EEUU
se va a Bruselas con el cuento de potenciar el rearme europeo contra el peligro Ruso y les ataranta para meter subrepticiamente el
Acuerdo Transatlántico contra China y de
paso vender su gas de esquisto y de alimentos transgénicos y diezmar a los
sindicatos europeos para una mayor
austeridad. Extraído del diario español El país y del diario Le Monde Diplomatique. Edición
de marzo.
La
OTAN enviará más tropas al Este
Washington
reprocha en Bruselas la estrategia defensiva y energética de la Unión
http://internacional.elpais.com/internacional/2014/03/26/actualidad/1395848835_508134.html
CLAUDI PÉREZ Bruselas
26 MAR 2014 - 20:42 CET856
El
presidente Barack Obama habla a los medios tras la cumbre entre EE UU y la UE,
en Bruselas / REUTERS-LIVE!
Los límites
están cada vez más claros: el estatus
quo actual en Ucrania es tolerable, pero el
territorio OTAN es intocable.
La Unión
Europea y Estados Unidos volvieron a amenazar este miércoles con incrementar
las sanciones si Rusia da un solo paso más en Ucrania, y sobre todo elevaron
varios peldaños su apuesta si Moscú se atreve a ir incluso más allá. “Debemos
asegurar una mayor presencia en los países más vulnerables”, dijo el
presidente estadounidense, Barack Obama, tras la cumbre
UE-EE UU en Bruselas.
Obama afeó a los socios europeos su
estrategia de defensa y les conminó a incrementar el gasto militar para
reforzar la Alianza Atlántica.
La OTAN
recogió el guante de inmediato: su secretario general, el danés Anders Fogh Rasmussen, aseguró que habrá “medidas
adicionales para reforzar la defensa colectiva”, incluyendo “planes
de defensa actualizados y más desarrollados, ejercicios reforzados y
despliegues apropiados” en la zona de tensión.
Sin decirlo
con claridad, el comunicado divulgado por Rasmussen tras una corta entrevista
con Obama revela la voluntad de activar una estrategia de disuasión para
abortar los potenciales planes del presidente ruso, Vladímir Putin.
Con la
habitual jerga imposible de la OTAN, Rasmussen aludió a los planes de
cooperación militar en la zona más amenazada por el desafío ruso —Polonia, los países bálticos y Rumanía, básicamente— y
a la posibilidad de realizar ejercicios militares más allá de los ya previstos.
La alianza
envió hace un par de semanas dos aviones de vigilancia AWACS a las fronteras
polaca y rumana con Ucrania.
Y fuera del marco de la organización militar,
EE UU reforzó su colaboración con Varsovia con el envío de 12 aviones de
combate F-16.
Descartada
la ofensiva militar, la forma que tiene la OTAN de mostrar su fuerza (nunca en
Ucrania, que no forma parte de la organización, pero sí en los países cercanos)
consiste en realizar esos ejercicios, una suerte de ensayos preparatorios para
situaciones de emergencia.
Se trata de
acciones de disuasión: la organización los programa periódicamente, pero
intensificarlos ahora en el Este responde a la creciente preocupación por la
amenaza rusa.
La visita de
Obama a Bruselas deparó un par de sorpresas entre los aliados, más unidos que
antaño por el desafío de Putin pero a su vez con las habituales rencillas de
familia que han caracterizado las relaciones de EE UU y
la Unión desde la guerra fría.
Los ataques
terroristas del 11-S hicieron añicos la fantasía
de que EE UU estaba protegido y sus ciudadanos eran inmunes a ataques dentro de
su país;
las
pesadillas de Irak y Afganistán revelaron los
límites de su supremacía militar.
La
crisis financiera y la Gran Recesión mostraron la fragilidad de la economía de EE UU, así como
las costuras del proyecto europeo, cuya política exterior brilla por su
ausencia desde Haití a las revoluciones árabes, con la sonora excepción de
Irán.
Hace tiempo
que el centro de gravedad del mundo se desplaza del Atlántico al Pacífico, y
que la actitud de la Casa Blanca hacia la UE oscila entre la simpatía y la
indiferencia.
Y sin
embargo la irrupción de Rusia en Ucrania podría cambiar las cosas: la Unión y
EE UU escenificaron en la cumbre su renovada concordia.
