Qué nos dice el triunfo de Pedro Castillo
El primer puesto obtenido ayer por Pedro Castillo, el candidato de Perú Libre, no le asegura que gane la presidencia en la segunda vuelta, pero sí constituye una señal inequívoca del profundo malestar de muchos peruanos, que sería un grave error dejar de lado solo porque el más ultraizquierdista del menú 2021 no logre el triunfo final.
Ese malestar de los peruanos es anterior a la pandemia. Entonces, los ciudadanos también se morían en la puerta de los hospitales públicos por una apendicitis o una diarrea, porque no los podían atender; la educación que se les brindaba a los niños no era de calidad ni los preparaba para ganarse la vida; la seguridad era deplorable; y la justicia se subastaba al mejor postor.
La pandemia solo exacerbó esos problemas en la provisión de los servicios públicos básicos, dejando hasta el momento 150 mil muertos por el covid-19, 2.2 millones de empleos destruidos y un colapso de la reputación de la política y de los políticos.
Castillo tuvo un crecimiento fulgurante en los últimos diez días, pasando de tener una intención de voto insignificante, hasta que la encuesta IEP identificó que tenía alrededor de 5% luego del debate, y después fue creciendo de manera vertiginosa hasta obtener el primer puesto en la elección de ayer de primera vuelta.
Lo hizo dejando de lado a los otros candidatos percibidos como de izquierda, empezando por Verónika Mendoza que no logró cuajar una alternativa económica coherente; a Yonhy Lescano que fue perdiendo fuerza debido a que en los debates fue muy conservador; y a Marco Arana que nunca alzó vuelo.
Pedro Castillo sí se elevó con un conjunto de propuestas radicales como indultar a Antauro Humala, estatizar empresas como las mineras, desactivar el TC, e instaurar la pena de muerte, además de una vinculación con el Movadef senderista que no esconde.
Es poco probable que, por esas posiciones radicales, Castillo pueda ganar la presidencia, aunque en elecciones peruanas nunca se sabe, pero su avance en esta primera vuelta expresa un profundo malestar de los peruanos con el pésimo funcionamiento de la democracia, lo que conforma una agenda indispensable que debe ser encarada con urgencia en el Perú.
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