El
Mundial más caro llega en medio del desencanto de los brasileños
http://online.wsj.com/news/articles/SB10001424052702303403604579588642024332298?tesla=y&tesla=y&mg=reno64-wsj&url=http://online.wsj.com/article/SB10001424052702303403604579588642024332298.html
Por
John Lyons y
Loretta Chao
May 28, 2014
12:02 a.m. ET
Se han
destinado US$3.600 millones de fondos públicos a estadios, lo que equivale a la
factura de estadios de las dos últimas Copas juntas. Reuters
RIO
DE JANEIRO—No hace mucho
tiempo, Tarcisio Monteiro estaba tan obsesionado con el Mundial que compró una
copa de plástico del torneo para su habitación en un barrio pobre de Rio de
Janeiro.
Ahora que
Brasil es el anfitrión del evento, está tan molesto con el dinero que se ha
gastado que se unió a las manifestaciones masivas en contra del Mundial.
"Mire cuantos
miles de millones se gastaron en la Copa y cuanto nos tocó a nosotros", indicó este trabajador de hotel de
38 años, que vive a poca distancia del estadio Maracaná, donde se disputará la
final del Mundial.
La
transición de Monteiro de fanático del Mundial a manifestante subraya la ola de
decepción que ha azotado a Brasil antes del evento que empieza el 12 de junio.
Tal amargura
antes era inimaginable.
La pasión
por el Mundial es tan honda en Brasil —que ha ganado más Copas que cualquier
otro país— que la gente aquí dice que vive en un "país del fútbol".
Aun así,
solo 48% de los brasileños dicen ahora que fue
una buena idea ser anfitrión, frente a 79% en 2008,
según una encuesta del 8 de abril de la firma brasileña Datafolha.
La
explicación trasciende el deporte. Para muchos brasileños, el campeonato se ha
convertido en un símbolo de la promesa incumplida de un auge económico que
debía traducirse en un gran avance para el país.
Pero el auge se ha desinflado.
Los US$11.500 millones que costará el Mundial más caro en la
historia aunados a una lista de proyectos de construcción inconclusos
son recordatorios diarios de los defectos que según muchos mantienen pobre a
Brasil:
una burocracia abrumadora, corrupción
y políticas miopes que priorizan los grandes proyectos por encima de
necesidades como el transporte, la educación y la salud.
"Es un insulto, en
un país con tantas deficiencias de necesidades básicas, organizar una Copa de
esta manera", apuntó Alcyr Leme, un gestor de
inversiones en São Paulo e hincha del fútbol.
Leme tiene
buenos recuerdos de ver a Pelé jugar en los años 60.
Pero planea
mirar este Mundial desde su casa. Comprar entradas para los partidos solo
consentiría el desperdicio, expresó.
Se han
destinado US$3.600 millones de fondos públicos a estadios, lo que equivale a la
factura de estadios de las dos últimas Copas juntas, y los constructores siguen
sin terminar.
Las obras en
los aeropuertos, calles y otros proyectos de largo plazo que prometían
beneficiar el desarrollo en Brasil fueron obstaculizados por riñas
burocráticas, acusaciones de corrupción y otras trabas.
A solo días del arranque, los estadios están
en su mayoría construidos, pero sus alrededores parecen a menudo zonas de
construcción.
En Natal, donde Estados Unidos juega su primer partido,
los trabajadores han ocultado rampas de acceso incompletas con forros de
plástico con imágenes de playa como una desesperada solución cosmética.
Los
políticos de la pequeña ciudad al noreste del país de terminaron enredando en
debates sobre presuntas irregularidades en las contrataciones a medida que se
retrasaba construcción de calles y otras estructuras.
En Fortaleza, otra ciudad pobre al noreste donde se
disputarán seis partidos, se completó el estadio
Castelão por US$230 millones.
Pero los
hinchas que llegan al aeropuerto de Fortaleza se toparán con una carpa enorme
en lugar de una nueva terminal.
Los fiscales
federales están investigando si la corrupción jugó un papel en el fracaso del
proyecto de expansión de US$78 millones de la terminal.
No muy
lejos, el proyecto de un tren ligero para reducir el tráfico no es más que un
tramo incompleto de escombros, en medio de disputas sobre propiedad de
terrenos.