Tras las
recientes —y coordinadas— sanciones a Rusia, quieren estrechar
lazos económicos y comerciales, y mantener los viejos vínculos militares.
Pero ni
siquiera un enemigo común consigue ocultar antiguas disputas: Obama reprochó abiertamente a la UE tanto
su estrategia defensiva como su fragilidad energética, cuyos puntos débiles
quedan al descubierto con el lío ucraniano.
“Es preocupante el bajo
nivel del gasto en defensa en algunos países de la OTAN; la crisis ucrania nos
recuerda que la libertad tiene un precio”, dijo Obama. EE UU viene alertando de eso mismo desde
hace tiempo, pero la amenaza de Putin era una oportunidad inmejorable para
poner una pica en Flandes.
Nada nuevo
bajo el sol: el ex secretario de Estado norteamericano Henry Kissinger ya
acusaba en su día a los europeos de querer convertirse en un contrapeso de EE
UU sin poner los medios presupuestarios necesarios.
Kissinger alertaba en un libro reciente que
esa estrategia traería el peor de los resultados: “Perturbar los procedimientos de
la OTAN y dañar la cooperación entre los aliados sin reforzar la capacidad
militar de la organización ni conseguir una verdadera autonomía europea”.
Enviar vídeo
Imágenes del
movimiento de tropas rusas en el mar Negro. / REUTERS-LIVE!
Obama
repitió este miércoles
ese discurso.
“Estoy preocupado por
la reducción del gasto en defensa entre algunos socios en la OTAN. Es comprensible
en medio de una crisis que obliga a reducir los presupuestos, pero la situación
en Ucrania nos recuerda que tenemos que estar dispuestos a pagar por las
fuerzas y el entrenamiento necesario para tener una OTAN creíble. Eso no puede
ser solamente un ejercicio de Reino Unido y de EE UU”, advirtió.
Solo desde
la fragmentación europea puede entenderse que Moscú pueda desafiar tan
abiertamente a
la UE cuando esta supera a
Rusia 3,5 veces en población,
10 veces en gasto militar y
15 veces en términos económicos.
Obama atacó
este miércoles por ese flanco y aludió también a la discutible estrategia
energética de la Unión con un dardo afilado.
Aseguró
que pondrá gas en el mercado ante las eventuales dificultades de aprovisionamiento en algunos países
europeos, pero con condiciones:
“La Unión debe examinar
sus propias fuentes de energía además de ver cómo Estados Unidos le puede
suministrar gas; no hay fuentes de energía perfectas y baratas, pero a la luz
de lo que ha pasado Europa debe acelerar su independencia energética”.
El gas
procedente del fracking estadounidense estará
disponible
“una vez se
firme el acuerdo comercial transatlántico con la UE”.
Traducción
libre: Europa debe
empezar a olvidarse de algunas de las reticencias a la firma de ese pacto,
sobre todo en materia de protección del medio ambiente o de los datos de los
consumidores, tras el escándalo sobre el espionaje desvelado por Edward
Snowden. Cortesías de la geopolítica.
“No
habrá una nueva guerra fría”
Una máquina
de contar, con un dominio absoluto del tempo y de la escena, con un discurso a
ratos cautivador.
Y un
auditorio entregado: el presidente de EE UU, Barack Obama, cerró este miércoles
su viaje a Europa con una conferencia en el Palacio de las Bellas Artes de
Bruselas en la que trató de espantar viejos demonios y esbozó la situación real
del conflicto ucranio, alejada de la posibilidad de un conflicto a gran escala.
“No nos equivoquemos: ni EE UU ni Europa tienen interés por controlar Ucrania.
Y no nos adentramos en ninguna nueva guerra fría: después de todo, a diferencia
de la Unión Soviética, Rusia no lidera ningún bloque de naciones ni ninguna
ideología internacional”. EE UU, sostiene Obama, “no busca ningún conflicto con
Moscú”. Y Rusia, a pesar de los pesares, no va a ser desalojada de Crimea:
“Estamos interesados en una Rusia fuerte; queremos que el pueblo ruso viva con
seguridad, prosperidad y dignidad, como cualquier otro. Pero eso no significa
que Rusia pueda pisotear a sus vecinos”.
Las
debilidades de Rusia son profundas y variadas: su demografía
languideciente, su extrema dependencia de los recursos energéticos, su
modelo de “nihilismo legal” —en feliz definición de su primer ministro Dimitri
Medvédev— en manos de una élite política que no ha logrado detener el declive,
pero que a la vez ha conseguido mantener una clase media numerosa.
