¿Es realista esperar que los propios militares chavistas saquen a Maduro del poder?
Los oficiales venezolanos, citados a comparecer a la temida sede de la Dirección de Contrainteligencia Militar (DGCIM), se encontraron en una habitación preguntándose qué ocultaba la cartelera cubierta con un pedazo de tela delante de ellos.
Estar allí ya era bastante malo. La agencia mantiene bajo arresto entre 200 y 300 oficiales, muchos de ellos torturados, acusados de conspirar para derrocar el régimen socialista encabezado por Nicolás Maduro. Son múltiples los informes denunciando las condiciones infrahumanas a las que son sometidos sus prisioneros.
“Infierno”, ese el término usado a menudo para describir sus centros de reclusión.
Pero lo que vieron cuando retiraron la tela les enfrió la sangre, dijo el ex alcalde de Caracas, Antonio Ledezma, aliado clave del presidente interino Juan Guaidó, cuya legitimidad es reconocida por Estados Unidos y otras 50 naciones.
“En la cartelera había fotos de sus esposas, sus padres, sus hijos y sus nietos”, dijo Ledezma, quien recibió información de primera mano sobre el encuentro.
Mientras veían las imágenes de sus seres queridos, funcionarios del DGCIM pronunciaron la advertencia: “Sabemos lo que han estado haciendo, se los vamos a desaparecer si siguen hablando con Guaidó”, relataron fuentes familiarizadas con el encuentro.
El incidente es solo una de las muchas anécdotas que ilustran cómo el régimen de Maduro, bajo el tutelaje de la Dirección de Inteligencia Cubana (según militares venezolanos y el propio gobierno de Estados Unidos), se las arregla para mantener un control estricto de sus militares.
Amenazas creíbles de que ellos o sus seres queridos pueden ser arrestados y torturados o incluso asesinados si se desvían del rumbo se encuentran entre las medidas extremas que el régimen utiliza para preservar la lealtad dentro de sus filas.
Pero el otro gran elemento de la fórmula que garantiza la lealtad en los estratos más altos del estamento militar son las promesas de acumular gigantescas fortunas. Los oficiales cercanos al poder obtienen trozos del inmenso pastel de riquezas derivado de la corrupción y de las operaciones criminales que incluyen el narcotráfico, según funcionarios estadounidenses.
Estos métodos, que han sido muy efectivos en Cuba por más de seis décadas, están complicando los esfuerzos por salir de Maduro.
Pero la gran pregunta en el caso venezolano es la siguiente: ¿Son los militares leales realmente a Maduro o simplemente están velando por sus vidas y por sus intereses?
Según Bueno de Mesquita, profesor de Ciencias Políticas de la Universidad de Nueva York (NYU) y autor del libro El Manual del Dictador, la lealtad de los militares a Maduro está estrechamente ligada a la capacidad del gobernante de seguir recompensando a los oficiales.
“Siempre y cuando los altos cuadros de las fuerzas armadas sigan recibiendo los pagos, Maduro se va a quedar”, dijo De Mesquita. “Y para muchos de ellos la pregunta que se hacen no es si Maduro es sostenible, sino si el régimen de Maduro es sostenible”.
“Si la permanencia en el poder de Maduro comienza a amenazar el negocio, entonces los integrantes de su círculo más cercano comienzan a considerar su reemplazo con uno de ellos mismos, para luego anunciarle al mundo que el gobernante decidió salir del poder por el bien de la nación y que el ministro Fulano de tal tomaría su lugar en la presidencia”, dijo el profesor.
“De manera que el tema central es ver si el dinero puede seguir fluyendo de una manera confiable a los generales, a los servidores públicos y a los jueces. Si la respuesta es sí, entonces los líderes pueden optar por seguir con Maduro o escoger a alguien más del círculo íntimo de Maduro”, agregó.
“Si la respuesta es no, porque la comunidad internacional no va a estar satisfecha con solo sustituir a Maduro con alguien más del círculo cercano, entonces la gente va a comenzar a desertar y Guaidó puede entonces llegar al poder”.
La administración del presidente Donald Trump entiende bien que golpear la capacidad que tiene Maduro de pagar a su círculo íntimo es esencial para su supervivencia, dijeron expertos.
Devastadoras sanciones dirigidas a bloquear el acceso a miles de millones de dólares en ingresos petroleros, porciones significativas de los cuales han ido a parar a las cuentas bancarias de altos funcionarios ahora corren el riesgo de quedar congeladas debido a las sanciones.
Pero miles de millones de dólares adicionales continúan fluyendo hacia los bolsillos del régimen, y aquellos al timón de las fuerzas armadas, a través de operaciones criminales como el narcotráfico y el contrabando de oro y el contrabando de gasolina, dijeron expertos.
“El alto mando militar de Venezuela se ha beneficiado de un complejo sistema de patronaje, que incluyen esquemas de corrupción vinculados a la importación de alimentos de y productos básicos, y en caso de un pequeño y selecto grupo, de operaciones del narcotráfico y de contrabando de oro y gasolina”, dijo desde Londres Diego Moya-Ocampos, analista político de América Latina para la firma IHS Markit,
“Los integrantes de ese grupo selecto, temiendo que serían llevados a la justicia si hay un cambio de régimen, van a bloquear cualquier intento que pueda venir dentro de las fuerzas armadas para respaldar a Guaidó”, dijo Moya-Ocampos.
