias que usaron armas químicas en el norte
del país. “Son la causa de la mayor parte de muertes de civiles”.
“Lo hemos
visto durante años y de nuevo hace unos días”, lamentó Clinton, que sigue
pensando que la intervención militar es necesaria “para prevenir que sean
capaces de usar estas bases aéreas para bombardear a gente inocente y con
agentes químicos”. “Esta masacre no puede continuar”, concluyó.
Hillary
Clinton hizo estas declaraciones tras conocerse que el Pentágono contempla una
respuesta militar, tras el último ataque químico en la provincia de Idlib. Pero
cualquier acción en este sentido se ve complicada por la presencia de Rusia,
que defiende al régimen sirio. Clinton dice que hay que evitar la
confrontación.
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