Los
analistas recuerdan que la URSS se desmembró en 14 países, y que en la mitad de
ellos hay bases de la OTAN; históricamente, las potencias en declive han sido
siempre peligrosas. Con todo, los diplomáticos consideran probable que Ucrania
se convierta en una especie de zona de seguridad, sin convertirse en socio de
la OTAN —tal como explicó Obama— pero fuera ya del área de influencia rusa.
………………………
Nº: 221 Marzo
2014
¡Peligro!
Acuerdo Transatlántico
http://www.monde-diplomatique.es/?url=editorial/0000856412872168186811102294251000/editorial/?articulo=e76996f0-2f05-4b75-a811-74bd48af6868
Ignacio Ramonet
País: Estados Unidos, Unión Europea
Tema: Librecambio, Comercio, Comercio internacional
Dentro de
dos meses, el 25 de mayo, los electores
españoles elegirán a sus 54 diputados europeos.
Es importante que, esta vez, a la
hora de votar se sepa con claridad lo que está en juego.
Hasta ahora,
por razones históricas y psicológicas, la mayoría de los españoles –jubilosos de ser, por fin, “europeos”–
no se molestaban en leer los programas y votaban a ciegas en las elecciones al Parlamento Europeo.
La brutalidad de la crisis y las
despiadadas políticas de austeridad exigidas por la Unión Europea (UE) les han
obligado a abrir los ojos.
Ahora saben que es principalmente en Bruselas donde se decide su destino.
Entre los
temas que, en esta ocasión, habrá que seguir con mayor atención está el Acuerdo
Transatlántico sobre Comercio e Inversión (ATCI) (1).
Este convenio
se está negociando con la mayor
discreción y sin ninguna transparencia democrática entre la Unión Europea y
Estados Unidos (EEUU).
Su objetivo
es crear la mayor zona de libre comercio
del planeta, con cerca de 800 millones de consumidores,
y que representará casi la mitad del Producto Interior
Bruto (PIB) mundial y un tercio del comercio global.
La UE es la principal economía del
mundo:
Sus quinientos millones de
habitantes disponen, en promedio, de unos ingresos anuales per
cápita de 25.000 euros.
Eso
significa que la UE es el mayor mercado mundial y el principal importador de
bienes manufacturados y de servicios, dispone del mayor volumen de inversión en
el extranjero, y es el principal receptor planetario de inversiones
extranjeras.
La UE es también el primer inversor
en EEUU,
el segundo destino de las
exportaciones de bienes estadounidenses y el mayor mercado para las
exportaciones estadounidenses de servicios.
La
balanza comercial de bienes arroja, para la UE, un superávit de 76.300 millones
de euros; y la de servicios, un déficit de 3.400 millones.
La
inversión directa de la UE en EEUU, y viceversa, ronda los 1,2 billones de
euros.
Washington
y Bruselas quisieran
cerrar el tratado ATCI en menos de dos años, antes de
que finalice el mandato del presidente Barack Obama. ¿Por qué tanta prisa? Porque, para Washington,
este acuerdo tiene un carácter geoestratégico.
Constituye un arma decisiva frente a
la irresistible subida en poderío de China; y, más allá de China, de las demás
potencias emergentes del grupo de los BRICS (Brasil,
Rusia, la India, Sudáfrica).
Hay que precisar que, entre los años 2000 y 2008, el comercio internacional de
China creció más de cuatro veces: sus exportaciones
aumentaron un 474% y las importaciones un 403%.
¿Consecuencia? Estados
Unidos perdió su liderato de primera potencia comercial del mundo que ostentaba
desde hacía un siglo... Antes de la
crisis financiera global de 2008, EEUU era el
socio comercial más importante para 127 Estados del mundo; China sólo
lo era para 70 países.
Ese
balance se ha invertido.
Hoy, China
es el socio comercial más importante para 124 Estados; mientras que EEUU sólo lo es para 76.
¿Qué
significa eso? Que Pekín,
en un plazo máximo de diez años, podría hacer de su moneda, el yuan (2), la
otra gran divisa de intercambio internacional (3), y amenazar la supremacía del
dólar.
