¿Hambre
en Venezuela? hummmmmm….
En Madaya Siria, ¡esto es hambre !
Nota del autor del blog: De todas
maneras si recomiendo que extermine a sus militares y disuelva el ejército como
en Costa Rica y confisque todos sus bienes
Opinión:
El hambre de Venezuela no es un juego
http://lat.wsj.com/articles/SB11985417870832073416704582054823383534112?tesla=y
Venezolanos
hacen fila para comprar alimentos básicos en un supermercado de Caracas. PHOTO:
REUTERS
Por MARY ANASTASIA O’GRADY
domingo,
8 de mayo de 2016 19:47
EDT
En su ansia
de poder, el difunto Hugo Chávez prometió
redistribuir la riqueza de Venezuela entre los pobres. El padrino del
“socialismo del siglo XXI” perece no haberse
percatado de que los recursos que prometió hacer llover sobre su gente primero
tenían que ser producidos.
Quince años
después del inicio de la revolución bolivariana, Venezuela enfrenta una severa
escasez de alimentos. Aún se podría evitar una crisis, pero sólo con un giro
radical en las políticas que han destruido la capacidad productiva del país.
Una nación debe producir lo que consume o debe importarlo. Lo que importa se
paga con divisas extranjeras que proceden de las exportaciones o de deuda.
Desde hace
mucho, Venezuela ha dependido de los petrodólares para pagar las importaciones.
No obstante, también ha cultivado maíz, sorgo y arroz, y ha tenido una
industria ganadera, avícola y pesquera. Ahora, el país está en problemas no
sólo por sus menores ingresos petroleros y la corrupción
institucionalizada, sino también debido a que las políticas del gobierno
han hecho un gran daño a la producción nacional.
Entre las
muchas estupideces que promueve ese socialismo está la idea de que, al imponer
controles de precios y prohibir la generación de ganancias, el gobierno puede
abaratar los alimentos y hacer que estén ampliamente disponibles.
Lo opuesto
es verdad, y Venezuela confirma la regla. La Encuesta sobre Condiciones de Vida
(Encovi), llevada a cabo en agosto y septiembre de 2015 por varias
universidades, halló que 87% de los consultados indicó
que no tenía suficientes ingresos para comprar alimentos. Su privación
es resultado de mantener los precios artificialmente bajos, lo que crea
escasez. Los consumidores se ven obligados a acudir al mercado negro en busca
de lo que necesitan y luego pagar mucho por ello, si es que pueden. Sufren una inflación mortal que, según el banco central,
llegó a 180,9% anual en el cuarto trimestre de 2015, frente a 82,4% en
el primer trimestre del mismo año.
El hambre es apenas un síntoma de un
colapso económico
más amplio a lo largo de toda la cadena de producción, provocado por dictado
estatal.
En un ensayo
de 1958 titulado Yo, el lápiz, Leonard Read, fundador del centro de estudios
Foundation for Economic Education, le dio voz al humilde utensilio de escribir
para ilustrar el poder de la libertad económica. Read explicó cómo el lápiz
nació de las decisiones de miles de personas actuando libremente por interés
propio, y aun así en armonía con los demás. Casi todas las acciones descritas
en la creación del lápiz son ilegales, no rentables o peligrosas para alguien
en la Venezuela de hoy.
Veamos lo
que ha sucedido con el transporte. Los trabajadores necesitan desplazarse a sus
empleos, los componentes deben ser entregados a las fábricas y los inventarios
llevados a los puntos de venta minorista, y los tractores tienen que arar la tierra.
No obstante, las ruedas se están frenando en Venezuela.
El fabricante local de baterías de
autos en Caracas
tiene problemas para importar componentes y los controles de precios del
gobierno han socavado la rentabilidad del negocio. Para reemplazar una batería,
los clientes hacen fila en la fábrica —que para reducir costos ya casi no usa
minoristas para su distribución— desde muy temprano en la mañana. Sin embargo,
se requieren varios días de espera para completar la transacción, y la batería
vieja debe ser entregada. Si su batería fue robada, algo común, los clientes
deben presentar un certificado especial de las autoridades.
Una mujer
vio a una amiga llorando en la entrada de una fábrica una mañana reciente.
Había perdido varios días de trabajo haciendo cola para que le dijeran que el
certificado que traía para demostrar que le habían robado la batería no servía.
Nota del autor del blog: ¡Dios Mío! ¡Pobrecita! ¿Cómo se puede
vivir sin auto? imposible
Otras cosas
además de las baterías de vehículos están en escasez. Bandas de ladrones
ambulantes roban partes de maquinaria agrícola, que ofrecen a un buen precio
porque son muy difíciles de conseguir. Ese es apenas unos de los dolores de
cabeza que tienen los agricultores.
Chávez
confiscó las haciendas más productivas del país y las entregó a chavistas que
no saben cultivar. Los cultivos han disminuido incluso en las haciendas que no
fueron decomisadas.
La mayoría de las semillas usadas en Venezuela son importadas y
no se pueden obtener sin dólares. Los agricultores son reacios a plantar cuando
los costos son altos y las cosechas están sujetas a controles de precios. Las
granjas lecheras también son menos productivas debido a que los cortes de
electricidad diarios paralizan las máquinas de ordeñe. Los camiones que
transportan alimentos son a menudo asaltados.
Es difícil
conseguir proteínas. Los huevos
prácticamente han desaparecido de los supermercados. En octubre, siete
fábricas de enlatado de atún que empleaban 3.000 personas tuvieron que cerrar
porque no podían obtener dólares del banco central para pagarles a los
proveedores extranjeros de materiales de producción como pescado y latas. Medicamentos básicos como la aspirina han desaparecido.
“No podemos
seguir de esta forma”, me dijo una fuente de Caracas la semana pasada. “El
precio de los alimentos sigue subiendo. Algunos salarios están ajustados (a la
inflación) pero la mayoría no. No veo cómo la gente que
no tiene dólares puede alimentar a sus familias”.
Irónicamente,
los muy ricos, a quienes Chávez juró aplastar pero que todavía tienen dólares,
no pasan hambre. En cambio, los pobres y las personas de clase trabajadora
enfrentan un futuro sombrío.
Escriba a O’Grady@wsj.com
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