En
Japón hay pocas compañías emergentes con nuevas tecnologías, los monopolios
copan todo, eso hace que pierdan competitividad en los mercados mundiales. (El
proletariado japonés entra en una fábrica y se queda allí hasta que se muere (como
si le hubieran hecho un lavado cerebral),
en cambio en EEUU el proletariado aspira a ser clase media o burguesía.)los antiguos monopolios impiden el progreso
El
éxito de Mitsubishi resalta la debilidad económica de Japón
http://lat.wsj.com/articles/SB11742857406225324410504582020393009687410?tesla=y
Vehículos en
la sede central de Mitsubishi Motors Corp. en Tokio. PHOTO: EUROPEAN PRESSPHOTO
AGENCY
Por
Eric
Pfanner y
Atsuko
Fukase
jueves,
21 de abril de 2016
20:15 EDT
TOKIO—Están
construyendo el rascacielos más alto de Japón, fabricando su primer avión
comercial y tratando de vender submarinos militares a Australia por unos
US$38.000 millones.
Las empresas
del grupo Mitsubishi están sacando provecho de los grandes proyectos con los
que el primer ministro japonés, Shinzo Abe, espera restaurar el orgullo
nacional. La prominencia del grupo de casi 150 años de antigüedad pone de
manifiesto la estabilidad de los titanes corporativos de Japón y su capacidad
para sobrevivir guerras, crisis financieras y cambios tecnológicos.
Al mismo
tiempo, la concentración de capital y
talento en un grupo de empresas deja al descubierto las limitaciones que
Abe enfrenta para generar negocios dinámicos y modernos que puedan hacer que la
economía de Japón vuelva a crecer. A dos
décadas de haberse iniciado la era digital, el país aún tiene problemas para
promover nuevas empresas capaces de generar puestos de trabajo bien remunerados
en áreas como los servicios de Internet y de salud.
Entre las
300 principales compañías de Japón, menos de tres de
cada 10 fueron creadas después de la década de 1960, según un estudio
realizado el año pasado por la Organización para la Cooperación y el Desarrollo
Económicos.
Esto
se compara con casi ocho de cada 10 en Estados Unidos. Abe reconoció el problema en una
visita el año pasado a la Universidad de Stanford, cuando dijo que su país
necesita “capturar el dinamismo de Silicon Valley y llevarlo a Japón”. Y
añadió: “Las empresas que no puedan adaptarse necesitan retirarse del mercado”.
El cambio ha
sido lento, en parte debido a las características del mercado laboral japonés,
en el que muchos graduados universitarios comienzan a trabajar en empresas que
les ofrecen puestos vitalicios que luego son reacios a abandonar. Además, la
débil economía de Japón tiende a perpetuar sus males al desalentar el
emprendimiento de riesgo. Esto recientemente llevó al Banco de Japón a
introducir tasas de interés negativas para estimular más el crédito agresivo.
“No es
necesariamente culpa de Mitsubishi, pero es una especie de succionadora de
oxígeno”, dice William Saito, un empresario de EE.UU. que asesora al gobierno
japonés sobre política tecnológica.
Las más de
dos decenas de empresas centrales que forman el grupo Mitsubishi, que van desde
bancos hasta cerveceras, tienen ventas combinadas anuales de alrededor de
US$500.000 millones, aproximadamente el doble de las de Toyota Motor Corp., la
mayor compañía de Japón por ventas.
Las empresas
del grupo Mitsubishi son técnicamente independientes, no existe un conglomerado
o casa matriz como tal. Están vinculadas entre sí de manera flexible por medio
de participaciones cruzadas y otros lazos más tradicionales. Un comité con
representantes de todas ellas controla el uso del nombre Mitsubishi y su
logotipo de tres diamantes.
La
estructura del grupo Mitsubishi y su solidez financiera pueden garantizar que
miembros rezagados sobrevivan y, en algunos casos, posterguen decisiones
difíciles, como en el caso de Mitsubishi Motors Corp., que en 2004 tuvo
problemas financieros tras una serie de escándalos de seguridad.
La
automotriz se enfrenta ahora a un nuevo escándalo tras reconocer el 20 de abril
que empleados manipularon datos de consumo de combustible de al menos 625.000
vehículos para hacerlos parecer más eficientes en su uso de combustible.
En general,
las empresas más grandes de Japón no enfrentan muchas amenazas de competidores
locales. De acuerdo con Teikoku Databank, sólo tres firmas que cotizan en bolsa se declararon en quiebra en
2015, menos de 0,1% del total, en comparación con decenas cada año en EE.UU.
