La deuda prendaria de EE.UU. ya supera a la de las hipotecas en 2008 la deuda total de los estadounidenses (inmobiliaria, préstamos estudiantiles, tarjetas de crédito y créditos prendarios) llegó a los u$s 13 billones durante el tercer trimestre de 2017, superando el máximo alcanzado antes de que estallara la crisis subprime en 2008 (u$s 12,6 billones)
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Lunes 20 de Noviembre de 2017
Cada vez más estadounidenses luchan para pagar sus préstamos prendarios. Ya son 23 millones los que tomaron un crédito automotor de baja calidad
por MARTÍN BURBRIDGE
La deuda prendaria de EE.UU. ya supera a la de las hipotecas en 2008
"Tiburón", un clásico de Hollywood de los años 1970 que convirtió en una estrella a Steven Spielberg, su director, fue tan exitosa que terminó produciendo tres secuelas más, algo que bien podría suceder con la crisis subprime en EE.UU., de seguir la actual dinámica económica. Porque no se puede entender (salvo que se viva en la Argentina de los últimos 30 años), que un país como EE.UU. esté en camino de repetir una crisis financiera mayúscula tan solo 10 años después de la anterior.
Y sin embargo, los datos están ahí para corroborar lo que parece increíble: la deuda total de los estadounidenses (inmobiliaria, préstamos estudiantiles, tarjetas de crédito y créditos prendarios) llegó a los u$s 13 billones durante el tercer trimestre de 2017, superando el máximo alcanzado antes de que estallara la crisis subprime en 2008 (u$s 12,6 billones). Si en la primera parte de esta saga de terror la acción giraba alrededor de los créditos hipotecarios de baja calidad, en esta segunda parte los problemas llegan a través de los préstamos prendarios ofrecidos para la compra de automóviles, vans, 4x4 (las famosas SUV que tanto fascinan a los estadounidenses), camiones y demás vehículos.
A pesar del discurso optimista del presidente Donald Trump de que su gobierno va a hacer crecer la economía nuevamente (el ya gastado eslogan de "Make America Great Again"), la realidad indica que las autoridades están cada vez más preocupadas por una situación que se les empieza a escapar de las manos.
El último organismo en dar la voz de alarma es la Reserva Federal de Nueva York. En un informe publicado bajo el título "Los préstamos automotores mantienen su ritmo de crecimiento mientras aumenta la morosidad en el sector" ("Auto Lending Keeps Pace as Delinquencies Mount in Auto Finance Sector"), el ente monetario advierte que "l deuda de los particulares ha estado creciendo desde mediados de 2013, impulsada en parte por el fuerte incremento de los créditos prendarios, que han aumentado durante 26 trimestres consecutivos gracias a los niveles récord de nuevos préstamos".
En ese sentido, la Fed confirma que del total de financiamiento automotor actual, un 24% ya se explica por el otorgamiento de créditos de baja calidad, lo que representa unos u$s 300.000 millones. Este es un universo que engloba a 23 millones de deudores subprime, que jamás deberían haber obtenido un préstamo para comprar un auto si las regulaciones hubieran sido más restrictivas.
Cerca de la incobrabilidad
Sin embargo, estas advertencias sobre el riesgo de que el país vuelva a caminar por la cornisa financiera no son nuevas. Hace tan solo seis meses atrás, el banco Morgan Stanley ponía el foco en que un tercio de los créditos subprime formaba parte de la categoría "deep subprime", es decir que se encontraba más cerca de la incobrabilidad. "El mercado de securitización se volvió más fuertemente sesgado hacia los tomadores que consideramos deep subprime. El desempeño fundamental del crédito automotor, especialmente en la securitización, se sigue deteriorando", según los analistas de la entidad.
Lo curioso (e increíble) del caso es que tras el descalabro financiero, económico, político y social que significó para los estadounidenses la gran crisis subprime de 2008, las lecciones no se hayan aprendido. ¿O acaso no era que las regulaciones financieras más restrictivas aprobadas durante el gobierno de Barack Obama iban a poner un freno a los excesos y desmanejos del sector bancario durante los años previos al estallido de la burbuja especulativa subprime? A primera vista, la realidad parecería indicar lo contrario.
No obstante, cuando se evalúa con mayor detalle los orígenes de esta nueva burbuja especulativa en el mercado crediticio destinado a la compra de automóviles, surgen diferencias significativas con respecto a la película "Crisis Subprime 1".
Si los "malos" en la primera parte eran los bancos, en "Crisis Subprime 2" ya dejaron de serlo. Y esto gracias a las tan criticadas regulaciones financieras, que el Presidente Trump no ha dejado de vilipendiar desde que asumió el cargo a principios de este año. En cambio, la burbuja subprime automotriz fue creciendo sin prisa y sin pausa gracias a otros villanos, menos sometidos al control regulatorio como es el caso de los bancos.
Los nuevos villanos
En el caso de las compras de vehículos financiados, la mayoría de estos préstamos fueron otorgados por las mismas terminales automotrices o las distintas concesionarias de autos. Se trata de un sector que no quedó sometido a las regulaciones financieras de los bancos tras la crisis hipotecaria, porque no tuvieron nada que ver con el estallido de 2008. Pero que sí terminarían siendo los responsables de esta segunda crisis subprime en ciernes.
Los datos de defaults en los préstamos otorgados por el sector muestran que los fabricantes y vendedores de automóviles representan la pata floja de la mesa crediticia automotriz. Si la tasa de default en créditos ofrecidos por los bancos llega al 4,4%, entre las terminales y concesionarias alcanza casi al 10%.
De acuerdo con el informe de la Fed, "los préstamos de alto riesgo se originan desproporcionadamente por compañías de financiamiento de automóviles, y su participación casi se ha duplicado desde 2011 y ahora asciende a más de u$s 200.000 millones. En comparación, los saldos pendientes de créditos automotores bancarios siguen dominados por préstamos originados en prestatarios con puntajes de crédito más altos". Por lo visto, tal vez ya sea la hora de preparar el pochoclo y buscar un sillón cómodo, porque la película podría estar por comenzar.
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