Hoy en día
es de esperarse las disputas sobre costos en cualquier país sede de un evento
importante como el Mundial o los Juegos Olímpicos, que Brasil también realizará
en 2016.
Pero en
Brasil, el Mundial se ha convertido en un símbolo del acertijo económico que ha
atormentado al país por mucho tiempo: ¿cómo es que un país
con abundantes recursos naturales, como mineral de hierro, tierras y petróleo,
siga siendo pobre?
"El país del
fútbol está reaccionando al desperdicio, los proyectos inconclusos de
infraestructura, las acusaciones de corrupción, la baja calidad de las escuelas
y los hospitales, el mal uso de los recursos", anotó Mailson
da Nóbrega, un ex ministro de Finanzas de Brasil que ahora dirige el
centro de estudios económicos Tendências en São Paulo.
Como se
darán cuenta los visitantes del Mundial, los brasileños están molestos con la
organización de la Copa por sus líderes, no con la selección nacional o el
torneo en sí, los cuales en Brasil son reverenciados con algo cercano a
devoción religiosa.
Una vez que
comienza el torneo, se prevé que muchos negocios y escuelas cierren conforme el
país se sumerge en el ruidoso fervor por la selección, o Seleçao.
Pero la
consternación del público en torno al desperdicio que se percibe es tan
profunda que este es el primer Mundial en que hay preocupaciones por posibles grandes protestas.
En junio de
2013, durante la Copa Confederaciones, un millón de brasileños marcharon para
denunciar problemas que a su juicio debían de recibir más atención que los
estadios, como por ejemplo el débil transporte público, los colegios decadentes
y los hospitales.
Fuera de los
partidos, la policía utilizó gas lacrimógeno contra las manifestantes que
sostenían letreros que rezaban "Queremos escuelas con estándares
FIFA", en alusión a los estándares requeridos por la asociación
organizadora.
El apoyo de
las grandes protestas disminuyó después de que algunas se volvieron violentas y
un camarógrafo de televisión murió cubriendo una de ellas.
De todos
modos, Brasil está enviando una fuerza de seguridad de 157.000
efectivos para contener grupos más pequeños que aún prometen perturbar
el torneo.
Pero es más
difícil restringir a los críticos, entre quienes se cuentan estrellas del fútbol
brasileño que se desilusionaron después de actuar como embajadores oficiales de
la Copa, como Ronaldo, que ganó dos veces el trofeo y mantiene el récord de
goles en la misma, y Romario, la estrella que ganó la Copa de 1994.
Se ha
convertido en un dolor de cabeza para la izquierdista presidenta brasileña
Dilma Rousseff, que busca un segundo término en las elecciones de octubre.
Los
analistas previeron que la Copa lanzaría una campaña de reelección
presentándola como una líder eficiente.
Por
contraste, Rousseff adoptará un papel discreto en el Mundial y decidió no
hablar en el partido de inauguración en São Paulo. Los analistas políticos
dicen que quiere evitar el abucheo.
Rousseff ha
lanzado una campaña que incluye anuncios de televisión para defender los
preparativos del Mundial.
"El legado de la
Copa es nuestro. Nadie que venga aquí se irá con un aeropuerto, proyectos de
movilización urbana, o estadios, en sus maletas", Rousseff dijo a trabajadores de
hoteles y turismo en Brasilia el 15 de mayo.
El gobierno
sostiene que proyectos como aeropuertos con el tiempo serán terminados y
ofrecerán beneficios a largo plazo. Brasil estima que la Copa generará unos 380.000 empleos y atraerá a 600.000 turistas extranjeros.
Se prevé que
el evento inyecte unos US$11.100 millones en
publicidad, aerolíneas, hoteles y otros gastos en la economía.
Pero los
empleos son generalmente temporales y, según predice Moody's
Investors Service, el impacto en la economía de Brasil, de US$2,2
billones (millones de millones), será pequeño.
Rousseff ha
tenido que competir con severas declaraciones del alto oficial de la FIFA Jerôme Val¬ke, que calificó de un "infierno" trabajar con la burocracia de Brasil y
reconoció que "quizás habrá cosas que no estarán del todo listas al inicio
del Mundial".
En 2007,
cuando Brasil fue nombrado anfitrión de la Copa, el entonces presidente Luiz
Inácio Lula da Silva lo presentó como una fiesta de debutantes para un país
emergente que finalmente ingresaba a la prosperidad.
