Ante
las dificultades de integración, los alemanes abandonan Suiza (no son
bienvenidos )
http://www.swissinfo.ch/spa/diferencias-culturales_ante-las-dificultades-de-integraci%C3%B3n--los-alemanes-abandonan-suiza/43053540
Por Petra Krimphove,
Berlin
27
DE MARZO DE 2017 - 11:00
Desde 2009
hay más alemanes que se van de Suiza que los que llegan.
(Keystone)
Todo el
mundo sabe que la relación entre suizos y alemanes es
complicada, con reticencias de ambos lados. Frustrados por un
sentimiento de rechazo, cada vez más alemanes regresan a su país. Sin embargo,
otros han conseguido sentirse en casa.
Philip Korn
vivió cinco años en Zúrich. Después le llegó la hora de volver. No ha sido ni
la falta de relaciones sociales ni ningún resentimiento lo que le ha empujado a
partir. “Zúrich es una ciudad maravillosa pero también puede ser un pueblo
grande”, señala este matemático de 39 años, especializado en economía. Recuerda
noches con los amigos al borde del lago, fines de semana esquiando, “fue una
época maravillosa”. Echando en falta una urbe mayor, se mudó en 2011 a Londres.
Ahora trabaja en Berlín, en una ‘start-up’. “Aquí existe, teóricamente, la
posibilidad de descubrir una cosa nueva cada fin de semana”, asegura. Algo que
le ha faltado en Zúrich.
Después de
unos años, Philip Korn dejó Suiza por Inglaterra. Zúrich no era una ciudad tan
cosmopolita como Londres.
(Petra
Krimphove)
Muchos
jóvenes profesionales como Philip Korn figuran entre los que han vuelto la
espalda a Suiza. Sus carreras son más internacionales que las de la generación
de sus padres. Cuando encuentran un empleo aquí, en el sector financiero o en
la sanidad, muchos son los que se plantean no permanecer en Suiza a largo
plazo. Su objetivo es acumular experiencia y disfrutar de salarios altos. Sin
embargo, este no era el argumento definitivo para Philip Korn. “En el sector
financiero y de la banca se pagan también sueldos altos en otros países”,
subraya. Para él, Zúrich fue una parada intermedia antes de continuar viaje.
El
que se enamora se queda
Si los
jóvenes alemanes llegan a sentirse en Suiza como en casa se debe, normalmente,
a que el amor ha entrado en juego. El amor crea un vínculo emocional con el
nuevo país y representa al mismo tiempo un billete de entrada en la sociedad
suiza. Quien forma parte de una gran familia suiza no tiene necesidad de
preocuparse de su integración.
Esta es, por
ejemplo, la historia de Benjamin Schupp, que llegó desde Berlín en 2008 con su
compañera zuriquesa. “Tenía ganas de probar la vida en Suiza”. Hoy sin embargo
desearía volver a Alemania si sus hijos, habidos de una relación hoy acabada,
no tuvieran sus raíces aquí. Echa de menos la diversidad cultural y social de
Berlín, así como la manera directa de comunicarse. No, no siente hostilidad
alguna contra Suiza, pero subsiste una cierta distancia.
Como pareja
de una ciudadana suiza no tuvo problemas para establecer contactos en Zúrich.
Cuando llegaron, los dos tenían ya un círculo de amistades. Sin embargo, en el
trabajo Benjamin Schupp tuvo que empezar por aprender nuevas reglas y apartar
las viejas costumbres. Dar la mano, presentarse, observar, acordarse de los
nombres. “Aquí todo pasa a través de los contactos personales”, constata este
hombre de 43 años. Ahora sabe cómo debe comportarse un alemán para no ser mal
visto. No obstante, a veces no se siente verdaderamente integrado y lo mismo
ocurre con muchos de sus compatriotas. Vuelven a su país porque echan en falta
a sus amigos.