Una serie de casos abiertos recientemente contra funcionarios del régimen ilustran el grado de corrupción prevalente en Venezuela. Maduro, su esposa Cilia Flores, y los hijos de Flores están en el centro de un caso de lavado de dinero por $1,200 millones llevado por una corte federal de Miami. Entretanto, dos sobrinos de Flores fueron sentenciados a 18 años de prisión en el 2017 tras ser declarado culpables de cargos por narcotráfico.
Adicionalmente, varios militares claves del régimen enfrentan cargos de narcotráfico, incluyendo al ministro de Relaciones Interiores, Néstor Reverol, el ex subdirector de la agencia antidrogas, Edilberto Molina Molina, y el ex jefe del DGCIM, Hugo Carvajal, quien fue arrestado recientemente en España para pedido de Estados Unidos pese a haberse distanciado meses atrás de Maduro.
Las autoridades estadounidenses también tienen en la mira al número dos y número tres del régimen: el presidente de la Asamblea Nacional Constituyente, Diosdado Cabello, y el vicepresidente de minas e industrias, Tareck El Aissami. Ambos han sido sancionados por el Departamento del Tesoro, bajo acusaciones de narcotráfico.
El Aissami también fue investigado por los propios servicios de inteligencia de su país por sus vínculos con el crimen organizado.
Según funcionarios estadounidenses, integrantes de la alta cúpula del régimen, incluyendo El Aissami y Cabello, encabezan el Cartel de los Soles, organización criminal que controla las operaciones del narcotráfico en el país.
Guaidó ha prometido, y la Casa Blanca ha asomado la posibilidad, que los altos integrantes del régimen sean recompensados con amnistía e incluso de formar parte en un nuevo gobierno de ayudar a los venezolanos a recuperar la democracia.
Pero hasta ahora, ninguno de los integrantes del alto mando han dado el paso de abandonar a Maduro, incluso luego de promesas de hacerlo brindadas durante negociaciones por el ministro de Defensa Vladimir Padrino López y el presidente de la chavista Corte Suprema de Justicia, Maikel Moreno, como reportó el Asesor de Seguridad Nacional de Estados Unidos, John Bolton.
También dificultando los prospectos de sacar a Maduro se encuentran los mecanismos de inteligencia brindados por Cuba al DGCIM.
La gran mayoría de los oficiales venezolanos se encuentran bajo constante supervisión de una extensa red de espionaje operada por Cuba y el DGCIM, según funcionarios estadounidenses.
Funcionarios de EEUU han dicho que Cuba podría tener hasta 20,000 integrantes de sus organismos de seguridad en Venezuela, acusación que es vehementemente desmentida por el régimen de la isla.
El Coronel Oswaldo García Palomo, que fue arrestado y torturado previamente este año por el DGCIM bajo acusaciones de conspirar contra Maduro, dijo a el Nuevo Herald el año pasado que el ambiente de miedo creado por los cubanos prevalece dentro de las instalaciones militares del país.
“Las comunicaciones y el temor de infiltración” encabezan la lista de riesgos que enfrenta cualquier conspiración para salir de Maduro”, dijo.
El temor es infundado por los riesgos personales de arresto y de tortura, práctica que ha ido en aumento según ONG como Human Rights Watch en la medida en que ha crecido la impopularidad de Maduro, pero también por la posibilidad de que sus familiares inmediatos también sean arrestados y torturados.
En algunos casos, los métodos empleados pueden llegar a ser tan brutales como los empleados por un cartel de las drogas, dijo el Teniente de la Fuerza Aérea Venezolana, Nelson Rincón, quien trabajó con el DGCIM antes de desertar e inmigrar a Estados Unidos en el 2013.
“Los oficiales no saben en quien pueden confiar, o a quien pueden seguir, o incluso con quien pueden hablar porque cualquier comentario les puede llevar a la cárcel”, dijo Rincón.
“Cualquier oficial que esté en contacto con la oposición puede ser arrestado. Cualquiera que se encuentre bajo sospecha de estar conspirando puede simplemente desaparecer. Los oficiales viven bajo constantes y diferentes amenazas hechas contra ellos, contra sus familias o contra cualquier posesión que pudieran tener. El arresto es solo una de las diferentes amenazas reales que enfrentan”, dijo.
Bandas paramilitares armadas, conocidas en Venezuela como Colectivos, están bajo el mando de específicos integrantes del régimen, y algunos de ellos son usados por el DGCIM como escuadrones de la muerte, dijo Rincón.
Estos se desempeñan como equipos de sicarios bajo órdenes del DGCIM y ejecutan asesinatos políticos selectivos, que luego son reportados como víctimas del hampa que murieron durante un robo, lo cuales son sucesos comunes en un país que padece una de las tasas de homicidios más altas del mundo.
Pero el personal militar suele entender con facilidad lo que realmente ocurrió, captando el verdadero mensaje detrás de las muertes, dijo Rincón.
“A través de estos grupos, ellos esparcen el miedo a los otros oficiales”, dijo.
Rincón, quien salió del país después que despertara las sospechas dentro del DGCIM, dijo que él tiene conocimiento personal de tres oficiales asesinados por colectivos, un mayor y tres tenientes.
Uno de los tenientes era un amigo personal de él, Emedardo Núñez, quien se separó de las Fuerzas Armadas y estaba involucrado en el proceso de migrar a Estados Unidos. Regresó a Venezuela en diciembre del 2015 una última vez para pasar la Navidad con su familia.
“Le estaban esperando”, dijo Rincón. “Uno de estos grupos lo mató frente a su casa… solo por su posición política”.
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