Tras décadas
de colapsos, Brasil tenía una economía en alza con base en una moneda estable.
Una nueva
clase de consumidores ascendía de entre los pobres del país. Y con los precios
de los commodities en alza, Brasil logró unos de los mayores hallazgos
petroleros en la costa de Rio de Janeiro.
La
bolsa de São Paulo creció 44% en 2007. Rio fue nombrado sede de los Juegos Olímpicos dos años más
tarde.
Pero el
ascenso se estancó. Tras un crecimiento de 7,5% en 2010,
la economía ahora se encuentra en su cuarto año de un bajón, en parte debido a
la pronunciada caída de los precios de las materias primas.
La nueva
clase consumidora perdió su ritmo tras acumular grandes deudas en sus tarjetas
de crédito.
La
manufactura cayó en recesión a medida que los altos impuestos y la decadente
infraestructura sofocaron la competitividad.
Los grandes
descubrimientos petrolíferos no han dado fruto: la producción petrolera se ha estancado en medio de escándalos de
corrupción y mala administración.
En un caso, la policía están investigando
porqué la petrolera estatal pagó US$1.200 millones por una refinería en Texas antes valorada
en US$45 millones.
Los
servicios públicos como la atención de la salud permanecen en un estado
terrible incluso a pesar de que un video promocional para la Copa prometía
"nuevos hospitales" para hoy en día.
Cerca del
estadio Fortaleza, Ivanildo Lopes dijo que ha estado esperando un año para que
le extraigan una dolorosa piedra del riñón.
Eso es común, dice Florentino Cardoso,
presidente de la Asociación Médica Brasileña. En
Brasil, la tasa de mortalidad infantil es el doble que en EE.UU., y el acceso a los médicos es tan limitado que en 2013 el país
empezó a importarlos de Cuba.
La inversión
pública en la salud se ha mantenido estable como porcentaje del PIB en años
recientes, según cálculos de la asociación. El Ministerio de Salud no respondió
a pedidos de comentarios de manera inmediata.
Inicialmente,
el gobierno brasileño dijo que encontrarían financiamiento privado para los
estadios, y reservarían los fondos públicos para proyectos que proporcionarían
un impulso a la economía de largo plazo.
El más importante de estos sería una mejoría al
transporte público en este país en que las ciudades grandes no tienen metro y
los trabajadores hacen viajes de varias horas en autobuses.
Al final,
sin embargo, los estadios fueron construidos casi exclusivamente con fondos
públicos a medida que sus costos se cuadruplicaron y
los prestamistas privados cuestionaron la rentabilidad futura de dichas
instalaciones.
Un ejemplo
es el estadio del juego inaugural, con 62.000 asientos, que después del torneo
pasará a manos del equipo Corinthians de São Paulo.
El estadio,
de US$550 millones, fue financiado con préstamos del gobierno y US$200 millones
de exenciones tributarias, debido a que Corinthians, sumergido en una enorme
deuda, no consiguió crédito.
Al mismo
tiempo, se terminaron pocos grandes proyectos de transporte.
El proyecto
emblema debía ser un tren bala de US$16.000 millones
que uniría Rio de Janeiro con São Paulo. El primer tren bala de alta
velocidad de América Latina debía estar funcionando para cuando empezara la
Copa y estaría terminado para los Juegos Olímpicos, según un miembro del
gabinete de Rousseff en 2009. El proyecto debía ser el pilar de una nueva
empresa de trenes estatal que construiría trenes veloces en todo el país.
Las
acusaciones de corrupción también han aumentado.
Además, los
críticos dicen que Brasil intentó hacer demasiado.
La Copa se
llevará a cabo en 12 ciudades a pesar de que la FIFA solamente pidió ocho. La
idea era distribuir los beneficios por todo el país. Pero las ciudades más
pequeñas quedaron abrumadas. Y cuatro ciudades en donde jugarán partidos no
tienen grandes equipos de fútbol por lo que sus estadios podrían no ser
utilizados después del Mundial. El mayor legado de la Copa podría ser la
renovación de sus decadentes aeropuertos.
Un consejo del autor del blog; Que los hoteles
y restaurantes cobren al contado y no fíen,
acá en Trujillo Perú, el estado estafo coa todos diciendo que iba a pagar durante los juegos olímpicos bolivarianos 2013
y nunca pago.
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