En los foros de internet muchos alemanes cuentan la aversión no
disimulada de que son objeto. Cajeras cuya sonrisa se crispa cuando se dan cuenta de que su cliente es alemán,
colegas que permanecen distantes, todo ello parece una versión inofensiva del
resentimiento. Sin embargo, algunos suizos dan también vía libre a su propio
descontento en el espacio anónimo de internet. “Llegan aquí, toman nuestros empleos, ganan
buenos salarios, pero siguen haciendo sus compras en Alemania y todavía se
permiten quejarse”, puede leerse acerca de los expatriados alemanes.
Más aún: “Los
fanfarrones que presumen de su país se abren aquí sitio a codazos y utilizando
el poder de la palabra, mientras nosotros nos comportamos con reserva y
humildad para evitar los conflictos”.
A
veces basta con callarse
No tomarlo
personalmente y no esconderse en un rincón para lamentarse. Este es el consejo
de algunos alemanes a sus compatriotas. También Philip Korn ha sentido la reserva
de los suizos con respecto a los alemanes. Ha
visto suizos que se alejaban de la barra cuando a su lado se sentaban alemanes
demasiado ruidosos. No es fácil hacer amigos en Suiza. Son muy reservados,
confirma este alemán de Hamburgo, que se declara como una persona muy abierta.
Sin embargo, no se ha sentido nunca ofendido: “Uno no es el centro del mundo
para los demás”. El idioma desempeña también un papel importante: “No utilizo
lo poco del dialecto suizo que conozco”, reconoce, pero no lo hace por una cuestión
de respeto hacia los suizos: “Daría la impresión de que me estoy riendo de
ellos”.
Michael
Wiederstein se siente contento con su vida en Suiza. Este periodista alemán de
33 años llegó a Zúrich en 2010 para realizar una práctica laboral en el diario
‘Schweizer Monatshefte’ (hoy: Schweizer Monat). Desde hace seis meses es
redactor jefe. Su pareja es de Zúrich y tienen dos hijos. ¿Piensa volver a
Alemania? “No, mi vida, mi familia, mi trabajo –todo está aquí”, afirma. Su
pareja y sus dos hijos tienen pasaporte suizo pero él no tiene doble
nacionalidad. Habla con entusiasmo de Zúrich y su calidad de vida, de su oferta
cultural, de la perfección con que funciona la vida pública.
Ha intentado
no encerrarse en sí mismo y ha asimilado con serenidad la distancia inicial a
la que a veces ha tenido que enfrentarse. “No hay que pensar que cada
comentario negativo esté relacionado con mi nacionalidad alemana”, asegura. El
consejo de Michael Wiederstein es practicar la humildad y escuchar primero en
lugar de tomar inmediatamente la palabra. Y sobre todo aprender el dialecto
suizo-alemán.
No
tan divertido
A Michael
siempre le ha parecido algo sospechoso el mundo paralelo en el que viven muchos
expatriados alemanes. Una vez fue a ver un partido de fútbol con unos compatriotas,
con los que había entrado en contacto a través de un grupo de Facebook
destinado a alemanes en Zúrich. Recuerda que “fue una noche tremendamente
absurda. Se estuvieron quejando todo el tiempo, confirmándose mutuamente sus
estereotipos y repitiendo hasta qué punto era difícil
ser alemán en Suiza”. Esto no le impide reconocer que en Alemania las
cosas son algo menos planificadas que en su patria adoptiva. Considera que la
mayoría de los suizos “no son especialmente divertidos”, sobre todo en
comparación con la región alemana de Renania, donde creció y cuyos habitantes
son famosos por ser particularmente sociables. “En Zúrich, si alguien se ríe un
poco fuerte en el tranvía todo el mundo se vuelve a mirar”.
