Las numerosas presas en los afluentes ríos del lago iraní ,Urmia, lo han ido secando, y la sal depositada en el fondo seco, se levanta como tormenta de arena, salando y destruyendo cultivos en los alrededores donde viven 50 millones de personas, esto contribuirá al agravamiento de las guerras climáticas.
Cuando el agua desaparece
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El Urmía, el lago salino más grande de Oriente Medio, se seca. 50 millones de personas viven alrededor
"Era nuestra salvación, sobre todo en verano. Íbamos tanto como podíamos y el agua estaba a tan solo unos minutos caminando desde casa", recuerda cabizbajo Atabak Mirzai, de 24 años, mientras raspa el polvoriento suelo con una rama petrificada en lo que un día fue el centro de un gran lago.
Los viernes, día festivo en Irán, no sólo acudía gente de la ciudad de Urmía, como Atabak , sino de todos los rincones de Irán, por la convicción en los poderes curativos de sus aguas y para escapar a alguna zona libre para la diversión. Hileras de vehículos masificados serpenteaban largas colas hasta el lago, la música y las risas tronaban desde cada coche. Las familias se desplegaban victoriosas a lo largo de la orilla y aquello se convertía en un entramado de neveras, teteras humeantes, dulces, fruta, arroces y niños que saltaban de mantel en mantel y vuelta al chapuzón.
De todo aquello sólo quedan los recuerdos. En los años noventa, al noreste de Irán, el lago ocupaba una extensión de 140 por 50 kilómetros. En 2008 se había reducido a la mitad y hoy sus aguas sólo representan el 10% de su extensión original. Declarado reserva de la biosfera por la UNESCO en 1977, en sus aguas sólo vivía la Artemia salina, un crustáceo capaz de vivir en aguas salinas de hasta 340 gramos por litro. Este crustáceo era el alimento principal para las aves migratorias como flamencos, pelícanos, patos y garzas. Ahora la Artemia y las aves han desaparecido del lago, así como las 102 islas que había.
Farshad Naseri reside en la ciudad de Urmía. Con su carrito vende té y dulces a los pocos turistas que llegan. “Claro, antes venía aquí gente de todo Irán, porque sus aguas curaban, pero ahora dicen que la poca que queda es incluso nociva de tanta sal que tiene, cada vez viene menos gente”.
Las zonas más cercanas al lago sufren las tormentas de sal que queman las cosechas y los pozos comienzan a salarse, siendo difícil usar las aguas subterráneas para regar. Estas tormentas también empiezan a generar problemas respiratorios y oculares en la población más cercana al lago.
Buscando agua dulce
Urumiá ciudad, capital de Azerbaiyán Oeste de Irán, con una población de un millón de habitantes, es la mayor ciudad junto al lago. También es la más cercana a Turquía e Irak, por lo que controla todo el transporte de fruta y verdura producidas en la región. La escasez de agua en esta zona empieza a hacer estragos complicándose cada vez más la producción para los agricultores.
Las antiguas plantaciones destinadas al trigo y a la cebada se fueron sustituyendo por frutales que necesitan mayor cantidad de agua, máxime cuando los sistemas de riego nunca se pensaron para ahorrar agua.
Abbas Salehi, agricultor de 54 años, tiene principalmente manzanos y continua utilizando el riego por inundación, como ha hecho siempre. Sabe que la situación es delicada, habla rotundamente y sin dejar lugar a posibles milagros. “¡No! Imposible, un pozo de siete metros ya no sirve para nada aquí. Este pozo es nuevo, tiene 150 metros, y ya tiene sabor a sal, con agua salada no se puede hacer nada”. A Abbas no le gusta ni mirar hacia el lago, o lo que en su día lo fue.
En realidad a casi nadie le agrada hablar del tema. “Se ha secado. Se ha secado y ya está.” dicen siempre de espaldas al recién aparecido desierto. Se ha convertido en un familiar moribundo del que prefieren no saber más, al que duele mirar a los ojos.
Tanto azeríes como kurdos, los grupos étnicos mayoritarios en la zona, llevan años protestando por la falta de atención desde el gobierno en la búsqueda de soluciones a esta catástrofe. Urumiá ha sido un símbolo de identidad de los azeríes.
Cómo desapareció el agua
Las causas de la desertificación pueden ser varias. Población, gobierno y expertos contraponen sus hipótesis y posibles soluciones, habiéndose convertido la situación en un nudo que ahoga aún más al lago. Años consecutivos de sequías han reducido las reservas de agua tanto en el lago como en los pozos subterráneos. Los ríos de la cuenca del Urumiá, que abastecen el lago, se encuentran salpicados de presas operativas y muchas otras en construcción o en estudio.
Alrededor de 24.000 pozos rodean el lago. Hasta hace 35 años solo estaba permitido perforar hasta nueve metros, e incluso con seis metros era suficiente para acceder a los mantos subterráneos de agua. Ahora se siguen perforando pozos de más de 200 metros de profundidad para alcanzar algo de agua.
