Entretelones
del ataque a Siria: Sería producto de una respuesta emocional de Trump
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Viernes,
07 de abril del 2017
Al amanecer
del viernes, desde Londres a Tokio, y de Teherán a Pyongyang, estaban tratando
de averiguar si fue solo un ataque
puntual o el disparo inicial de una nueva doctrina de Donald Trump. La
mayoría se inclinaba hacia la primera respuesta.
(AFP) El aluvión de misiles que el presidente
estadounidense Donald Trump descargó sobre Siria -el primer gran movimiento
militar de su gobierno- lo reveló como un líder
alimentado por el instinto y la emoción, y dispuesto a sacudir cualquier
estrategia en un instante.
El martes,
aterradores detalles llegaron a la sala de situación de la Casa Blanca, un
espacio seguro en el ala oeste del edificio, que sirve como los ojos y oídos de
la presidencia estadounidense sobre el mundo.
La imagen
inicial era incompleta, pero el ejército y la inteligencia estadounidense
llegaron a creer que a 9,250 kilómetros de distancia en Jan Sheijun, Siria, un
avión de ala fija de la fuerza aérea de Bashar al Asad lanzó una cosecha mortal
de gas sarín en la localidad ocupada por los opositores a su régimen.
La mañana
del martes, los funcionarios de inteligencia dieron sus noticias a Trump como
parte de su informe confidencial.
Al mismo
tiempo, las agencias de noticias con periodistas en el terreno, como AFP,
comenzaron a mostrar la horrorosa realidad de los efectos del bombardeo:
imágenes desgarradoras de niños convulsionando, hombres y mujeres con los ojos
en blanco, y el pánico en los esfuerzos por liberar del agente mortal a los que
seguían vivos.
De acuerdo
con los funcionarios de la Casa Blanca, el presidente Trump -un hombre cuya
vida ha sido definida por el poder de la imagen y la televisión- tuvo una
respuesta inmediata y visceral a las imágenes, pidiendo más información y
opciones.
“Cruzó
muchas líneas para mí”, dijo Trump sobre ese episodio en una conferencia de
prensa al día siguiente. “Cuando matas a niños inocentes, bebés inocentes con
un gas químico tan letal, eso cruza muchas, muchas líneas, más allá de una
línea roja”.
Tengo
una responsabilidad
Antes de ese
momento, Trump había criticado el aventurerismo militar de sus predecesores en
Medio Oriente, argumentando que era hora de pasar de las guerras en Irak y Afganistán a poner a “Estados Unidos
primero”.
Trump había
argumentado varias veces que las brutales acciones de Asad no eran realmente un
problema de Estados Unidos y que el dictador
sirio -y sus partidarios rusos- podrían incluso ser aliados en la lucha contra
el grupo yihadista Estado Islámico.
Fue
un giro completo. Ahora
Trump quería una respuesta ante el ataque. “Ahora tengo la responsabilidad, y
tendré esa responsabilidad y la llevaré muy orgulloso”, dijo.
En
24 horas -una velocidad que sorprendió a los aliados e incluso a algunos dentro
de la administración- militares y funcionarios de seguridad nacional habían presentado al presidente
múltiples opciones.
La tarde del
jueves, Trump ordenó lanzar una descarga de 59 misiles Tomahawk sobre la base aérea de Shayrat desde buques de la Armada de
Estados Unidos en el Mediterráneo.
Era un
despliegue abrumador de poder, pero menos arriesgado que volar sobre un área
cubierta por el sistema de defensa antimisiles S-400 de
Rusia y menos arriesgado que atacar el cuartel general militar sirio u
objetivos del gobierno.
Desde el
ambiente relajado de Mar-a-Lago, en Florida, donde se encontraba Trump, no
había indicios de que el presidente hubiera ordenado un ataque que pudiera
marcar su administración y alterar dramáticamente la dinámica geopolítica de
Medio Oriente.
Trump, acostumbrado
al liderazgo, se encontraba tan cómodo con su decisión que horas antes del
ataque estaba haciendo chistes con el presidente chino Xi Jinping, que estaba
hospedado en su resort en Florida.
Consecuencias
inciertas
Los altos
funcionarios de la administración pintaron la decisión como una muestra de la
fortaleza y resolución presidencial. ¿El mensaje? Hay un nuevo comandante a
cargo.
Con Trump,
no habría ninguna línea roja ignorada o deliberaciones durante meses para
adoptar una acción, características de la administración de Barack Obama.
“Es
decisivo, y no tengo ninguna duda de que él (Trump) quería ese contraste con la
indecisión del presidente Obama sobre Siria”, dijo a la AFP Larry Sabato,
director del Centro de Política de la Universidad de Virginia.
“Pero parte
de esto también es preocupante, es un presidente que no sabe lo que no sabe,
todos lo hemos visto”, añadió.
En medio de
múltiples preguntas sobre la estrategia a largo plazo y la legalidad del
ataque, los altos funcionarios de la administración han luchado para explicar
la justificación más allá de la reacción de Trump.
El
secretario de Estado, Rex Tillerson, y el consejero de seguridad nacional, H.R.
McMaster, presentaron el
ataque como una respuesta específica a una violación específica de las normas
sobre armas químicas, y también como una advertencia para el mundo en general
de no meterse con Trump y Estados Unidos.
Al amanecer
del viernes, desde Londres a Tokio, y de Teherán a Pyongyang, estaban tratando
de averiguar si fue solo un ataque puntual o el disparo inicial de una nueva
doctrina de Trump. La mayoría se inclinaba hacia la primera respuesta.
Incluso
funcionarios de la Casa Blanca admitieron en privado que si bien el ataque a
Siria puede repetirse, no es una posición necesariamente transferible a otras
crisis.
Un
ataque a Corea del Norte, admitió un funcionario bajo condición de anonimato,
sería una acción mucho más fuerte.
Estados
Unidos se está preparando para una respuesta de Asad o sus partidarios en
Teherán a través de los milicianos de Hezbolá, pero la Casa Blanca admite que
un ataque contra Pyongyang inducirá a una respuesta directa mucho más seria, dirigida
a sus aliados Corea del Sur o Japón.
Lo que está
claro del ataque es que Trump confía y actúa basado en sus propios instintos.
“Soy una persona muy instintiva, pero mi instinto resulta ser correcto”,
comentó recientemente.
Sin embargo,
Sabato dijo que “sólo hay un problema” con ese enfoque. “Es un ser humano y sus
instintos son tan imperfectos como los de cualquier otro”, dijo.
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