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Pese a la amenaza ultraderechista, los seguidores de Francia Insumisa dudan entre votar a Macron o la abstención
ÁLEX VICENTE
París 30 ABR 2017 - 14:03 CEST
Jean-Charles Lallemand, en un bar de la plaza la Republica de París. ERIC HADJ
Votar a Emmanuel Macron, hacerlo en blanco u optar por la abstención. Son las decisiones a las que se enfrentan los seguidores de Francia Insumisa, la plataforma liderada por el izquierdista Jean-Luc Mélenchon de cara a la segunda vuelta de las presidenciales francesas que se celebrará el domingo que viene.
El candidato de la izquierda radical, que consiguió reunir el 19,6% de los votos, ha preferido por el momento no dar ninguna consigna de voto a sus electores. “No soy ni un gurú ni un guía”, insistió Mélenchon en su arenga del viernes a través de su exitoso canal de YouTube.
Serán las bases de la formación las que fijarán una posición común a través de una votación en Internet que concluirá el próximo martes. 450.000 personas que se inscribieron en la página web de Francia Insumisa antes de la primera vuelta están llamadas a votar para encontrar una posición común de cara a la recta final de los comicios.
Estos militantes sin carné no pagan cuotas: bastaba con dar un nombre y un código postal para ser considerado miembro del movimiento.
La decisión del líder izquierdista ha convertido a sus electores en objeto de numerosas críticas.
Se les acusa de seguir el juego a los ultras del Frente Nacional especulando con la abstención. Consciente de la magnitud de este dilema, la candidata Marine Le Pen multiplica los mensajes para evitar que, cuando llegue el domingo, los melenchonistas introduzcan un voto por su rival (Macron) en la urna.
450.000 simpatizantes de Francia Insumisa deciden la consigna de voto para la segunda vuelta a través de una votación por Internet
El sentimiento principal es, de momento, la duda. Incluso en la cúpula de la organización.
Jean-Charles Lallemand, politólogo de 44 años y miembro de la ejecutiva del Partido de Izquierda, uno de los pilares de Francia Insumisa, aprueba el silencio de Mélenchon en nombre de la unidad del partido, y duda entre votar en blanco o por Macron. “Su opinión [del líder de Francia Insumisa] es importante, pero las consignas no son eficaces. Cada uno decidirá en la cabina electoral”, explicaba el viernes en la página web, donde la opción de votar por Le Pen no figura entre las propuestas. “Esa será la única consigna que daremos: ningún voto debe ir a la ultraderecha”, afirma. Pese a todo, un sondeo reciente de IFOP apunta que
el 18% de los simpatizantes de Francia Insumisa votará por Le Pen. Un 47% lo hará por Macron, mientras que el 35% restante se abstendrá.
Frente a esas cifras, las bases también vacilan. Claire, fotógrafa parisina de 44 años, se politizó hace pocos meses gracias a Mélenchon. “No había votado en la vida porque no creo en la democracia participativa. Hasta que lo escuché hablar en televisión. Me pareció que hablaba de humanos y no de números”, relata. Tras muchas dudas, el domingo votará a Macron. “Si ganara Le Pen, me sentiría demasiado culpable”, explica. Igual que ella, Marie-Maude, gestora de datos de 40 años, se resigna a votar por el centrista. “Intento recordar que el Frente Nacional es un partido racista, aunque sin excusar a los neoliberales ni olvidar que son responsables de su ascenso”, sostiene. También Violaine, directora artística de 33 años, apostará por Macron: “Lo votaré sin dudarlo, pero entiendo a los abstencionistas. Estamos hartos de que nos hagan chantaje con el FN”.
Vincent, técnico en la construcción de 62 años, coordina uno de los 2.700 comités de apoyo a Mélenchon que existen en el territorio francés. Es de los que aún no se han decidido. “Nos hacen escoger entre el odio al extranjero y el odio al pobre. A mi edad me cuesta hacer concesiones, porque acumulo más decepciones que un elector joven”, asegura. Pero entre los militantes menos veteranos tampoco hay unanimidad. Estas son las primeras presidenciales de Arthur, estudiante de Ciencias Políticas de 20 años. El domingo votará en blanco. “La extrema derecha me asusta, pero terminará por llegar al poder de todas formas. Si no es ahora, será dentro de cinco años”. No teme cargar con la culpa si Le Pen se impone en las urnas. “En un solo año de campaña, hemos logrado que el FN baje. Ni Macron ni los socialistas deberían darnos lecciones, porque son ellos quienes contribuyeron a que subiera”, asegura.
La tentación abstencionista aumenta cuando uno se aleja de la capital. En algunos puntos de la Lorena francesa, donde el FN hace estragos desde que las minas cerraron, Mélenchon obtuvo excelentes resultados. Por ejemplo, en la pequeña localidad de Val de Briey logró el 25% de los votos, aunque Le Pen le superara en dos puntos. Muchos de los electores del izquierdista no irán a votar en la segunda vuelta. Por ejemplo, Claude, jubilado de 74 años que trabajó como ferroviario y transportista. “La abstención implica un peligro, pero lo asumo totalmente. Si Le Pen gana, nos enfrentaremos a ella”, afirma. En el pueblo vecino de Moutiers, Francia Insumisa obtuvo el 35% de los votos, cinco puntos por encima de Le Pen. Mary-Annick, comercial de 68 años, también se abstendrá. “Sé que es grave, pero no veo otra solución. Creo que Le Pen ganará, pero puede acabar siendo bueno. Necesitamos un shock. Tal vez la ultraderecha deba llegar al poder para que los franceses entiendan lo que es”.
“La peste o el cólera”
Desde su casa, en la localidad fronteriza de Longwy, Daniel Cano otea tres países a la vez: Francia, Bélgica y Luxemburgo. Este hijo y nieto de republicanos españoles, de 66 años, que antes fue teniente de alcalde ecologista, preside el comité local de apoyo a Mélenchon. Compara su dilema con “escoger entre la peste y el cólera”. “Mi familia quedó destrozada por el franquismo. Mi tío fue fusilado y mi abuelo pasó siete años en la cárcel. Para mí es inconcebible que gane Le Pen”, afirma. A la vez, está casi seguro de abstenerse. Solo irá a votar si los sondeos apuntan a un empate. “Si Le Pen no está a más del 40%, Macron puede prescindir de mi voto”, afirma Cano, quien cree que una eventual victoria de la ultraderecha podría desencadenar en “otra guerra civil”.
De regreso a París, el chileno Christian Rodríguez, responsable de relaciones internacionales en la campaña de Mélenchon, también conoce el fascismo de cerca. Llegó a Francia como refugiado político en 1982, tras pasar un año encarcelado por el régimen de Augusto Pinochet por su activismo como líder estudiantil. “Yo nunca he votado a la derecha y, aún menos, a la extrema derecha. Pero tampoco voy a apoyar un proyecto que propone la destrucción del código laboral y la continuidad del neoliberalismo”, resume. De cara al domingo que viene, Rodríguez duda entre el voto en blanco y la abstención. “Entre la extrema finanza y la extrema derecha”, como planteó Mélenchon. Esa es la cuestión.
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