También está cada vez más claro que las
exportaciones chinas ya no sólo son productos de baja calidad a precios
asequibles por su mano de obra barata.
El objetivo
de Pekín es elevar el nivel tecnológico de su
producción (y de sus servicios) para ser mañana líder también en sectores (informática, finanzas, aeronáutica,
telefonía, ecología, etc.) que EEUU y otras
potencias tecnológicas occidentales pensaban poder preservar.
Por todas
estas razones, y esencialmente para evitar que China se convierta en la primera potencia mundial, Washington desea blindar
grandes zonas de libre cambio a las que los productos de Pekín tendrían difícil
acceso.
En este
mismo momento, EEUU está negociando, con sus socios del Pacífico (4), un
Acuerdo Transpacífico de Libre Cambio (Trans-Pacific
Partnership, TPP, en inglés), gemelo asiático
del Acuerdo Transatlántico (ATCI).
Aunque el ATCI empezó a gestarse en los años 1990, Washington ha
presionado para acelerar las cosas.
Y las
negociaciones concretas se iniciaron inmediatamente después de que, en el Parlamento Europeo, la derecha y la socialdemocracia
aprobaran un mandato para negociar (aceptado también, en España, en la
proposición presentada conjuntamente, en el Congreso de los Diputados, por el
PP y el PSOE...). Un informe, elaborado por el Grupo de Trabajo de Alto Nivel
sobre Empleo y Crecimiento, creado en noviembre de 2011 por la UE y EEUU,
recomendó el inicio inmediato de las negociaciones.
La primera
reunión tuvo lugar en julio de 2013 en Washington, seguida de otras dos en octubre y diciembre (5). Y aunque las negociaciones
están actualmente suspendidas debido a desacuerdos en el seno de la mayoría
demócrata en el Senado de Estados Unidos (6),
las dos partes están decididas a firmar lo antes posible el ATCI. De todo esto,
los grandes medios de comunicación
dominantes han hablado poco, con la esperanza de que la opinión pública no tome
conciencia de lo que está en juego, y de que los burócratas de Bruselas
puedan decidir sobre nuestras vidas con toda tranquilidad y en plena opacidad
democrática.
Mediante ese
acuerdo de marcado carácter neoliberal,
EEUU y la UE desean eliminar aranceles y
abrir sus respectivos mercados a la inversión, los servicios y la contratación
pública, pero sobre todo intentan homogeneizar los estándares, las normas y
los requisitos para comercializar bienes y servicios.
Según los
defensores de este proyecto
librecambista, uno de sus objetivos será “acercarse lo más posible a una eliminación total de todos los
aranceles del comercio transatlántico en bienes industriales y agrícolas”.
En cuanto a los servicios, la idea es “abrir el sector servicios, como mínimo,
tanto como se ha logrado en otros acuerdos comerciales hasta la fecha” y
expandirlo a otras áreas, como el transporte. Sobre la inversión financiera,
las dos partes aspiran a “alcanzar los niveles más altos de
liberalización y protección de las inversiones”. Y sobre los contratos
públicos, el acuerdo pretende que las empresas
privadas tengan acceso a todos los sectores de la economía (incluso a las industrias de defensa), sin
discriminación alguna.
Aunque los
medios de comunicación dominantes apoyan sin restricción este acuerdo
neoliberal, las críticas se han multiplicado sobre todo en el seno de algunos
partidos políticos (7), de numerosas ONG y de organizaciones ecologistas o de defensa de los consumidores. Por
ejemplo, Pia Eberhardt, miembro de la ONG Corporate Europe Observatory, denuncia que las
negociaciones se han llevado a cabo sin transparencia democrática y sin que las
organizaciones civiles hayan tenido conocimiento en detalle de lo que se ha
acordado hasta ahora: “Hay documentos internos de la Comisión
Europea –declara la activista– que indican que esta se reunió, en la fase más
importante, exclusivamente con empresarios y sus lobbys. No hubo un solo
encuentro con organizaciones ecologistas, con sindicatos, ni con organizaciones
protectoras del consumidor” (8).
Eberhardt
observa con inquietud una posible disminución de las exigencias para la
industria alimentaria.
“El peligro –comenta–
lo conforman los alimentos no seguros importados de EEUU que podrían contener más transgénicos, o los pollos desinfectados con
cloro, procedimiento prohibido en Europa”.