La carretera, construida en el año 2005, y que atraviesa el lago ha cortado, según los expertos, la circulación entre el norte del lago, menos profundo, y el sur. Los lugareños además parecen convencidos de que con ello se tapó el principal manantial del lago.
Un grupo de científicos iraníes residentes en Estados Unidos, Canadá y Reino Unido ha formado un equipo de investigación independiente que recientemente ha publicado en The Journal of Great Lakes los resultados de un primer estudio basado en imágenes de alta resolución vía satélite.
Según dicho estudio, en 2014 la superficie de agua del lago era del 12% comparado con la superficie media de los años setenta. El estudio además desestima el cambio climático como razón primordial y muestra que el patrón de sequías en la región no ha cambiado significativamente. El lago Urumiá ha sobrevivido a sequías más severas en el pasado.
Parece que el lago se está vengando por el agua que se le negó, salando también los mantos subterráneos
Aseguran, por tanto, que la reducción del lago, frecuentemente atribuida por las autoridades locales a años de sequía, está más allá de lo ordinario y concluyen que el lago ha llegado a un punto de inflexión hacia la desaparición inminente. Para salvarlo, el equipo de investigación sugiere a las autoridades una revisión urgente de los proyectos de construcción de presas y de sistemas de irrigación y, asimismo, analizar el aumento masivo de demanda de agua de la región.
El mar de Aral ha sido un precedente muy similar. Desapareció por la desviación de los ríos que lo abastecían, el Amu Darya y Syr Darya, con fines agrícolas. Una deficiente programación de la agricultura redujo sus aguas en cinco décadas al 10% de su capacidad original.
Tras la revolución islámica de 1979, se quiso fomentar la agricultura para así no depender del abastecimiento extranjero. Se recogió el agua de los ríos con la construcción de presas y el agua subterránea se extrajo de los muchos pozos construidos en aquella época. Pero no fue la agricultura la mayor consumidora de las aguas sino las ciudades y la industria que creció desmesuradamente.
El Gobierno de Irán, tras años de debates en el parlamento, ha decidido tomar riendas en el asunto y planea destinar 6 mil millones de dólares a lo largo de esta década para reavivar el lago. Será el proyecto medioambiental más ambicioso del país.
Aunque las medidas han tenido buena acogida, la situación actual del lago hace que sean inevitables las posturas que ven muy pocas posibilidades en la recuperación del lago, como el investigador y profesor de la Universidad de Tehrán, el doctor Parviz Kardavani, quien durante años advirtió de la catástrofe que vendría. “Claro, alrededor del lago tiene que haber cuatro mil pozos, no veinticuatro mil. Incluso cerrar los pozos no valdría de nada. En algunas zonas se ha bajado a 90 metros por debajo del nivel del mar.”
La perforación de pozos a lo largo del país ha sido exponencial, sólo en Yazd, una de las ciudades más importantes y situada en la zona más árida del país, se han perforado más de tres mil en cinco años. En Irán se secan 500 hectáreas de tierra al año.
En el 2014 se vertieron más de cuarenta millones de metros cúbicos de agua, abriendo las presas colindantes. Tras los pobres resultados se concluyó que la población no dejó que el agua llegase al lago. Las aperturas de presas, para el Kardavani, llegan demasiado tarde “Por mucha agua que se vierta se volverá a secar porque es un lago enfermo, debido principalmente al gran número de pozos. Es un error verter agua al lago ya que toda esa agua no se podrá usar ni para la gente ni para la agricultura, acabará salada en el lago y salará más todavía las aguas de los pozos. El lago está al diez por ciento de su capacidad y todos los gastos que se están haciendo ahora de forma apresurada son en vano.”
“Lo primero es recoger toda la sal, tanto si hay agua como sino, por tres razones: primero para no salar las aguas subterráneas, segundo para evitar tormentas de sal, y tercero porque la gente la recoge y es venenosa. La sal del lago solo debe de ser de uso industrial.”
“Además hay que sanear las aguas subterráneas. En invierno hay que usar el agua de Aras que vierte al Caspio. En ese momento ni Azerbaiyán necesita tanta agua ni el consumo de las ciudades es tan alto. De esa manera se conseguiría que el agua de los pozos se endulce si el lago ya está totalmente seco para que no sale las aguas de los pozos.”
Una de las medidas más necesarias es el cambio de métodos de irrigación. El agua por goteo empieza a verse en contados campos de cultivo, pero todavía hace falta generar una conciencia social sobre este tema además de, por supuesto, una mejora en las infraestructuras.
La población se está viendo obligada a abandonar la región porque se sala su agua. El recurso que parecía ser ilimitado va llegando a su fin. Parece que el lago se está vengando por todo el agua que se le negó, salando también los mantos subterráneos.
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