Quien llega
a un nuevo lugar debe darse tiempo y dar tiempo a los otros, opina Katharina
Wellbrock (ha preferido no facilitar su nombre verdadero). Las amistades y el
sentimiento de estar en casa no aparecen de un día a otro, sino que lleva su
tiempo. Esta médico alemana de 55 años, que llegó a Basilea en 2015 por medio
de una agencia de colocación, trabaja en una clínica psiquiátrica. Sigue
manteniendo un pequeño apartamento en Berlín, donde después de 30 años se
siente en casa y pasa casi la mitad de su tiempo. Sin embargo, considera que es
igualmente importante su integración en Basilea y tejer lazos con suizos. Ha
asistido a la recepción de bienvenida de su ciudad y su barrio, toma el
aperitivo con sus vecinas y comienza ya a tener relaciones después de 18 meses.
“Me lo había imaginado más
fácil”, reconoce. Sin embargo, en la clínica
no ha tenido mucho tiempo para conocer a sus colegas. “Los suizos son auténticos maníacos del
trabajo. No hay lugar para el ocio o la lentitud”, dice riendo. Además, los elevados precios de
restaurantes y bares hacen que las salidas a lugares públicos sean más bien
raras. “Muchos suizos no pueden permitirse salir tan a menudo como lo hacemos
nosotros en Alemania”, señala Katharina Wellbrock. Se esfuerza también por ser
comprensiva con el carácter reservado de los suizos. Sin embargo, lamenta no
ser tratada con la misma amabilidad que un suizo, por ejemplo cuando va a
comprar pan. Eso contribuiría a reforzar la sensación de encontrarse en casa.
Ginebra
es terreno neutral
Es casi
irónico constatar que, a pesar de la lengua común, los
alemanes se sienten más excluidos en la Suiza de habla alemana que en la
francófona. La utilización de una lengua extranjera hace desaparecer
muchos de los problemas que se plantean en las relaciones entre suizos de habla
alemana y los propios alemanes: el idioma estándar y el dialecto, la actitud
directa y la reserva, la superioridad y la inferioridad lingüística.
“Aquí el
hecho de ser alemán no tiene importancia”, afirma Anja von Moltke. Esta
empleada de Naciones Unidas, de 47 años de edad, ha vivido desde 1999 en
Ginebra, con algunos intervalos. Desde el principio, ella y su marido, también
alemán, intentaron no quedarse en la comunidad internacional que gira en torno
a la ONU. Sus dos hijos van a la escuela suiza y no al colegio alemán de la
localidad. Anja von Moltke cree que sus compatriotas pasan juntos demasiado
tiempo. Su hijo Jona juega desde hace varios años en un equipo de fútbol local,
mientras su hija es miembro de una asociación de gimnasia y sigue un curso de
música. La familia tiene amigos de todo el mundo, entre los que figuran también
muchos suizos. Anja von Moltke reconoce que Ginebra se encuentra culturalmente
más cerca de Francia que de Basilea o Zúrich. “Podríamos decir que para los
alemanes es como un terreno neutral”.
Los
alemanes abandonan Suiza
En Suiza
viven casi 300 000 alemanes. Un estudio elaborado por la Universidad de Viena
en 2015 analizaba el sentimiento de integración de esta comunidad. Para el 41%
de estos alemanes Suiza se ha convertido en su patria, mientras
que otro 40% no se siente integrado. Una tercera
parte considera que no son bienvenidos. Es probablemente por esta razón
por lo que la inmigración de nuestros vecinos alemanes ha disminuido
considerablemente. Desde 2009 hay más alemanes que se van de Suiza que los que
llegan. Aprovechan el repunte económico de estos últimos años en su país y la
subida de los salarios. La economía alemana tiene como objetivo específico el
retorno de su personal cualificado. A este argumento económico se añade otro de
carácter emocional: la Iniciativa sobre la inmigración masiva y el clima
político aumentan la sensación de no ser bienvenidos que tienen muchos
alemanes. Sin embargo, en muchas ocasiones, la decisión de regresar está
motivada simplemente por la morriña o nostalgia de una cultura más familiar.
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Traducción
del alemán: José M. Wolff
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