Análisis
de la dependencia energética de Europa del gas ruso, país por país. Extraído del
diario español Elpaìs
Rusia
puede abusar de la diplomacia energética
http://elpais.com/elpais/2014/03/13/opinion/1394714870_297345.html
En la crisis de Crimea la UE no puede
jugar duro con Moscú, que tiene la llave del gas
JORGE
BLÁZQUEZ 18 MAR 2014 - 00:01 CET
Hace unos
días Hungría, Polonia, República Checa y Eslovaquia
pidieron conjuntamente a Estados Unidos que acelerara
al máximo sus posibles exportaciones de gas natural licuado hacia estos países.
Y es que el conflicto en Crimea ha puesto otra vez al descubierto el punto
débil europeo en temas de seguridad energética: Rusia.
Históricamente,
Rusia ha sabido cómo gestionar a favor de sus intereses la extrema dependencia
del continente europeo de su gas natural.
En sus
manos, la energía es un arma diplomática formidable.
Es un mal que afecta en mayor o menor
medida a casi todos los miembros de la Unión, y del que solo
se salvan algunos países como España.
Nuestra principal debilidad —la carencia de interconexiones gasísticas y eléctricas con
Europa— se ha convertido en una extemporánea fortaleza durante esta
crisis.
Pero el
hecho de que estemos aislados de los efectos adversos de un posible corte en el
suministro del gas ruso, no es una buena noticia a medio y largo plazo.
El miedo
europeo ante un posible problema de suministro de gas ruso no es infundado.
Ya en 2006
y en 2009 cerró la llave del gas, golpeando, la última vez, la economía de
18 países europeos en pleno mes de enero.
Seguramente
a Putin no le temblará el pulso si tiene que hacerlo de nuevo.
El miedo
europeo ante un posible problema de suministro no es infundado: ya en 2006 y
2009 el gobierno ruso cerró la llave del gas
Lejos de ser
un actor secundario, Rusia es el
protagonista energético de la Unión Europea, la región del mundo con un mayor
nivel de dependencia exterior.
En conjunto,
consumimos el 13,8%
de toda la energía mundial y apenas producimos el 6,5%.
Este desequilibrio —el equivalente energético
a unos 7.000 millones de barriles de petróleo anuales—
se traduce en unas importaciones enormes.
La
Unión Europea importa el
85% del petróleo y el 67%
del gas natural que consume. Y de este último, el
30% procede de Rusia.
¿Y qué? dirán algunos; si falta gas ruso que
se traiga de otro lado.
Pero esto no
es posible y por eso Europa tiene un problema de seguridad energética.
El concepto
de seguridad energética nace en 1911 cuando el primer lord del Almirantazgo,
Winston Churchill, tomó la decisión de pasar el combustible de la flota
británica del carbón al fuel para hacerla más rápida que su oponente alemana.
El
carbón británico se obtenía en casa, en Gales, y el petróleo, en Persia.
La respuesta que Churchill dio a un posible
problema de suministro fue la diversificación, idea central que sigue vigente
hoy en día. Y es aquí donde Europa no ha hecho bien sus deberes.
El mercado del petróleo es muy
diferente al mercado de gas natural.
El del crudo es un mercado global, donde la
oferta se desplaza físicamente hacia la demanda.
Sin embargo
y hasta hoy, el mercado del gas tiene un
componente mucho más regional.
Con el
tiempo, el gas natural licuado convertirá también este mercado en global.
Pero, de momento, la falta de infraestructuras de licuefacción y regasificación convierte
al gas en rehén de las infraestructuras disponibles: los gasoductos.
Rusia ha
sabido gestionar a favor de sus intereses la extrema dependencia del continente
europeo de su gas natural
España e Italia se abastecen fundamentalmente de gas
del norte de África.
Francia produce casi toda su energía
eléctrica con centrales nucleares.
Reino Unido se abastece del mar del Norte.
Pero Europa Central y
del Este dependen masivamente
de Rusia.
El problema
ante un eventual corte de suministro de gas ruso es la
falta de interconexiones, que hace
imposible suplir dicho gas con gas argelino procedente de España o Italia, si fuera necesario.
Tampoco Europa ha desarrollado una red estratégica
de plantas de regasificación, que podría aliviar un eventual corte de gas
ruso.
Hay
16 plantas de
regasificación en Europa continental.
No
hay ninguna en Alemania ni Europa del Este.
Por
supuesto, Europa sabe que tiene un problema de seguridad energética y su
principal baza para remediarlo es más diversificación.
Pero hoy por
hoy y a este respecto, Europa parece andar sin rumbo.
Se discute
desde hace años el Proyecto Nabucco que traería
gas de los países productores del mar Caspio a través
de Turquía.
Pero de
momento es solo un proyecto.
También
pierde fuerza la gran apuesta europea en energía: las
renovables.
Y la energía nuclear, tras Fukushima, parece descartada.
Aunque dado
el nuevo escenario que se abre con Rusia, habrá que ver si Alemania sigue adelante con su plan de cerrar sus 17 centrales
nucleares o si la factura hidráulica o fracking,
que tiene un amplio rechazo social, gana enteros entre los Gobiernos europeos.
La falta de
interconexiones gasísticas y eléctricas con el continente convierte a España en una isla energética, una ventaja en la
turbulenta situación geopolítica actual.
Pero esta
falta de conexiones es también el principal problema para rentabilizar
económicamente el faraónico despliegue de infraestructuras de gas natural a
medio plazo.
España
cuenta con dos gasoductos que nos unen con África, seis plantas de
regasificación —más que cualquier país europeo— y grandes almacenes
estratégicos de gas. Sin conexiones con Europa estas
instalaciones están claramente infrautilizadas. Y eso que, en una
situación como la actual y dado nuestro nivel de infraestructuras de gas
natural, España podría desempeñar el papel de prestamista de última instancia.
En la crisis
de Crimea, Europa
no puede jugar duro con Rusia y lo sabe.
En un
combate diplomático y económico, Rusia puede dejar KO a Europa a las primeras
de cambio cerrando la llave del gas.
Desafortunadamente,
la Unión Europea tiene una mandíbula energética de cristal y esto condiciona el
papel que puede jugar en Europa del Este y, posiblemente, en el mundo. Una pena
por Ucrania, que tan fuerte ha apostado por Europa.
Jorge
Blázquez fue presidente
de la Corporación de Reservas
Estratégicas de Productos Petrolíferos.
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