El frente de batalla alrededor de Erbil y Mosul
Cara
a cara con el ISIS
http://internacional.elpais.com/internacional/2016/05/20/actualidad/1463759844_472791.html
Unos 3.000 combatientes kurdos iraquíes defienden la línea de
contención frente al califato. Llevan cuatro meses sin cobrar, pero
disponen de Facebook y Viber
JUAN
DIEGO QUESADA
Majmur
20 MAY 2016 - 20:30 CEST
Un peshmrga
en la base de Majmur, este miércoles PETE KIEHART
Al final de
la carretera comienza un camino de tierra que lleva a las posiciones más
avanzadas que los peshmerga han levantado en el norte de Irak para frenar el avance del
Estado Islámico. Parapetado tras una loma, el jefe de las fuerzas
especiales de los temidos combatientes kurdos, Almi Mosuri, y sus hombres controlan
un posible avance de los yihadistas hacia Majmur. Los radicales han
incursionado en territorio enemigo de forma esporádica con coches cargados de
explosivos y bombas químicas que apenas han provocado en los soldados
irritación en los ojos y prurito en la piel. Sin embargo, hoy todo está
tranquilo, sopla un viento agradable que levanta pequeños remolinos de arena
entre las colinas. Uno de los francotiradores propone acabar con el
aburrimiento: “¿Quiere que dispare?”. Mejor no, no vaya a ser que respondan.
Controlar
esta zona es clave tanto para los kurdos, que mantienen al Estado Islámico
(ISIS, en sus antiguas siglas en inglés) lejos de Erbil,
la capital del Kurdistán, como para el ejército
iraquí, que ha tomado posiciones para tratar de recuperar Mosul, la
tercera ciudad del país en manos de los islamistas desde junio de 2014.
Los dos
pueblos que conviven en el mismo país, sumidos en un enfrentamiento identitario
y de automonía que se prolonga desde hace 80 años, han encontrado en los
yihadistas del ISIS un enemigo común. A un lado y a otro lado del frente se ven
decenas de trincheras de ambos bandos, solo distinguibles unas de otras por la
bandera que ondea.
Esta línea
de contención, explica el jefe de fuerzas especiales, discurre
72 kilómetros alrededor de Majmur. Hay casi 3.000 hombres desplegados en
la zona. No solo se enfrentan a terroristas sin formación castrense. El ISIS ha
reclutado a antiguos mandos militares de Sadam Husein, suníes descontentos con
el dominio que tienen ahora los chiíes de las fuerzas armadas.
“Ahí están, a unos dos
o tres kilómetros”, dice Mosuri señalando un punto en el horizonte que se supone que es la
villa de Naser. Asegura que de ahí no podrán pasar, en parte porque los
milicianos que surgieron de la nada para aterrorizar al mundo con su crueldad
serían bombardeados con drones estadounidenses.
A riesgo de
que una de esas bombas le alcanzara, Basam, de 23 años, huyó esta madrugada de
un pueblito tomado por el ISIS llamado Shergat, en los alrededores de Mosul.
Flaco y de piernas largas, corrió un par de kilómetros en campo abierto. Era
una diana tanto para los radicales, deseosos de aniquilar a los desertores,
como para los francotiradores peshmerga, recelosos de que algún atacante
suicida se hiciese estallar en sus trincheras.
El jefe de
las fuerzas especiales de los peshmerga, Almi Mosuri PETE KIEHART
Al remontar
una colina y ver a lo lejos ondear la bandera kurda, Basam comenzó a
desvestirse hasta quedar completamente desnudo frente a los potentes
reflectores que lo iluminaban. Quería demostrar al centinela que no llevaba un
cinturón cargado de explosivos. “Eso sí, llevaba la barba larga, y por momentos
pensé que me iban a confundir”, cuenta el joven horas después, ya rasurado.
Al llegar al
puesto lo trasladaron al cuartel, donde fue sometido a un primer
interrogatorio. Más tarde lo enviaron, junto a otros 15 que llegaron a la vez,
al campo de refugiados de Dibagah. Fue a parar a un lugar apartado del resto,
tras una alambrada. “Debemos saber si es de Daesh (acrónimo peyorativo en árabe
para referirse al Estado Islámico) o no. Los servicios de inteligencia lo
interrogarán”, dice uno de los responsables del campo. ¿Cómo van a estar
seguros? “Créame, lo sabremos”.
La
moral de la tropa
Ahí fuera
hace más de 40 grados, pasado el mediodía, pero en el despacho del general
Mahdi hace tanto frío como en uno de esos bares de hielo horteras donde los
clientes son recibidos con un chaquetón.
El aire
acondicionado está a tope y el general, con unas gafas Rayban y fumando de una
sisha (pipa de agua), parece disfrutarlo. Debido a la crisis del Gobierno kurdo
desde que Bagdad cortara la financiación y por la imposibilidad de poder
recurrir al crédito internacional como Estado oficial, los
peshmerga, al igual que otros funcionarios como profesores o médicos, no han
cobrado desde hace cuatro meses.
¿Eso mina la moral de la tropa?
—Claro que
no. Nacemos para combatir. Somos revolucionarios, no mercenarios. ¡Llevamos
cien años luchando por la libertad de nuestro pueblo!
En unas
horas, cuando anochezca, comenzará el usual intercambio de morteros con los
radicales. En este momento, en cambio, el ambiente es relajado y algunos
peshmerga toman una siesta en un barracón, acondicionado con una pantalla de plasma
en la que retransmiten el noticiero de la televisión kurda. Los guerreros que
bajaron de las montañas, donde convivían con pastores y cabras, tienen ahora
Facebook, hablan entre ellos con Viber y utilizan una aplicación del móvil para
aprender algo de inglés, sobre todo los más jóvenes.
Tríptico en
homenaje a los peshmerga muertos en combate
Desde que el
Estado Islámico traspasara la frontera de Siria y conquistara pequeños pueblos
kurdos que después fueron recuperando, los peshmerga
han registrado 1.500 bajas. Las últimas, el 31 de marzo, cuando un coche
bomba explotó en un checkpoint que hace rato dejamos atrás. La detonación segó
la vida de cuatro soldados y un comandante, Yusin Mamand, condecorado tras
haber sido herido tres veces en combate. Un tríptico con fotos y arengas
circula en la base para glorificar a los fallecidos y, de paso, recordarle a
los vivos que la muerte no es el olvido. Ahí se encuentra un dato esclarecedor
sobre la eterna lucha de estos guerreros: el heroico Yusi Mamand deja en este
mundo 17 hijos que, probablemente, acabarán con un Kaláshnikov entre las manos.
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