Donald Trump: ¿es peligroso su estado mental para el mundo?
Para ser presidente de un país a fin de gobernar de la mejor forma posible, el aspirante debe estar capacitado mentalmente y saber afrontar situaciones difíciles.
Para ser presidente de una nación se requiere de una ideología que aporte una visión de país, una capacidad lógica y de trabajo para enfrentar las diversas situaciones complejas que se presentan y, sobre todo, la claridad mental que proporciona una serenidad a prueba de cualquier advertencia de problemas graves en su Administración.
En esta dirección, existen cuatro elementos básicos en la personalidad que son el reflejo de un comportamiento anormal y que deben ser tomados en cuenta para evaluar la capacidad racional de un sujeto, especialmente cuando posee mando en el más alto nivel, involucrando decisiones que competen a parte importante del mundo. Primero,incoherencia en el discurso, pensamiento y hecho; segundo, desajuste en la personalidad en cuanto al comportamiento social; tercero, escasísima fundamentación en los planteamientos estructurales y el lenguaje común; cuarto, la creencia en ser casi sobrenatural.
Todos ellos si son escondidos y se perpetúan en la mente conducen a un trastorno mental, riesgoso, pues siempre involucra a las personas que están cerca del afectado y, si tiene poder, como fue el caso de Hitler, produjo una guerra interminable.
Las posiciones fascistas en la vida y las creencias en la raza aria como bases de la Humanidad son tremendas para el destino terráqueo.
Cuando dicho desequilibro desemboca en lo antisocial produce consecuencias previsibles y muy graves donde se manifiesta la manipulación, la negación de los derechos humanos y, sobre todo, la inexistencia de sentimientos compasivos: reírse o burlarse de otros es indicativo frecuente.
Algunas características esenciales son no poseer conciencia de lo que está haciendo a lo cual se suma la falta de remordimiento o sentimiento de culpa, pues considera que lo hecho ha sido correcto siempre, incluso aunque signifique asesinato, tortura, genocidio u otra forma de violencia. Así, es placentero neutralizar individuos o quebrar la ley.
Tres elementos son definitivos: capacidad actoral, ausencia de afectos como calidez o amor y la acción irresponsable en las decisiones mínimas o trascendentales, imbricados a los cuatro ítems ya planteados.
- La incoherencia entre discurso, pensamiento y hecho.
Se refiere a una desestructuración en la lógica conductual y de pensamiento, confirmada por una secuencia de actos anómalos como, por ejemplo, la crítica airada de Trump contra Barack Obama por el conflicto en Medio Oriente y su decidida oposición a ello cuando estaba en campaña, pese a que actualmente sus amenazas de guerra a Venezuela, Irán, Siria, Rusia o China, demuestran exactamente lo contrario. Al reiterar la necesidad de retirar los soldados estadounidenses de Siria y Afganistány la promesa de acabar con las interminables guerras de Estados Unidos en diversos puntos del mundo, es prueba reina de una inconsistencia alta.
- El desajuste en la personalidad en cuanto al comportamiento social.
La desorganización mental se da cuando una persona pese a estar bajo el escrutinio de una sociedad lanza mentiras con descaro, considera que éstas son verdaderas y se cree lo que dice. En ese sentido, ser patán al insultar a los contrarios con un lenguaje obsceno incluso, demuestra una grave desestructuración en su estructura mental.
- La escasísima fundamentación en los planteamientos.
Un requisito fundamental para dirigir un país es consolidar un discurso ideológico que pase del lenguaje coloquial a un nivel intelectual acorde con el cargo y profesión universitaria. Así, el uso de las fakenews, la oposición al cambio climático por inexistente pese a la contundencia científica, salir de un pacto nuclear con argumentos sobre la mayoría de edad de la nación, defender el uso de las armas de fuego sosteniendo la necesidad de protegerse de la delincuencia, son intelectualmente parte de un lenguaje y simplicidad argumentativa preocupante por su negación de la realidad.
No es suficiente manifestar que un individuo es patán, sino evidenciar que ello es parte de un patrón anómalo, pernicioso.
- La creencia en ser casi sobrenatural.
Que se puede declarar guerras por sobre la legalidad internacional, sin la aprobación del Congreso y soportado en un artículo de su propia Constitución como si fuera universal, evidencia una fe irrazonable.En conjunto con asaltar embajadas o asesinar niños, indultar personas porque hablan bien de uno mismo, creer que el poder económico lo hace invencible, unirse a personas inferiores como Bolton, Pompeo y otros, es símbolo de una personalidad ilusa, perdedora, desvinculada de lo real.
La evidencia científica corrobora que una persona al comportarse permanentemente de forma dura y cruel, manipulando, intentando controlar todo, enojándose cuando alguien es superior y descartando la amistad, mintiendo sin emoción alguna, haciéndose pasar por víctima, megalómano, creyendo su propio cuento como verdad insuperable, posee un trastorno de personalidad preocupante.
No firmar un acta de compromiso mundial contra el terrorismo, aunque se declare pacífico y pro paz, permiten concluir que portar un arma nuclear, poder gatillar un conflicto mundial, crear conflictos regionales interminables, dominar coactivamente a su propio pueblo, agredir sin fin al orbe, son riesgo inminente y reflejo de una salud mental inestable, incapaz de proporcionar solidez a las decisiones necesarias para encaminar a su nación hacia la no confrontación.
Es hora que la Humanidad reaccione deteniendo este peligro verdadero científicamente demostrado, que la ONU se ponga los pantalones de la dignidad, que la Unión Europea deje de ser un mendigo de EE.UU., que algunas naciones dependientes dejen de ofrecer a sus gobiernos como lacayos y, finalmente, que toda la resistencia por la paz se ponga en juego de inmediato, con cordura y propósito colectivo de triunfo integral por el ser humano como fuente de vida.
Santa María es Doctor en Filosofía y Ciencias de la Educación, profesor universitario, columnista de varios medios nacionales e internacionales y ha escrito dieciséis libros en el campo humano, político y pedagógico.
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