Añade que la
industria agrícola-ganadera estadounidense exige la supresión de los obstáculos
europeos a ese tipo de exportaciones.
Otros
críticos temen las consecuencias del ATCI en materia de educación y de
conocimiento científico, pues podría extenderse a los derechos intelectuales.
En este sentido, Francia, para proteger su
importante sector audiovisual, ya impuso una “excepción cultural”. El ATCI no
abarcará las industrias culturales.
Varias
organizaciones sindicales denuncian que, sin ninguna duda, el Acuerdo Transatlántico ahondará en los recortes sociales,
en la reducción de los salarios, y
destruirá empleo en varios sectores industriales (electrónica, comunicación,
equipos de transporte, metalúrgica, papel, servicios a las empresas) y agrarios
(ganadería, agrocombustibles, azúcar).
Los
ecologistas europeos y
los defensores del comercio justo explican además que el ATCI, al suprimir el
principio de precaución, podría facilitar la supresión de regulaciones
medioambientales o de seguridad alimentaria y sanitaria, a la vez que puede
suponer una merma de las libertades digitales.
Algunas ONG ambientalistas temen que se
comience también a introducir en Europa el fracking, o sea el uso de sustancias
químicas peligrosas para los acuíferos, con el fin de explotar el gas y el
petróleo de esquisto (9).
Pero uno de
los principales peligros del ATCI es que incorpora un capítulo sobre “protección de las inversiones”, lo que podría
abrir las puertas a demandas
multimillonarias de empresas privadas en tribunales internacionales de
arbitraje (al servicio de las grandes
corporaciones multinacionales) contra los Estados por querer estos proteger el interés público, lo cual puede suponer
una “limitación de los beneficios de los inversores extranjeros”. Aquí lo que
está en juego es sencillamente la soberanía de los
Estados y el derecho de estos
para llevar a cabo políticas públicas en favor de sus ciudadanos.
Para el ATCI,
los ciudadanos no existen; sólo hay consumidores, y estos pertenecen a las empresas privadas
que controlan los mercados.
El desafío
es inmenso. Y la voluntad cívica de parar el ATCI
no debe ser menor.
(1) En
inglés, Transatlantic Trade and Investment Partnership
(TTIP).
(2) El valor
del yuan está alineado sobre el del dólar estadounidense.
(3) En abril
de 2011, en el marco de la Cumbre de los BRICS en Sanya (isla de Hainan,
China), se firmó un acuerdo de cooperación financiera entre las cinco potencias
emergentes que prevé la apertura de líneas de crédito en sus monedas nacionales
respectivas, con el fin de reducir la dependencia respecto al dólar. En 2008,
ya Pekín había firmado este tipo de acuerdo con
Argentina.
(4) Australia, Brunéi, Canadá, Chile, Corea del Sur, Japón,
Malasia, México, Nueva Zelanda, Perú, Singapur y Vietnam.
(5) Por
parte europea, el jefe de los negociadores de la UE es el español Ignacio García Bercero.
(6) Léase Le
Figaro, París, 4 de octubre de 2013.
(7) Léase,
por ejemplo, la resolución sobre el ATCI adoptada por Izquierda Unida: http://www.izquierda-unida.es/sites/default/files/doc/RESOLUCION_TLC_UE_EEUU_ConferenciaEuropa_Junio2013.pdf;
Y la posición de Jean-Luc Mélenchon, líder del 'Parti de Gauche' francés: http://europe.jean-luc-melenchon.fr/sujet/grand-marche-transatlantique/
(8) Léase
Deutsche Welle en español, 17 de febrero de 2013, http://www.dw.de/tratado-ee-uu-ue-libertades-recortadas/a-17438697
(9) Léase “A
Brave New Transatlantic Partnership”, 4 de octubre de 2013, http://corporateeurope.org/trade/2013/10/brave-new-transatlantic-partnership-social-environmental-consequences-proposed-eu-us.
Nota del autor del blog:
EEUU trata a los europeos como si fueran sus subordinados.
EEUU (para frenar a Rusia) pone el dinero y quiere que Europa ponga los muertos)
¿Por qué no al revés? que vayan las tropas norteamericanas a combatir a los rusos y Europa ponga el dinero.
Los gastos militares de Europa son 10 veces más que Rusia, y desea que gasten más, probablemente comprándoles armas a los norteamericanos.
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