Aunque las bancarrotas empresariales no son buenas en sí mismas, su casi
ausencia sugiere que en Japón hay pocas compañías
emergentes con nuevas tecnologías capaces de sacar del terreno de juego
a actores más establecidos.
Eso hace que
sea difícil para Japón mantenerse al día con las economías más ágiles, dice
Ulrike Schaede, profesora de negocios japoneses de la Universidad de California
en San Diego. “Para competir hoy en día, uno no necesita un seguro, necesita
innovación y ganancias”, explica.
Los
analistas y empleados de Mitsubishi dicen que el grupo prospera en parte porque
sus jefes saben leer la dirección de los vientos oficiales. Abe ha hecho
énfasis en industrias capaces de impulsar las exportaciones de bienes industriales
de Japón. Un portavoz del grupo no quiso hacer comentarios.
En
Australia, Mitsubishi Heavy Industries Ltd. lidera una alianza de empresas
japonesas que compite con grupos de Francia y Alemania por un contrato de la
marina australiana para construir submarinos. De cerrarse este acuerdo, sería
la primera gran venta de armas de Japón en el extranjero desde que Abe suavizó
las restricciones de la posguerra sobre exportaciones militares.
Shunichi
Miyanaga, presidente ejecutivo de Mitsubishi Heavy, dice que si Japón consigue
el contrato, la empresa podría canalizar inversiones de otras compañías del
grupo Mitsubishi y sus socios comerciales hacia Australia. “Podemos ser un
mediador muy eficiente”, dijo en una entrevista.
Mitsubishi
Heavy es también el inversionista mayoritario en el primer avión comercial
japonés, el Mitsubishi Regional Jet. Después de una serie de retrasos, este
avión de pasajeros de entre 70 y 90 asientos está listo para unirse a las
flotillas de aerolíneas de EE.UU., Japón y otros países en los próximos años.
El año
pasado, cuando el jet hizo su primer vuelo, el secretario de gabinete de Abe,
Yoshihide Suga, habló de un “nuevo amanecer para la industria de la aviación de
Japón” y prometió el apoyo oficial a los esfuerzos de Mitsubishi para venderlo
en el resto del mundo.
Mitsubishi
Estate Co., que en 1989 compró el Rockefeller Center de Nueva York y más tarde
lo vendió a pérdida, planea construir el rascacielos más alto de Japón (390
metros) a tiempo para los Juegos Olímpicos de 2020 en Tokio.
Antes de la
Segunda Guerra Mundial, Mitsubishi era uno de los conglomerados industriales
más grandes de Japón, llamados zaibatsu. Durante la ocupación estadounidense
que siguió a la derrota nipona en la guerra, el general Douglas MacArthur rompió
el conglomerado en decenas de empresas. Años después, estas recrearon el grupo
de manera más difusa, con participaciones cruzadas por lo general de menos de
5%.
Los
presidentes ejecutivos de empresas Mitsubishi se reúnen mensualmente en lo que
han llamado el Club de los Viernes. La cita tiene lugar en Marunouchi, el
distrito empresarial y financiero de Tokio, donde Mitsubishi Estate posee más
de 40 edificios. Los asistentes dicen que el almuerzo suele ser una caja de
bentō o curry japonés y que hablan de temas generales, no de negocios
específicos.
“No tienen
que lidiar con los detalles” del negocio, dice Schaede. El primer punto de la
orden del día es “vamos a ver si alguien tiene sudor frío en la frente”, agrega
irónicamente la experta.
Otros incentivos
apuntan a retener a los empleados de los niveles inferiores. Por ejemplo, el
grupo ofrece un servicio de citas para ayudarlos a encontrar una pareja sin
salir del redil. En las bodas es de rigor que todos beban cerveza de Kirin
Holdings, otra compañía del grupo.
Miyanaga
dijo que a veces se exageran los vínculos existentes entre las empresas
Mitsubishi. Como ejemplo cita que su fabricante de generadores eléctricos está
asociada con Hitachi Ltd., una empresa externa al grupo.
Las
compañías Mitsubishi “comparten una especie de ética de los negocios”, dijo.
“Por supuesto, si nos encontramos con una muy buena oportunidad de cooperar o
trabajar juntos, el lazo o la forma de trabajo es un poco más fuerte debido a
una ética de negocios y la marca compartidas”.
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