LONDRES — La serie de arrestos que ordenó el príncipe heredero durante el fin de semana encerró a decenas de sus figuras más influyentes, incluidos once de sus primos reales, en la que para el domingo pareció ser la transformación más radical en la forma de gobierno del reino durante más de ocho décadas.
Los arrestos, ordenados por el príncipe heredero Mohamed bin Salmán sin acusaciones formales ni procedimientos jurídicos, se presentaron como medidas enérgicas contra la corrupción. Lo mismo arrestaron al inversionista más rico del reino, el príncipe Alwaleed bin Talal, que a su rival al trono más poderoso: el príncipe Mutaib bin Abdalá, un hijo favorito del difunto rey Abdalá.
Mutaib bin Abdalá había sido retirado de su puesto como jefe de un importante servicio de seguridad horas antes de que los arrestos se anunciaran el sábado pasado.
Se prohibió a todos los miembros de la familia real salir del país, según dijeron el domingo funcionarios estadounidenses que daban seguimiento a los acontecimientos.
Con estos nuevos arrestos, Mohamed bin Salmán, el hijo favorito y asesor principal del rey Salmán, parece haberse hecho del control de los tres servicios de seguridad sauditas: el ejército, los servicios de seguridad interna y la guardia nacional. Durante décadas, estos poderes se habían distribuido entre las ramas del clan de la casa de Saúd para conservar el equilibrio del poder en Arabia Saudita, el mayor productor de petróleo del Medio Oriente y un importante aliado de Estados Unidos.
Con estas medidas, el príncipe heredero ha amedrentado a los empresarios y la realeza en todo el reino al desmantelar al gigante indiscutible de las finanzas sauditas. Durante las últimas semanas ha ordenado tantos arrestos de alto perfil de intelectuales y clérigos que lo que queda de la clase dirigente de académicos y religiosos podría estar lo suficientemente asustada para que acepte su voluntad.
Los académicos apolíticos que solían hablar libremente en cafés ahora miran nerviosos a sus espaldas, ya que Mohamed bin Salmán ha alcanzado un grado de dominio que ningún gobernante había logrado en generaciones.
“Es el golpe de gracia al viejo sistema”, comentó Chas W. Freeman, exembajador estadounidense. “Se acabó. Todo el poder ahora se concentra en las manos de Mohamed bin Salmán”.
No quedó claro de inmediato por qué el príncipe heredero actuó ahora: para eliminar la oposición a futuro o quizá para aplastar alguna amenaza que se estaba gestando ante sus ojos.
A los 32 años, tuvo poca experiencia en el gobierno antes de su padre, el rey Salmán, de 81 años, que ascendió al trono en 2015; además, el príncipe ha demostrado tener poca paciencia para el ritmo del cambio —que antes era calmado— en el reino.
El príncipe Salmán ha conducido a Arabia Saudita a un prolongado conflicto en Yemen y a una amarga enemistad con su vecino del golfo Pérsico, Catar. Se ha enfrentado a una élite empresarial acostumbrada a subsidios estatales y al derroche al dar a conocer planes radicales para rehacer la economía saudita, disminuir su dependencia del petróleo y depender, en cambio, de la inversión extranjera. Además, se ha puesto en guardia contra los conservadores de la clase dirigente religiosa con pasos simbólicos para relajar los estrictos códigos morales, incluyendo poner fin a la antigua prohibición a las mujeres de conducir y que está pendiente de eliminarse.
Sin embargo, la prisa de Mohamed bin Salmán podría cobrarle un precio, pues la falta de transparencia o debido proceso en torno a sus enérgicas medidas anticorrupción con seguridad irritará a los mismos inversionistas privados a los que espera atraer, incluyendo una oferta planeada de acciones de la enorme empresa petrolera estatal, Aramco.
Los empresarios y la familia real de Arabia Saudita, preocupados por los planes del príncipe heredero, movían activos fuera del país sin hacer ruido, incluso antes de los arrestos.
“Algunos de ellos son empresarios con un estatus internacional y, si caen en esa red, quiere decir que puede pasarle a cualquiera”, comentó James M. Dorsey, quien estudia a Arabia Saudita en la Escuela de Estudios Internacionales S. Rajaratnam en Singapur. “¿Cómo eso va a inspirar confianza y atraer a la inversión extranjera?”.
Sin embargo, los medios de aquel país celebraron los arrestos como una limpieza anhelada, que palia el resentimiento populista provocado por el enriquecimiento del que gozaron la familia real en expansión y sus aliados más cercanos.
El domingo, el presidente Donald Trump pareció dar su respaldo tácito a los arrestos en una llamada telefónica con el rey Salmán. Un resumen de la llamada elaborado por la Casa Blanca no contenía ninguna referencia a los arrestos y decía que Trump había elogiado a Mohamed bin Salmán por otros asuntos.
Tres asesores de la Casa Blanca, incluyendo al yerno del presidente, Jared Kushner, regresaron apenas hace unos días de la más reciente de las tres visitas de alto nivel del gobierno de Trump a Arabia Saudita este año.
Cerca de 24 horas después de que se anunciaron los arrestos, ni las autoridades ni los voceros sauditas habían identificado a las personas arrestadas ni los delitos que se les imputaban.
La televisora vía satélite de propiedad saudita, Al Arabiya, solo informó que un “comité anticorrupción”, formado unas horas antes bajo la dirección de Mohamed bin Salmán, había ordenado un gran número de arrestos, en los que se incluía a once príncipes. Un decreto real facultó al comité para que pudiera detener personas o congelar activos sin juicio, proceso ni información.
Poco después de la medianoche del domingo, comenzó a circular una lista de los arrestados en las redes sociales y para la tarde del domingo los funcionarios gubernamentales de alto nivel publicaron la lista. Las organizaciones de noticias de la región informaban de su contenido sin que el gobierno saudita ni los individuos contradijeran la información.
En el caso del detenido con mayor poder político, el exjefe de seguridad Mutaib, pareció que el gobierno saudita había comenzado una campaña en redes sociales que buscaba convertirlo en el nuevo rostro de la corrupción.
Los analistas comentaron que la lista pareció incluir a los individuos con una reputación de autoenriquecimiento y aquellos que representan centros de poder opositor dentro del reino. Otras listas incluían a la persona influyente que alguna vez dirigió la corte real con el rey Abdalá y que es propietaria de una de las empresas de medios privados más grandes en la región.
Sin embargo, otro de los arrestados fue uno de los asesores principales del mismo Mohamed bin Salmán: Adel Fakeih, quien había sido considerado el motor detrás del ambicioso programa de reforma económica, dejando a los analistas desconcertados sobre los motivos de los arrestos.
No hay comentarios:
Publicar un comentario